droblo
Administrator
Este mes el informe (adjunto PDF) está centrado en la crisis de la deuda soberana. Os copio el comienzo:
Las crisis de deuda soberana son probablemente tan antiguas como los mismos estados, imperios, reinos o federaciones que optaron por financiarse mediante la emisión de títulos de deuda. Uno de los episodios más lejanos es el impago de la deuda de algunas de las ciudades-estado de la confederación marítima ateniense, ya en el siglo iv a. C. Mucho más documentadas están las crisis de las grandes naciones europeas a partir del final de la Edad Media. Los episodios de problemas en los pagos de la deuda pública frente al exterior en los últimos doscientos años -partiendo de las guerras napoleónicas- han sido mucho más frecuentes de lo que se suele creer.
En 2010 estamos atravesando un nuevo y grave episodio de crisis de deuda soberana, que surge como derivación de la grave crisis económico-financiera iniciada en 2007. En esta ocasión, el ojo del huracán se ha posado sobre algunos de los países de la periferia geográfica de la Unión Europea y ha llegado a poner en cuestión los mismos fundamentos del euro, la moneda única de la Unión. Sin embargo, los riesgos se extienden a muchos más países, debido a la subida en espiral de las emisiones de deuda destinadas a financiar políticas de gasto que debían compensar la caída de la actividad del sector privado.
La gravedad del problema de la deuda en las economías europeas periféricas como Irlanda, Grecia, Portugal o España no es sólo un gran y rápido aumento de su deuda pública, sino que, además, ésta ha sido colocada en buena medida a inversores extranjeros y que dichas economías no pueden recurrir a algunos de los remedios tradicionales para estas ocasiones. Cuando un estado soberano no puede hacer frente a sus deudas tiene varias alternativas: 1) conseguir más crédito o reestructurar los pagos previstos alargando los vencimientos; en ambos casos deberá demostrar que hace un esfuerzo o sacrificio extraordinario para recuperar su solvencia y recobrar la confianza perdida; 2) reducir el valor de la deuda, vía devaluación o generando inflación; o 3) en último extremo, no pagar. Dentro de la moneda única, los estados miembros pierden la soberanía monetaria, es decir, no pueden alterar el tipo de cambio y no pueden modificar autónomamente las condiciones monetarias que determinan la tasa de inflación, acciones que permitirían atenuar la carga de los vencimientos. Si la coyuntura económica les lleva a no poder hacer frente a sus obligaciones y desean seguir dentro de la zona monetaria, el ajuste interior es ineludible. Tampoco pueden, en teoría, pedir ayuda al resto de estados miembros o al Banco Central Europeo, puesto que el Tratado de la Unión Europea excluye explícitamente esta posibilidad.
La crisis de la deuda griega, primero, y el contagio hacia otros emisores soberanos, después, han obligado a reconsiderar los mecanismos de coordinación y de coacción mutuos dentro de la eurozona. La creación de un fondo de rescate para actuar en caso de emergencia ha sido el paso más significativo. Las compras de deuda pública de países bajo presión, por parte del Banco Central Europeo, han tratado de mantener los mercados de la misma en funcionamiento. Los países más afectados se han visto obligados a aplicar medidas presupuestarias drásticas que garanticen el retorno a unos déficits públicos aceptables y que frenen la espiral de la deuda. Unas medidas que presentan el riesgo de frenar el crecimiento económico pero que son imprescindibles para que las desmesuradas primas de riesgo que deben pagar para seguir obteniendo fondos vuelvan a niveles sostenibles. En definitiva, el ajuste interior es la única alternativa puesto que, de no llevarse a cabo, el alza de la prima de riesgo y la falta de financiación exterior conducirían a una situación de práctico estancamiento económico cuando no a una vuelta a la recesión.
Las crisis de deuda soberana son probablemente tan antiguas como los mismos estados, imperios, reinos o federaciones que optaron por financiarse mediante la emisión de títulos de deuda. Uno de los episodios más lejanos es el impago de la deuda de algunas de las ciudades-estado de la confederación marítima ateniense, ya en el siglo iv a. C. Mucho más documentadas están las crisis de las grandes naciones europeas a partir del final de la Edad Media. Los episodios de problemas en los pagos de la deuda pública frente al exterior en los últimos doscientos años -partiendo de las guerras napoleónicas- han sido mucho más frecuentes de lo que se suele creer.
En 2010 estamos atravesando un nuevo y grave episodio de crisis de deuda soberana, que surge como derivación de la grave crisis económico-financiera iniciada en 2007. En esta ocasión, el ojo del huracán se ha posado sobre algunos de los países de la periferia geográfica de la Unión Europea y ha llegado a poner en cuestión los mismos fundamentos del euro, la moneda única de la Unión. Sin embargo, los riesgos se extienden a muchos más países, debido a la subida en espiral de las emisiones de deuda destinadas a financiar políticas de gasto que debían compensar la caída de la actividad del sector privado.
La gravedad del problema de la deuda en las economías europeas periféricas como Irlanda, Grecia, Portugal o España no es sólo un gran y rápido aumento de su deuda pública, sino que, además, ésta ha sido colocada en buena medida a inversores extranjeros y que dichas economías no pueden recurrir a algunos de los remedios tradicionales para estas ocasiones. Cuando un estado soberano no puede hacer frente a sus deudas tiene varias alternativas: 1) conseguir más crédito o reestructurar los pagos previstos alargando los vencimientos; en ambos casos deberá demostrar que hace un esfuerzo o sacrificio extraordinario para recuperar su solvencia y recobrar la confianza perdida; 2) reducir el valor de la deuda, vía devaluación o generando inflación; o 3) en último extremo, no pagar. Dentro de la moneda única, los estados miembros pierden la soberanía monetaria, es decir, no pueden alterar el tipo de cambio y no pueden modificar autónomamente las condiciones monetarias que determinan la tasa de inflación, acciones que permitirían atenuar la carga de los vencimientos. Si la coyuntura económica les lleva a no poder hacer frente a sus obligaciones y desean seguir dentro de la zona monetaria, el ajuste interior es ineludible. Tampoco pueden, en teoría, pedir ayuda al resto de estados miembros o al Banco Central Europeo, puesto que el Tratado de la Unión Europea excluye explícitamente esta posibilidad.
La crisis de la deuda griega, primero, y el contagio hacia otros emisores soberanos, después, han obligado a reconsiderar los mecanismos de coordinación y de coacción mutuos dentro de la eurozona. La creación de un fondo de rescate para actuar en caso de emergencia ha sido el paso más significativo. Las compras de deuda pública de países bajo presión, por parte del Banco Central Europeo, han tratado de mantener los mercados de la misma en funcionamiento. Los países más afectados se han visto obligados a aplicar medidas presupuestarias drásticas que garanticen el retorno a unos déficits públicos aceptables y que frenen la espiral de la deuda. Unas medidas que presentan el riesgo de frenar el crecimiento económico pero que son imprescindibles para que las desmesuradas primas de riesgo que deben pagar para seguir obteniendo fondos vuelvan a niveles sostenibles. En definitiva, el ajuste interior es la única alternativa puesto que, de no llevarse a cabo, el alza de la prima de riesgo y la falta de financiación exterior conducirían a una situación de práctico estancamiento económico cuando no a una vuelta a la recesión.
Adjuntos
-
1,6 MB Visitas: 7