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Los últimos indicadores sobre la economía de Estados Unidos no son alentadores: todo lo contrario. El desempleo se mantiene en tasas para aquel país elevadas: en torno al 9,6 por 100, con casi quince millones de parados. Las últimas peticiones semanales de subsidio superaron las 460.000, una cifra por encima de la prevista por los analistas. El déficit comercial aumentó casi un 9 por 100 en agosto y se situó en 46.300 millones de dólares (33.000 millones de euros) y los precios subieron en septiembre el 0,1 por 100, dejando la inflación anual en el 1,1 por 100 y la subyacente (excluye alimentos y energía) en el 0,8 por 100, la más baja en casi cincuenta años. La asociación de economistas americanos rebajó hace unos días la previsión de avance del Producto Interior Bruto (PIB) hasta el 2,6 en 2010, seis décimas por debajo de lo estimado antes del verano. Son razones que la Reserva Federal (Fed) considera más que suficientes para tomar todas las decisiones que sean precisas con tal de sacar al país del callejón en que se encuentra.
Con los tipos de interés no queda margen: rozan el cero desde diciembre de 2008. Tendrá que recurrir a otras alternativas. Entre las barajadas por su presidente, Ben Bernanke, se encuentra la compra masiva de deuda pública y privada, conocida como quantitative easing 2 (QE2) o flexibilización cuantitativa. Con ello, impulsaría crédito, inversión y quizá demanda. A la vez, seguiría contribuyendo a mantener débil el dólar, desoyendo tanto las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) como los ruegos de la Unión Europea (UE). Esta semana, la divisa estadounidense ha tocado mínimos de hace meses respecto al euro y al yen.
Algunos siguen viendo sobre la economía estadounidense riesgos de la temida deflación. Hace unos meses, el economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), Olivier Blanchard, recomendó a los gobiernos de los países desarrollados doblar sus límites máximos de inflación, al menos hasta que la recuperación haya empezado a consolidarse. Si pervive la sensación de que los precios no van a subir, el ahorro seguirá primando sobre el consumo, mientras que si sucede todo lo contrario los ciudadanos pueden animarse a gastar.
Bernanke tiene lista la voluntad de introducir estímulos. Falta conocer cuándo y cuánto. Los observadores estiman que empezará a aplicarlos desde principios del próximo mes de noviembre, aunque el máximo responsable de la Fed lleva tiempo amagando, pero sin concretar ni actuar. La vez anterior que lo hizo fue con motivo de la reunión mensual de septiembre pasado. Quizá su actitud derive de los riesgos que conllevan las actuaciones no convencionales, por los "costes y limitaciones"; es decir, por los efectos para déficit y deuda, esta última situada en un 130 por 100 del PIB. Pero Bernanke es de los que opinan que déficit y deuda son problemas que ya se combatirán llegado el momento. Ahora, prima salir adelante... ¿el coste? Ya se verá.
Con los tipos de interés no queda margen: rozan el cero desde diciembre de 2008. Tendrá que recurrir a otras alternativas. Entre las barajadas por su presidente, Ben Bernanke, se encuentra la compra masiva de deuda pública y privada, conocida como quantitative easing 2 (QE2) o flexibilización cuantitativa. Con ello, impulsaría crédito, inversión y quizá demanda. A la vez, seguiría contribuyendo a mantener débil el dólar, desoyendo tanto las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) como los ruegos de la Unión Europea (UE). Esta semana, la divisa estadounidense ha tocado mínimos de hace meses respecto al euro y al yen.
Algunos siguen viendo sobre la economía estadounidense riesgos de la temida deflación. Hace unos meses, el economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), Olivier Blanchard, recomendó a los gobiernos de los países desarrollados doblar sus límites máximos de inflación, al menos hasta que la recuperación haya empezado a consolidarse. Si pervive la sensación de que los precios no van a subir, el ahorro seguirá primando sobre el consumo, mientras que si sucede todo lo contrario los ciudadanos pueden animarse a gastar.
Bernanke tiene lista la voluntad de introducir estímulos. Falta conocer cuándo y cuánto. Los observadores estiman que empezará a aplicarlos desde principios del próximo mes de noviembre, aunque el máximo responsable de la Fed lleva tiempo amagando, pero sin concretar ni actuar. La vez anterior que lo hizo fue con motivo de la reunión mensual de septiembre pasado. Quizá su actitud derive de los riesgos que conllevan las actuaciones no convencionales, por los "costes y limitaciones"; es decir, por los efectos para déficit y deuda, esta última situada en un 130 por 100 del PIB. Pero Bernanke es de los que opinan que déficit y deuda son problemas que ya se combatirán llegado el momento. Ahora, prima salir adelante... ¿el coste? Ya se verá.