Las agencias calificadoras necesitan ser "rebajadas"
Por Patience Wheatcroft – The Wall Street Journal
Los gobiernos aún se estremecen con la perspectiva de una rebaja de calificación por parte de ellas. Las empresas aún pagan grandes sumas por sus servicios. Las agencias de calificación de crédito (ACC) parecen haber sido grandes sobrevivientes de la crisis financiera. Pero eso podría estar comenzando a cambiar.
Recientemente, el Consejo de la Estabilidad Financiera de Europa (FSB, por sus siglas en inglés) explicó lo que llamó "Principios para Reducir la Dependencia de las Calificaciones de ACC". Según el presidente del directorio del FSB, el gobernador del Banco de Italia, Mario Draghi, el objetivo es "reducir los efectos no deseados que podría tener la dependencia mecánica de las calificaciones de las agencias de crédito". Acepta que esto no será logrado con rapidez, en parte debido a que la dependencia de las agencias de crédito ha sido tan fuerte en algunos trimestres que significa que ellas simplemente no tienen la capacidad de evaluar el riesgo financiero y necesitarán tiempo para construir esa capacidad.
Draghi también es inflexible en que la intención no es prohibir a las agencias de crédito, sino sólo disminuir su importancia. La dependencia actual es tal que pueden tener lo que el FSB llama "efectos de precipicio", como los experimentados hace poco cuando una rebaja de calificación "puede amplificar la prociclicidad y causar disrupciones sistémicas".
Gobiernos como el de Irlanda, que este mes recibió otro golpe de las agencias, seguramente estarían de acuerdo con esas declaraciones. Muchos inversionistas, sin embargo, serían mucho más descorteses que Draghi y el FSB. Señalarían que las agencias les pusieron calificaciones triple A de forma despreocupada a la mayoría de los derivados respaldados por hipotecas que crearon los bancos de inversión a la cola de los préstamos de alto riesgo cuando, como se ha demostrado ampliamente, deberían haber sido marcados con una calavera y huesos en lugar de un sello de aprobación.
El conflicto de intereses que caracteriza el rol de las agencias hoy sigue siendo un tema de importancia tanto como lo era en las épocas felices antes de que Lehman quebrara: el cliente que busca una calificación le paga a la agencia para que lo brinde. Como le dijo a The Wall Street Journal Paul Stevenson, un ex ejecutivo de Moody's, luego de que se desatara la crisis: "El problema más reciente es que el proceso de calificación se convirtió en una negociación".
Cuando el Senado de EE.UU. investigó el rol de las agencias en la crisis, recibió una sucesión de testimonios que indicaban que ese tipo de "negociaciones" cambiaban una buena calificación por ingresos en concepto de honorarios. Un e-mail de un empleado no nombrado de Standard & Poor's explicó que el grupo de valores residenciales respaldados por hipotecas de la agencia "se había vuelto tan dependiente de sus emisores más importantes para obtener ingresos que desarrollaron un síndrome de Estocolmo...", una referencia al síndrome por el cual los rehenes desarrollan sentimientos positivos por sus secuestradores.
Pero a pesar de las críticas que se han realizado sobre las agencias y sus prácticas, el sistema sigue sin cambios y, como se ha visto con el entusiasmo generado por sus recientes calificaciones de deuda soberana, siguen ejerciendo un gran poder.
Los esfuerzos para idear estructuras alternativas para financiarlos hasta ahora no han logrado arrojar algo que pueda funcionar. Así que la respuesta debe ser reducir su poder, que es lo que pretende hacer el FSB. Y si se depende menos de las calificaciones de las agencias, entonces podría haber una renuencia creciente a pagar por ellas. La situación sin duda podría volverse más difícil para las agencias.
El FSB comienza por pedirles a los gobiernos que analicen sus leyes y regulaciones y que, donde haya referencias a las calificaciones de las ACC, si es posible, las quiten. "Quienes fijan estándares y las autoridades deberían desarrollar definiciones alternativas de lo que es merecer un crédito y los participantes del mercado deberían mejorar sus capacidades de administración del riesgo como sea apropiado..." establecen los Principios de la FSB.
Luego afirman que los bancos, los inversionistas institucionales y otros que ahora dependen de las calificaciones de las ACC deberían tener otras fuentes o emitir sus propios juicios sobre los riesgos de los créditos. Se volvió claro luego de la crisis que incluso los grandes bancos de inversión parecían haber estado contentos de depender por completo de las agencias de calificación para determinar el riesgo relativo de un producto financiero. Compraron según la fortaleza de veredictos que eran equivocados.
Al ver las desastrosas consecuencias de la crisis, se escucharon a muchas personas que decían que habían aprendido de la experiencia y que mejorarían su propia capacidad de evaluación del riesgo. Quizás lo hayan hecho pero gran parte de las contrataciones que siguieron a la crisis con tanta rapidez parecen haberse concentrado en los negocios más que en el menos emocionante, pero vital, análisis de riesgo.
"Los principios deberían dejar en claro que cualquier uso de calificaciones de ACC por parte de una firma no disminuye su propia responsabilidad de asegurarse de que sus exposiciones al crédito estén basadas en evaluaciones sólidas", señala el FSB, de forma razonable. Como una potencial forma de alentarlos, sugiere que si los bancos tienen inversiones que no fueron evaluadas de forma interna, entonces podrían tener que cumplir con requisitos de capital más altos. También podría haber una demanda de mayor apertura sobre las prácticas de inversión de las firmas, aunque, a la luz de las críticas del FSB, sería una firma imprudente la que dejara en claro que aún depende en gran medida de las agencias de calificación.
Si ahora parece que es hora de rebajar la calificación de las acciones de las agencias de calificación de crédito, habría pocas lágrimas en Grecia o Irlanda.
Por Patience Wheatcroft – The Wall Street Journal
Los gobiernos aún se estremecen con la perspectiva de una rebaja de calificación por parte de ellas. Las empresas aún pagan grandes sumas por sus servicios. Las agencias de calificación de crédito (ACC) parecen haber sido grandes sobrevivientes de la crisis financiera. Pero eso podría estar comenzando a cambiar.
Recientemente, el Consejo de la Estabilidad Financiera de Europa (FSB, por sus siglas en inglés) explicó lo que llamó "Principios para Reducir la Dependencia de las Calificaciones de ACC". Según el presidente del directorio del FSB, el gobernador del Banco de Italia, Mario Draghi, el objetivo es "reducir los efectos no deseados que podría tener la dependencia mecánica de las calificaciones de las agencias de crédito". Acepta que esto no será logrado con rapidez, en parte debido a que la dependencia de las agencias de crédito ha sido tan fuerte en algunos trimestres que significa que ellas simplemente no tienen la capacidad de evaluar el riesgo financiero y necesitarán tiempo para construir esa capacidad.
Draghi también es inflexible en que la intención no es prohibir a las agencias de crédito, sino sólo disminuir su importancia. La dependencia actual es tal que pueden tener lo que el FSB llama "efectos de precipicio", como los experimentados hace poco cuando una rebaja de calificación "puede amplificar la prociclicidad y causar disrupciones sistémicas".
Gobiernos como el de Irlanda, que este mes recibió otro golpe de las agencias, seguramente estarían de acuerdo con esas declaraciones. Muchos inversionistas, sin embargo, serían mucho más descorteses que Draghi y el FSB. Señalarían que las agencias les pusieron calificaciones triple A de forma despreocupada a la mayoría de los derivados respaldados por hipotecas que crearon los bancos de inversión a la cola de los préstamos de alto riesgo cuando, como se ha demostrado ampliamente, deberían haber sido marcados con una calavera y huesos en lugar de un sello de aprobación.
El conflicto de intereses que caracteriza el rol de las agencias hoy sigue siendo un tema de importancia tanto como lo era en las épocas felices antes de que Lehman quebrara: el cliente que busca una calificación le paga a la agencia para que lo brinde. Como le dijo a The Wall Street Journal Paul Stevenson, un ex ejecutivo de Moody's, luego de que se desatara la crisis: "El problema más reciente es que el proceso de calificación se convirtió en una negociación".
Cuando el Senado de EE.UU. investigó el rol de las agencias en la crisis, recibió una sucesión de testimonios que indicaban que ese tipo de "negociaciones" cambiaban una buena calificación por ingresos en concepto de honorarios. Un e-mail de un empleado no nombrado de Standard & Poor's explicó que el grupo de valores residenciales respaldados por hipotecas de la agencia "se había vuelto tan dependiente de sus emisores más importantes para obtener ingresos que desarrollaron un síndrome de Estocolmo...", una referencia al síndrome por el cual los rehenes desarrollan sentimientos positivos por sus secuestradores.
Pero a pesar de las críticas que se han realizado sobre las agencias y sus prácticas, el sistema sigue sin cambios y, como se ha visto con el entusiasmo generado por sus recientes calificaciones de deuda soberana, siguen ejerciendo un gran poder.
Los esfuerzos para idear estructuras alternativas para financiarlos hasta ahora no han logrado arrojar algo que pueda funcionar. Así que la respuesta debe ser reducir su poder, que es lo que pretende hacer el FSB. Y si se depende menos de las calificaciones de las agencias, entonces podría haber una renuencia creciente a pagar por ellas. La situación sin duda podría volverse más difícil para las agencias.
El FSB comienza por pedirles a los gobiernos que analicen sus leyes y regulaciones y que, donde haya referencias a las calificaciones de las ACC, si es posible, las quiten. "Quienes fijan estándares y las autoridades deberían desarrollar definiciones alternativas de lo que es merecer un crédito y los participantes del mercado deberían mejorar sus capacidades de administración del riesgo como sea apropiado..." establecen los Principios de la FSB.
Luego afirman que los bancos, los inversionistas institucionales y otros que ahora dependen de las calificaciones de las ACC deberían tener otras fuentes o emitir sus propios juicios sobre los riesgos de los créditos. Se volvió claro luego de la crisis que incluso los grandes bancos de inversión parecían haber estado contentos de depender por completo de las agencias de calificación para determinar el riesgo relativo de un producto financiero. Compraron según la fortaleza de veredictos que eran equivocados.
Al ver las desastrosas consecuencias de la crisis, se escucharon a muchas personas que decían que habían aprendido de la experiencia y que mejorarían su propia capacidad de evaluación del riesgo. Quizás lo hayan hecho pero gran parte de las contrataciones que siguieron a la crisis con tanta rapidez parecen haberse concentrado en los negocios más que en el menos emocionante, pero vital, análisis de riesgo.
"Los principios deberían dejar en claro que cualquier uso de calificaciones de ACC por parte de una firma no disminuye su propia responsabilidad de asegurarse de que sus exposiciones al crédito estén basadas en evaluaciones sólidas", señala el FSB, de forma razonable. Como una potencial forma de alentarlos, sugiere que si los bancos tienen inversiones que no fueron evaluadas de forma interna, entonces podrían tener que cumplir con requisitos de capital más altos. También podría haber una demanda de mayor apertura sobre las prácticas de inversión de las firmas, aunque, a la luz de las críticas del FSB, sería una firma imprudente la que dejara en claro que aún depende en gran medida de las agencias de calificación.
Si ahora parece que es hora de rebajar la calificación de las acciones de las agencias de calificación de crédito, habría pocas lágrimas en Grecia o Irlanda.