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Al volar a Takoradi, cuarta mayor ciudad de Ghana y centro industrial y comercial, una de las primeras cosas que uno advierte son las plataformas petroleras a lo largo de la costa, en lo que es un panorama cada vez más característico de la actual África.
Cerca de allí, en la ciudad de Elmina, uno puede ver las cicatrices del pasado. Una extraña sensación persiste en nuestro interior, después de haber terminado el recorrido por los calabozos del tristemente célebre Castillo de Elmina, centro neurálgico del antiguo comercio de esclavos de África Occidental.
El mes pasado me reuní en Ghana con ministros que me dieron a conocer impresionantes cifras de cuánto ha avanzado el país en el logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Algunos líderes tradicionales, académicos, representantes de grupos de la sociedad civil y estudiantes, por el contrario, estaban más preocupados de si la nueva riqueza petrolera del país beneficiaría al ciudadano de la calle.
¿Es el petróleo una bendición o una maldición? ¿Harán el petróleo y otros recursos naturales que Ghana, que está entre los principales productores de cacao, café y palma aceitera, dé la espalda a la agricultura? ¿Creará la riqueza del petróleo una cleptocracia que se asiente sobre 30 años de progreso en el cumplimiento de los criterios estándar de buen gobierno?
Los ghaneses no están solos en la expresión de estas inquietudes. Sus compatriotas en Sierra Leona quieren saber qué va a pasar ahora que ellos también han ganado en la lotería de los productos básicos: el año pasado, el país encontró petróleo y descubrió uno de los mayores depósitos de mineral de hierro del mundo. También ha firmado recientemente nuevas concesiones mineras de bauxita, además de las ya existentes de diamantes, titanio y oro. Se estima que una de las concesiones de mineral de hierro de Sierra Leona contiene 10,5 mil millones de toneladas de mineral.
En los últimos años han surgido en otros países africanos, como Chad, Guinea, Liberia, Mauritania y Sudán, historias similares de abundancia mineral. Y, mientras el resto del mundo adopta medidas de austeridad, estos países deberían pensar en estrategias de recuperación y maneras de dejar de depender permanentemente de la ayuda externa. De la misma manera que Ghana fue el país pionero en poner fin a la dominación colonial, podría también convertirse en la próxima experiencia exitosa del África subsahariana en términos económicos. Pero debe estar dispuesta a tomar algunas decisiones difíciles y estudiar los actuales casos de éxito de la región.
En un continente donde con demasiada frecuencia la riqueza mineral se ha convertido en una maldición, Botswana, bajo el liderazgo del Presidente Festus Gontebanye Mogae, ha demostrado cómo los recursos naturales pueden promover un desarrollo sostenible y el buen gobierno. Mogae ha logrado contener la inflación y atraer la inversión extranjera con el fin de diversificar la economía de Botswana y hacerla menos dependiente de la extracción de diamantes, al tiempo que asegura que una mayor proporción de la riqueza mineral del país se procese localmente.
Gracias en parte a las iniciativas de celebridades como Bono y Bob Geldof, hace un par de años se perdonó a algunos países africanos su deuda externa. Las opciones que como africanos tomemos hoy determinarán si seguimos siendo pobres, nos convertimos en economías diversificadas como Dubai, o seguimos el exitoso modelo de industrialización basada en la agricultura que se ha implementado en Malasia (a pesar del descubrimiento de yacimientos de gas de ese país).
Los países africanos también podrían elegir el modelo noruego, que estableció los principios de que la riqueza natural pertenece a todos los ciudadanos, incluidos los no nacidos aún, y que todos los contratos mineros deben ser completamente transparentes para el público. La adhesión a estos principios garantiza que se evite la búsqueda de rentas y la apropiación privada de las ganancias del petróleo, dimensión importante de la llamada maldición de los recursos naturales.
Al mismo tiempo, es importante evitar que la riqueza mineral cause una injustificada apreciación de la moneda, la temida "enfermedad holandesa", que socavaría la competitividad de otros sectores económicos y frenaría el crecimiento manufacturero orientado a la exportación, estancando con ello la transformación estructural de estas economías.
En Los africanos: una triple herencia, el académico Ali Mazrui. originario de Kenia, expresó su preocupación por lo que él percibe como un Jardín del Edén en decadencia. Refiriéndose a la década perdida de los años 80 en África, Mazrui observó que, a pesar de estar dotados de excelentes condiciones climáticas, pocos países africanos podían alimentarse por sí mismos; del mismo modo, a pesar de dedicarse al comercio de minerales y los cultivos comerciales, la mayoría de países todavía dependían de la ayuda externa. Mazrui, siempre optimista, expresó su esperanza de que la "voluntad humana tenga el poder de reparación."
Los africanos podemos culpar al colonialismo de la mayor parte de los problemas de los últimos 350 años, pero tendremos a nadie a quien culpar de las decisiones que hagamos en los próximos 50 años. Nadie nos obliga hoy a firmar los contratos mineros y de perforación. Los líderes africanos deben utilizar la Carta de los Recursos Naturales, lanzada en Oslo en 2009, y la Iniciativa para la Transparencia de las Industrias Extractivas como directrices a la hora de emprender cualquier negociación minera. Podemos y debemos evitar el Síndrome del Jardín del Edén.
Kandeh K. Yumkella es Director General de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial.
Cerca de allí, en la ciudad de Elmina, uno puede ver las cicatrices del pasado. Una extraña sensación persiste en nuestro interior, después de haber terminado el recorrido por los calabozos del tristemente célebre Castillo de Elmina, centro neurálgico del antiguo comercio de esclavos de África Occidental.
El mes pasado me reuní en Ghana con ministros que me dieron a conocer impresionantes cifras de cuánto ha avanzado el país en el logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Algunos líderes tradicionales, académicos, representantes de grupos de la sociedad civil y estudiantes, por el contrario, estaban más preocupados de si la nueva riqueza petrolera del país beneficiaría al ciudadano de la calle.
¿Es el petróleo una bendición o una maldición? ¿Harán el petróleo y otros recursos naturales que Ghana, que está entre los principales productores de cacao, café y palma aceitera, dé la espalda a la agricultura? ¿Creará la riqueza del petróleo una cleptocracia que se asiente sobre 30 años de progreso en el cumplimiento de los criterios estándar de buen gobierno?
Los ghaneses no están solos en la expresión de estas inquietudes. Sus compatriotas en Sierra Leona quieren saber qué va a pasar ahora que ellos también han ganado en la lotería de los productos básicos: el año pasado, el país encontró petróleo y descubrió uno de los mayores depósitos de mineral de hierro del mundo. También ha firmado recientemente nuevas concesiones mineras de bauxita, además de las ya existentes de diamantes, titanio y oro. Se estima que una de las concesiones de mineral de hierro de Sierra Leona contiene 10,5 mil millones de toneladas de mineral.
En los últimos años han surgido en otros países africanos, como Chad, Guinea, Liberia, Mauritania y Sudán, historias similares de abundancia mineral. Y, mientras el resto del mundo adopta medidas de austeridad, estos países deberían pensar en estrategias de recuperación y maneras de dejar de depender permanentemente de la ayuda externa. De la misma manera que Ghana fue el país pionero en poner fin a la dominación colonial, podría también convertirse en la próxima experiencia exitosa del África subsahariana en términos económicos. Pero debe estar dispuesta a tomar algunas decisiones difíciles y estudiar los actuales casos de éxito de la región.
En un continente donde con demasiada frecuencia la riqueza mineral se ha convertido en una maldición, Botswana, bajo el liderazgo del Presidente Festus Gontebanye Mogae, ha demostrado cómo los recursos naturales pueden promover un desarrollo sostenible y el buen gobierno. Mogae ha logrado contener la inflación y atraer la inversión extranjera con el fin de diversificar la economía de Botswana y hacerla menos dependiente de la extracción de diamantes, al tiempo que asegura que una mayor proporción de la riqueza mineral del país se procese localmente.
Gracias en parte a las iniciativas de celebridades como Bono y Bob Geldof, hace un par de años se perdonó a algunos países africanos su deuda externa. Las opciones que como africanos tomemos hoy determinarán si seguimos siendo pobres, nos convertimos en economías diversificadas como Dubai, o seguimos el exitoso modelo de industrialización basada en la agricultura que se ha implementado en Malasia (a pesar del descubrimiento de yacimientos de gas de ese país).
Los países africanos también podrían elegir el modelo noruego, que estableció los principios de que la riqueza natural pertenece a todos los ciudadanos, incluidos los no nacidos aún, y que todos los contratos mineros deben ser completamente transparentes para el público. La adhesión a estos principios garantiza que se evite la búsqueda de rentas y la apropiación privada de las ganancias del petróleo, dimensión importante de la llamada maldición de los recursos naturales.
Al mismo tiempo, es importante evitar que la riqueza mineral cause una injustificada apreciación de la moneda, la temida "enfermedad holandesa", que socavaría la competitividad de otros sectores económicos y frenaría el crecimiento manufacturero orientado a la exportación, estancando con ello la transformación estructural de estas economías.
En Los africanos: una triple herencia, el académico Ali Mazrui. originario de Kenia, expresó su preocupación por lo que él percibe como un Jardín del Edén en decadencia. Refiriéndose a la década perdida de los años 80 en África, Mazrui observó que, a pesar de estar dotados de excelentes condiciones climáticas, pocos países africanos podían alimentarse por sí mismos; del mismo modo, a pesar de dedicarse al comercio de minerales y los cultivos comerciales, la mayoría de países todavía dependían de la ayuda externa. Mazrui, siempre optimista, expresó su esperanza de que la "voluntad humana tenga el poder de reparación."
Los africanos podemos culpar al colonialismo de la mayor parte de los problemas de los últimos 350 años, pero tendremos a nadie a quien culpar de las decisiones que hagamos en los próximos 50 años. Nadie nos obliga hoy a firmar los contratos mineros y de perforación. Los líderes africanos deben utilizar la Carta de los Recursos Naturales, lanzada en Oslo en 2009, y la Iniciativa para la Transparencia de las Industrias Extractivas como directrices a la hora de emprender cualquier negociación minera. Podemos y debemos evitar el Síndrome del Jardín del Edén.
Kandeh K. Yumkella es Director General de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial.