El previsible ascenso del remimbi (yuan)

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Por las mismas razones por las que la economía mundial se ha vuelto más multipolar, el sistema monetario internacional se volverá más multipolar y varias divisas compartirán la condición de divisa de reserva y, dados el tamaño y las perspectivas de crecimiento de China, nadie discute que llegará un día en que el renminbi sea una importante divisa internacional.

La cuestión es cuándo. Observadores cautos avisan de que hará falta tiempo para que el renminbi llegue a ser una verdadera divisa internacional. A fin de hacerlo atractiva para su utilización internacional oficial y privada, será necesario que China cree unos mercados financieros profundos y líquidos, lo que requerirá el desarrollo de sistemas de liquidación y compensación transparentes. Requerirá un activo de referencia, una curva de rendimiento bien definida y una masa crítica de participantes en los mercados. Todas esas dimensiones de los mercados líquidos requieren tiempo para desarrollarse.

Además, dichos mercados deberán estar abiertos al resto del mundo. Dicho de otro modo, China tendrá que abrir totalmente su cuenta de capitales antes de que el renminbi pueda llegar a ser una verdadera divisa internacional. Para ello, habrá que colocar los bancos y las empresas de propiedad estatal en condiciones plenamente comerciales y avanzar hacia un tipo de cambio más flexible. En una palabra, entrañará cambios fundamentales del modelo de crecimiento chino. Todo ello sirve para recordar que no se logrará de la noche a la mañana.

Pero la propia historia de los Estados Unidos indica que se puede recorrer el proceso más rápidamente de lo que a veces se supone. En fecha tan tardía como 1914, el dólar no desempeñaba papel internacional alguno. Ningún banco central mantenía sus reservas extranjeras en dólares. Nadie emitía bonos extranjeros en dólares. Al contrario, todos iban a Londres, lo que permitía a los bancos británicos subscribir sus transacciones y hacer sus operaciones en libras esterlinas. Incluso los importadores y exportadores de los EE.UU. que necesitaban créditos comerciales los obtenían en Londres en lugar de en Nueva York y hacían sus operaciones en libras esterlinas en lugar de dólares.

Que fuera Londres y no Nueva York la que tuviese el predominio en 1914, cuando el tamaño de la economía de los EE.UU. era ya más del doble de la de Gran Bretaña, reflejaba el avance de este último país como potencia industrial, exportadora e inversora extranjera, lo que nos recuerda que tener una posición asentada es una ventaja considerable en la competencia por la condición de divisa de reserva.

Pero esa situación reflejaba también la carencia en los EE.UU. de una infraestructura de mercados necesaria para que el dólar desempeñara un papel internacional. En particular, los EE.UU. carecían de un mercado líquido de aceptaciones comerciales, el instrumento utilizado para financiar las importaciones y las exportaciones, y de un banco central para respaldar dicho mercado.

Esa situación cambió en 1914 con la creación del Sistema de la Reserva Federal. Una de las primeras medidas del nuevo banco central fue la de fomentar el desarrollo de un mercado de aceptaciones comerciales. Lo hizo utilizando acuerdos de recompra para adquirir para su propia cuenta la mayoría de las aceptaciones comerciales emitidas en Nueva York, gracias a lo cual los márgenes eran bajos y había estabilidad de precios.

Gracias a ese apoyo oficial, los inversores privados adquirieron confianza en el nuevo instrumento y, con el aumento de su participación, el mercado de aceptaciones comerciales adquirió un carácter más líquido. Nueva York superó a Londres como fuente de financiación del comercio hacia mediados del decenio de 1920. En aquel momento, la Reserva Federal pudo limitar su intervención y entregar el mercado a los inversores privados y los bancos centrales siguieron la iniciativa de los inversores privados. En la segunda mitad del decenio de 1920 estos últimos mantenían más reservas en dólares que en libras esterlinas. De modo que hizo falta un decenio apenas para que la nueva divisa internacional, partiendo de la nada, superara a la que tenía la posición dominante.

Los funcionarios chinos han fijado 2020 como la fecha en la que tanto Beijing como Shanghai han de llegar a ser destacados centros financieros internacionales, con mercados financieros profundos y líquidos, abiertos al resto del mundo. Por tanto, en esa fecha es en la que quieren que el renminbi pase a ser una destacada divisa internacional.

¿Podrá el renminbi llegar a ser una divisa internacional en un período tan corto como el de un decenio? Sólo el tiempo lo dirá, pero la historia de los EE.UU. indica que ese plazo, aun siendo ambicioso, no es imposible.

Barry Eichengreen es profesor de Economía y Ciencia Política en la Universidad de California en Berkeley.
 
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