PESE A SU DUREZA, ALEMANIA ES MÁS DEPENDIENTE DE LA EUROZONA DE LO QUE PARECE
La eurozona no sufre por una crisis fiscal, sino por una burbuja de créditos privados
La disciplina fiscal que reclama Merkel es un reflejo de las recetas que usa puertas adentro. Pero si el euro se recupera demasiado, Alemania perdería competitividad
MARTIN WOLF
Alemania determinará la prosperidad futura de la zona del euro. Es el poder central de Europa, desde el punto de vista geográfico, político y económico. Francia lo sabe. La pregunta es cómo usará Alemania su poder. La respuesta depende no sólo de cómo ve sus intereses, sino de cómo entiende los eventos. Me preocupa mucho más esto último que lo primero.
Mi colega Wolfgang Münchau ha definido los objetivos del gobierno alemán como de “responsabilidad limitada”: hacer lo suficiente para mantener a flote a la zona del euro, reduciendo al mínimo la exposición de los contribuyentes alemanes. Esta postura no es indiscutible, incluso en Alemania. El artículo de Frank-Walter Steinmeier y Peer Steinbrück, ministros alemanes de Asuntos Exteriores y de Hacienda entre 2005 y 2009, en el Financial Times del 15 de diciembre lo demuestra. Proponen una combinación de “quita” para los tenedores de deuda, garantías de deuda para los países estables y la introducción limitada de bonos europeos, acompañados por políticas fiscales mejor alineadas.
Pero Angela Merkel, canciller de hierro de Alemania, rechaza las garantías o bonos europeos. Su propuesta es más disciplina fiscal, junto con financiamiento de emergencia limitado, a altas tasas de interés, con los países deficitarios obligados a hacer un ajuste rápido y brutal.
La posición dominante de Alemania no es sólo el resultado de su dimensión económica. Es más bien por que es la nación acreedora más grande con el mejor crédito soberano. Cuando los países con déficit externos agotan los proveedores extranjeros de crédito privado, se hacen dependientes de soberanos extranjeros. Eso está sucediendo en la zona del euro. El poder de los acreedores es simple: sin su apoyo, los países deficitarios caerán en default. El consiguiente colapso del crédito impondrá, a su vez, rápidos recortes en el gasto y una enorme recesión. Esta recesión, a su vez, hará las finanzas públicas aún más inmanejables. La espiral descendente también impondrá costos a las naciones con superávit, ya que deben depreciar sus bienes y perder mercados de exportación. Pero su situación les permite, en cambio, ampliar la demanda interna. En crisis, los mercantilistas se imponen.
En su decisión, Alemania primero tiene que determinar sus propios intereses. Estos son más que estrictamente financieros. El abrazo a sus vecinos, dentro de la Unión Europea, ha sido un pilar de la política alemana de posguerra por motivos excelentes: aislada, Alemania resultó ser una calamidad para sus vecinos y para sí misma. Más aún, un marco alemán renacido tendría alto valor, con un impacto devastador sobre la competitividad de las exportaciones de Alemania. Por ambas razones, mantener la eurozona es de interés para Alemania, siempre que el euro siga siendo una moneda estable, en términos de poder adquisitivo interno, como seguramente será.
La cuestión, entonces no es si preservar la eurozona, sino cómo. El requisito fundamental es entender bien lo que salió mal. No ha sido, como dicen, un fracaso fiscal, excepto en Grecia.
Un excelente informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo señala el punto. Los países con débil demanda interna y sectores externos competitivos generaron excedentes de ahorro. Desafortunadamente, dadas las bajas tasas de interés nominales en la eurozona y sus fuertes economías, los países deficitarios tuvieron tasas de interés reales muy bajas. Las consiguientes burbujas de precios de activos fueron infladas por los préstamos del exterior: fue el endeudamiento privado el que enloqueció.
El gobierno alemán sin duda tiene la intención de hacer lo que sea necesario para mantener la eurozona unida. Si fracasa, puede despertar y darse cuenta que ha perdido la zona del euro, en un segundo de distracción.
La eurozona no sufre por una crisis fiscal, sino por una burbuja de créditos privados
La disciplina fiscal que reclama Merkel es un reflejo de las recetas que usa puertas adentro. Pero si el euro se recupera demasiado, Alemania perdería competitividad
MARTIN WOLF
Alemania determinará la prosperidad futura de la zona del euro. Es el poder central de Europa, desde el punto de vista geográfico, político y económico. Francia lo sabe. La pregunta es cómo usará Alemania su poder. La respuesta depende no sólo de cómo ve sus intereses, sino de cómo entiende los eventos. Me preocupa mucho más esto último que lo primero.
Mi colega Wolfgang Münchau ha definido los objetivos del gobierno alemán como de “responsabilidad limitada”: hacer lo suficiente para mantener a flote a la zona del euro, reduciendo al mínimo la exposición de los contribuyentes alemanes. Esta postura no es indiscutible, incluso en Alemania. El artículo de Frank-Walter Steinmeier y Peer Steinbrück, ministros alemanes de Asuntos Exteriores y de Hacienda entre 2005 y 2009, en el Financial Times del 15 de diciembre lo demuestra. Proponen una combinación de “quita” para los tenedores de deuda, garantías de deuda para los países estables y la introducción limitada de bonos europeos, acompañados por políticas fiscales mejor alineadas.
Pero Angela Merkel, canciller de hierro de Alemania, rechaza las garantías o bonos europeos. Su propuesta es más disciplina fiscal, junto con financiamiento de emergencia limitado, a altas tasas de interés, con los países deficitarios obligados a hacer un ajuste rápido y brutal.
La posición dominante de Alemania no es sólo el resultado de su dimensión económica. Es más bien por que es la nación acreedora más grande con el mejor crédito soberano. Cuando los países con déficit externos agotan los proveedores extranjeros de crédito privado, se hacen dependientes de soberanos extranjeros. Eso está sucediendo en la zona del euro. El poder de los acreedores es simple: sin su apoyo, los países deficitarios caerán en default. El consiguiente colapso del crédito impondrá, a su vez, rápidos recortes en el gasto y una enorme recesión. Esta recesión, a su vez, hará las finanzas públicas aún más inmanejables. La espiral descendente también impondrá costos a las naciones con superávit, ya que deben depreciar sus bienes y perder mercados de exportación. Pero su situación les permite, en cambio, ampliar la demanda interna. En crisis, los mercantilistas se imponen.
En su decisión, Alemania primero tiene que determinar sus propios intereses. Estos son más que estrictamente financieros. El abrazo a sus vecinos, dentro de la Unión Europea, ha sido un pilar de la política alemana de posguerra por motivos excelentes: aislada, Alemania resultó ser una calamidad para sus vecinos y para sí misma. Más aún, un marco alemán renacido tendría alto valor, con un impacto devastador sobre la competitividad de las exportaciones de Alemania. Por ambas razones, mantener la eurozona es de interés para Alemania, siempre que el euro siga siendo una moneda estable, en términos de poder adquisitivo interno, como seguramente será.
La cuestión, entonces no es si preservar la eurozona, sino cómo. El requisito fundamental es entender bien lo que salió mal. No ha sido, como dicen, un fracaso fiscal, excepto en Grecia.
Un excelente informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo señala el punto. Los países con débil demanda interna y sectores externos competitivos generaron excedentes de ahorro. Desafortunadamente, dadas las bajas tasas de interés nominales en la eurozona y sus fuertes economías, los países deficitarios tuvieron tasas de interés reales muy bajas. Las consiguientes burbujas de precios de activos fueron infladas por los préstamos del exterior: fue el endeudamiento privado el que enloqueció.
El gobierno alemán sin duda tiene la intención de hacer lo que sea necesario para mantener la eurozona unida. Si fracasa, puede despertar y darse cuenta que ha perdido la zona del euro, en un segundo de distracción.