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Ignacio Mulas.– Dentro de la actividad de la construcción, el segmento de obra civil es el que dispone de información estadística más fiable; los datos de producción por administraciones, de licitación pública, la población ocupada, el consumo de cemento y un sinfín de indicadores que permiten calibrar la marcha de este subsector, son aceptados comúnmente como fiables al menos para determinar evoluciones históricas. Pero en cuanto nos adentramos en el segmento de edificación, ahí viene el caos. El vacío en unos casos, como es en la rehabilitación, y en otros la sobreabundancia de datos, como ocurre en la edificación residencial. Datos dispares, contradictorios y a menudo inflados hasta el punto de propiciar arraigadas leyendas urbanas como son las del "año del millón de pisos construidos", "el millón de pisos vacíos en tal o cual comunidad autónoma" o "el millón de pisos en stock por la crisis", situaciones que no se han producido nunca.
La información estadística sobre la vivienda en España es un caos de singular magnitud. Carece de fiabilidad, está elaborada con datos sin depurar procedentes de fuentes de lo más variopinto y que no están tratados para este tipo de estadística. El fracaso de las administraciones públicas en la elaboración de una información mínimamente fiable en este ámbito es patente hasta el punto de que el Ministerio de la Vivienda -que cada vez tiene menos cosas que hacer por falta de competencias primero y de actividad a causa de la crisis también- hace tiempo que tiró la toalla en su intento de elaborar una información sobre este subsector que fuera específica y fiable.
Al poco de constituirse este ministerio tan discutido y discutible, la entonces ministra Trujillo anunció a bombo y platillo que su departamento iba a unificar y elaborar la información sobre este segmento. La cosa ha acabado de modo vergonzante, aunque nunca sabremos cuantos recursos públicos se han quedado por el camino: la estadística que hace pública periódicamente este ministerio es prácticamente una trascripción de los datos de los registros del notariado, o dicho de otro modo, para este viaje no hacían falta tan costosas alforjas, porque esos datos están al alcance de cualquiera que se interese por ellos.
La información del ministerio de la Vivienda no aporta más que el sello oficial a una información parcial elaborada con otros propósitos y que no considera como fin proporcionar datos sobre la evolución de la vivienda, sino sobre transacciones en este ámbito con fedatario público. Por lo tanto -otra vez topamos con la economía sumergida- no incluye realmente todas las compraventas de viviendas.
Los datos correspondientes al año 2009 son un buen ejemplo de este sistema de desinformación activa que se produce al menos una vez al mes. El pasado 5 de marzo distintas publicaciones de prensa escrita y digital publican datos dispares: dice el ministerio de Vivienda -información facilitada por el Colegio del Notariado- que en el año se vendieron 462.727 viviendas, lo que representa un descenso del 18% con respecto a 2008. Dice el Colegio de Registradores que en ese mismo año la compraventa de viviendas alcanzó a 423.114 unidades, con un descenso del 24,6% sobre el año anterior. Tenemos una diferencia de nada menos que el 6,6% y casi 40.000 unidades.
¿Cuál es el dato más fiable? Pues es prácticamente imposible saberlo, y cada uno puede apuntarse al que más favorezca a sus intereses; en cualquier caso, no sabremos nunca si ese número de viviendas -unidades- corresponden en realidad a nuevas transacciones porque los registros de base apuntan operaciones de registro o compraventa, pero no distinguen si son diferentes todas ellas, si hay varias operaciones registradas sobre el mismo inmueble, si ha habido en el año varias trasmisiones -o trasmisiones parciales- en relación con la misma unidad vendida.
Por otra parte, los datos procedentes de los colegios de arquitectos y aparejadores sobre viviendas visadas se manejan en bruto, sin depurar. No se puede saber si hay varias operaciones de visado sobre el mismo inmueble, ni si todas son para vivienda nueva o se mezclan con las de rehabilitación de inmuebles ya construidos, ni conocer las operaciones que habiéndose visado no se realizan o se paralizan, ni hay "cocina estadística" que lime los efectos temporales en el corto plazo de sucesos como puedan haber sido la entrada en vigor de nuevas exigencias técnicas o normativas que durante un tiempo anterior a su entrada en vigor aumentan artificialmente los visados de obra nueva o de rehabilitación.
Y por no hacer interminable la lista, hay que tener en cuenta también que los datos de viviendas desocupadas extraídas de la información que proporcionan los servicios censales se basan, parece, en una serie de visitas de funcionarios a los inmuebles y que al cabo de dos o tres de ellas sin que contesten al telefonillo o al timbre se declaran desocupadas, lo cual mete en el saco a la inmensa mayoría de la segunda vivienda que puede permanecer desocupada parte del año, pero que no está "desocupada" realmente.
Así, cuando cada tanto a alguna administración pública se le ocurre la demagógica idea de "vender" que va a cargarse a tanto especulador poco menos que expropiando las viviendas vacías, se organiza en las zonas de costa una romería de parientes o amigos para estar cuando llegue el funcionario del censo. Y otro tanto ocurre con los datos sobre evolución de hipotecas, que no depuran las que pueden recaer en el mismo año sobre el mismo inmueble, las de clientes que cambian de banco o las amortizaciones parciales que sean objeto de constitución formal de nueva hipoteca...
Aunque a los no iniciados en los misterios de la toma de datos y el análisis estadístico les pueda parecer obvio e incluso fácil hacer algo que no se acomete con éxito desde hace tiempo, es indudable que la cuestión debe abordar dificultades importantes y por tanto hay que admitir que es difícil y complicado llegar a disponer de una estadística fiable y cercana a la realidad en lo relativo a la evolución de la vivienda.
Pero debe abordarse esta tarea con urgencia porque una información específica y creíble en este ámbito es básica para la toma de decisiones de muchos agentes públicos y privados, para la elaboración e implementación de políticas públicas activas y para la puesta en marcha de estrategias del sector privado válidas y eficaces. Hay que hacerlo cuanto antes porque la información actual no permite realmente saber ni por aproximación cuáles son la radiografía cierta y la evolución verdadera de la vivienda en España
La información estadística sobre la vivienda en España es un caos de singular magnitud. Carece de fiabilidad, está elaborada con datos sin depurar procedentes de fuentes de lo más variopinto y que no están tratados para este tipo de estadística. El fracaso de las administraciones públicas en la elaboración de una información mínimamente fiable en este ámbito es patente hasta el punto de que el Ministerio de la Vivienda -que cada vez tiene menos cosas que hacer por falta de competencias primero y de actividad a causa de la crisis también- hace tiempo que tiró la toalla en su intento de elaborar una información sobre este subsector que fuera específica y fiable.
Al poco de constituirse este ministerio tan discutido y discutible, la entonces ministra Trujillo anunció a bombo y platillo que su departamento iba a unificar y elaborar la información sobre este segmento. La cosa ha acabado de modo vergonzante, aunque nunca sabremos cuantos recursos públicos se han quedado por el camino: la estadística que hace pública periódicamente este ministerio es prácticamente una trascripción de los datos de los registros del notariado, o dicho de otro modo, para este viaje no hacían falta tan costosas alforjas, porque esos datos están al alcance de cualquiera que se interese por ellos.
La información del ministerio de la Vivienda no aporta más que el sello oficial a una información parcial elaborada con otros propósitos y que no considera como fin proporcionar datos sobre la evolución de la vivienda, sino sobre transacciones en este ámbito con fedatario público. Por lo tanto -otra vez topamos con la economía sumergida- no incluye realmente todas las compraventas de viviendas.
Los datos correspondientes al año 2009 son un buen ejemplo de este sistema de desinformación activa que se produce al menos una vez al mes. El pasado 5 de marzo distintas publicaciones de prensa escrita y digital publican datos dispares: dice el ministerio de Vivienda -información facilitada por el Colegio del Notariado- que en el año se vendieron 462.727 viviendas, lo que representa un descenso del 18% con respecto a 2008. Dice el Colegio de Registradores que en ese mismo año la compraventa de viviendas alcanzó a 423.114 unidades, con un descenso del 24,6% sobre el año anterior. Tenemos una diferencia de nada menos que el 6,6% y casi 40.000 unidades.
¿Cuál es el dato más fiable? Pues es prácticamente imposible saberlo, y cada uno puede apuntarse al que más favorezca a sus intereses; en cualquier caso, no sabremos nunca si ese número de viviendas -unidades- corresponden en realidad a nuevas transacciones porque los registros de base apuntan operaciones de registro o compraventa, pero no distinguen si son diferentes todas ellas, si hay varias operaciones registradas sobre el mismo inmueble, si ha habido en el año varias trasmisiones -o trasmisiones parciales- en relación con la misma unidad vendida.
Por otra parte, los datos procedentes de los colegios de arquitectos y aparejadores sobre viviendas visadas se manejan en bruto, sin depurar. No se puede saber si hay varias operaciones de visado sobre el mismo inmueble, ni si todas son para vivienda nueva o se mezclan con las de rehabilitación de inmuebles ya construidos, ni conocer las operaciones que habiéndose visado no se realizan o se paralizan, ni hay "cocina estadística" que lime los efectos temporales en el corto plazo de sucesos como puedan haber sido la entrada en vigor de nuevas exigencias técnicas o normativas que durante un tiempo anterior a su entrada en vigor aumentan artificialmente los visados de obra nueva o de rehabilitación.
Y por no hacer interminable la lista, hay que tener en cuenta también que los datos de viviendas desocupadas extraídas de la información que proporcionan los servicios censales se basan, parece, en una serie de visitas de funcionarios a los inmuebles y que al cabo de dos o tres de ellas sin que contesten al telefonillo o al timbre se declaran desocupadas, lo cual mete en el saco a la inmensa mayoría de la segunda vivienda que puede permanecer desocupada parte del año, pero que no está "desocupada" realmente.
Así, cuando cada tanto a alguna administración pública se le ocurre la demagógica idea de "vender" que va a cargarse a tanto especulador poco menos que expropiando las viviendas vacías, se organiza en las zonas de costa una romería de parientes o amigos para estar cuando llegue el funcionario del censo. Y otro tanto ocurre con los datos sobre evolución de hipotecas, que no depuran las que pueden recaer en el mismo año sobre el mismo inmueble, las de clientes que cambian de banco o las amortizaciones parciales que sean objeto de constitución formal de nueva hipoteca...
Aunque a los no iniciados en los misterios de la toma de datos y el análisis estadístico les pueda parecer obvio e incluso fácil hacer algo que no se acomete con éxito desde hace tiempo, es indudable que la cuestión debe abordar dificultades importantes y por tanto hay que admitir que es difícil y complicado llegar a disponer de una estadística fiable y cercana a la realidad en lo relativo a la evolución de la vivienda.
Pero debe abordarse esta tarea con urgencia porque una información específica y creíble en este ámbito es básica para la toma de decisiones de muchos agentes públicos y privados, para la elaboración e implementación de políticas públicas activas y para la puesta en marcha de estrategias del sector privado válidas y eficaces. Hay que hacerlo cuanto antes porque la información actual no permite realmente saber ni por aproximación cuáles son la radiografía cierta y la evolución verdadera de la vivienda en España