El impuesto a los bancos tardará en dar sus frutos

Johngo

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Dejemos de lado por un momento si la propuesta del Fondo Monetario Internacional (FMI) de gravar a los bancos es justa o no (¿dónde está el gravamen sobre las automotrices para pagar los u$s 81.000 millones brutos que los contribuyentes norteamericanos regalaron a Detroit?). Si el G-20 está decidido a conseguir un aporte “sustancial”, ¿qué tan grande debería ser? Los detalles todavía son escasos. Pero los políticos deberían tener en mente algunas cifras antes de empezar a tirar porcentajes.

El primer impuesto que se propuso se denomina Financial Stability Contribution (Contribución a la Estabilidad Financiera), con el que se intenta “pagar el costo fiscal de cualquier futuro apoyo del gobierno al sector”. El FMI recomienda que todas las instituciones financieras paguen el gravamen en base al tamaño de sus pasivos, menos el capital efectivo en dinero y los depósitos asegurados. Para los bancos estadounidenses, por ejemplo, eso equivale a u$s 2,2 billones, según datos de la Federal Deposit Insurance Corporation correspondientes al cuarto trimestre del año pasado. Un impuesto de 1%, alícuota que políticamente suena bien, para Washington significará u$s 22.000 millones anuales.

Sin embargo, el FMI calculó el costo fiscal neto de la última crisis financiera para los contribuyentes norteamericanos en 3,5% del PBI, unos u$s 513.000 millones, a fines de 2009. Eso significa que llevará largos 23 años cubrir ese agujero con el nuevo impuesto. No es de extrañar que el FMI proponga golpear a los bancos por más dinero, esta vez un gravamen sobre las ganancias y las remuneraciones de las actividades financieras. ¿Qué tan elevado debería ser un impuesto para pagar el costo de un rescate financiero bancario dentro de, digamos, una década?

Supongamos, generosamente, que los recientes ingresos operativos de toda la industria bancaria estadounidense continúan en los niveles de mediados de la década del 2000, cercanos a los u$s 500.000 millones. Supongamos también que el gobierno no diferencie, tal como sugiere el informe FMI, entre bancos y banqueros al momento de gravarlos. Además del primer gravamen, tendría que cobrarse otro impuesto de 6% sobre los ingresos operativos de los bancos. Eso los lastimaría. Peor aún, pasará una década antes de que comience a dar fruto todo este sufrimiento para lograr el “mecanismo de resolución creíble y eficaz” que tanto quiere el FMI para futuras crisis.

Fuente: Financial Times
 

Johngo

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El G-20 no aprueba un impuesto a la banca

Pero hay una salida, insistían los economistas del fondo. E, increíblemente, pasa por el nuevo consumidor de países como China, India y Brasil. Por primera vez en la historia del capitalismo, el sur y el este deben asumir el papel de motor principal de la economía mundial. Los grandes países emergentes deben olvidarse de las lecciones de la crisis asiática de 1997-1998 - que las reservas de divisas son un blindaje necesario en tiempos de ataques especulativos-y aprender la lección de la crisis del 2007-2008: que los desequilibrios globales acaban muy mal. "Esto supone un yuan más fuerte", dijo Strauss-Kahn. El informe más comentado era el que el fondo preparó para el G-20 con sus dos impuestos a la banca. Uno: una suerte de póliza de seguro para financiar un fondo anticrisis. Otro, aplicado a los beneficios para tratar de recuperar los billones de euros gastados en el rescate. Un indicio de cuánto ha cambiado el centro de gravedad político en Occidente en esta crisis era el deseo de todos los líderes del G-7 - de Sarkozy a Gordon Brown, o de MerkelaObama-de verse identificados con esta propuesta que hace pocos años habría sido un eslogan de las manifestaciones antiglobalización ante la sede del FMI. Pero Canadá, India, Australia y Brasil se opusieron. "No ha habido acuerdo", dijo el ministro de Finanzas canadiense, Jim Flaherty. En su lugar, se pidió al FMI revisar todas las opciones para que las entidades financieras asuman su responsabilidad en posibles crisis. ...

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