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Manuel Lionza.– Un fantasma recorre el mercado mundial de bonos: su transformación en un inmenso basurero. La pérdida del grado de inversión de Grecia, miembro de lo que parecía un área económica virtuosa, es el primer caso; después pueden venir más si persiste el deterioro de las cuentas públicas de economías cuya solvencia hasta el inicio de la crisis financiera estaban libres de toda sospecha. Los analistas han puesto fecha a un escenario que suena a apocalíptico, pero dada la rapidez con que crecen los déficit públicos puede que no lo sea tanto: 2012. En ese año, Estados Unidos necesitará unos dos billones de dólares para financiar el desequilibrio fiscal, y también en ese año empezará el trienio durante el cual vencerán unos 700.000 millones de dólares en emisiones de bonos de alto riesgo de empresas, un volumen que algunos analistas temen pueda gripar los mercados de deuda corporativa. La coincidencia en el tiempo de semejante necesidad de liquidez -- pública y privada -- puede dificultar la obtención de créditos y provocar una ola de quiebras e impagos.
La agencia Moody's ha advertido que Estados Unidos y otros países occidentales se están alejando "sustancialmente" de la codiciada triple A por su desbocado gasto público. Los expertos precisan que esta posibilidad, cada vez más cercana, y las dificultades de financiación de las empresas podrían empeorar la actual situación de alto desempleo y de contracción del consumo y el crédito.
Hasta 2007, las empresas podían financiarse sin dificultad en los mercados financieros, pero la situación puede cambiar dramáticamente en 2012, cuando haya que devolver el dinero fácil gastado en las operaciones anteriores a la crisis.
Los analistas señalan que muchas empresas, sobre todo las firmas de capital riesgo, que basan su estrategia de compras en un elevado apalancamiento, ya no van a conseguir financiación porque los volúmenes de bonos y de los créditos empleados en sus operaciones previas a 2007 vencen entre cinco y siete años después. Como resultado, añaden, puede producirse un frenazo financiero, o como lo llaman, un "maturity wall". De los 21.000 millones de dólares en bonos basura que vencen este año, se va a pasar a 155.000 millones en 2012; 212.000 millones en 2013 y 338.000 millones en 2014.
Durante estos años, algunas de las grandes firmas de capital riesgo tendrán que demostrar si tienen capacidad para devolver la deuda empleada en algunas de las operaciones de leverage buy out más célebres durante los años de dinero fácil, como la adquisición de la eléctrica tejana TXU por Kohlberg Kravis, por casi 21.000 millones de dólares; o de HCA, la mayor cadena de hospitales de Estados Unidos, por Bain Capital y Kohlberg Kravis & Roberts, por 33.000 millones, de los que vencen 13.300 millones entre 2012 y 2014; por no citar la compra del grupo inmobiliario Realogy, realizada por Apollo meses antes del estallido de la crisis hipotecaria, a razón de 9 dólares de deuda por cada 1 de beneficios, casi el doble de la ratio razonable aplicada en el sector, y con un cash flow que en la actualidad no alcanza para pagar los intereses de semejante endeudamiento.
Aunque todavía quedan dos años hasta el reembolso de los excesos previos a la crisis, tiempo en el que las perspectivas económicas y financieras pueden mejorar, algunos expertos pronostican que las empresas más apalancadas podrían enfrentarse a una situación en la que tendrían que competir en los mercados con otros emisores con mejores calificaciones crediticias, como el Tesoro estadounidense. EEUU tendrá que apelar a los mercados por un volumen de 1,8 billones de dólares en 2012, y por otros 1,4 billones anuales en cada uno de los dos años siguientes. La cuestión es si tanto papel se podrá absorber.
La agencia Moody's ha advertido que Estados Unidos y otros países occidentales se están alejando "sustancialmente" de la codiciada triple A por su desbocado gasto público. Los expertos precisan que esta posibilidad, cada vez más cercana, y las dificultades de financiación de las empresas podrían empeorar la actual situación de alto desempleo y de contracción del consumo y el crédito.
Hasta 2007, las empresas podían financiarse sin dificultad en los mercados financieros, pero la situación puede cambiar dramáticamente en 2012, cuando haya que devolver el dinero fácil gastado en las operaciones anteriores a la crisis.
Los analistas señalan que muchas empresas, sobre todo las firmas de capital riesgo, que basan su estrategia de compras en un elevado apalancamiento, ya no van a conseguir financiación porque los volúmenes de bonos y de los créditos empleados en sus operaciones previas a 2007 vencen entre cinco y siete años después. Como resultado, añaden, puede producirse un frenazo financiero, o como lo llaman, un "maturity wall". De los 21.000 millones de dólares en bonos basura que vencen este año, se va a pasar a 155.000 millones en 2012; 212.000 millones en 2013 y 338.000 millones en 2014.
Durante estos años, algunas de las grandes firmas de capital riesgo tendrán que demostrar si tienen capacidad para devolver la deuda empleada en algunas de las operaciones de leverage buy out más célebres durante los años de dinero fácil, como la adquisición de la eléctrica tejana TXU por Kohlberg Kravis, por casi 21.000 millones de dólares; o de HCA, la mayor cadena de hospitales de Estados Unidos, por Bain Capital y Kohlberg Kravis & Roberts, por 33.000 millones, de los que vencen 13.300 millones entre 2012 y 2014; por no citar la compra del grupo inmobiliario Realogy, realizada por Apollo meses antes del estallido de la crisis hipotecaria, a razón de 9 dólares de deuda por cada 1 de beneficios, casi el doble de la ratio razonable aplicada en el sector, y con un cash flow que en la actualidad no alcanza para pagar los intereses de semejante endeudamiento.
Aunque todavía quedan dos años hasta el reembolso de los excesos previos a la crisis, tiempo en el que las perspectivas económicas y financieras pueden mejorar, algunos expertos pronostican que las empresas más apalancadas podrían enfrentarse a una situación en la que tendrían que competir en los mercados con otros emisores con mejores calificaciones crediticias, como el Tesoro estadounidense. EEUU tendrá que apelar a los mercados por un volumen de 1,8 billones de dólares en 2012, y por otros 1,4 billones anuales en cada uno de los dos años siguientes. La cuestión es si tanto papel se podrá absorber.