El Presidente Obama prometió cambios.
Con este discurso logró una mayoritaria votación del ciudadano común de Estados Unidos, los cuales interpretaron sus palabras como una oportunidad de alcanzar una nueva sociedad que, si no presagiaba ser menos capitalista, al menos mostrara una mayor identificación con los urgentes problemas sociales del país. El mundo en general, especialmente los países en desarrollo y emergentes, tradujeron su discurso como un anuncio del desmantelamiento del imperio.
Quizás podamos decir que pocos presidentes de Estados Unidos y quizás ninguno, ha cumplido con sus promesas electorales con mayor puntualidad que Obama. Los asuntos fundamentales de su programa político se referían básicamente a atender las cuestiones internas del país: reforma del sistema de salud, las finanzas, la emigración, retirada de las tropas de Irak, eliminar la prisión de Guantánamo y por último introducir un cambio en el manejo de la política internacional.
Sin embargo, el cumplimiento más fiel de sus promesas de campaña ha sido en el orden interno, con la aprobación de una reforma de salud que no responde a sus deseos de cobertura universal, introducir variantes al sistema financiero, que no lograron reflejar las limitaciones expresadas en su ideario, anterior a la presidencia y por último, el retiro parcial de tropas de Irak.
Queda pendiente y seguramente obtendrá algún logro, la reforma migratoria. Las problemáticas de Guantánamo, Afganistán e Irán se han acentuado o sea, los pilares imperiales no han sido alterados.
En el orden internacional no ha podido instrumentar una política que se asemeje a su discurso en la universidad de El Cairo, en Egipto. El impedimento descansa en la dificultad que nace de los entramados creados en la formación de ese imperio.
No obstante podríamos quizás decir. que el panorama mundial respecto a las tensiones creadas, especialmente por el contencioso Irán, Corea y Estados Unidos, es real y aparente al mismo tiempo.
El mundo se encamina hacia un nuevo balance de fuerzas, con características multipolares.
Estados Unidos se retuerce y esfuerza por inclinar a su favor la balanza. Luego del desmenbramiento soviético, Estados Unidos alcanzó cierta hegemonía. Para ello inventó tres grandes guerra: la primera fue la del Golfo por el contencioso de Irak con Kuwait, la segunda fue la invasión y ocupación de Irak y la tercera, la invasión y ocupación de Afganistán.
El proceso llamado “desregulación de la economía”, se sumó a los otros inconvenientes causados por los enormes recursos invertidos en esas guerras, al proceso de desmantelamiento acelerado de la manufactura nacional y al traslado de grandes capitales a China. Este último país ha sostenido durante años doble dígitos de crecimiento y su carácter socializado de la dirección política del estado, ha permitido sortear las crisis, principalmente a través del control de su instrumento de cambio, el remimbi, el cual mantiene fuera de la especulación del mercado, valiéndose para ello de los mismos mecanismos de compra y venta que aplican los estados capitalistas. O sea, con los propios mecanismos del mercado ha logrado el control de su moneda manteniéndola devaluada frente al dólar.
La jugada en el Consejo de Seguridad de la ONU para imponer sanciones a Irán, es un paso delicadísimo que puede provocar un desastre nuclear, pero las consecuencias inevitables de semejante evento, hacen improbable una acción unilateral estadounidense.
La requisa de barcos con destino a Irán en el Golfo Pérsico, serían un desencadenante inevitable al cual no se sumarían fácilmente, probabilísticamente hablando, los demás miembros de dicho Consejo. Especialmente Rusia y China, cuya votación a favor de las sanciones todavía permanece en el lado oscuro de esta historia. Estados Unidos, unilateralmente, con el cambio en la correlación de fuerzas económicas ocurridas desde el colapso soviético a la fecha, y el desgaste de dos grandes guerras y una mega crisis económica, es muy difícil que se decida a dar un paso de esta naturaleza, sin el apoyo material o al menos político, de los demás.
A lo anterior debemos agregar el peligro a una intensificación de las tensiones en el Asia, especialmente si una acción impensada provoca una respuesta airada de China.
Los pilares esenciales del imperio radican fundamentalmente en un control del Medio Oriente y la supremacía en los mares del Pacífico. Para resolver el primero se corren los riesgos de la confrontación nuclear y para conseguir lo segundo, se pone en juego un distanciamiento con China, con lo cual se rompería una complementariedad económica que seguramente el gigante asiático resolvería más fácilmente que un Norte en plena crisis económica.
Estados Unidos de algún modo intenta minar la hegemonía china en la región asiática. La política de dominar los mercados y obtener recursos, con el uso de la fuerza militar si fuese necesario, doctrina implementada por la Administración Clinton, obliga a Washington a desarrollar nuevas estrategias y en este sentido hay una intención de convertir a Vietnam en un supuesto aliado. Entre las concesiones para semejante alianza está la reciente concesión de favorecer que Vietnam enriquezca uranio para la fabricación de combustible nuclear. Este tipo de conducta imperial, que por un lado niega ese derecho a Irán y se lo concede a un país con un criterio social de Estado diametralmente diferente, vuelve a poner en evidencia una arrogancia que el mundo en general no acepta ya tan fácilmente.
Los acuerdos sobre energía nuclear firmados en la época de Bush en el año 2001, se han ampliado con Obama y contemplan incluso la posibilidad de que General Electric y Bechtel le vendan reactores a Hanoi. Esto sin dudas es un atentado contra los esfuerzos internacionales a favor de la no proliferación. La mejor de todas las propuestas para coadyuvar esos esfuerzos, fue el plan presentado por el entonces director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, el premio Nobel de la Paz Mohamed el-Baradei. Propuso éste, que el procesamiento de materiales utilizables para armas, se restringiera a exclusivas instalaciones bajo control multinacional. Por supuesto Estados Unidos se opuso, con esa capacidad irónica que tiene para imponer leyes y rechazar las provenientes de los colectivos internacionales.
No es la primera vez que enemigos de Estados Unidos se conviertan en todo lo contrario por razones de intereses de dominio o para garantizar la obtención de recursos.
El señor Henry Kissinger ha declarado que para “un productor petrolífero como Irán, la energía nuclear constituye un despilfarro de recursos”. Durante la época del Sah, criminal teocracia impuesta a Irán por Estados Unidos e Inglaterra, esta misma persona decía “que la introducción de energía nuclear cubriría las crecientes necesidades de la economía iraní a la vez que liberará las restantes reservas de petróleo para su exportación o transformación en productos petroquímicos”. Preguntado recientemente sobre el doble rasero contestó: “Era un país aliado antes de 1979, de modo que en consecuencia tenía una genuina necesidad de energía nuclear”. De modo que la no proliferación está relacionada con el sometimiento a los dictados de Washington.
A contrapelo de semejante hipocresía, responden ahora aceptando que Vietnam pueda enriquecer uranio a pesar de que todos sabemos que una alianza entre ambos países es casi imposible.
La enorme diferencia existente sobre criterios de Estados y organización social, permiten cooperaciones, pero no alianzas y mucho menos integraciones. Por otra parte el caso de Irán presenta ángulos para una solución diplomática y política que no requiere de alianzas, sino precisamente de una cooperación racional. De hecho el Presidente de Brasil y el de Turquía, presentaron un plan posible que fue rechazado.
Estas inconveniencias, causadas por la debilidad de la economía estadounidense, la presencia de un competidor como China, la inminencia de una confrontación nuclear si se intentan imponer sanciones por la fuerza a Irán y las pocas probabilidades de controlar el mar de China Meridional, conspiran contra el sostenimiento habitual de las políticas imperiales de Washington.
Es importante destacar hasta el cansancio las consecuencias de una guerra nuclear si no se logra una solución política a la problemática de Irán. Debemos destacar las realidades existentes alrededor de este enfrentamiento y lo irreversible del caso una vez que estalle. Decimos irreversible porque la destrucción y muerte de millones sólo requerirá de una pocas horas.