Obama tiene que recortar el gasto, pero no puede desmantelar el seguro social
El plan de ajuste propuesto por el legislador republicano Paul Ryan es inviable, la economía de EE.UU. necesita un aumento de impuestos
Por CLIVE CROOK
La semana pasada dije que tarde o temprano Barack Obama tendría que romper su promesa electoral y subir los impuestos a la clase media estadounidense. Sería mejor no hacerlo aún, sostuve: una recesión con recaída sigue siendo una posibilidad clara en Estados Unidos y por el momento la política fiscal debe seguir expansiva. Sin embargo, más pronto que tarde, el restablecimiento del control fiscal exigirá impuestos más altos, y no sólo para los ricos.
Muchos lectores mostraron su desacuerdo con el artículo y con frecuencia partieron del mismo modo: “¿Qué pasa con el gasto público? Usted no mencionó el gasto”.
No, y debería. Para controlar el endeudamiento sin subir las tasas de los impuestos, el Congreso tendrá que frenar el gasto previsto hoy. Pero eso no será suficiente por sí mismo. Es ilusorio pensar que EE.UU. pueda llegar de aquí a un equilibrio fiscal sostenible sólo con recortes de gastos.
Sin embargo, esto es exactamente lo que muchos conservadores creen. A menudo citan “Hoja de Ruta para Estados Unidos” lanzada a principios de este año por el legislador republicano Paul Ryan. Muchos ven a Ryan como el mejor pensador del partido en reforma fiscal (ciertamente, no es una distinción muy rigurosa). Su plan busca reducir los impuestos, no subirlos, y aún así bajar la deuda pública: él lo hace todo con recortes de gastos. En una columna la semana pasada, Paul Krugman, comentarista de economía del New York Times, calificó al plan de “la audacia de idiotas”. El desdén de Krugman puede ser una moneda devaluada, pero uno puede ver su punto.
Hay que dar algo de crédito a Ryan por delinear sus planes en detalle de modo que uno puede determinar lo que significan. Ya esto lo hace una rareza entre los conservadores en el Congreso. El problema es que una vez que se ve lo que implican sus propuestas, uno sabe que son políticamente imposibles. Si los republicanos adoptaran esta plataforma podrían nunca volver al poder. Ellos lo saben, así que no lo harán.
El efecto distributivo de los planes fiscales de Ryan sería muy sesgado. Una tributación menor sobre las ganancias de capital haría bajar mucho los tributos sobre los ricos. Para los estadounidenses comunes, en cambio, tasas de impuestos más bajas se verían compensadas por otros cambios. El plan reemplaza la exención fiscal para el seguro de salud proporcionado por el empleador con un crédito fiscal -una buena idea en principio, pero no cuando se hace así. Además, las proyecciones son demasiado optimistas. Con supuestos plausibles, los ingresos caerían demasiado y el déficit se ampliaría.
Juzgado como una reforma tributaria, el plan de Ryan necesita algo de trabajo. El problema mayor, sin embargo, está en el lado del gasto. De alguna manera, el plan presta un servicio útil. Muestra lo severas que deberían ser las medidas de reducción del gasto para estabilizar y luego reducir la deuda federal si mayores ingresos tributarios quedan fuera de la ecuación.
Ryan tiene razón en cuanto a que recortes significativos el gasto exigen ahorros en seguridad social (pensiones) y Medicare (asistencia sanitaria para los ancianos). El crecimiento en el primero y sobre todo en el segundo, gracias a las presiones demográficas y la excesiva inflación en los costos de salud, es el motor que impulsa hacia arriba la deuda pública. Hay que reformar estos programas, en especial si se excluye la defensa de la consideración.
Una buena manera de empezar sería elevar la edad de jubilación. La gente vive por más tiempo. El trabajo es menos desagradable y menos exigente físicamente de lo que solía ser. El aumento de la edad de jubilación es bastante sencillo, y factible políticamente. No sería la primera vez, después de todo.
El plan de Ryan propone una “modernización eventual” de la edad de jubilación, en otras palabras, un aumento. Pero va mucho más allá. Él aboga por una nueva fórmula de beneficios que reduciría los pagos de la Seguridad Social. También quiere que cuentas de jubilación financiadas por impuestos por planilla para los trabajadores menores de 55 años, un plan de privatización similar al propuesto por el presidente George W. Bush, que no se aprobó.
¿Y Medicare? La reciente reforma de la salud incluye algunos experimentos en el sistema de pago destinados a frenar los costos, sin embargo sería aventurado esperar gran cosa de ellos. El plan de Ryan es mucho más radical. De nuevo llama a la privatización. Quiere sustituir el régimen de seguro administrado por el gobierno con vales, que los destinatarios usarían para comprar un seguro privado. El plan impone un ritmo mucho más lento de aumento en el valor de los “vales” que en los costos de salud previstos.
Después de muchos años, esta cuña haría bajar el gasto de Medicare, pero a menos que los costos cayeran en la misma proporción, los bonos comprarían menos tratamientos. Sin duda, en este mundo, los pacientes obligarían a médicos y hospitales a prestar servicios más baratos. Es difícil creer que esto pudiera frenar el gasto tan marcadamente como Ryan espera sin pérdida de calidad asistencial.
En cierto modo, Ryan tiene razón: desmantelar Medicare y la seguridad social es lo que se necesita si uno se basa sólo en recortes de gastos. ¿Se puede hacer? No. Los republicanos recuerdan lo que pasó con el plan de Bush para la seguridad social y no tienen intención de repetirlo. Durante el debate de salud, se opusieron furiosamente a recortes en Medicare. No confíe en los demócratas para respetar estas promesas de gobierno, dice el partido. Sería todo para el plan de Ryan.
No se puede mantener indemne Medicare y la Seguridad Social, oponerse a todos los aumentos de impuestos y cerrar la brecha fiscal. Los grandes derechos sociales son casi 80% del gasto federal. Sin eso sobre la mesa, no queda suficiente para recortar.
Fuente: Financial Times
El plan de ajuste propuesto por el legislador republicano Paul Ryan es inviable, la economía de EE.UU. necesita un aumento de impuestos
Por CLIVE CROOK
La semana pasada dije que tarde o temprano Barack Obama tendría que romper su promesa electoral y subir los impuestos a la clase media estadounidense. Sería mejor no hacerlo aún, sostuve: una recesión con recaída sigue siendo una posibilidad clara en Estados Unidos y por el momento la política fiscal debe seguir expansiva. Sin embargo, más pronto que tarde, el restablecimiento del control fiscal exigirá impuestos más altos, y no sólo para los ricos.
Muchos lectores mostraron su desacuerdo con el artículo y con frecuencia partieron del mismo modo: “¿Qué pasa con el gasto público? Usted no mencionó el gasto”.
No, y debería. Para controlar el endeudamiento sin subir las tasas de los impuestos, el Congreso tendrá que frenar el gasto previsto hoy. Pero eso no será suficiente por sí mismo. Es ilusorio pensar que EE.UU. pueda llegar de aquí a un equilibrio fiscal sostenible sólo con recortes de gastos.
Sin embargo, esto es exactamente lo que muchos conservadores creen. A menudo citan “Hoja de Ruta para Estados Unidos” lanzada a principios de este año por el legislador republicano Paul Ryan. Muchos ven a Ryan como el mejor pensador del partido en reforma fiscal (ciertamente, no es una distinción muy rigurosa). Su plan busca reducir los impuestos, no subirlos, y aún así bajar la deuda pública: él lo hace todo con recortes de gastos. En una columna la semana pasada, Paul Krugman, comentarista de economía del New York Times, calificó al plan de “la audacia de idiotas”. El desdén de Krugman puede ser una moneda devaluada, pero uno puede ver su punto.
Hay que dar algo de crédito a Ryan por delinear sus planes en detalle de modo que uno puede determinar lo que significan. Ya esto lo hace una rareza entre los conservadores en el Congreso. El problema es que una vez que se ve lo que implican sus propuestas, uno sabe que son políticamente imposibles. Si los republicanos adoptaran esta plataforma podrían nunca volver al poder. Ellos lo saben, así que no lo harán.
El efecto distributivo de los planes fiscales de Ryan sería muy sesgado. Una tributación menor sobre las ganancias de capital haría bajar mucho los tributos sobre los ricos. Para los estadounidenses comunes, en cambio, tasas de impuestos más bajas se verían compensadas por otros cambios. El plan reemplaza la exención fiscal para el seguro de salud proporcionado por el empleador con un crédito fiscal -una buena idea en principio, pero no cuando se hace así. Además, las proyecciones son demasiado optimistas. Con supuestos plausibles, los ingresos caerían demasiado y el déficit se ampliaría.
Juzgado como una reforma tributaria, el plan de Ryan necesita algo de trabajo. El problema mayor, sin embargo, está en el lado del gasto. De alguna manera, el plan presta un servicio útil. Muestra lo severas que deberían ser las medidas de reducción del gasto para estabilizar y luego reducir la deuda federal si mayores ingresos tributarios quedan fuera de la ecuación.
Ryan tiene razón en cuanto a que recortes significativos el gasto exigen ahorros en seguridad social (pensiones) y Medicare (asistencia sanitaria para los ancianos). El crecimiento en el primero y sobre todo en el segundo, gracias a las presiones demográficas y la excesiva inflación en los costos de salud, es el motor que impulsa hacia arriba la deuda pública. Hay que reformar estos programas, en especial si se excluye la defensa de la consideración.
Una buena manera de empezar sería elevar la edad de jubilación. La gente vive por más tiempo. El trabajo es menos desagradable y menos exigente físicamente de lo que solía ser. El aumento de la edad de jubilación es bastante sencillo, y factible políticamente. No sería la primera vez, después de todo.
El plan de Ryan propone una “modernización eventual” de la edad de jubilación, en otras palabras, un aumento. Pero va mucho más allá. Él aboga por una nueva fórmula de beneficios que reduciría los pagos de la Seguridad Social. También quiere que cuentas de jubilación financiadas por impuestos por planilla para los trabajadores menores de 55 años, un plan de privatización similar al propuesto por el presidente George W. Bush, que no se aprobó.
¿Y Medicare? La reciente reforma de la salud incluye algunos experimentos en el sistema de pago destinados a frenar los costos, sin embargo sería aventurado esperar gran cosa de ellos. El plan de Ryan es mucho más radical. De nuevo llama a la privatización. Quiere sustituir el régimen de seguro administrado por el gobierno con vales, que los destinatarios usarían para comprar un seguro privado. El plan impone un ritmo mucho más lento de aumento en el valor de los “vales” que en los costos de salud previstos.
Después de muchos años, esta cuña haría bajar el gasto de Medicare, pero a menos que los costos cayeran en la misma proporción, los bonos comprarían menos tratamientos. Sin duda, en este mundo, los pacientes obligarían a médicos y hospitales a prestar servicios más baratos. Es difícil creer que esto pudiera frenar el gasto tan marcadamente como Ryan espera sin pérdida de calidad asistencial.
En cierto modo, Ryan tiene razón: desmantelar Medicare y la seguridad social es lo que se necesita si uno se basa sólo en recortes de gastos. ¿Se puede hacer? No. Los republicanos recuerdan lo que pasó con el plan de Bush para la seguridad social y no tienen intención de repetirlo. Durante el debate de salud, se opusieron furiosamente a recortes en Medicare. No confíe en los demócratas para respetar estas promesas de gobierno, dice el partido. Sería todo para el plan de Ryan.
No se puede mantener indemne Medicare y la Seguridad Social, oponerse a todos los aumentos de impuestos y cerrar la brecha fiscal. Los grandes derechos sociales son casi 80% del gasto federal. Sin eso sobre la mesa, no queda suficiente para recortar.
Fuente: Financial Times