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La administración de Barack Obama sufrió una serie de reveses fiscales este verano. Ahora bien, ¿habrá aprendido algo en los últimos meses?
Primero, en la Cumbre del G-20 en Canadá, el presidente Obama fue duramente desairado por el primer ministro canadiense, Stephen Harper, el flamante primer ministro de Gran Bretaña, David Cameron, y la canciller alemana, Angela Merkel, entre otros, por su pedido de un mayor estímulo fiscal (más gasto del gobierno). Ellos, por el contrario, están persiguiendo la consolidación fiscal, tras la gigantesca explosión de déficits públicos y de deuda en la recesión de 2008-2009, y han pedido recortar el déficit en un 50% para 2013 y estabilizar la relación deuda del gobierno-PBI para 2016.
Obama dijo en la cumbre que propondrá duras medidas de reducción del déficit el próximo año. Pero siempre es más fácil decir que hacer. Hasta el momento, la administración Obama ha seguido la estrategia opuesta, dando rienda suelta a más gasto, albergando al mismo tiempo la esperanza de que la preocupación por los déficits y la deuda conducirá a una presión por mayores impuestos, posiblemente hasta un impuesto al valor agregado al estilo europeo.
Sin embargo, los votantes norteamericanos no están cooperando. Para sorpresa de muchos en la izquierda política y la mayoría de los analistas, el clamor por una gran expansión del gobierno no se ha materializado. Por el contrario, ha habido una reacción violenta contra el aluvión de gasto, déficits y deuda del gobierno federal.
La mayoría de los pronosticadores políticos esperan grandes pérdidas para los demócratas en las elecciones de mitad de mandato de noviembre de 2010 por este tema. Los votantes quieren menos gasto, no más impuestos. Perciben que a la economía norteamericana le ha ido mucho mejor que a las economías de Europa occidental en gran medida por su gobierno menos expansivo.
Segundo, el Fondo Monetario Internacional, bajo el “Proceso de Evaluación Mutua” del G-20, sugirió que Estados Unidos recortara su déficit fiscal en un 3% del PBI más de lo planeado –más de 400 millones de dólares en recortes adicionales por año-. El FMI cree que los actuales planes fiscales impedirán el crecimiento económico de Estados Unidos.
Recientemente, el Banco Central Europeo reiteró su postura de que una consolidación fiscal seria generaría suficiente incremento de la confianza del sector privado como para que los incrementos en el gasto de los hogares y las empresas compensen por demás el menor gasto de los gobiernos. La OCDE, sin embargo, advierte a los gobiernos de no consolidar demasiado rápido en una recuperación global lenta.
Los principales socios comerciales de Estados Unidos quieren que el país crezca y compre más de sus exportaciones. Mientras sus economías se recuperan, una toma de préstamo masiva del gobierno estadounidense también desplazará a sus prestatarios estatales y privados. El déficit de Estados Unidos para 2010 es de aproximadamente 1,3 billón de dólares. Eso es más que la elevada toma de préstamo de todos los otros países del G-7 juntos –el Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Japón y Canadá-, más los derrochadores Portugal y Grecia. En resumen, el resto del mundo quiere que Estados Unidos ponga su casa fiscal en orden lo antes posible.
Tercero, la administración emitió su actualización presupuestaria de mitad de mandato, que proyecta enormes déficits hasta donde alcanza la vista. La solución propuesta: una comisión que recomiende un camino hacia el equilibrio del déficit primario (el déficit sin los pagos de intereses) en 2015.
Los presidentes solían proponer caminos hacia un presupuesto equilibrado. Ahora Obama quiere trasladar la responsabilidad a una comisión independiente compuesta por demócratas y republicanos.
Es más, el objetivo de equilibrar el presupuesto primario en 2015 es poco alentador. Para entonces, Obama ya habrá casi duplicado la relación deuda gubernamental-PBI de una zona heredada segura del 40% a una zona de peligro de casi el 80%, un nivel nunca visto desde el período inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial. Y, por supuesto, los déficits a más largo plazo, impulsados por las jubilaciones de los nacidos en los años 60 y los crecientes costos de salud y pensiones por beneficiario, empeoran progresivamente de ahí en más (la comisión también recomendará cómo controlar el déficit a más largo plazo).
Cuarto, la Cámara de Representantes decidió ni siquiera intentar sancionar un presupuesto este año. Esta notable evasiva representa la primera vez que la Cámara no sancionó un presupuesto desde que las reformas de procedimiento hace 35 años crearon las comisiones de presupuesto parlamentarias y las reglas que los legisladores supuestamente tenían que usar para controlar los déficits.
Quinto, Obama anunció una nueva serie de propuestas de estímulo apenas semanas antes de las elecciones de mitad de mandato. Sus opositores políticos rápidamente observaron que esto representaba admitir que el primer estímulo había fallado. Una propuesta –deducción impositiva inmediata para la inversión de capital- debería ser parte de una reforma de los impuestos corporativos permanente (y que debió de haberse instrumentado hace mucho tiempo), pero Obama la propuso como una medida de un año para inducir a las empresas a trasladar el gasto de capital hacia 2011.
Sexto, el director de Presupuesto Peter Orszag, el principal halcón del déficit de la administración Obama –al menos antes de sumarse a las filas del gobierno- ha renunciado (para ser reemplazado por Jack Lew, un director de presupuesto en el gobierno del ex presidente Bill Clinton).
¿Quién aconsejará ahora a Obama que acumular déficits y deuda adicionales para financiar una vasta expansión del gasto es mala economía, que los costos probablemente superen con creces los beneficios y que aumentar los impuestos le causará un daño permanente a largo plazo a la economía? Seguramente no los efusivos animadores del costoso e ineficiente proyecto de ley de estímulo de febrero de 2009, una solución inapropiada para hacer frente a la fuerte contracción del empleo privado en la recesión. Seguramente no los empresarios y mujeres del Gabinete, en base a su experiencia mundial real; no hay muchos.
Es de esperar que la tardía conversión a una retórica dura sobre el déficit tenga mucha repercusión. Los votantes tienen una manera de responsabilizar a los funcionaros electos por sus pronunciamientos. Sin eso, no se puede esperar que los líderes políticos demuestren mucho coraje. Afortunadamente, pareciera ser que los votantes en Estados Unidos les llevan la delantera a los políticos.
Michael Boskin, actualmente profesor de Economía en la Universidad de Stanford y miembro de la Hoover Institution, fue presidente del Consejo de Asesores Económicos del presidente George H. W. Bush, 1989-1993.
Primero, en la Cumbre del G-20 en Canadá, el presidente Obama fue duramente desairado por el primer ministro canadiense, Stephen Harper, el flamante primer ministro de Gran Bretaña, David Cameron, y la canciller alemana, Angela Merkel, entre otros, por su pedido de un mayor estímulo fiscal (más gasto del gobierno). Ellos, por el contrario, están persiguiendo la consolidación fiscal, tras la gigantesca explosión de déficits públicos y de deuda en la recesión de 2008-2009, y han pedido recortar el déficit en un 50% para 2013 y estabilizar la relación deuda del gobierno-PBI para 2016.
Obama dijo en la cumbre que propondrá duras medidas de reducción del déficit el próximo año. Pero siempre es más fácil decir que hacer. Hasta el momento, la administración Obama ha seguido la estrategia opuesta, dando rienda suelta a más gasto, albergando al mismo tiempo la esperanza de que la preocupación por los déficits y la deuda conducirá a una presión por mayores impuestos, posiblemente hasta un impuesto al valor agregado al estilo europeo.
Sin embargo, los votantes norteamericanos no están cooperando. Para sorpresa de muchos en la izquierda política y la mayoría de los analistas, el clamor por una gran expansión del gobierno no se ha materializado. Por el contrario, ha habido una reacción violenta contra el aluvión de gasto, déficits y deuda del gobierno federal.
La mayoría de los pronosticadores políticos esperan grandes pérdidas para los demócratas en las elecciones de mitad de mandato de noviembre de 2010 por este tema. Los votantes quieren menos gasto, no más impuestos. Perciben que a la economía norteamericana le ha ido mucho mejor que a las economías de Europa occidental en gran medida por su gobierno menos expansivo.
Segundo, el Fondo Monetario Internacional, bajo el “Proceso de Evaluación Mutua” del G-20, sugirió que Estados Unidos recortara su déficit fiscal en un 3% del PBI más de lo planeado –más de 400 millones de dólares en recortes adicionales por año-. El FMI cree que los actuales planes fiscales impedirán el crecimiento económico de Estados Unidos.
Recientemente, el Banco Central Europeo reiteró su postura de que una consolidación fiscal seria generaría suficiente incremento de la confianza del sector privado como para que los incrementos en el gasto de los hogares y las empresas compensen por demás el menor gasto de los gobiernos. La OCDE, sin embargo, advierte a los gobiernos de no consolidar demasiado rápido en una recuperación global lenta.
Los principales socios comerciales de Estados Unidos quieren que el país crezca y compre más de sus exportaciones. Mientras sus economías se recuperan, una toma de préstamo masiva del gobierno estadounidense también desplazará a sus prestatarios estatales y privados. El déficit de Estados Unidos para 2010 es de aproximadamente 1,3 billón de dólares. Eso es más que la elevada toma de préstamo de todos los otros países del G-7 juntos –el Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Japón y Canadá-, más los derrochadores Portugal y Grecia. En resumen, el resto del mundo quiere que Estados Unidos ponga su casa fiscal en orden lo antes posible.
Tercero, la administración emitió su actualización presupuestaria de mitad de mandato, que proyecta enormes déficits hasta donde alcanza la vista. La solución propuesta: una comisión que recomiende un camino hacia el equilibrio del déficit primario (el déficit sin los pagos de intereses) en 2015.
Los presidentes solían proponer caminos hacia un presupuesto equilibrado. Ahora Obama quiere trasladar la responsabilidad a una comisión independiente compuesta por demócratas y republicanos.
Es más, el objetivo de equilibrar el presupuesto primario en 2015 es poco alentador. Para entonces, Obama ya habrá casi duplicado la relación deuda gubernamental-PBI de una zona heredada segura del 40% a una zona de peligro de casi el 80%, un nivel nunca visto desde el período inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial. Y, por supuesto, los déficits a más largo plazo, impulsados por las jubilaciones de los nacidos en los años 60 y los crecientes costos de salud y pensiones por beneficiario, empeoran progresivamente de ahí en más (la comisión también recomendará cómo controlar el déficit a más largo plazo).
Cuarto, la Cámara de Representantes decidió ni siquiera intentar sancionar un presupuesto este año. Esta notable evasiva representa la primera vez que la Cámara no sancionó un presupuesto desde que las reformas de procedimiento hace 35 años crearon las comisiones de presupuesto parlamentarias y las reglas que los legisladores supuestamente tenían que usar para controlar los déficits.
Quinto, Obama anunció una nueva serie de propuestas de estímulo apenas semanas antes de las elecciones de mitad de mandato. Sus opositores políticos rápidamente observaron que esto representaba admitir que el primer estímulo había fallado. Una propuesta –deducción impositiva inmediata para la inversión de capital- debería ser parte de una reforma de los impuestos corporativos permanente (y que debió de haberse instrumentado hace mucho tiempo), pero Obama la propuso como una medida de un año para inducir a las empresas a trasladar el gasto de capital hacia 2011.
Sexto, el director de Presupuesto Peter Orszag, el principal halcón del déficit de la administración Obama –al menos antes de sumarse a las filas del gobierno- ha renunciado (para ser reemplazado por Jack Lew, un director de presupuesto en el gobierno del ex presidente Bill Clinton).
¿Quién aconsejará ahora a Obama que acumular déficits y deuda adicionales para financiar una vasta expansión del gasto es mala economía, que los costos probablemente superen con creces los beneficios y que aumentar los impuestos le causará un daño permanente a largo plazo a la economía? Seguramente no los efusivos animadores del costoso e ineficiente proyecto de ley de estímulo de febrero de 2009, una solución inapropiada para hacer frente a la fuerte contracción del empleo privado en la recesión. Seguramente no los empresarios y mujeres del Gabinete, en base a su experiencia mundial real; no hay muchos.
Es de esperar que la tardía conversión a una retórica dura sobre el déficit tenga mucha repercusión. Los votantes tienen una manera de responsabilizar a los funcionaros electos por sus pronunciamientos. Sin eso, no se puede esperar que los líderes políticos demuestren mucho coraje. Afortunadamente, pareciera ser que los votantes en Estados Unidos les llevan la delantera a los políticos.
Michael Boskin, actualmente profesor de Economía en la Universidad de Stanford y miembro de la Hoover Institution, fue presidente del Consejo de Asesores Económicos del presidente George H. W. Bush, 1989-1993.