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(artículo de un ex-ministro de economía de Japón y director del Instituto de Investigación de Seguridad Global de la Universidad de Keio).-
La última década del siglo XX fue una bola de cristal para cualquiera que se asomara al futuro de la región Asia-Pacífico. La economía de Japón, que alguna vez fue el líder de la región, estaba “perdida” después de la explosión de su burbuja de activos, mientras que China superó el estancamiento económico que siguió a la crisis de la Plaza Tiananmen de 1989 para emprender su camino actual de crecimiento acelerado. El acalorado debate de hace diez años sobre el rápido crecimiento de China –si representaba una amenaza o una oportunidad—ahora se ha calmado y se ha convertido en la convicción generalizada de que un desarrollo regional más amplio sería imposible sin él.
Tres cambios clave que se han dado en China dan lugar a otras implicaciones geopolíticas para la región y el mundo. El primero tiene que ver con el patrón del crecimiento económico chino, que hasta ahora se ha logrado principalmente mediante aumentos rápidos de la producción de los factores –el trabajo, el capital y la energía. Sin embargo, investigaciones recientes indican que alrededor de una tercera parte del crecimiento económico de China procede del progreso tecnológico, o de un aumento de la productividad total de los factores. Dicho de otro modo, el patrón de crecimiento del país comienza a parecerse al de las economías industrializadas, lo que sugiere que el crecimiento será cada vez más equilibrado.
La segunda transformación es la apreciación sustancial del renminbi, que parece inevitable en los próximos años. Actualmente, dada la importancia de las exportaciones para la economía china, su gobierno se muestra reacio a permitir una revaluación importante, a pesar de las fuertes presiones por parte de los gobiernos extranjeros para que se permita que el renminbi se aprecie de conformidad con el enorme superávit comercial del país. Sin embargo, los funcionarios chinos saben que la apreciación del renminbi también le interesa a China, con el fin de aplacar las presiones inflacionarias. Por lo tanto, el gobierno chino parece estar dispuesto a permitir que el renminbi se aprecie, pero la pregunta es a qué ritmo.
Entre 2003 y 2005, mucho antes del colapso de Lehman Brothers, el renminbi se apreció en 20%. A la luz del rápido crecimiento económico de China y del poder en aumento del renminbi, el PIB del país (sobre la base del tipo de mercado del dólar) probablemente superará al de los Estados Unidos mucho antes de lo esperado, tal vez en 10 o 15 años. Además, cuando se mide en términos de paridad del poder de compra, el PIB de China alcanzará al de los Estados Unidos aproximadamente en 2015, con lo que cambiará el equilibrio de poder económico.
La tercera transformación es demográfica: las consecuencias de la política oficial de China de un solo hijo, que provocarán que la población en edad de trabajar empiece a disminuir a mediados de esta década. Eso causará que el crecimiento económico se desacelere, lo que complicará la administración efectiva de los problemas internos del país, que van desde desigualdades muy marcadas de los ingresos hasta la falta de instituciones políticas capaces de dar cauce a las quejas y demandas de la población.
En estas circunstancias, el papel del liderazgo político del país cobrará una importancia mucho mayor. Aunque el presidente actual, Hu Jintao, dejará su cargo en 2012, seguirá teniendo cierto grado de poder a través de los militares, de manera que el traspaso del poder a la siguiente generación no se completará sino hasta aproximadamente 2015.
Si bien el PIB de China es grande y está creciendo, su ingreso per cápita sigue siendo bajo, y sus políticas económicas difieren notablemente de las que prevalecen en los países miembros de la OCDE de la región. Por lo tanto, el panorama geopolítico que emerja a mediados de esta década también reflejará cambios significativos en otros lugares de Asia.
De cualquier manera, las políticas por las que opta China tienen una influencia significativa en otros países asiáticos, y ahora el modelo económico de “capitalismo de Estado” se está copiando en otras partes de la región. Por supuesto, Japón, Corea y Singapur tuvieron modelos de política similares en el pasado (aunque después los adaptaron según el crecimiento de su PIB). Sin embargo, ahora esos países una vez más adoptan formas de capitalismo de Estado y un regreso a la política industrial (alentados también por la crisis financiera global de 2008, que proporcionó una razón adicional para volver a la intervención del gobierno).
En Japón, los servicios postales que se habían privatizado volverán a nacionalizarse, y se está reforzando el papel de las finanzas gubernamentales. Japan Air Lines, que estaba casi en quiebra, fue objeto de un rescate del gobierno, un mecanismo que parece ser cada vez más común. De forma análoga, si bien muchos países asiáticos ya tienen fondos de riqueza soberana, ahora el gobierno de Corea del Sur está estableciendo un nuevo tipo de fondo para apoyar las actividades de exportación del sector de la construcción.
En resumen, se están restableciendo relaciones más estrechas entre las empresas y los gobiernos en toda la región Asia-Pacífico. Los países están buscando en particular fortalecer su infraestructura de exportación mediante una combinación de actividades de los sectores público y privado. Sin embargo, eso significa que se necesitarán regulaciones internacionales para limitar la intervención del gobierno, o al menos, para definir las circunstancias en las que se considere aceptable. Para lograrlo, los Estados Unidos y China deben conciliar sus puntos de vista tan diferentes sobre la forma en que debe funcionar una economía de mercado.
A medida que el mundo comienza a confrontar la creación de un nuevo orden económico, el papel moderador de un tercero en los conflictos entre los Estados Unidos y China será extremadamente importante. Es un papel que recaerá en Japón para las cuestiones del Asia-Pacífico, pero en los países europeos para los asuntos globales. Si Europa puede desempeñar este papel con éxito, las tensiones entre los Estados Unidos y China pueden superarse, lo que ofrecería al mundo entero la oportunidad de aprovechar la fuerza de sus dos economías más grandes y beneficiarse de ellas.
La última década del siglo XX fue una bola de cristal para cualquiera que se asomara al futuro de la región Asia-Pacífico. La economía de Japón, que alguna vez fue el líder de la región, estaba “perdida” después de la explosión de su burbuja de activos, mientras que China superó el estancamiento económico que siguió a la crisis de la Plaza Tiananmen de 1989 para emprender su camino actual de crecimiento acelerado. El acalorado debate de hace diez años sobre el rápido crecimiento de China –si representaba una amenaza o una oportunidad—ahora se ha calmado y se ha convertido en la convicción generalizada de que un desarrollo regional más amplio sería imposible sin él.
Tres cambios clave que se han dado en China dan lugar a otras implicaciones geopolíticas para la región y el mundo. El primero tiene que ver con el patrón del crecimiento económico chino, que hasta ahora se ha logrado principalmente mediante aumentos rápidos de la producción de los factores –el trabajo, el capital y la energía. Sin embargo, investigaciones recientes indican que alrededor de una tercera parte del crecimiento económico de China procede del progreso tecnológico, o de un aumento de la productividad total de los factores. Dicho de otro modo, el patrón de crecimiento del país comienza a parecerse al de las economías industrializadas, lo que sugiere que el crecimiento será cada vez más equilibrado.
La segunda transformación es la apreciación sustancial del renminbi, que parece inevitable en los próximos años. Actualmente, dada la importancia de las exportaciones para la economía china, su gobierno se muestra reacio a permitir una revaluación importante, a pesar de las fuertes presiones por parte de los gobiernos extranjeros para que se permita que el renminbi se aprecie de conformidad con el enorme superávit comercial del país. Sin embargo, los funcionarios chinos saben que la apreciación del renminbi también le interesa a China, con el fin de aplacar las presiones inflacionarias. Por lo tanto, el gobierno chino parece estar dispuesto a permitir que el renminbi se aprecie, pero la pregunta es a qué ritmo.
Entre 2003 y 2005, mucho antes del colapso de Lehman Brothers, el renminbi se apreció en 20%. A la luz del rápido crecimiento económico de China y del poder en aumento del renminbi, el PIB del país (sobre la base del tipo de mercado del dólar) probablemente superará al de los Estados Unidos mucho antes de lo esperado, tal vez en 10 o 15 años. Además, cuando se mide en términos de paridad del poder de compra, el PIB de China alcanzará al de los Estados Unidos aproximadamente en 2015, con lo que cambiará el equilibrio de poder económico.
La tercera transformación es demográfica: las consecuencias de la política oficial de China de un solo hijo, que provocarán que la población en edad de trabajar empiece a disminuir a mediados de esta década. Eso causará que el crecimiento económico se desacelere, lo que complicará la administración efectiva de los problemas internos del país, que van desde desigualdades muy marcadas de los ingresos hasta la falta de instituciones políticas capaces de dar cauce a las quejas y demandas de la población.
En estas circunstancias, el papel del liderazgo político del país cobrará una importancia mucho mayor. Aunque el presidente actual, Hu Jintao, dejará su cargo en 2012, seguirá teniendo cierto grado de poder a través de los militares, de manera que el traspaso del poder a la siguiente generación no se completará sino hasta aproximadamente 2015.
Si bien el PIB de China es grande y está creciendo, su ingreso per cápita sigue siendo bajo, y sus políticas económicas difieren notablemente de las que prevalecen en los países miembros de la OCDE de la región. Por lo tanto, el panorama geopolítico que emerja a mediados de esta década también reflejará cambios significativos en otros lugares de Asia.
De cualquier manera, las políticas por las que opta China tienen una influencia significativa en otros países asiáticos, y ahora el modelo económico de “capitalismo de Estado” se está copiando en otras partes de la región. Por supuesto, Japón, Corea y Singapur tuvieron modelos de política similares en el pasado (aunque después los adaptaron según el crecimiento de su PIB). Sin embargo, ahora esos países una vez más adoptan formas de capitalismo de Estado y un regreso a la política industrial (alentados también por la crisis financiera global de 2008, que proporcionó una razón adicional para volver a la intervención del gobierno).
En Japón, los servicios postales que se habían privatizado volverán a nacionalizarse, y se está reforzando el papel de las finanzas gubernamentales. Japan Air Lines, que estaba casi en quiebra, fue objeto de un rescate del gobierno, un mecanismo que parece ser cada vez más común. De forma análoga, si bien muchos países asiáticos ya tienen fondos de riqueza soberana, ahora el gobierno de Corea del Sur está estableciendo un nuevo tipo de fondo para apoyar las actividades de exportación del sector de la construcción.
En resumen, se están restableciendo relaciones más estrechas entre las empresas y los gobiernos en toda la región Asia-Pacífico. Los países están buscando en particular fortalecer su infraestructura de exportación mediante una combinación de actividades de los sectores público y privado. Sin embargo, eso significa que se necesitarán regulaciones internacionales para limitar la intervención del gobierno, o al menos, para definir las circunstancias en las que se considere aceptable. Para lograrlo, los Estados Unidos y China deben conciliar sus puntos de vista tan diferentes sobre la forma en que debe funcionar una economía de mercado.
A medida que el mundo comienza a confrontar la creación de un nuevo orden económico, el papel moderador de un tercero en los conflictos entre los Estados Unidos y China será extremadamente importante. Es un papel que recaerá en Japón para las cuestiones del Asia-Pacífico, pero en los países europeos para los asuntos globales. Si Europa puede desempeñar este papel con éxito, las tensiones entre los Estados Unidos y China pueden superarse, lo que ofrecería al mundo entero la oportunidad de aprovechar la fuerza de sus dos economías más grandes y beneficiarse de ellas.