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Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), el reciente aumento de los precios del petróleo hace pensar que se ha iniciado "un período de mayor escasez en el mercado petrolero internacional", derivado de una crecimiento más acelerado de la demanda que de la oferta. La institución avisa de las consecuencias que podría tener una prolongación de esta escasez en el crecimiento a escala global.
Aunque admite que sus efectos serán limitados, señala que "no debe darse por sentado que el efecto en el crecimiento mundial será leve, ya que la escasez o su impacto en el crecimiento podrían ser más significativos". Según sus cálculos, una desaceleración significativa e inesperada del crecimiento tendencial de la oferta de petróleo equivalente a 1 punto porcentual, de 1,8 a 0,8 por 10, reduce el crecimiento mundial anual menos de un cuarto de punto a medio y largo plazo.
Según el FMI, la desaceleración del crecimiento de la oferta se "debe en parte al efecto de lastre que produce la creciente proporción de yacimientos petrolíferos maduros, que han incrementado tanto el coste de producción como el coste de oportunidad de cada barril adicional que se ofrezca en el mercado".
Ante este escenario, el FMI pide a los gobiernos políticas que faciliten el ajuste de los recursos y los precios relativos y políticas estructurales que refuercen el papel que desempeñan las señales de precios. Además, ve conveniente que se evalúen políticas que reduzcan el riesgo de escasez del petróleo, entre ellas, el desarrollo de fuentes alternativas y sostenibles de energía.
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Los precios del petróleo –y el resto de los vinculados, como el gas- llevan meses de encarecimiento sostenido, sin síntomas de decaer. Su progresión se ha atribuido a distintos factores puntuales, el último la actual crisis en Libia, pero también se suele mencionar otro más de fondo: el progresivo desajuste entre una demanda creciente y una oferta declinante. Es verdad que el volumen de reservas explotables es un misterio, pero lo constatable es que las estimadas en los nuevos yacimientos descubiertos cada uno de los últimos años son inferiores al consumo mundial del mismo período.
El último en apuntar alarma ha sido –no por primera vez- el Fondo Monetario Internacional (FMI). Sugiere en un reciente documento que el petróleo puede haber entrado en una senda de progresiva escasez, con agotamiento de muchos pozos y aumento de los costes de extracción-producción de muchos otros. Y señala que el ritmo de 80 millones de barriles diarios que ahora mismo se están quemando será muy difícil de sostener.
Ciertamente, la proliferación de pronósticos catastrofistas incumplidos resta crédito a ese tipo de alertas sobre el medio plazo, pero conviene no dejar de tener presente el componente esencial que es la energía: ahora mismo, crucial para determinar la evolución de los tipos de interés; más a largo plazo, determinante de tantas cosas que no puede por menos que seguir sorprendiendo que nadie parezca estar pensando seriamente en algún después.
Aunque admite que sus efectos serán limitados, señala que "no debe darse por sentado que el efecto en el crecimiento mundial será leve, ya que la escasez o su impacto en el crecimiento podrían ser más significativos". Según sus cálculos, una desaceleración significativa e inesperada del crecimiento tendencial de la oferta de petróleo equivalente a 1 punto porcentual, de 1,8 a 0,8 por 10, reduce el crecimiento mundial anual menos de un cuarto de punto a medio y largo plazo.
Según el FMI, la desaceleración del crecimiento de la oferta se "debe en parte al efecto de lastre que produce la creciente proporción de yacimientos petrolíferos maduros, que han incrementado tanto el coste de producción como el coste de oportunidad de cada barril adicional que se ofrezca en el mercado".
Ante este escenario, el FMI pide a los gobiernos políticas que faciliten el ajuste de los recursos y los precios relativos y políticas estructurales que refuercen el papel que desempeñan las señales de precios. Además, ve conveniente que se evalúen políticas que reduzcan el riesgo de escasez del petróleo, entre ellas, el desarrollo de fuentes alternativas y sostenibles de energía.
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Los precios del petróleo –y el resto de los vinculados, como el gas- llevan meses de encarecimiento sostenido, sin síntomas de decaer. Su progresión se ha atribuido a distintos factores puntuales, el último la actual crisis en Libia, pero también se suele mencionar otro más de fondo: el progresivo desajuste entre una demanda creciente y una oferta declinante. Es verdad que el volumen de reservas explotables es un misterio, pero lo constatable es que las estimadas en los nuevos yacimientos descubiertos cada uno de los últimos años son inferiores al consumo mundial del mismo período.
El último en apuntar alarma ha sido –no por primera vez- el Fondo Monetario Internacional (FMI). Sugiere en un reciente documento que el petróleo puede haber entrado en una senda de progresiva escasez, con agotamiento de muchos pozos y aumento de los costes de extracción-producción de muchos otros. Y señala que el ritmo de 80 millones de barriles diarios que ahora mismo se están quemando será muy difícil de sostener.
Ciertamente, la proliferación de pronósticos catastrofistas incumplidos resta crédito a ese tipo de alertas sobre el medio plazo, pero conviene no dejar de tener presente el componente esencial que es la energía: ahora mismo, crucial para determinar la evolución de los tipos de interés; más a largo plazo, determinante de tantas cosas que no puede por menos que seguir sorprendiendo que nadie parezca estar pensando seriamente en algún después.