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Guest
Tradicionalmente quejoso, el sector turístico reconoce que la Semana Santa no ha ido nada mal. De hecho, va bastante bien lo transcurrido de 2011, con lo que sugiere de anticipo para la temporada estival. Ello a pesar de que el clima no ha acompañado, provocando frustraciones por todas partes: tanto en las playas, donde se ha podido tomar poco sol, como en las ciudades de mayor tradición, en las que muchos desfiles procesionales se han quedado con las ganas de salir. En tiempos que escasean las buenas noticias, el optimismo y sobre todo los buenos pronósticos, cualquier indicio positivo es de agradecer.
Aunque no suele citarse como tal, a nadie escapa que el conjunto de actividades directa e indirectamente relacionadas con el turismo constituye una parte sustancial del modelo de crecimiento - más o menos renovado- por el que la economía española debe apostar. Su contribución al Producto Interior Bruto (PIB) sigue rondando el 10 por 100, en tanto que el porcentaje de ocupación está situado ligeramente por encima de 2010 y sigue siendo muy importante su aportación para equilibrar el saldo exterior. A lo que cabría añadir que, en determinados enclaves y territorios, mantiene un acusado perfil de monocultivo, sea total o parcial. Todo ello cobra, sin duda, mayor importancia cuando, como es el caso, se configura como el único demandante potencial de empleo, al menos en lo que resta de año, particularmente para aquellos colectivos con escasa cualificaron.
Dudas no faltan. La principal, en qué medida la mejoría es sostenible o no pasa de coyuntural. Parece probado que los disturbios en los países norteafricanos de la cuenca mediterránea están provocando el desvío de importantes contingentes hacia destinos españoles, especialmente Canarias; una situación que sólo se puede considerar transitoria y por tanto efímera e insuficiente para basar el futuro del sector. También ha de estar influyendo la recuperación económica de varios países emisores tradicionales, sobre todo en el espacio de la eurozona.
Más controvertido es el efecto real de la contención de precios con que los hoteleros llevan un par de años tratando de mantener la ocupación. Los empresarios aseguran que ha llegado prácticamente al limite y está poniendo en riesgo la rentabilidad de las empresas, pero es difícil apreciar el mix final entre costes fijos, variables e ingresos por ocupación. Ocurre, además, que la bajada de precios no sólo está limitada a los hoteles, y no al resto de actividades turísticas, sino que en muchos casos afecta exclusivamente a las habitaciones, no a otros consumos y servicios vinculados a la vacación.
Las buenas expectativas del turismo siguen presentando varios flancos de fragilidad. Valdrá la pena que nadie lo olvide, seducido por un verano que da la sensación de presentarse mejor que bien.
Aunque no suele citarse como tal, a nadie escapa que el conjunto de actividades directa e indirectamente relacionadas con el turismo constituye una parte sustancial del modelo de crecimiento - más o menos renovado- por el que la economía española debe apostar. Su contribución al Producto Interior Bruto (PIB) sigue rondando el 10 por 100, en tanto que el porcentaje de ocupación está situado ligeramente por encima de 2010 y sigue siendo muy importante su aportación para equilibrar el saldo exterior. A lo que cabría añadir que, en determinados enclaves y territorios, mantiene un acusado perfil de monocultivo, sea total o parcial. Todo ello cobra, sin duda, mayor importancia cuando, como es el caso, se configura como el único demandante potencial de empleo, al menos en lo que resta de año, particularmente para aquellos colectivos con escasa cualificaron.
Dudas no faltan. La principal, en qué medida la mejoría es sostenible o no pasa de coyuntural. Parece probado que los disturbios en los países norteafricanos de la cuenca mediterránea están provocando el desvío de importantes contingentes hacia destinos españoles, especialmente Canarias; una situación que sólo se puede considerar transitoria y por tanto efímera e insuficiente para basar el futuro del sector. También ha de estar influyendo la recuperación económica de varios países emisores tradicionales, sobre todo en el espacio de la eurozona.
Más controvertido es el efecto real de la contención de precios con que los hoteleros llevan un par de años tratando de mantener la ocupación. Los empresarios aseguran que ha llegado prácticamente al limite y está poniendo en riesgo la rentabilidad de las empresas, pero es difícil apreciar el mix final entre costes fijos, variables e ingresos por ocupación. Ocurre, además, que la bajada de precios no sólo está limitada a los hoteles, y no al resto de actividades turísticas, sino que en muchos casos afecta exclusivamente a las habitaciones, no a otros consumos y servicios vinculados a la vacación.
Las buenas expectativas del turismo siguen presentando varios flancos de fragilidad. Valdrá la pena que nadie lo olvide, seducido por un verano que da la sensación de presentarse mejor que bien.