M. Boskin critica los excesivos niveles de deuda y déficit de los EUA y Europa

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Michael Boskin, profesor de Economía de la Universidad de Stanford e investigador de la Hoover Institution, fue presidente del Consejo de Asesores Económicos de 1989 a 1993 del Presidente George H. W. Bush y ha escrito este artículo para Project Syndicate:

Europa y los Estados Unidos, prósperas joyas de las democracias capitalistas mixtas, se están ahogando en el déficit y la deuda debido a los enormes Estados de bienestar establecidos (Europa) o que se están estableciendo (Estados Unidos). Mientras Europa lucha para impedir el contagio financiero y los Estados Unidos para reducir sus déficits sin precedentes, sus peligrosos niveles de deuda amenazan el nivel de vida en el futuro y presionan las instituciones políticas internas e internacionales. Las agencias calificadoras amenazan con reducir más sus calificaciones; otros observadores presagian la caída del euro y/o el fin del dólar como moneda de reserva global.

Los economistas Ken Rogoff y Carmen Reinhart estiman que los coeficientes de deuda/PIB de 90% se relacionan con perspectivas de crecimiento muy reducidas. El coeficiente de Grecia es superior al 120%, el de Italia es de aproximadamente 100% y el de los Estados Unidos del 74%, en comparación con 40% hace apenas unos años –y se acerca rápidamente al 90%. El Fondo Monetario Internacional calcula que cada incremento de 10 puntos del coeficiente de deuda reduce el crecimiento económico en 0.2 puntos porcentuales. Así pues, un aumento del 40-50% del PIB podría recortar el crecimiento a largo plazo a la mitad en partes de Europa occidental y en una tercera parte en los Estados Unidos – una reducción devastadora de los avances en los niveles de vida en el curso de una generación.

Peor aún, la carga de las pérdidas bancarias que tarde o temprano se socializará y la de los costos futuros no financiados de las pensiones y la salud pública frecuentemente se subestiman en las cifras oficiales sobre la deuda. Además, algunos gobiernos subnacionales, por ejemplo en los Estados Unidos y España, con finanzas problemáticas presionarán a los gobiernos centrales para obtener ayuda fiscal.

En Europa, los electores de países fiscalmente responsables como Alemania y los Países Bajos se están resistiendo a rescatar a gobiernos, bancos y tenedores de bonos. Los electores estadounidenses tradicionalmente han sido partidarios de un gobierno más pequeño y de impuestos menores de lo que los europeos han apoyado (o al menos tolerado). Si se añade la ira continua por los rescates bancarios, el aumento del gasto y la enorme deuda nacional, incluso los demócratas en Estados Unidos – el partido que usualmente está a favor del gasto público– finalmente están hablando de reducción del déficit.

Después de la última recesión profunda en los Estados Unidos, en 1981-1982, cuando la tasa de desempleo llegó a ser incluso superior que en la recesión reciente, los demócratas criticaron al presidente Ronald Reagan por el déficit del 6% del PIB. Ahora los republicanos atacan al presidente Barack Obama por el déficit del 10%. En los países europeos hay maniobra políticas y sustantivas similares.

La catalogación simplista de los partidos políticos según su preferencia por un tamaño particular de gobierno oculta tendencias intrapartidistas más complejas. El Partido Republicano de los Estados Unidos tiene tres tipos de conservadores fiscales: los que hacen recortes del lado de la oferta, los que buscan limitar el gasto público y los que intentan equilibrar el presupuesto. Históricamente han tenido diferencias de táctica y estrategia, pero puesto que el déficit significa la diferencia entre ingresos y gastos, están estrechamente vinculados. En efecto, puesto que la suma de todos los ingresos fiscales futuros (a su valor presente) debe cubrir la suma de todos los gastos futuros más la deuda nacional, la única forma de mantener los impuestos relativamente bajos es controlar el gasto.

Así como los demócratas han abogado desde hace mucho por un mayor gasto público y mayores beneficios para más personas, ya sea por motivos ideológicos o como estrategia para construir coaliciones políticas, los republicanos tienen por objetivo reducir los impuestos. Así pues, no debe sorprender que los republicanos estén utilizando la votación sobre el techo de endeudamiento para obligar a que se reduzca el gasto en prestaciones sociales, mientras que Obama y los demócratas en el Congreso la estén aprovechando para forzar un aumento de los impuestos, en parte con el fin de fracturar la coalición de sus adversarios.

Los niveles elevados de endeudamiento se combinan con el crecimiento económico lento en una danza diabólica. Los pagos de los intereses de la deuda se hacen tan onerosos que los tenedores de bonos exigen intereses más altos (recientemente la deuda griega daba rendimientos superiores al 30%). Las tasas de interés de la deuda pública estadounidense se mantienen bajas, de modo que esta amenaza es prospectiva, pero los déficits futuros serán mucho mayores que las proyecciones del gobierno cuando las tasas se normalicen.

La mejor respuesta sería establecer controles estrictos de los presupuestos junto con reformas estructurales para promover el crecimiento. En los Estados Unidos, que tienen el impuesto sobre el ingreso más progresivo de las principales economías, se están discutiendo reformas fiscales federales que reducirían las tasas y ampliarían la base. En Europa, las reformas estructurales se centran en el aumento de la edad de retiro y la flexibilidad del mercado laboral.

El desapalancamiento de los gobiernos, las instituciones financieras y los hogares es una de las causas principales de la lenta recuperación económica. Pero un crecimiento lento significa menos ingresos fiscales y más demanda de pagos para mitigar las privaciones, lo que presiona los presupuestos públicos.

La apuesta fue que una recuperación sólida y durable permitiría que los bancos y los hogares reconstruyeran sus hojas de balance con la rapidez suficiente para evitar la necesidad de emprender rescates adicionales. Sin embrago, hasta ahora la apuesta no está funcionando tan bien ni tan rápido como se esperaba.

Los bancos son rentables de manera continua, pues piden préstamos a tasas de interés muy bajas, frecuentemente a los bancos centrales, y cobran intereses más elevados en los créditos que otorgan. Si bien la contabilidad instantánea de los precios de mercado puede exagerar las pérdidas previstas en una situación de pánico, los valores corrientes son a menudo ficciones contables y políticas. Serán necesarias más medidas en el caso de Fannie Mae y Freddie Mac (las enormes agencias hipotecarias cuasigubernamentales de los Estados Unidos) y de algunos bancos estadounidenses débiles, así como en el de algunos de los bancos europeos más débiles y con menor capitalización (las recientes pruebas de estrés fueron un tibio primer paso).

Los sistemas bancarios necesitan más capital. La mejor solución es el capital privado –procedente de las ganancias retenidas, nuevos actores, nuevos propietarios y nuevas inversiones. Pero en algunos casos, no se puede evitar el recurso a capital público adicional, por desagradable que sea.

Los dilemas de la deuda en Europa y los Estados Unidos demuestran una vez más que los servidores públicos electos ignorarán los costos en el largo plazo para obtener beneficios en el corto y que únicamente actuarán cuando se vean obligados a hacerlo, en un intento de burlar las leyes de la economía y revocar las de la aritmética que está condenado al fracaso. Ello implica un período de perturbaciones económicas y desorden político que irá mucho más allá de los debates de este verano sobre el techo de endeudamiento de los Estados Unidos y los problemas de deuda soberana de Europa. Estos debates son apenas una etapa de una larga lucha que tendrá importantes consecuencias en los años por venir.



Traducción de Kena Nequiz
 
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