droblo
Administrator
Adjunto PDF completo de 76 páginas pero os copio la introducción:
En los años previos a la recesión iniciada en la pasada década, el progresivo endeudamiento del sector privado permitió, en muchos países, un crecimiento económico mucho más intenso del que se habría registrado sin el mismo. La abrupta irrupción de la crisis frustró la expansión y puso de manifiesto un excesivo nivel de deuda. Dicha deuda supone ahora un pesado lastre que puede contrarrestar los esfuerzos para salir de la atonía económica. Sin una reducción significativa de este endeudamiento será muy difícil recuperar las tasas de crecimiento de antaño.
En el origen de la escalada de la deuda se encuentra un periodo de abundancia de liquidez y de tipos de interés reducidos, que propician una potente expansión del crédito. En el caso de Europa, la creación del euro supuso para algunos países un descenso notable de los tipos de interés a corto y largo plazo, así como una ampliación de las fuentes de financiación, al desaparecer el riesgo de cambio entre los Estados participantes. A su vez, la expansión crediticia favoreció una subida de precios de los activos (la globalización frenaba las subidas de los precios de los bienes), en una espiral que provocó la aparición de burbujas especulativas.
La dinámica de la expansión crediticia ha sido muy distinta según países, de manera que existen otros factores, de carácter diverso (institucionales, regulatorios, estructurales), que en cada momento dificultan o impulsan la actuación de los actores privados. Por ejemplo, en el caso de Estados Unidos, el boom crediticio de los años 2000 estuvo ligado a las familias y al crédito hipotecario, mientras que las empresas mantuvieron un nivel de apalancamiento relativamente bajo, lo cual ha sido un factor muy importante a la hora de dejar atrás la fase recesiva. En España, en cambio, la deuda de las familias se triplicó en la primera década del siglo, pero también la correspondiente a las empresas experimentó una subida significativa, situándose por encima de la media comunitaria.
El excesivo apalancamiento supone una complicación importante si la economía interrumpe su crecimiento y cae en recesión. En estas condiciones, está claro que es mucho más difícil salir de la crisis: las experiencias previas demuestran que la recuperación es más lenta. Para paliar el problema se puede recurrir a traspasar deuda del sector privado al público (ayudas y subvenciones a familias, empresas y bancos), pero, como estamos constatando con la crisis de la deuda soberana de la zona del euro, se trata de una acción paliativa extremadamente limitada. La solución ideal es que el crecimiento se relance, pero la escasa capacidad de gasto de los agentes, derivada del propio endeudamiento, impide que este se produzca de forma espontánea. A no ser que se consigan mejoras de productividad y costes, lo cual no suele suceder de la noche a la mañana. Ayuda mucho contar con un entorno exterior expansivo que contrarreste el desplome de la demanda interna con demanda de exportaciones. Cuando es posible, devaluar la moneda propia permite estimular la producción interna; la inflación también ayuda, al reducir el valor relativo de la deuda en circulación. Pero devaluación e inflación son remedios con muchas contraindicaciones y, en cualquier caso, no están al alcance de las economías que participan en el euro.
Por tanto, la fase de desendeudamiento aboca a un crecimiento de la economía más lento y frágil de lo que suele ser habitual en las salidas de las recesiones convencionales. En el caso español, la conjunción de elevados niveles de apalancamiento tanto en empresas como en familias y la exigencia de frenar y reducir el correspondiente al sector público augura un prolongado periodo de crecimiento por debajo del potencial. Un periodo que solo podrá ser recortado por un decidido avance en la productividad, eficiencia y competitividad de todos los sectores económicos.
En los años previos a la recesión iniciada en la pasada década, el progresivo endeudamiento del sector privado permitió, en muchos países, un crecimiento económico mucho más intenso del que se habría registrado sin el mismo. La abrupta irrupción de la crisis frustró la expansión y puso de manifiesto un excesivo nivel de deuda. Dicha deuda supone ahora un pesado lastre que puede contrarrestar los esfuerzos para salir de la atonía económica. Sin una reducción significativa de este endeudamiento será muy difícil recuperar las tasas de crecimiento de antaño.
En el origen de la escalada de la deuda se encuentra un periodo de abundancia de liquidez y de tipos de interés reducidos, que propician una potente expansión del crédito. En el caso de Europa, la creación del euro supuso para algunos países un descenso notable de los tipos de interés a corto y largo plazo, así como una ampliación de las fuentes de financiación, al desaparecer el riesgo de cambio entre los Estados participantes. A su vez, la expansión crediticia favoreció una subida de precios de los activos (la globalización frenaba las subidas de los precios de los bienes), en una espiral que provocó la aparición de burbujas especulativas.
La dinámica de la expansión crediticia ha sido muy distinta según países, de manera que existen otros factores, de carácter diverso (institucionales, regulatorios, estructurales), que en cada momento dificultan o impulsan la actuación de los actores privados. Por ejemplo, en el caso de Estados Unidos, el boom crediticio de los años 2000 estuvo ligado a las familias y al crédito hipotecario, mientras que las empresas mantuvieron un nivel de apalancamiento relativamente bajo, lo cual ha sido un factor muy importante a la hora de dejar atrás la fase recesiva. En España, en cambio, la deuda de las familias se triplicó en la primera década del siglo, pero también la correspondiente a las empresas experimentó una subida significativa, situándose por encima de la media comunitaria.
El excesivo apalancamiento supone una complicación importante si la economía interrumpe su crecimiento y cae en recesión. En estas condiciones, está claro que es mucho más difícil salir de la crisis: las experiencias previas demuestran que la recuperación es más lenta. Para paliar el problema se puede recurrir a traspasar deuda del sector privado al público (ayudas y subvenciones a familias, empresas y bancos), pero, como estamos constatando con la crisis de la deuda soberana de la zona del euro, se trata de una acción paliativa extremadamente limitada. La solución ideal es que el crecimiento se relance, pero la escasa capacidad de gasto de los agentes, derivada del propio endeudamiento, impide que este se produzca de forma espontánea. A no ser que se consigan mejoras de productividad y costes, lo cual no suele suceder de la noche a la mañana. Ayuda mucho contar con un entorno exterior expansivo que contrarreste el desplome de la demanda interna con demanda de exportaciones. Cuando es posible, devaluar la moneda propia permite estimular la producción interna; la inflación también ayuda, al reducir el valor relativo de la deuda en circulación. Pero devaluación e inflación son remedios con muchas contraindicaciones y, en cualquier caso, no están al alcance de las economías que participan en el euro.
Por tanto, la fase de desendeudamiento aboca a un crecimiento de la economía más lento y frágil de lo que suele ser habitual en las salidas de las recesiones convencionales. En el caso español, la conjunción de elevados niveles de apalancamiento tanto en empresas como en familias y la exigencia de frenar y reducir el correspondiente al sector público augura un prolongado periodo de crecimiento por debajo del potencial. Un periodo que solo podrá ser recortado por un decidido avance en la productividad, eficiencia y competitividad de todos los sectores económicos.
Adjuntos
-
2,1 MB Visitas: 13