Subsidios estatales y concesiones sindicales contribuyen a que firmas de EE.UU. vuelvan a fabricar en su país de origen.
En una fábrica de Roma, Nueva York, Brian O’Shaughnessy se muestra como un firme partidario de fabricar en EE.UU. Pero cada tanto acota: “No hay nada que se haga aquí que no se pueda traer en un barco desde algún otro país”.
Presidente de Revere Copper Products, O’Shaughnessy dirige una de las más antiguas empresas industriales de EE:UU., iniciada por él mismo. “¿Qué mensaje le estaríamos dando a la gente si abandonáramos EE.UU.?”, dice.
Pero luego de varias horas de conversación, va surgiendo un cuadro más complejo. A veces él se pregunta por la alternativa, menos patriótica, de relocalizar la producción en Asia o directamente cerrar, ya que su margen es chico: menos de US$1 millón sobre una facturación anual de US$450 millones.
Lo que lo hace abstenerse de esas alternativas son las concesiones de los sindicatos y un sustancial subsidio estata l, algo que él y otros en EE.UU. están viendo como un factor que gravita en la incipiente recuperación de la actividad fabril. Las concesiones sindicales en Revere, en un contrato avalado por la United Automobile Workers, se parecen mucho a las que están obteniendo otros industriales. El subsidio proviene del estado de Nueva York, que provee al costo la electricidad que Revere usa para producir laminados de cobre.
Con apoyos como ésos, la presencia fabril en EE.UU., un índice clave, empieza a subir (ver números en el recuadro). “Básicamente, los industriales se están dando cuenta de que la estructura de costos para producir en EE.UU. ya no tiene que ser tan desfavorable”, dice Jared Bernstein, ex economista del ex vicepresidente Joe Biden.
Las evidencias son visibles. Una empresa estadounidense, Element Electronics, por ejemplo, ha hecho durante años televisores planos en una planta de China, pero ahora se está expandiendo a EE.UU. Hace poco abrió una fábrica cerca de Detroit que está fabricando los primeros televisores hechos en Estados Unidos por alguna empresa en años.
En General Electric, desgravaciones locales y un acuerdo concesivo con los sindicatos contribuyeron a la decisión de G.E. de fabricar su último calefón en Kentucky y no en China. De un modo similar, la Otis Elevator Company está trasladando la producción desde una planta en Nogales, México, a una nueva fábrica en Florencia, Carolina del Sur. Y Master Lock ha traído de vuelta de China a Milwaukee la fabricación de cerraduras.
El hilo en común en todas esas decisiones es un reconocimiento de empresas y trabajadores de que la fabricación necesita una ayudita en forma de subsidios locales y nacionales para sobrevivir en una economía globalizada en la que los productores asiáticos y europeos son comúnmente subsidiados.
“Las únicas industrias de EE.UU. que funcionan sin apoyo público son aquellas con mercados son tan insignifcantes que no han sido notados por los productores del extranjero”, dice O’Shaughnessy, copresidente del grupo de lobby Coalition for a Prosperous America Aparte de los subsidios, las concesiones sindicales han contribuido mucho a lo que los industriales llaman prácticas “magras”.
En Revere, “magro” significa que el número de empleados, de 450 hace dos décadas, bajó a 360. El corte de media hora para el almuerzo ya no es pago para los 260 trabajadores jornalizados. Los empleados pagan parte de su prima del seguro de salud. Y la dirección altera rutinas y tareas de la planta sin consultarlo con el sindicato. la U.A.W. local 2367, que desde hace meses viene poniendo la otra mejilla. En parte es consecuencia de esto que el tiempo requerido para convertir una torta de cobre de 11.000 kilos en laminados terminados de varios espesores haya bajado de tres semanas a tres días.
“La empresa nos muestra un video que señala que desde el 2000, EE.UU. ha perdido 56.000 fábricas y cinco o seis millones de empleos fabriles” dice Tom Slocum, presidente del comité negociador local de la U.A.W. ”Y el mensaje es que, si no fuera por los O’Shaughnessy, la fábrica sería una más de las 56.000.” Pese a esas fábricas perdidas, EE.UU. fue por décadas el mayor país industrial del mundo en términos de valor agregado, hasta que China gradualmente fue tomando la delantera en los últimos años. La adición de valor agregado se acelera en las distintas fases de las cadenas, y en EE.UU. totalizó US$1,8 billones en 2011.
En China, el valor agregado industrial rondó los US$ 1,9 billones el año pasado, según estimaciones oficiales y privadas. Por THE NEW YORK TIMES
En una fábrica de Roma, Nueva York, Brian O’Shaughnessy se muestra como un firme partidario de fabricar en EE.UU. Pero cada tanto acota: “No hay nada que se haga aquí que no se pueda traer en un barco desde algún otro país”.
Presidente de Revere Copper Products, O’Shaughnessy dirige una de las más antiguas empresas industriales de EE:UU., iniciada por él mismo. “¿Qué mensaje le estaríamos dando a la gente si abandonáramos EE.UU.?”, dice.
Pero luego de varias horas de conversación, va surgiendo un cuadro más complejo. A veces él se pregunta por la alternativa, menos patriótica, de relocalizar la producción en Asia o directamente cerrar, ya que su margen es chico: menos de US$1 millón sobre una facturación anual de US$450 millones.
Lo que lo hace abstenerse de esas alternativas son las concesiones de los sindicatos y un sustancial subsidio estata l, algo que él y otros en EE.UU. están viendo como un factor que gravita en la incipiente recuperación de la actividad fabril. Las concesiones sindicales en Revere, en un contrato avalado por la United Automobile Workers, se parecen mucho a las que están obteniendo otros industriales. El subsidio proviene del estado de Nueva York, que provee al costo la electricidad que Revere usa para producir laminados de cobre.
Con apoyos como ésos, la presencia fabril en EE.UU., un índice clave, empieza a subir (ver números en el recuadro). “Básicamente, los industriales se están dando cuenta de que la estructura de costos para producir en EE.UU. ya no tiene que ser tan desfavorable”, dice Jared Bernstein, ex economista del ex vicepresidente Joe Biden.
Las evidencias son visibles. Una empresa estadounidense, Element Electronics, por ejemplo, ha hecho durante años televisores planos en una planta de China, pero ahora se está expandiendo a EE.UU. Hace poco abrió una fábrica cerca de Detroit que está fabricando los primeros televisores hechos en Estados Unidos por alguna empresa en años.
En General Electric, desgravaciones locales y un acuerdo concesivo con los sindicatos contribuyeron a la decisión de G.E. de fabricar su último calefón en Kentucky y no en China. De un modo similar, la Otis Elevator Company está trasladando la producción desde una planta en Nogales, México, a una nueva fábrica en Florencia, Carolina del Sur. Y Master Lock ha traído de vuelta de China a Milwaukee la fabricación de cerraduras.
El hilo en común en todas esas decisiones es un reconocimiento de empresas y trabajadores de que la fabricación necesita una ayudita en forma de subsidios locales y nacionales para sobrevivir en una economía globalizada en la que los productores asiáticos y europeos son comúnmente subsidiados.
“Las únicas industrias de EE.UU. que funcionan sin apoyo público son aquellas con mercados son tan insignifcantes que no han sido notados por los productores del extranjero”, dice O’Shaughnessy, copresidente del grupo de lobby Coalition for a Prosperous America Aparte de los subsidios, las concesiones sindicales han contribuido mucho a lo que los industriales llaman prácticas “magras”.
En Revere, “magro” significa que el número de empleados, de 450 hace dos décadas, bajó a 360. El corte de media hora para el almuerzo ya no es pago para los 260 trabajadores jornalizados. Los empleados pagan parte de su prima del seguro de salud. Y la dirección altera rutinas y tareas de la planta sin consultarlo con el sindicato. la U.A.W. local 2367, que desde hace meses viene poniendo la otra mejilla. En parte es consecuencia de esto que el tiempo requerido para convertir una torta de cobre de 11.000 kilos en laminados terminados de varios espesores haya bajado de tres semanas a tres días.
“La empresa nos muestra un video que señala que desde el 2000, EE.UU. ha perdido 56.000 fábricas y cinco o seis millones de empleos fabriles” dice Tom Slocum, presidente del comité negociador local de la U.A.W. ”Y el mensaje es que, si no fuera por los O’Shaughnessy, la fábrica sería una más de las 56.000.” Pese a esas fábricas perdidas, EE.UU. fue por décadas el mayor país industrial del mundo en términos de valor agregado, hasta que China gradualmente fue tomando la delantera en los últimos años. La adición de valor agregado se acelera en las distintas fases de las cadenas, y en EE.UU. totalizó US$1,8 billones en 2011.
En China, el valor agregado industrial rondó los US$ 1,9 billones el año pasado, según estimaciones oficiales y privadas. Por THE NEW YORK TIMES