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Adjunto PDF y os copio la introducción:
A lo largo de los años de bonanza que precedieron a la actual crisis económica, la economía española asistió a un extraordinario aumento del déficit por cuenta corriente. A partir de finales de los noventa, el superávit fue dejando paso a déficits cada vez mayores, alcanzando un máximo del 10% del producto interior bruto (PIB) en 2007. De esta forma, España se convertía en el segundo país del mundo con un mayor desequilibrio con el exterior en valor absoluto, solo por detrás de Estados Unidos. La recesión económica ha precipitado una corrección abrupta y sustancial de dicho déficit. El pasado año bajó hasta el 3,5% del PIB y este año esperamos que se sitúe próximo al 2%. ¿Qué ha cambiado?
En primer lugar, el desplome de las importaciones. La extrema debilidad de la demanda interna, tanto del consumo como, sobre todo, de la inversión, ha frenado casi en seco la compra de bienes en el exterior. En segundo lugar, cabe resaltar el buen comportamiento de las exportaciones. Este se alimenta tanto de la mejora del tipo de cambio efectivo real, un relevante indicador de la evolución de la competitividad exterior, como del esfuerzo de las empresas en diversificarse hacia mercados más dinámicos y de elevado potencial económico. En cuanto al tipo de cambio real, el avance se sitúa en un 5% entre 2008 y 2011, pero todavía falta un trecho importante para corregir las debilidades actuales. Por último, la mejora del superávit de los intercambios de servicios también ha contribuido al resarcimiento del sector exterior, tanto a través de la exportación de servicios turísticos como de servicios empresariales.
Mantener este impulso exportador va a ser clave en la salida de la crisis. En un contexto de ajustes macroeconómicos y de desapalancamiento de hogares y empresas, el buen comportamiento de las exportaciones de bienes y servicios es la pieza decisiva para el crecimiento del PIB y del empleo. Para ello, las exportaciones deberían crecer a tasas de aproximadamente el 7% anual. Sin capacidad de recurrir a las políticas de tipo de cambio, monetaria o comercial, es imprescindible impulsar las reformas estructurales precisas para mejorar la competitividad a través de la flexibilidad, la innovación y el capital humano.
Se trata de un desafío difícil pero alcanzable. No olvidemos que el comportamiento de la cuota de las exportaciones españolas en el conjunto del comercio mundial ha sido hasta ahora mejor que la media de la zona del euro. Sin embargo, la cuota española es todavía muy reducida si atendemos al tamaño de la economía, de manera que el nivel potencial se sitúa bastante por encima de la cuota actual.
La mejora del sector exterior, además, es fundamental para romper el círculo vicioso que se ha establecido entre problemas de liquidez y dudas sobre la solvencia del país. Los sucesivos déficits corrientes se han financiado a través de un creciente endeudamiento con el exterior. El total del mismo ascendía, al cierre de 2011, a una cifra equivalente al 221% del PIB. La deuda neta, es decir, sustrayendo los activos frente al exterior, se situaba en el 92% del PIB. Se trata de una de las posiciones deudoras más altas del mundo en relación con el PIB, solo superada en la zona del euro por Irlanda y Portugal. La contención del déficit corriente ha conseguido estabilizar la deuda neta en los últimos años, pero su reducción exige lograr superávits sustanciales en el comercio de bienes y servicios en los próximos años. Solo así se conseguirá reducir la deuda, contener el coste del servicio de la misma y recuperar la confianza perdida ante los inversores internacionales.
A lo largo de los años de bonanza que precedieron a la actual crisis económica, la economía española asistió a un extraordinario aumento del déficit por cuenta corriente. A partir de finales de los noventa, el superávit fue dejando paso a déficits cada vez mayores, alcanzando un máximo del 10% del producto interior bruto (PIB) en 2007. De esta forma, España se convertía en el segundo país del mundo con un mayor desequilibrio con el exterior en valor absoluto, solo por detrás de Estados Unidos. La recesión económica ha precipitado una corrección abrupta y sustancial de dicho déficit. El pasado año bajó hasta el 3,5% del PIB y este año esperamos que se sitúe próximo al 2%. ¿Qué ha cambiado?
En primer lugar, el desplome de las importaciones. La extrema debilidad de la demanda interna, tanto del consumo como, sobre todo, de la inversión, ha frenado casi en seco la compra de bienes en el exterior. En segundo lugar, cabe resaltar el buen comportamiento de las exportaciones. Este se alimenta tanto de la mejora del tipo de cambio efectivo real, un relevante indicador de la evolución de la competitividad exterior, como del esfuerzo de las empresas en diversificarse hacia mercados más dinámicos y de elevado potencial económico. En cuanto al tipo de cambio real, el avance se sitúa en un 5% entre 2008 y 2011, pero todavía falta un trecho importante para corregir las debilidades actuales. Por último, la mejora del superávit de los intercambios de servicios también ha contribuido al resarcimiento del sector exterior, tanto a través de la exportación de servicios turísticos como de servicios empresariales.
Mantener este impulso exportador va a ser clave en la salida de la crisis. En un contexto de ajustes macroeconómicos y de desapalancamiento de hogares y empresas, el buen comportamiento de las exportaciones de bienes y servicios es la pieza decisiva para el crecimiento del PIB y del empleo. Para ello, las exportaciones deberían crecer a tasas de aproximadamente el 7% anual. Sin capacidad de recurrir a las políticas de tipo de cambio, monetaria o comercial, es imprescindible impulsar las reformas estructurales precisas para mejorar la competitividad a través de la flexibilidad, la innovación y el capital humano.
Se trata de un desafío difícil pero alcanzable. No olvidemos que el comportamiento de la cuota de las exportaciones españolas en el conjunto del comercio mundial ha sido hasta ahora mejor que la media de la zona del euro. Sin embargo, la cuota española es todavía muy reducida si atendemos al tamaño de la economía, de manera que el nivel potencial se sitúa bastante por encima de la cuota actual.
La mejora del sector exterior, además, es fundamental para romper el círculo vicioso que se ha establecido entre problemas de liquidez y dudas sobre la solvencia del país. Los sucesivos déficits corrientes se han financiado a través de un creciente endeudamiento con el exterior. El total del mismo ascendía, al cierre de 2011, a una cifra equivalente al 221% del PIB. La deuda neta, es decir, sustrayendo los activos frente al exterior, se situaba en el 92% del PIB. Se trata de una de las posiciones deudoras más altas del mundo en relación con el PIB, solo superada en la zona del euro por Irlanda y Portugal. La contención del déficit corriente ha conseguido estabilizar la deuda neta en los últimos años, pero su reducción exige lograr superávits sustanciales en el comercio de bienes y servicios en los próximos años. Solo así se conseguirá reducir la deuda, contener el coste del servicio de la misma y recuperar la confianza perdida ante los inversores internacionales.
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