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A finales de junio, los líderes europeos se comprometieron a crear una unión bancaria y a facilitar fondos de rescate para recapitalizar directamente los bancos, en caso de necesidad. La Comisión Europea presentará en breve su propuesta relativa a un mecanismo europeo de supervisión, en el marco del desarrollo de una hoja de ruta para fortalecer la unión monetaria, que deberá ser estudiado por el Consejo de Ministros con carácter de urgencia antes de finales de 2012. Este marco financiero integrado pretende reparar una de las mayores deficiencias estructurales en el entramado institucional para la estabilidad financiera europea. ¿Responderán las actuaciones comunitarias a las expectativas generadas?
El Banco Central Europeo define la integración financiera como una situación en la que no existen fricciones que discriminen, particularmente sobre la base de la localización, entre agentes económicos en su acceso al capital y sus posibilidades de inversión. Bajo esta concepción, los efectos de la integración financiera adquieren un cariz peculiar en el caso de la eurozona, habida cuenta de que se trata de un mercado financiero en el que predomina la intermediación bancaria de base nacional. Durante las dos décadas previas al estallido de la crisis el enfoque adoptado primó la eficiencia sobre la estabilidad, confiando en un funcionamiento correcto de los mecanismos de mercado. Los dos principales elementos del marco institucional fueron la libertad de circulación y de establecimiento y la creación del euro (eliminación del riesgo cambiario y simplificación de la operativa). Siempre partiendo de la concepción de que el control y la supervisión bancaria y el aseguramiento de depósitos se basaban en el país de origen de la entidad bancaria.
La integración bancaria europea fue ganando lentamente terreno, en términos de flujos financieros entre países, e incluso en fusiones y adquisiciones supranacionales. Destacó la rápida integración de los mercados de acciones y bonos, pero también fue notable en áreas bancarias, particularmente en los mercados de financiación mayorista (interbancario, titulizaciones, etc.), y en menor medida en los mercados minoristas de préstamos y depósitos. En un clima de complacencia respecto a esta estrategia, irrumpió la grave y persistente crisis que se inició en 2008 en Estados Unidos y se recrudeció desde 2009 con los problemas de Grecia y luego de otros países de la periferia. La dinámica de la integración financiera se truncó en seco y posteriormente ha revertido. Súbitamente, afloraron las insuficiencias y disfunciones del entramado institucional existente. Con frecuencia, las respuestas que las autoridades fueron dando sobre la marcha no hicieron sino acentuar la fragmentación. El epicentro de los problemas se ha localizado en el núcleo del sistema financiero europeo: los bancos. El hecho de que el marco de supervisión, recuperación y resolución sobre el que opera la banca sea de alcance nacional en lugar de comunitario ha sido determinante en el repliegue de las entidades al interior de sus fronteras.
La crisis actual ha hecho inviable este esquema. El control y supervisión de los bancos por parte del país de origen no sirve cuando una entidad grande entra en problemas, por sus efectos sobre otros sistemas bancarios; muchos países carecen de recursos para afrontar el rescate de sus bancos principales; el vínculo perverso que se genera entre el riesgo bancario y el riesgo soberano complica definitivamente la resolución de la crisis. El apoyo financiero a España en la recapitalización de su banca refleja algunos de estos problemas y su implementación está íntimamente ligada a las disposiciones sobre unión bancaria que se están fraguando. Las propuestas de la Presidencia comunitaria, la Comisión, el Eurogrupo y el Banco Central Europeo deberán marcar la dirección que contribuya a restablecer la estabilidad financiera y alivie la presión sobre la unión monetaria europea
PDF completo: http://www.pdf.lacaixa.comunicacions.com/im/esp/201209_esp.pdf
El Banco Central Europeo define la integración financiera como una situación en la que no existen fricciones que discriminen, particularmente sobre la base de la localización, entre agentes económicos en su acceso al capital y sus posibilidades de inversión. Bajo esta concepción, los efectos de la integración financiera adquieren un cariz peculiar en el caso de la eurozona, habida cuenta de que se trata de un mercado financiero en el que predomina la intermediación bancaria de base nacional. Durante las dos décadas previas al estallido de la crisis el enfoque adoptado primó la eficiencia sobre la estabilidad, confiando en un funcionamiento correcto de los mecanismos de mercado. Los dos principales elementos del marco institucional fueron la libertad de circulación y de establecimiento y la creación del euro (eliminación del riesgo cambiario y simplificación de la operativa). Siempre partiendo de la concepción de que el control y la supervisión bancaria y el aseguramiento de depósitos se basaban en el país de origen de la entidad bancaria.
La integración bancaria europea fue ganando lentamente terreno, en términos de flujos financieros entre países, e incluso en fusiones y adquisiciones supranacionales. Destacó la rápida integración de los mercados de acciones y bonos, pero también fue notable en áreas bancarias, particularmente en los mercados de financiación mayorista (interbancario, titulizaciones, etc.), y en menor medida en los mercados minoristas de préstamos y depósitos. En un clima de complacencia respecto a esta estrategia, irrumpió la grave y persistente crisis que se inició en 2008 en Estados Unidos y se recrudeció desde 2009 con los problemas de Grecia y luego de otros países de la periferia. La dinámica de la integración financiera se truncó en seco y posteriormente ha revertido. Súbitamente, afloraron las insuficiencias y disfunciones del entramado institucional existente. Con frecuencia, las respuestas que las autoridades fueron dando sobre la marcha no hicieron sino acentuar la fragmentación. El epicentro de los problemas se ha localizado en el núcleo del sistema financiero europeo: los bancos. El hecho de que el marco de supervisión, recuperación y resolución sobre el que opera la banca sea de alcance nacional en lugar de comunitario ha sido determinante en el repliegue de las entidades al interior de sus fronteras.
La crisis actual ha hecho inviable este esquema. El control y supervisión de los bancos por parte del país de origen no sirve cuando una entidad grande entra en problemas, por sus efectos sobre otros sistemas bancarios; muchos países carecen de recursos para afrontar el rescate de sus bancos principales; el vínculo perverso que se genera entre el riesgo bancario y el riesgo soberano complica definitivamente la resolución de la crisis. El apoyo financiero a España en la recapitalización de su banca refleja algunos de estos problemas y su implementación está íntimamente ligada a las disposiciones sobre unión bancaria que se están fraguando. Las propuestas de la Presidencia comunitaria, la Comisión, el Eurogrupo y el Banco Central Europeo deberán marcar la dirección que contribuya a restablecer la estabilidad financiera y alivie la presión sobre la unión monetaria europea
PDF completo: http://www.pdf.lacaixa.comunicacions.com/im/esp/201209_esp.pdf