MADRID--Ignacio Buqueras está sumando adeptos a su cruzada de más de una década para suprimir uno de los últimos vestigios de la dictadura franquista: el desfase horario.
Buqueras, un meticuloso emprendedor, señala que la perdición de España es que sus relojes están desfasados, marcando jornadas reconocidamente largas que reducen la eficiencia del país y hacen difícil que todos aquellos con un empleo regular dispongan de tiempo para algo más. Después de muchos años en los que los legisladores han ignorado por completo a Buqueras, ahora sus ideas empiezan a tener repercusión.
El mes pasado, su propuesta de que España abandone el huso horario de Europa Central --CET, por sus siglas en inglés-- y retrase sus relojes una hora ganó el apoyo de la comisión parlamentaria sobre Igualdad, recogiendo los ruegos de padres saturados. Pronto, el Congreso de los Diputados debatirá este asunto, junto con la quijotesca idea de Buqueras de que este cambio ayudaría al país a adoptar una escasamente mediterránea jornada laboral de 9 a 6.
Los españoles habitualmente empiezan a trabajar a las 9, pero viven el resto del día según a la hora solar. Esto significa que la comida se hace alrededor de las 2. Para sobrevivir hasta ese momento, toman un breve descanso a media mañana para almorzar, lo que resta productividad a las empresas. Los negocios cierran durante las horas más calurosas del mediodía entre dos y tres horas --la popular siesta, aunque cada vez son menos los españoles que realmente duermen--, y para compensar luego abren hasta las 9 de la noche. El horario televisivo de mayor audiencia --conocido como "prime time"-- no empieza hasta las 10 de la noche porque son pocos los que ya están en casa antes de esa hora. La vida nocturna luego se alarga hasta la madrugada.
"Todo se hace tarde en España y esto tiene un efecto perjudicial para todos", señala Nuria Chinchilla, profesora de la escuela de negocios IESE, que trabaja junto a Buqueras. Citan estudios que muestran que los españoles se encuentran entre las cinco poblaciones europeas que siguen despiertas después de la medianoche, durmiendo casi una hora menos por noche que otros europeos y dando cabezadas en el trabajo y en la escuela. "Vivimos en un 'jet lag' permanente", asegura Chinchilla.
Buqueras, de 71 años, fundador y presidente de la Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles, insiste en que los hábitos culturales y las altas temperaturas no son responsables de estos estrafalarios ritmos.
Buqueras y sus colaboradores culpan al general Franco, que en una demostración de solidaridad hacia Adolf Hitler adelantó los relojes españoles una hora durante la II Guerra Mundial para sincronizarlos con la Alemania nazi. (Se desconoce por qué Franco no retrasó de nuevo los relojes una hora cuando murió Hitler).
Hasta ese momento, y desde que la Conferencia Internacional del Meridiano de 1884 estableció los actuales husos horarios del mundo, España había vivido según el tiempo medio de Greenwich, o GMT, por sus siglas en inglés. Este sistema define las horas en torno al meridiano de Greenwich, que atraviesa la Península Ibérica de norte a sur por su lado más oriental, colocando a Madrid aproximadamente en la misma longitud que Londres.
Cuando el país adelantó sus relojes en 1942, explica Buqueras, que precisamente nació ese año, España perdió la orientación.
Si su propuesta avanzase, los españoles retrasarían el reloj, dormirían una hora más y comenzarían a trabajar a las 9, como ya es habitual. Tomarían más temprano un descanso más corto para ir a comer y acabarían la jornada laboral no más tarde de las 6, ganando al menos una hora libre más cada tarde.
Los activistas ofrecen pruebas de que funcionaría. Iberdrola, IBE.MC +0.65% la mayor eléctrica del país, cambió la jornada laboral de miles de empleados a ocho horas diarias en 2007 y ha informado de mejoras en la productividad.
También señalan que Portugal retomó de nuevo el horario GMT tras concluir que después de cuatro años en el horario CET en la década de los noventa la población estaba más soñolienta y las facturas de electricidad se habían incrementado.
"Aprovechar mejor el tiempo es uno de los asuntos más importantes y transcendentales que España debe abordar", dijo Buqueras a los parlamentarios. "Debemos reiterar una vez más nuestra solicitud de que el Gobierno ponga de nuevo a los españoles en su propio tiempo solar".
Buqueras habla de forma rápida, precisa, en frases concisas. En las reuniones de su asociación, no duda en interrumpir a aquellos que divagan. Su testimonio ante la comisión parlamentaria duró 2 minutos y 45 segundos.
Si bien su campaña es un tanto rocambolesca, él no es alguien ajeno al sistema. Sus negocios inmobiliarios y alimenticios le han llevado a poder tratar con dos presidentes del Gobierno, varios ministros y el propio rey Juan Carlos.
Anunció que lanzaría su propuesta para optimizar la jornada laboral tras llegar a la conclusión de que los españoles no podrán desarrollar una sociedad civil sana hasta que no tengan más tiempo libre fuera del trabajo para poder dedicarlo a otras causas.
Para sentar ejemplo, Buqueras convoca a los 138 miembros de su grupo a las 9 de la mañana, una hora antes que la mayoría de las reuniones de primera hora en España, y decreta que las reuniones de su consejo ejecutivo hayan acabado a las 6 de la tarde.
Financiado mediante donaciones corporativas, su asociación sin ánimo de lucro emplea a cuatro analistas y publicistas. Uno de sus más veteranos activistas, Joseph Collin, se unió al grupo tras haberse mudado a España desde Bélgica para estudiar un MBA y frustrado por los horarios españoles.
"Mucha gente en España ni siquiera sabe que hubo un cambio de hora en los años cuarenta", explica Collin. "Creen que España siempre ha tenido estos horarios y que es una tradición".
Mari Carmen Torres, valenciana de 49 años, se queja del ruido durante las noches y espera que España vuelva a cambiar los relojes. Ella gestiona una página web sobre insomnio y estima que cerca de una cuarta parte de la población española lo padece. "Es muy interesante que estén intentando cambiar los horarios españoles", asegura, "pero va a ser complicado cambiar los hábitos".
Uno de estos arraigados hábitos es el presentismo laboral, la tendencia de los trabajadores a quedarse en la oficina hasta que el jefe se vaya, aunque sólo sea para fingir que trabajan. La inercia burocrática implica otro obstáculo: la política de apagar las luces a las 6 de la tarde que se impuso hace unos años en algunos ministerios ha fracasado, en medio de quejas de que el trabajo se acumulaba.
"No creo que el Gobierno vaya a seguir adelante con este plan", afirmó Víctor Tapias, dentista madrileño de 38 años. "E incluso si lo hiciera, no estoy seguro de que vaya a suponer una diferencia". Sus pacientes, explica, no van a la consulta entre las 2 y las 4, y probablemente seguirían pidiendo citas a última hora de la tarde.
Buqueras, mientras, declara que tiene poco tiempo que gastar. "Sólo hay 86.400 segundos en un día", le dijo hace poco a una visita. "Y esto, de hecho, nos afecta a todos por igual, a ti, a mi, al rey y al presidente Obama".
La batalla de un hombre por cambiar los hábitos de toda España - WSJ.com
Buqueras, un meticuloso emprendedor, señala que la perdición de España es que sus relojes están desfasados, marcando jornadas reconocidamente largas que reducen la eficiencia del país y hacen difícil que todos aquellos con un empleo regular dispongan de tiempo para algo más. Después de muchos años en los que los legisladores han ignorado por completo a Buqueras, ahora sus ideas empiezan a tener repercusión.
El mes pasado, su propuesta de que España abandone el huso horario de Europa Central --CET, por sus siglas en inglés-- y retrase sus relojes una hora ganó el apoyo de la comisión parlamentaria sobre Igualdad, recogiendo los ruegos de padres saturados. Pronto, el Congreso de los Diputados debatirá este asunto, junto con la quijotesca idea de Buqueras de que este cambio ayudaría al país a adoptar una escasamente mediterránea jornada laboral de 9 a 6.
Los españoles habitualmente empiezan a trabajar a las 9, pero viven el resto del día según a la hora solar. Esto significa que la comida se hace alrededor de las 2. Para sobrevivir hasta ese momento, toman un breve descanso a media mañana para almorzar, lo que resta productividad a las empresas. Los negocios cierran durante las horas más calurosas del mediodía entre dos y tres horas --la popular siesta, aunque cada vez son menos los españoles que realmente duermen--, y para compensar luego abren hasta las 9 de la noche. El horario televisivo de mayor audiencia --conocido como "prime time"-- no empieza hasta las 10 de la noche porque son pocos los que ya están en casa antes de esa hora. La vida nocturna luego se alarga hasta la madrugada.
"Todo se hace tarde en España y esto tiene un efecto perjudicial para todos", señala Nuria Chinchilla, profesora de la escuela de negocios IESE, que trabaja junto a Buqueras. Citan estudios que muestran que los españoles se encuentran entre las cinco poblaciones europeas que siguen despiertas después de la medianoche, durmiendo casi una hora menos por noche que otros europeos y dando cabezadas en el trabajo y en la escuela. "Vivimos en un 'jet lag' permanente", asegura Chinchilla.
Buqueras, de 71 años, fundador y presidente de la Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles, insiste en que los hábitos culturales y las altas temperaturas no son responsables de estos estrafalarios ritmos.
Buqueras y sus colaboradores culpan al general Franco, que en una demostración de solidaridad hacia Adolf Hitler adelantó los relojes españoles una hora durante la II Guerra Mundial para sincronizarlos con la Alemania nazi. (Se desconoce por qué Franco no retrasó de nuevo los relojes una hora cuando murió Hitler).
Hasta ese momento, y desde que la Conferencia Internacional del Meridiano de 1884 estableció los actuales husos horarios del mundo, España había vivido según el tiempo medio de Greenwich, o GMT, por sus siglas en inglés. Este sistema define las horas en torno al meridiano de Greenwich, que atraviesa la Península Ibérica de norte a sur por su lado más oriental, colocando a Madrid aproximadamente en la misma longitud que Londres.
Cuando el país adelantó sus relojes en 1942, explica Buqueras, que precisamente nació ese año, España perdió la orientación.
Si su propuesta avanzase, los españoles retrasarían el reloj, dormirían una hora más y comenzarían a trabajar a las 9, como ya es habitual. Tomarían más temprano un descanso más corto para ir a comer y acabarían la jornada laboral no más tarde de las 6, ganando al menos una hora libre más cada tarde.
Los activistas ofrecen pruebas de que funcionaría. Iberdrola, IBE.MC +0.65% la mayor eléctrica del país, cambió la jornada laboral de miles de empleados a ocho horas diarias en 2007 y ha informado de mejoras en la productividad.
También señalan que Portugal retomó de nuevo el horario GMT tras concluir que después de cuatro años en el horario CET en la década de los noventa la población estaba más soñolienta y las facturas de electricidad se habían incrementado.
"Aprovechar mejor el tiempo es uno de los asuntos más importantes y transcendentales que España debe abordar", dijo Buqueras a los parlamentarios. "Debemos reiterar una vez más nuestra solicitud de que el Gobierno ponga de nuevo a los españoles en su propio tiempo solar".
Buqueras habla de forma rápida, precisa, en frases concisas. En las reuniones de su asociación, no duda en interrumpir a aquellos que divagan. Su testimonio ante la comisión parlamentaria duró 2 minutos y 45 segundos.
Si bien su campaña es un tanto rocambolesca, él no es alguien ajeno al sistema. Sus negocios inmobiliarios y alimenticios le han llevado a poder tratar con dos presidentes del Gobierno, varios ministros y el propio rey Juan Carlos.
Anunció que lanzaría su propuesta para optimizar la jornada laboral tras llegar a la conclusión de que los españoles no podrán desarrollar una sociedad civil sana hasta que no tengan más tiempo libre fuera del trabajo para poder dedicarlo a otras causas.
Para sentar ejemplo, Buqueras convoca a los 138 miembros de su grupo a las 9 de la mañana, una hora antes que la mayoría de las reuniones de primera hora en España, y decreta que las reuniones de su consejo ejecutivo hayan acabado a las 6 de la tarde.
Financiado mediante donaciones corporativas, su asociación sin ánimo de lucro emplea a cuatro analistas y publicistas. Uno de sus más veteranos activistas, Joseph Collin, se unió al grupo tras haberse mudado a España desde Bélgica para estudiar un MBA y frustrado por los horarios españoles.
"Mucha gente en España ni siquiera sabe que hubo un cambio de hora en los años cuarenta", explica Collin. "Creen que España siempre ha tenido estos horarios y que es una tradición".
Mari Carmen Torres, valenciana de 49 años, se queja del ruido durante las noches y espera que España vuelva a cambiar los relojes. Ella gestiona una página web sobre insomnio y estima que cerca de una cuarta parte de la población española lo padece. "Es muy interesante que estén intentando cambiar los horarios españoles", asegura, "pero va a ser complicado cambiar los hábitos".
Uno de estos arraigados hábitos es el presentismo laboral, la tendencia de los trabajadores a quedarse en la oficina hasta que el jefe se vaya, aunque sólo sea para fingir que trabajan. La inercia burocrática implica otro obstáculo: la política de apagar las luces a las 6 de la tarde que se impuso hace unos años en algunos ministerios ha fracasado, en medio de quejas de que el trabajo se acumulaba.
"No creo que el Gobierno vaya a seguir adelante con este plan", afirmó Víctor Tapias, dentista madrileño de 38 años. "E incluso si lo hiciera, no estoy seguro de que vaya a suponer una diferencia". Sus pacientes, explica, no van a la consulta entre las 2 y las 4, y probablemente seguirían pidiendo citas a última hora de la tarde.
Buqueras, mientras, declara que tiene poco tiempo que gastar. "Sólo hay 86.400 segundos en un día", le dijo hace poco a una visita. "Y esto, de hecho, nos afecta a todos por igual, a ti, a mi, al rey y al presidente Obama".
La batalla de un hombre por cambiar los hábitos de toda España - WSJ.com