Las visiones de pollos bañados en cloro y el fantasma de los alimentos modificados genéticamente son serios impedimentos a la firma de un acuerdo amplio de libre comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea.
El optimismo de que las negociaciones, en su primer aniversario, condujesen a un acuerdo para crear un bloque comercial de 800 millones de personas que representan la mitad de la producción económica mundial, se ha enfriado en medio de la creciente oposición pública. Las suspicacias suscitadas por un escándalo de espionaje estadounidense y consideraciones electorales a ambos lados del Atlántico tampoco han sido conducentes a un entendimiento.
Hace un año, el presidente estadounidense Barack Obama y sus colegas europeos buscaron un acuerdo para crear el bloque comercial para fines del 2014.
"El año pasado había un desborde de entusiasmo", dijo el economista Andre Sapir, del grupo de estudio Bruegel con sede en Bruselas. "Eso fue muy poco realista. Tomará mucho tiempo, si es que llega a concretarse".
Los analistas dicen que es improbable un acuerdo en el segundo período de Obama, que concluye a principios del 2017.
Y su sucesor muy probablemente encontrará obstáculos similares en el Congreso donde los legisladores, por temor a la posible pérdida de empleos, se han mostrado renuentes a aceptar otro acuerdo de libre comercio desde el de América del Norte hace 20 años. Un pacto entre Estados Unidos, Japón y otras diez naciones del Pacífico también ha resultado elusivo.
El Congreso ha mostrado poca disposición a conceder a Obama la autoridad conocida como vía rápida para concretar acuerdos de comercio, proceso que permite a los presidentes negociar acuerdos de comercio y presentarlos al Congreso sin posibilidad de enmiendas. Muchos demócratas que buscan reelección en noviembre temen la posibilidad de que los acuerdos impliquen pérdida de empleos.
Los problemas políticos no se reducen a Estados Unidos. En las recientes elecciones al Parlamento Europeo muchos euroescépticos opuestos a una mayor integración ganaron casi un tercio de las bancas.
"Los gobiernos tendrán menos disposición a sacrificar un capital político frágil a favor de un acuerdo comercial impopular del que no logren ganancias políticas inmediatas", dijo Antonio Roldán, del Grupo Eurasia.
Un acuerdo para reducir los gravámenes y eliminar otras barreras comerciales fortalecería, según se espera, una relación por un valor de 800.000 millones de euros (1,1 billón de dólares). También podría contribuir a reforzar las reglas comerciales en cuestiones como normas de seguridad para la regulación farmacéutica frente al creciente poderío de China y otras economías emergentes.
"Es por eso que países como China, India y Brasil temen tanto las negociaciones", dijo Sapir, de Bruegel.
El optimismo de que las negociaciones, en su primer aniversario, condujesen a un acuerdo para crear un bloque comercial de 800 millones de personas que representan la mitad de la producción económica mundial, se ha enfriado en medio de la creciente oposición pública. Las suspicacias suscitadas por un escándalo de espionaje estadounidense y consideraciones electorales a ambos lados del Atlántico tampoco han sido conducentes a un entendimiento.
Hace un año, el presidente estadounidense Barack Obama y sus colegas europeos buscaron un acuerdo para crear el bloque comercial para fines del 2014.
"El año pasado había un desborde de entusiasmo", dijo el economista Andre Sapir, del grupo de estudio Bruegel con sede en Bruselas. "Eso fue muy poco realista. Tomará mucho tiempo, si es que llega a concretarse".
Los analistas dicen que es improbable un acuerdo en el segundo período de Obama, que concluye a principios del 2017.
Y su sucesor muy probablemente encontrará obstáculos similares en el Congreso donde los legisladores, por temor a la posible pérdida de empleos, se han mostrado renuentes a aceptar otro acuerdo de libre comercio desde el de América del Norte hace 20 años. Un pacto entre Estados Unidos, Japón y otras diez naciones del Pacífico también ha resultado elusivo.
El Congreso ha mostrado poca disposición a conceder a Obama la autoridad conocida como vía rápida para concretar acuerdos de comercio, proceso que permite a los presidentes negociar acuerdos de comercio y presentarlos al Congreso sin posibilidad de enmiendas. Muchos demócratas que buscan reelección en noviembre temen la posibilidad de que los acuerdos impliquen pérdida de empleos.
Los problemas políticos no se reducen a Estados Unidos. En las recientes elecciones al Parlamento Europeo muchos euroescépticos opuestos a una mayor integración ganaron casi un tercio de las bancas.
"Los gobiernos tendrán menos disposición a sacrificar un capital político frágil a favor de un acuerdo comercial impopular del que no logren ganancias políticas inmediatas", dijo Antonio Roldán, del Grupo Eurasia.
Un acuerdo para reducir los gravámenes y eliminar otras barreras comerciales fortalecería, según se espera, una relación por un valor de 800.000 millones de euros (1,1 billón de dólares). También podría contribuir a reforzar las reglas comerciales en cuestiones como normas de seguridad para la regulación farmacéutica frente al creciente poderío de China y otras economías emergentes.
"Es por eso que países como China, India y Brasil temen tanto las negociaciones", dijo Sapir, de Bruegel.