Historias de marinos y piratas

Johngo

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Historias de marinos y piratas

(Contemporáneo)
Ataque pirata a un navío español
Sábado 3 de octubre de 2009 |



manos de presuntos piratas somalíes en el océano Índico mantuvo en vilo ayer al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, que recibió enérgicos reclamos de "mayor seguridad" por parte de los pescadores.

El drama comenzó en la madrugada de ayer, cuando un grupo de piratas armados a bordo de una pequeña embarcación abordó el buque Alakrana, de bandera española, con 36 tripulantes.

Desde ese momento, y aunque el buque tuvo siete minutos para alertar a otros barcos que operaban en la zona, la información sobre la ubicación y los movimientos del pesquero se interrumpió, dado que los secuestradores anularon de inmediato el funcionamiento de los dispositivos de comunicación.

No obstante, el director del Programa de Asistencia Marítima (PAM), Andrew Mwangura, precisó anoche que el Alakrana se encontraba a unos 600 kilómetros de la costa de Somalia en el momento del abordaje, pero que se ignoraba la ubicación actual del buque.

Sólo se informó que aviones de patrulla divisaron en un primer momento a hombres armados sobre la cubierta del navío, aunque luego perdieron su ubicación.

En el País Vasco, donde tiene su base de operaciones el barco capturado, el gobierno regional aseguró que la totalidad de los tripulantes del atunero "se encuentran en buen estado", aunque no precisó las fuentes de esa información.

MAS INFORMACION

Defensa confía en interceptar el 'Alakrana' antes de que llegue a costa | España | elmundo.es

Secuestrado un pesquero español cerca de Somalia - 20minutos.es


HISTORIA DE PIRATAS, CORSARIOS, BUCANEROS Y FILIBUSTEROS

Las distintas formas de la piratería americana son propias del período comprendido entre la primera mitad del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVIII. En estos doscientos años la mítica figura del pirata se constituyó en un símbolo de la época, exaltado por novelas y leyendas que hasta el día de hoy dan rienda suelta a la imaginación.

Antes de describir la piratería americana es conveniente explicar las diferencias entre piratas, corsarios, bucaneros y filibusteros, los protagonistas de esta historia. Se suele utilizar estas denominaciones como sinónimos, sin tomar en cuenta que se refieren a personajes diferentes y con diversas motivaciones

De acuerdo con Manuel Lucena, el PIRATA "era el que robaba por cuenta propia en el mar o en sus zonas costeras... es un enemigo del comercio marítimo en general porque se mueve exclusivamente por su afán de lucro, sin discriminar ningún pabellón nacional". Era, por tanto, un hombre que se situaba al margen del sistema imperante en aquella época. En su mayoría los piratas eran gentes pobres, miserables, delincuentes, vagabundos, desertores o perseguidos por sus ideas. De hecho, "a la piratería se llegaba por necesidad, difícilmente por vocación".

El CORSARIO, en cambio, era un marino particular contratado y financiado por un Estado en guerra para causar pérdidas al comercio del enemigo y provocar el mayor daño posible en sus posesiones. Aceptaba las leyes y usos de la guerra y ofrecía una fianza en señal de que respetaría las ordenanzas de su monarca. La actividad corsaria finalizaba al momento de firmarse las paces entre las potencias beligerantes, aunque muchos corsarios continuaron hostilizando al enemigo en tiempos de supuesta paz.

Los ingleses John Hawkins y Francis Drague fueron los grandes personajes que señalaron la aparición del corsarismo en la América del siglo XVI. Glorificados por la literatura se constituyeron en símbolos de esta actividad.

Propiamente americanos fueron los BUCANEROS y los FILIBUSTEROS. Los primeros aparecieron desde 1623 en partes deshabitadas de La Española, que poseía gran cantidad de ganado cimarrón. Estos personajes cazaban el ganado, que luego era asado y ahumado (bucan), labor que les valió el epíteto de bucaneros. Muchos de ellos se hicieron piratas, aunque continuaron auto designándose bucaneros, otros siguieron dedicados a la caza y venta de productos ganaderos.

"Eran gentes sin rey procedentes de cualquier nación, -señala Lucena- no les amparaba ningún pabellón, ningún gobierno. No eran reformistas, ni anglicanos, ni calvinistas, ni católicos, y podían serlo todo sin que nadie les dijera nada por ello. Eran malditos rebeldes que vivían en un mundo bárbaro al margen de la civilización...". Fueron propios del Caribe y del segundo cuarto del siglo XVII, período que coincide con el declinar del Imperio español, el cual difícilmente pudo controlar las depredaciones que realizaban en el vasto mundo isleño.

Cuando los bucaneros abrazaron abiertamente la piratería se transformaron en filibusteros, fenómeno exclusivo del Caribe que tuvo su momento más importante en la segunda mitad del siglo XVII. La principal guarida de los filibusteros fue la pequeña isla Tortuga, ubicada al noreste de La Española.

Merece destacarse la conformación de la Cofradía de los Hermanos de la Costa, agrupación gremial masculina que asoció a los filibusteros con la finalidad de garantizar a sus miembros el libre ejercicio independiente de tal profesión. No existía la propiedad individual sobre tierras y barcos, considerados bienes comunales. Los miembros de la cofradía sólo eran propietarios de sus pertenencias y de una parte del botín. Cuando alrededor de la última década del siglo XVII se empezaron a perder estas costumbres comunitarias esta asociación desapareció.

"El filibusterismo fue sagazmente aprovechado por los países de Europa occidental en su pretensión colonialista. Les brindaron refugio y ayuda a cambio de la cual se convirtieron en serviles a sus propósitos. Por esto, para Deschamps, el filibustero es un pirata semidomesticado e igualmente de un tiempo muy determinado...".
 

Johngo

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Caribe

Escenario principal de la lucha internacional por adquirir posesiones en América fue el Caribe, donde confluyeron franceses, ingleses, holandeses y hasta daneses y suecos para ocupar islas deshabitadas o para expulsar a los españoles de las suyas. El Caribe fue también el teatro de la gran piratería y del contrabando organizado. Los franceses fueron los primeros en llegar al Mar Caribe. Sus piratas y corsarios se opacaron a fines del siglo XVII pero jugaron un papel decisivo en la centuria siguiente, bajo la tipología de bucaneros o filibusteros. La presencia holandesa en América cubrió todo el Continente y dejó dos claves colonizadoras importantes en Nueva Holanda y Brasil. Sus corsarios azotaron la costa del Pacífico, donde intentaron varias veces realizar fundaciones de factorías-fortalezas en Chile. Su acción más perdurable fue, sin embargo, la realizada en el Caribe, adonde llegaron atraídos por el triple motivo de explotar las salinas, asaltar las flotas y los puertos españoles, y organizar una buena red de contrabando. Aunque los ingleses barrieron el Caribe durante los últimos cuarenta años del siglo XVI, su primer asentamiento en el mismo data del segundo cuarto del siglo XVII y fue la colonia de San Cristóbal. Expulsados de allí por el almirante Oquendo, se dispersaron por otras islas, como la Barbada y la Tortuga. Con todo, la mejor colonia inglesa del Caribe fue Jamaica, conquistada en 1655.

¿Por qué las costas de América se infectaron de esta clase de gente?

Es evidente que la aparición de las grandes riquezas de oro y plata en América despertó la codicia de los enemigos de España. Para participar del botín y romper el monopolio hispánico, distintos gobiernos y compañías comerciales europeas se valieron de los corsarios y piratas.

En segundo lugar, la existencia en Europa de mucha población pauperizada proporcionó los hombres que, atraídos por los metales preciosos, el espíritu de aventura, la defensa de sus principios religiosos o la simple búsqueda de la libertad, conformaron las dotaciones de los "perros del mar".

Asimismo, la debilidad del imperio ultramarino español favoreció el éxito de numerosas incursiones piratas que, a su vez, estimularon a otros a seguir el ejemplo. Las colonias no sólo carecían de un suficiente número de hombres y fortificaciones, sino también constituían un espacio geográfico muy extenso, lleno de refugios e islas difíciles de vigilar.

La primera gran acción pirata.

La primera gran acción pirata se registró en 1521, cuando Jean Florín capturó, a la altura de las islas Azores, el tesoro del tlatoani azteca Moctezuma II, enviado por Hernán Cortés desde México:

Al mando del grupo de españoles iba un joven capitán de Extremadura y hombre de confianza del gobernador: se llamaba Hernán Cortés. Desde el mismo momento en que arribaron a la región donde se ubican actualmente los puertos de San Juan de Ulúa y Veracruz, Cortés demostró excepcionales dotes de mando y habilidades para captar la compleja realidad del mundo indígena en México.

Asimismo, resolvió inmediatamente romper con Velázquez y proceder en adelante en nombre propio y de su hueste. Ello se materializó en el hundimiento de sus barcos, acto que simbolizaba que no habría vuelta atrás. De mucha ayuda resultó también una mujer, la Malinche o doña Marina, que Cortés había recibido de parte de algunos amistosos indígenas de la zona costera. Transformada en su amante, Malinche sirvió a Cortés como intérprete y consejera política en su calidad de conocedora de la mentalidad indígena mesoamericana. De esa manera, los españoles contaron desde un comienzo con valiosa información sobre las relaciones políticas que imperaban entre los diversos pueblos que habitaban la meseta del Valle de México y estaban sometidos a los tributos aztecas.

En la mente de Cortés cobró fuerza una idea: avanzar a la capital azteca y apoderarse de sus riquezas. Con ese fin, se dirigió primero al enclave independiente de Tlaxcala y luego de derrotar la resistencia logró la alianza estratégica con estos y otros enemigos de los aztecas.

Sevilla, 1522.- Los tesoros del emperador azteca Moctezuma, capturados por los españoles tras la conquista de las tierras mexicanas, cayeron en manos del pirata francés Jean Florin,. El pirata atacó la nave española que transportaba el tesoro hacia puertos hispanos y se apropió, además, de 58.000 barras de oro. Este acto se incluye dentro de la política del rey de Francia, Francisco I, de hostigamiento a la navegación intercontinental al haber quedado fuera del reparto de América por el Papa Alejandro VI. El éxito de esta operación sirve de estímulo a Francia y otras naciones hostiles a la Corona española, que de esta forma buscan introducirse en los asuntos americanos.

A lo largo del siglo XVI, las guerras de España contra Francia y luego contra Inglaterra también se reflejaron en los mares americanos a través de la presencia de los corsarios. De hecho, la piratería y el corsarismo de esta época fueron para los ingleses y franceses una vía de ennoblecimiento, como la conquista lo había sido para los españoles.

Las principales poblaciones del Caribe, puertos de salida de las flotas de la plata, fueron víctima de reiterados asaltos que forzaron a la corona española a la paulatina fortificación de sus posesiones. Igualmente la obligó a regular el transporte de los metales preciosos por medio de la creación del sistema de galeones y flotas, en 1561. Nombres como François le Clerc (el primer Pata de Palo), Jacques Sore, Martín Cote, John Hawkins, Francis Drake, Thomas Cavendish o el conde de Cumberland aterrorizaron en estos años a los vecinos de las Indias.
 

Johngo

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Holandeses en el Caribe

Holandeses en el Caribe.

La presencia holandesa en América cubrió todo el Continente y dejó dos claves colonizadoras importantes en Nueva Holanda y Brasil.

Sus corsarios azotaron la costa del Pacífico, donde intentaron varias veces realizar fundaciones de factorías-fortalezas en Chile. Su acción más perdurable fue, sin embargo, la realizada en el Caribe, adonde llegaron atraídos por el triple motivo de explotar las salinas, asaltar las flotas y los puertos españoles, y organizar una buena red de contrabando. De la batalla de la sal quedaron secuelas importantes, como la ocupación de numerosas islas. Holanda contaba con una poderosa industria de salazones de pescado (su flota arenquera aumentó de 150 embarcaciones en 1550 a 4.000 cien años después) y de carne, y consumía además mucha sal en la elaboración de manteca y queso. Carecía del producto básico, la sal, que obtenía en Setúbal (Portugal) y en Cabo Verde. En 1598, Felipe II prohibió el acceso de los holandeses a los territorios portugueses, obligándoles a buscar la sal americana. La primera flota salinera zarpó hacia el Caribe en 1599, encontrando un buen depósito en Araya (Venezuela). Al año siguiente partieron hacia allí unos 100 cargueros. La sal de Araya era mejor que la peninsular, pues era sal gema y ofrecía, además, el encanto de poder cargarla gratuitamente, sin pagar derechos, y de aprovechar el viaje para hacer algún contrabando en la región de Cumaná y en la isla Margarita. Los españoles desalojaron a los holandeses y fortificaron Araya (castillo de Santiago del Arroyo). La salina se convirtió en frente de guerra hasta 1623, cuando los holandeses la abandonaron y se dedicaron a localizar otras. Hallaron algunas en Brasil, pero de una calidad inferior, y otras mejores en la Tortuga (una isla de la costa venezolana), San Martín y el río Unare (Venezuela). La explotación de la salina de la Tortuga duró hasta 1638, cuando el gobernador de Cumaná destruyó las instalaciones holandesas y anegó la salina.

En San Martín se halló sal de buena calidad, pero los españoles conquistaron la isla. La abandonaron luego en 1644 y volvieron los holandeses. Otras salinas importantes fueron las de Curazao, Aruba y Bonaire. El Heerem o Consejo de la Compañía holandesa de las Indias Occidentales dispuso su asalto en 1634.

La operación se confió a Joannes van Walbeeck y a Pierre Le Grand. Desembarcaron y tomaron Curaçao el 28 de julio de 1634, venciendo fácilmente la resistencia de la tropa mandada por el gobernador Lope López de Morla. En 1638 tomaron San Eustaquío y Saba. Los españoles renunciaron a Curaçao desde 1648. La Paz de Wesfalia, firmada aquel año, reconoció, además, para Holanda la mitad de San Martín.

Los asaltos a los buques y plazas españolas y el contrabando en el Caribe fue objetivo primordial de la Compañía de las Indias Occidentales. Durante las primeras décadas del siglo XVII, sus corsarios Cornelis Corneliszoon Jol, alias Pata de Palo, Johann Adrián Hauspater, Boudewjn Hendriks y otros fueron el terror de las plazas en el Caribe.. El corso produjo excelentes dividendos. basta decir que la Compañía holandesa obtuvo las dos terceras partes de sus beneficios del corso, y sólo una tercera parte del comercio, contrabando y transporte de sal.

Entre 1622 y 1636, los holandeses capturaron 547 embarcaciones enemigas. Holanda con sus 800 barcos de guerra y 67.000 marinos y soldados. El sueño de todo pirata -capturar la flota de la plata- lo consiguió Piet Heyn en el año 1628. Los beneficios obtenidos de esta proeza sirvieron para organizar la gigantesca armada de 61 buques y 7 mil 300 hombres con la que los holandeses se apoderaron de Pernambuco en 1630, creando la colonia de Nueva Holanda, cuyo costo se evalúa en 6.710.000 florines. Los cargamentos apresados a tales naves fueron vendidos en Holanda por unos 30.000.000 florines. Esto demostró a la Compañía que las colonias daban menos beneficios que la piratería y el contrabando, ya que la colonización obligaba a invertir en gastos defensivos y a detraer potencial de ataque.

Para organizar el contrabando, se establecieron grandes almacenes de distribución de mercancías en la Tortuga y San Cristóbal y en otras islas, Curaçao principalmente. La Compañía empezó a declinar después que Portugal se independizara de España. En 1646, Holanda reglamentó su corso y, en 1647, se autorizó a la Compañía a entrar en el negocio negrero, lo que la salvó de perecer. La Guerra de los Treinta Años terminó con la paz de Westfalia (1648) y los tratados de Münster y Osnabrück. Los holandeses pasaron a ser aliados de los españoles y enfrentados a la competencia inglesa y francesa.

En 1674, quebró la Compañía de las Indias Occidentales, después de haber caído en manos de sus enemigos varias factorías de África. El contrabando holandés en el Caribe subsistió y se incrementó en la centuria siguiente. Los holandeses se establecieron, en 1624, en la desembocadura del río Essequibo, mientras los ingleses lo hicieron en Surinam y los franceses en Cayena. Por la paz de Breda de 1667, se estableció el paso a Holanda de la fundación inglesa en Surinam, que formó parte de la gran Guayana holandesa.

Si bien los corsarios holandeses incursionaban en América desde fines del siglo XVI, su época de oro fue entre 1621 (fin de la Tregua de los Doce Años) y 1648 (Paz de Westfalia). Los holandeses desarrollaron sus acciones gracias al apoyo de la casa de Orange, que otorgó patentes de corso y al de la Compañía de las Indias Occidentales, que entregó apoyo económico y logístico.
 

Johngo

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Ingleses en el Caribe (1)

Desde la segunda mitad del siglo XVII, corsarios y filibusteros, especialmente ingleses, ocuparon algunas islas del mar Caribe y España tuvo que lamentar las primeras pérdidas territoriales. Quizás la acción de mayor envergadura, por el efecto que provocó, fue la toma y destrucción de Panamá en 1671.

Por otra parte, Tortuga, Jamaica, Curaçao o Haití se transformaron en bases de apoyo de futuros ataques y de un floreciente contrabando. Los rivales de España lograron así la anhelada participación de las riquezas americanas.

El ocaso de la piratería se decidió en Europa. El tratado de Utrecht de 1713 permitió a Inglaterra la participación directa en el comercio con ultramar y sentó las bases de la ulterior hegemonía británica.

Inglaterra se transformó en enemiga de la piratería, al haber conseguido unas colonias prósperas en América, y lanzó contra ella a su flota, secundada por Francia y España. Los piratas fueron cazados en el mar uno a uno, al no poder contar con bases de aprovisionamiento, y sus banderas negras desaparecieron de los mares americanos durante la segunda década del Siglo de las Luces.

Aunque los ingleses barrieron el Caribe durante los últimos cuarenta años del siglo XVI, su primer asentamiento en el mismo data del segundo cuarto del siglo XVII y fue la colonia de San Cristóbal, de la que hablamos anteriormente. Expulsados de allí por el almirante Oquendo, se dispersaron por otras islas, como la Barbada y la Tortuga. Algunos volvieron a Saint Kitts y otros se establecieron en la cercana Nevis (1628).

Un gran contingente se había instalado en las Barbados el año 1625, adonde arribaron 80 colonos enviados por William Courteen, que se incrementaron pronto con otros, enviados por Lord Carlisle. Eran principalmente colonos contratados por siete años mediante el pago de pasaje. Se plantó caña de azúcar y se importaron esclavos. Hacia 1663, había ya unos 50.000 negros en las Barbados.

Algo similar ocurrió en otras islas como San Vicente, Monserrate, Antigua y Santa Lucía. Hacia 1650, se calcula que vivían unos sesenta mil colonos en las islas de Saint-Kitts, Nevis y Barbados. Con todo, la mejor colonia inglesa del Caribe fue Jamaica, conquistada en 1655.

Thomas Gage, publicó, en 1648, su famosa obra The English Arnerican, en la cual resaltó la debilidad de las ciudades españolas en América. Cromwell le pidió un informe detallado de las colonias del Caribe y encargó a John Milton la justificación moral de la agresión que preparaba. El gran poeta inglés cumplió el mandato, escribiendo el manifiesto titulado "Scriptum domini protectoras contra Hispanos", donde se tocaban los tópicos de las crueldades españolas contra las autoridades civiles y religiosas inglesas y la injustificada pretensión de poseer toda América.


La armada se envió antes de hacerse la declaración de guerra, como era la costumbre inglesa. La mandaba el almirante William Penn.

Robert Venables dirigía la tropa de desembarco. El plan era dirigirse a Cuba, Puerto Rico o la Española, establecer allí un punto de apoyo, y atacar luego Cartagena. Penn tocó en las islas Barbados, Antigua, Nevis y St. Kitts, donde hizo un buen acopio de barcos y filibusteros. Completó así 57 naves y 13.000 hombres, con los que salió para Santo Domingo. El 13 de abril de 1655 se presentó ante dicha ciudad, que se puso en estado de alerta con sus 300 soldados y sus vecinos armados. La flota siguió a Nizao y desembarcó las tropas, que empezaron a asaltar la ciudad el 17 de dicho mes. El 26 de abril sufrieron una espantosa matanza y el 31 decidieron retirarse.

Jamaica aumentó pronto su población, En 1658, contaba ya con 4.500 blancos y 1.500 esclavos. El cultivo de la caña fue introducido desde Barbados. A fines del siglo XVII, tenía 75.000 esclavos y unos 8.000 blancos. Jamaica fue sobre todo la cuna del filibusterismo y del contrabando inglés. Este filibusterismo atravesó dos etapas; una ofensiva, que duró desde 1656 a 1664, y otra de supervivencia, que transcurrió a lo largo del sexenio 1665-1671. Los gobernadores de la isla comprendieron pronto que la caña azucarera no lograría mejorar excesivamente la colonia. La única posibilidad de que se volviera próspera era transformarla en un banco para las presas filibusteras, protegiendo a todo aquel que deseara organizar una operación contra los dominios españoles.

En 1657 fue nombrado gobernador Edward Doyley, que se dedicó a otorgar patentes de corso a todo el que se la pedía, con la única condición de que prometiese dar luego al Rey su parte correspondiente del botín. Hizo más: patrocinar directamente algunas de tales empresas. En 1659, envió tres fragatas con 300 hombres bajo el mando de Christopher Myngs, que destruyeron Cumaná y asaltaron Puerto Cabello y Coro. La Corona inglesa decidió relevar a Doyley por Lord Windsor. Debía ser intérprete en Jamaica de la nueva política de paz de la Corona británica (el 10 de septiembre de 1660 se había establecido el cese de hostilidades con España), pero Windsor comprendió que Jamaica sólo sobreviviría si lograba sostenerse como foco filibustero. En 1662, envió a Myngs contra Santiago de Cuba y Campeche, mientras otros filibusteros hacían de las suyas en diversos reinos indianos.

A Lord Windsor le sucedió Lyttleton, que actuó igual que su predecesor, y a éste Sir Thomas Modyford, rico propietario de plantaciones en la Barbada, que llegó también con inútiles instrucciones de Londres de evitar el corso contra los españoles. Modyford no fue promotor de piratería, pero dejó hacer a los piratas.

En esta época brillaron personajes como Bartholomeu Portugués y Rock "el Brasileño". Jamaica auspició una piratería indiscriminada contra los españoles, holandeses y franceses. Inglaterra declaró la guerra a Holanda y la Isla se vio enfrentada a sus colonias en América. Modyford no contaba con ayuda real para la guerra intercolonial y echó mano de los filibusteros, a los que dio patentes de corso. Requirió los servicios del experimentado Edward Mansfield, para que dirigiera una gran expedición hacia Cuba y Centroamérica, de la que resultó la conquista de Santa Catalina.

En enero de 1666, Francia declaró la guerra a Inglaterra y Modyford se encontró frente a los aliados franceses y holandeses. Comprendiendo su debilidad, quiso atraerse a su bando a los filibusteros de la Tortuga y Santo Domingo. Estos le dijeron que se movían por intereses económicos, y no políticos. Modyford les ofreció entonces patentes de corso para atacar buques y plazas españolas con tal de que le ayudaran. Esto generalizó la piratería en todo el Caribe. Los ingleses, con sus corsarios y filibusteros contra los demás países: Francia, Holanda y España. Fue una época dorada con grandes y pequeñas figuras: Mansvelt, el Olonés y Morgan fueron los verdaderos maestros. El primero de ellos, por su intento de construir una tercera base filibustera en el Caribe, concretamente en la isla de Providencia, que podría haber tenido consecuencias catastróficas para las poblaciones españolas de Centroamérica y Tierra Firme. El segundo, porque logró grandes éxitos en los ataques terrestres (en los que habían fracasado Drake y Cumberland, entre otros). Morgan, el tercero de ellos, porque fue el más alto exponente del oficio, logrando con el asalto a Panamá mayor gloria que ninguno de sus compañeros. En 1670, después de una larga carrera de pirata, Morgan tomó Portobelo, cruzó el istmo y asaltó la ciudad de Panamá, donde se apoderó de la plata que iba a ser enviada a España. Saqueó e incendió la ciudad, que abandonó el 24 de febrero de 1671, llevando consigo 175 mulas cargadas de oro y plata y joyas, amén de unos 600 prisioneros. Carlos II le recompensó nombrándole Caballero y Teniente de Gobernador en Jamaica.

El asalto a Panamá, en 1671, marcó el momento de máximo apogeo del filibusterismo inglés, que entró en decadencia a partir de entonces. Se prohibió a los gobernadores de la Isla otorgar nuevas patentes de corso y se dio una amnistía a los que habían pirateado hasta entonces, ofreciéndoles la alternativa de convertirse en colonos o ingresar en la Royal Navy.

Los filibusteros rechazaron ambas ofertas y huyeron en desbandada a las colonias del rey francés, donde siguieron sus actividades tradicionales. Sir Thomas Lynch, el nuevo gobernador a quien le tocó cumplir los nuevos mandatos de Londres, tuvo que ahorcar algunos filibusteros, asentar otros como colonos, y darles a unos terceros el aliciente de cortar palo en Belice. Fue relevado por Lord Carlisle en enero de 1674, pero como éste tardó cuatro años en integrarse a su puesto, se nombró entre tanto un gobernador interino, Lord Vaugham, que llegó a Jamaica a mediados de 1675 y tuvo que actuar con Morgan bajo sus órdenes. Según Vaugham, su lugarteniente era excesivamente benevolente con los piratas y vivía como uno de ellos, ya que casi siempre estaba en las tabernas bebiendo y jugando, cosas que en su opinión deshonraban el oficio que le había dado.

El arribo de Carlisle acentuó la represión al filibusterismo y los piratas huyeron del Caribe hacia las costas norteamericanas, al Pacífico e incluso al Viejo Mundo. El balance de la piratería inglesa durante el último cuarto de siglo lo hizo por entonces el Marqués de Barinas en 1685, anotando que durante el reinado de Carlos II de Inglaterra (1660-1685) España había perdido 60 millones de coronas y la pérdida de más de 250 buques mercantes y fragatas.
 

Johngo

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Ingleses en el Caribe (2)

Una larga serie de descubridores, contrabandistas, piratas, corsarios y colonizadores frustrados, fueron preparando el asentamiento definitivo de Inglaterra en el Nuevo Continente. Entre sus descubridores más notables destacaron Martín Frobisher y Davis, relacionados con la Sociedad de Comerciantes Aventureros para el descubrimiento de Tierras nuevas, después de trasladarse de España a Inglaterra. La Sociedad creyó las fantasías anotadas en el mapa de Nicolás Zeno (1558), realizado sobre relatos reales y ficticios de diversos descubrimientos que apuntaban la posible existencia de un estrecho interoceánico en América septentrional, situado entre un rosario de islas dibujadas al oeste de Irlanda. En busca de dicho paso zarpó de Inglaterra, en 1576, el capitán Frobisher con tres naves. Alcanzó la bahía que lleva su nombre donde tomó posesión, hizo exploraciones y realizó intercambios con los esquimales.

Al año siguiente, efectuó otro viaje en el que capturó una familia esquimal y encontró un mineral parecido al oro. Volvió asegurando haber descubierto el Estrecho de Magallanes boreal. A las supuestas minas de oro se envió, en 1578, una expedición de 15 naves. Los colonos pasaron muchas penalidades durante la travesía a causa de los icebergs y confirmaron que el oro de Frobisher era simplemente pirita oscura. Este fracaso apagó durante algún tiempo el entusiasmo por los viajes.

Que fueron reanudados por John Davis, comisionado por la Sociedad de Comerciantes Aventureros para encontrar el paso. Salió de Portsmouth en 1583 con dos naves, y franqueó el estrecho que lleva su nombre entre Groenlandia y la Tierra de Baffin, alcanzando luego los 66° 40' de latitud norte. En 1586 y 1587 realizó otras dos expediciones. Durante la última de ellas subió hasta los 72° 12` (proximidades de Upernivik).

Maestro de los contrabandistas ingleses fue John Hawkins, a quien se debe el hallazgo de varias cosas importantes, como el desabastecimiento de esclavos y de manufacturas europeas en las colonias españolas y la corrupción de sus autoridades. Inició sus correrías en 1562, robando 300 esclavos en Guinea y vendiéndolos en Santo Domingo. En su segundo viaje de 1564 llevó ya cuatro buques, entre ellos uno de la marina real (Jesus of Lubeck), pues Isabel I decidió entrar en el negocio del contrabando poniendo su parte. Hawkins robó otros 400 esclavos en Guinea y los vendió en la isla Margarita y en el puerto de la Borburata, donde perfiló ya su futuro sistema operativo, que fue el siguiente: arribaba a un puerto español y solicitaba a su gobernador permiso para reparar sus navíos averiados y para aprovisionarse de víveres. El gobernador negaba la autorización, naturalmente, y Hawkins le amenazaba con tomar la ciudad, disparando algunos cañones como argumento de convicción. El gobernador cedía y Hawkins le comunicaba entonces que como no tenía dinero en efectivo se veía precisado a vender los negros que transportaba.La verdad es que Hawkins vendía los negros a bajo precio, sin posible competencia, ya que los conseguía gratis, robándolos a los traficantes.

Hawkins completó su periplo contrabandista en Curazao, Riohacha y Santa Marta, y regresó a Inglaterra. Isabel I le nombró Caballero. El contrabandista escogió como cimera de su escudo la figura de un negro cautivo.

El tercer viaje de Hawkins realizado en 1567. Tras robar 450 esclavos en Guinea y Senegal, se dirigió al Caribe. Contrabandearon esclavos, hierro, lienzos y otras mercaderías en la isla Margarita, la Borburata, Riohacha y Santa Marta. Sorprendido luego por un huracán, tuvo que buscar un buen puerto para reparar sus naves. Se dirigió allí, entrando en el puerto con subterfugios (se hizo pasar por una armada española). A los tres días apareció la flota española, con la que trabó un combate desafortunado, perdiendo todos sus barcos excepto tres: el Minion, en el que logró salvar la vida, el Judith, que mandaba el joven Francis Drake, y un patache. En cuanto a la piratería inglesa, se activó a partir de 1568, año en que la reina Isabel I soltó sus "perros del mar" contra los barcos y posesiones de Felipe II, defensor del Catolicismo y martillo de protestantes.

La gran piratería duró veinte años, al cabo de los cuales Inglaterra entró formalmente en guerra con España, situación que transformó a sus "perros del mar" en auténticos corsarios hasta 1604, cuando volvió a firmarse la paz.

Francis Drake, constituyó una verdadera pesadilla para las plazas costeras del Caribe. Realizó su primer viaje a América, en 1566, como contrabandista a las órdenes de John Lowell y el segundo, en 1567, bajo el mando del propio Hawkins, salvando el pellejo milagrosamente en el desastre de Veracruz.

Su primer viaje realmente importante fue el de 1577, que culminó con la vuelta al mundo. Se proyectó como una operación de hostigamiento a las plazas españolas del Pacífico. Drake partió con una flotilla de cuatro barcos que fue perdiendo por el camino y llegó al Pacífico con sólo uno, el Pelican, que rebautizó como Golden Hind, en honor al dueño de la embarcación, Mr. Christopher Hatton, cuya cimera era una cierva (hind) saltando.

Subió por la costa chilena, Drake robó en Arica barras de plata del tamaño de ladrillos, entró en El Callao confundido por un buque español y capturó en la costa quiteña un mercante que se dirigía a Panamá con 13 cofres reales de plata, 80 libras de oro, 26 toneladas de plata sin acuñar y otras joyas y objetos de valor por unos 360.000 pesos.


Drake decidió continuar su viaje completando la vuelta al mundo, en vez de regresar al Estrecho de Magallanes, donde los españoles le estarían esperando con toda seguridad. Pasó ante Acapulco y subió por la costa mexicana hasta California, donde recaló en una ensenada que llamó la Nueva Albión (quizá San Francisco o Bodega) para reparar su nave y prepararse para la travesía transpacífica.

Drake se convirtió en un hombre honorable. Compró la abadía de Buckland por 3.400 libras, en 1581; fue nombrado alcalde de Plymouth y hasta representó a una villa de Cornualles en el Parlamento.En 1586, efectuó una gran expedición al Caribe. Asaltó y saqueó Santo Domingo y Cartagena.

Finalmente puso rumbo a Virginia, para ayudar a los colonos de Raleigh. Destruyó San Agustín y volvió a Europa a tiempo para tomar parte en la victoria inglesa contra la Invencible (1588). Al año siguiente, pretendió tomar La Coruña y Lisboa y en 1595 dirigió, junto con John Hawkins, la mayor operación de castigo a las colonias españolas del Caribe. Esta armada, compuesta de 27 barcos y 2.500 hombres, fracasó en su intento de tomar San Juan de Puerto Rico, donde murió Hawkins. Drake enfermó de disentería y murió frente a Portobelo, el 28 de enero de 1596.

La gran figura inglesa de los intentos de colonización en la centuria decimosexta fue Walter Raleigh. Corsario, empresario, poeta, músico, cortesano y escritor, fue en realidad el último gran pirata del Renacimiento. Nació en el seno de una familia hidalga y estudió leyes en Oxford, pasando luego a Londres como cortesano, convirtiéndose en favorito de la Reina Virgen. Su interés por América le vino por vía familiar, ya que su hermano de padre, Humphrey Gílbert, había realizado varios viajes a Indias e intentado colonizar en Terranova el año 1582.

Raleigh organizó, en 1584, una expedición a América bajo la dirección de los capitanes Arthur Barlow y Philiph Amydas. Llegaron a una isla llamada Roanoka o Roanoke (Carolina del Norte), donde fueron bien recibidos por los indios. Los ingleses volvieron contando maravillas del sitio y Raleigh bautizó el lugar como Virginia, en honor a su soberana, que seguía sin contraer matrimonio.

Isabel I correspondió a tal gentileza nombrando Sir a Raleigh, quien puso manos a la tarea de colonizar Virginia. Preparó siete buques con 100 hombres, a las órdenes de Richard Greenville y Raph Lane, y los mandó a Roanoke. Al cabo de unos meses, las relaciones entre los ingleses y los indios eran francamente tirantes. Lane decidió entonces invitar a un banquete a los caciques principales y a los postres quemó la casa donde les dio el ágape, con sus invitados dentro. Los indios empezaron a atacar a los ingleses y la situación se volvió imposible. Hábilmente, apareció de pronto Francis Drake, que regresaba de una de sus correrías, y los colonos le pidieron que les repatriara a Inglaterra. Don Antonio de Berrío, estaba reclutando tropas para buscar El Dorado. El Gobernador estaba enloquecido por el mito y le contó todo con pelos y detalles a Raleigh encantado de encontrar alguien que le escuchara. Raleigh se creyó todas las tonterías que le dijo Berrío, convirtiéndose desde entonces en doradista crónico. Como le pareció que la empresa era demasiado importante, regresó a Londres para buscar los refuerzos adecuados. En 1616, logró permiso del rey Jacobo I para establecer una colonia en la Guayana. El monarca le prohibió realizar piraterías, ya que había firmado la paz con España. Raleigh salió en 1617 con 14 naves y 2.000 soldados. Se dirigió a San José de Oruña, en la isla Trinidad, desde donde dispuso un plan para apoderarse de Guayana.

Su lugarteniente Keymis asaltó Santo Tomé, pero los ingleses no pudieron sostenerse en la plaza a causa de las guerrillas españolas. Keymis regresó fracasado a Trinidad. Raleigh abandonó la empresa y volvió a Inglaterra en 1618 donde el monarca inglés mandó ahorcarle por pirata.
 

droblo

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GUAU, todo esto es enciclopédico. Sólo puedo añadir que es vergonzosa la imagen romántica que los cuentos infantiles y los relatos juveniles hacen de estos personajes que no dejan de ser ladrones organizados en contra del libre comercio.
 
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