En momentos tan complicados como los actuales es cuando nos vuelven ciertos ataques de nostalgia, pensando que cualquier tiempo pasado fue mejor y vemos como el cine, la televisión e incluso los videojuegos se inundan de remakes de nuestra infancia.
Los economistas no son ajenos a este sentimiento y vuelven a eschar una mirada nostálgica al “Vinilo” de la economía o lo que es lo mismo, la política keynesiana. Muy resumidamente la definiríamos como aquella que defiende que el gobierno debe impulsar la economía a través del gasto estatal deficitario, aumentando así la demanda y estimulando la economía. Una teoría que lo seguro que nos garantiza son acaloradas discusiones.
Así que con la amenaza de la delfación llamando a nuestras puertas, vemos renacer las políticas keynesianas que os resumo a continuación en un ladrillo bastante importante a la par que interesante (espero).
Entre los economistas keynesianos más prominentes se encuentran Paul Krugman (premio Nobel del 2008), Robert Reich y Joseph Stiglitz. Greg Mankiw sostenía que Keynes era el economista que proporcionó la mejor perspectiva individual sobre la crisis, pero más tarde alentó el escepticismo frente al estímulo fiscal.
Se han citado mucho los trabajos sobre Keynes y su defensa de la coordinación internacional para el estímulo fiscal o monetario, y de las instituciones económicas internacionales, como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, que él contribuyó a crear en Bretton Woods en 1944, y que muchos consideraron que debería reformarse en un “nuevo Bretton Woods”, han generado mucho debate, que resultó evidente en el G20 y en las reducciones coordinadas de los tipos de interés llevadas a cabo por muchos países en noviembre y diciembre de 2008. Los economistas del FMI y las Naciones Unidas y líderes políticos como el Primer Ministro británico, Gordon Brown, defendían un enfoque internacional coordinado respecto del estímulo fiscal. El presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, abogaba por un compromiso de todos los países desarrollados, por el que destinasen un 0,7% de su paquete de estímulo a un fondo de vulnerabilidad para ayudar a los países en vías de desarrollo.
El pensamiento keynesiano también ha estado presente en los nombramientos de Lawrence Summers, Timothy F. Geithner y Christina Romer por parte del presidente de los EE.UU., Barak Obama, para desempeñar las posiciones económicas más relevantes de su administración. En un discurso del 8 de enero de 2009 el presidente Obama reveló un plan para el gasto doméstico de gran alcance con el fin de combatir la recesión, y que también es un ejemplo práctico del pensamiento keynesiano. El presidente firmó el plan el 17 de febrero de 2009. Se ha producido un amplio debate en el Congreso respecto a la necesidad, conveniencia y efectos probables de este paquete de medidas, que se vio recortado de 819 a 787 miles de millones de dólares al ser debatido en el Senado.
China fue una de las primeras naciones que lanzó un paquete de importantes medidas de estímulo fiscal que parece están viendo indicios de recuperación, tales como subidas en los precios de las materias primas, un comportamiento relativamente tranquilo de la bolsa china y un importante incremento en los préstamos, lo cual refleja el éxito logrado por el gobierno al hacer uso de bancos estatales para inyectar liquidez a la economía real. No obstante es demasiado pronto para estar seguros de que la recuperación china sea duradera.
Analistas con más experiencia aún no han encontrado fundamentos similares para el optimismo acerca de una recuperación próxima de las economías occidentales. El anteriormente mencionado Martin Wolf, ha comentado que el paquete de medidas para el estímulo estadounidense puede no resultar lo suficientemente amplio, y ha defendido tácticas “de sorpresa y conmoción”, que implicarían una intervención mucho más dura. Wolf considera también necesario un “control público temporal” de los bancos con problemas y ha criticado la política inefectiva de utilizar dinero público para asegurar bancos frente a las pérdidas o la compra de activos tóxicos.
Para los políticos y sus partidarios en todo el mundo, las soluciones aportadas por las teorías de Keynes se ven en la actualidad como la mejor opción para proteger a sus poblaciones de las fuerzas arbitrarias del mercado, y posiblemente como motores para combatir la desigualdad, alcanzar el progreso social y acelerar la transición a una economía verde.
No obstante, la reactivación keynesiana también ha recibido muchas críticas.
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