Nota del autor: La siguiente es una nota de ficción financiera, basada en hechos que pueden (o no) ser tomados de la experiencia práctica del narrador.
El objetivo de la misma es plantear aspectos importantes de la relación siempre asimétrica entre el asesor financiero y el cliente inversor, y aprender al mismo tiempo del proceso de toma de decisiones de inversión en tiempo real.
Al despedirse, notó que Horacio evaluaba la posibilidad de contratarlo en ese mismo momento como su nuevo “administrador de cartera”. Sin embargo, como era de esperar, debió conformarse con un simple “nos mantenemos en contacto”.
Para cuando el aparcacoches del hotel de donde se había celebrado el encuentro le acercó el coche, Marcos ya había calculado mentalmente en cuánto se incrementarían sus ingresos si sumaba a Horacio a su porfolio: éste le había hablado de 2 millones de dólares para invertir, y dado el 1% fijo anual de gastos administrativos que les cobraba a sus clientes más el 15% sobre las ganancias obtenidas con el capital, estimó su ingreso en unos 52.000 dólares anuales, cifra nada despreciable que lo acompañó durante todo el trayecto hasta su oficina.
Al llegar, su secretaria le dijo que no había recibido llamadas importantes, por lo que se dirigió directamente a su escritorio dispuesto a seguir las últimas dos horas de operaciones del mercado.
En lo que iba del año, el S&P 500 había subido apenas 3,2%, mientras que su cartera se había incrementado en un 3,7% gracias a la correcta decisión de asignar desde principios de año un 20% del total de los fondos a distintos ETF de mercados emergentes.
Marcos pasó el resto del día evaluando alternativas de inversión: oro, petróleo y un ETF de bienes raíces. Mientras tanto, el mercado comenzó a caer producto de malas noticias en el sector financiero: la crisis de las subprime (hipotecas con alto riesgo de incobrabilidad) golpeaba nuevamente a las plazas internacionales.
A las 14 recibió la llamada tan esperada: Horacio habló con su secretaria y solicitó las instrucciones para la apertura de cuenta y su posterior fondeo.
Entusiasmado, Marcos siguió analizando potenciales inversiones mientras el mercado y su cartera parecían no encontrar suelo y perdían alrededor del 1,50% por segundo día consecutivo.
Las ganancias marginales del año para el S&P 500 y su porfolio prácticamente se habían evaporado, hecho que preocupaba pero no angustiaba a Marcos, conocedor de los vaivenes del mercado y consciente de la necesidad de mantener la calma en épocas de alta volatilidad. Proyectaba cambios favorables para lo que quedaba del año mientras recordaba aquella máxima según la cual las acciones norteamericanas observan sus mínimos anuales en octubre y registran su mejor rendimiento entre ese mes y marzo.
Por lo tanto, reflexionó, sería conveniente armar una cartera menos correlacionada con el mercado que la actual, siguiendo el rendimiento del S&P 500 pero moderando los movimientos a fin de limitar las pérdidas en caso de bajas y las ganancias en caso de subas. Sabía que la mejor forma de hacerlo era reduciendo la Beta, es decir, el coeficiente de correlación entre sus títulos y el índice de referencia.
“Los porfolios manager profesionales son evaluados por el rendimiento que logran en comparación con el resto del mercado. Por lo tanto, mi misión será ganarle al S&P 500”, se dijo, y comenzó a buscar activos “defensivos” o con Beta bajo para reemplazar los actuales “ofensivos”.
Brian, la persona que lo atendía en forma directa en el broker con el que trabajaba, lo llamó al mediodía para confirmarle que había recibido un depósito de 2 millones de dólares en una cuenta a nombre de Horacio L. vinculada -como dictaba la norma- a una cuenta madre a nombre de Financial Reports S.A., la sociedad que él mismo manejaba. De esta manera, el total administrado por nuestro protagonista ascendía a 8,1 millones de dólares una vez contabilizada la pérdida de los últimos días.
A los pocos minutos, su secretaria le informó que tenía a Horacio en el teléfono. El nuevo cliente quería confirmar la transferencia y desearle éxitos. Marcos le agradeció la confianza y, tras cortar, decidió no perder un segundo más y ponerse en acción: vendió los papeles de Beta alto (los ETF emergentes, algunas acciones de empresas tecnológicas y el ETF del Russel 2000 -el índice de PyMEs estadounidenses-) y compró el ETF del oro, papeles de consumo masivo y de empresas de salud. Luego colocó la totalidad de la posición de Horacio replicando las inversiones realizadas para Juan y Sebastián y justo antes del cierre del mercado concluyó la operación. Ahora la Beta de la cartera había bajado a 0,52, desde los 0,98 anteriores. De esta forma, si el S&P 500 caía un 1%, su cartera debía caer aproximadamente 0,50%, y si el índice subía 2%, su cartera debía ganar alrededor de un 1%.
Se aseguró de que la Beta de la cartera estuviera bien calculada realizando un promedio ponderado de las Betas de los activos que la componían en función de su participación en el total y se retiró de la oficina horas más tarde.
Varios minutos antes de que abrieran los mercados en los EE.UU. un fuerte rumor ganaba peso y derrumbaba las bolsas europeas: uno de los bancos grandes de Norteamérica estaría a punto de quebrar debido a la creciente morosidad de sus deudores hipotecarios y del retiro masivo de depósitos de sus clientes.
Los futuros del S&P 500, el Dow Jones Industrial y del Nasdaq presagiaban lo peor. En la apertura, los tres índices abrieron con un fuerte gap bajista, esto es, con una brecha importante y a la baja respecto de los valores del último cierre. La caída se fue profundizando con el correr de las horas y el cierre encontró al S&P derrapando un 3,5%.
Marcos miró de reojo el rendimiento de su cartera: -2,2%. Un sabor agridulce lo invadió: si bien estaba perdiendo menos que el mercado, no dejaba de hacerlo. Hubiera preferido haber vendido toda la posición el día anterior en lugar de solamente bajar la Beta de la cartera, pero sabía que en el mundo financiero no había lugar para los pensamientos melancólicos. “A la hecho, pecho”, dijo en voz alta y se mentalizó para que el traspié no lo amargara.
Marcos miró el reloj de pared de su oficina con cierta desazón: el día había pasado y su cartera había bajado otro 1,55% frente al descenso del 2,95% del mercado. A lo lejos escuchó a su secretaria despedirse pero no tuvo fuerzas siquiera para contestarle. Horacio tenía 74.000 dólares menos que al comienzo, mientras que el capital del porfolio que administraba se había reducido en nada menos que 546.000 dólares.
Sabía, porque ya había vivido experiencias similares, que Juan S. y Sebastián N. no estarían demasiado preocupados, pero no podía adivinar el estado de ánimo de su nuevo cliente. De todas maneras, pensó, podía defender su gestión: desde que redujo la Beta de la cartera el mercado había cedido cerca de un 6,5% y sus cuentas, un 3,7%.
Marcos llegó más temprano que de costumbre a su oficina. Su secretaria se asombró al encontrarlo sumamente concentrado en las pantallas de cotizaciones. Había dormido mal la noche anterior, aunque al amanecer una sensación de seguridad le trajo cierta calma: tras analizar la situación, llegó a la conclusión de que el mercado había estado sobreactuando en su caída y que el rebote era inminente.
Aprovechó la primera apertura tranquila del mercado en los últimos días para hacer un nuevo rebalanceo de la cartera. Vendió los papeles de bajo Beta adquiridos recientemente y se posicionó en activos con Betas iguales o mayores a 1 (activos “ofensivos”).
En el preciso instante en que desde el broker le confirmaron la última operación, su secretaria le pasó un llamado que esperaba: con la voz nerviosa y hasta temblorosa, Horacio le recriminó las pérdidas sufridas en tan poco tiempo. Marcos le ofreció encontrarse ese mismo día para almorzar y una hora más tarde se estaban saludando -esta vez, de manera más fría y distante por parte de Horacio- en el mismo hotel del primer encuentro.
Marcos dejó que Horacio hablara primero sin interrumpirlo. En estas situaciones solía preguntarse cuánto de común tendría su tarea con la de un psicólogo. Entonces, una vez que Horacio calló, Marcos se plantó firme y le recordó lo hablado la primera vez: él había sido contratado para ganarle al mercado, para lograr un mejor rendimiento que éste, tanto en las alzas como en las bajas, tarea que al fin y al cabo estaba cumpliendo. Abrió su notebook y le enseñó las planillas de excel con los resúmenes de las cotizaciones y las cuentas. Asimismo, le ofreció la posibilidad de que retirar el dinero sin pagar un centavo de comisión. Horacio no tuvo más remedio que retroceder y terminar pidiendo disculpas por el arrebato, disculpas que enseguida fueron aceptadas por Marcos.
Antes de despedirse, Marcos le contó sobre las operaciones realizadas ese mismo día y le advirtió sobre un probable incremento de la volatilidad de la cartera.
Los cables inundaban los monitores de operadores y analistas: quince minutos antes de que abriera el mercado la Reserva Federal (Fed) de los EE.UU. anunciaba su decisión de rescatar a los bancos en problemas, hecho que despejaba al menos momentáneamente los fantasmas de default en las entidades comprometidas.
El timing no podía haber sido mejor. Un rally alcista se impuso con fuerza y los mercados subieron durante todo el día. Al final de la jornada el S&P había ganado un 3,5% -incluyendo cierta recuperación observada minutos antes del cierre previo, cuando los rumores comenzaron a correr- y su porfolio, un 4,2%.
El valor de mercado de la cartera totalizaba ahora los 8,5 millones de dólares, mientras que el saldo de Horacio regresaba a los 2 millones. “¡Al fin un buen día!”, celebró Marcos y cerró la puerta de su oficina.
El alza del miércoles se consolidó el jueves con otra del 1,50% del S&P. Su apuesta volvió a ganarle al promedio y aumentó un 1,80%. El mercado hacía honor a su fama de ciclotímico y ahora los mismos que días atrás veían sólo nubes negras en el horizonte, no dejaban de alabar a la Fed por sus rápidos reflejos. Marcos tomó nota, se acercaba el momento de vender.
Marcos afinó el lápiz para calcular su comisión por los servicios prestados. Aunque estaba en su derecho, no cobraría el proporcional del 1% en concepto de gastos administrativos, por lo que el monto a percibir totalizaba 15.000 dólares, el 15% de las ganancias de Horacio.
El vínculo contractual había finalizado y Marcos sabía que no debía buscarle responsables al hecho. Es más, estaba convencido de que era lo mejor para ambos. Para el futuro se prometió ser más claro con sus potenciales clientes en relación con las condiciones que deben reunirse para realizar este tipo de inversiones y no dejarse llevar (tanto) por las emociones. Al fin y al cabo, de subidas y bajas está hecho este mundo.
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Financial Times predice este martes al menos un año de estancamiento para la economía española y hasta un posible 'círculo vicioso' de ajustes y frenazos, pero cree que puede salir de la crisis. En un análisis que lleva el título de 'Una recuperación languideciente', el diario financiero británico también considera que el presidente Zapatero parece haber superado su 'aislamiento' de hace unos meses y alejado la posibilidad de un adelanto electoral, tanto por haber recuperado la confianza como por la escasa mella que hace en su Gobierno la 'oposición de chiringuito' del PP. A modo de tesis, el diario resume así el planteamiento que desarrolla luego el artículo: 'Aunque una de las economías más atribuladas de Europa parece haberse salvado de lo peor que temían tanto los especuladores como los dirigentes mundiales, persiste la amenaza de una vuelta a la recesión'.
Con una medida combinación de frases y datos favorables y desfavorables, FT salpica el análisis con citas de profesores, empresarios y expertos que tratan de explicar los vaivenes de la economía española desde el comienzo de la crisis. Según Mallet, Zapatero 'mordió el polvo a regañadientes' cuando en mayo tuvo que ceder a la presión de algunos colegas europeos y a 'una 'llamada telefónica sin precedentes' de Obama para anunciar el 12 de mayo 'los planes de austeridad más rigurosos' de la eurozona. Esas medidas, el aflojamiento de la tensión en los mercados, la bajada del diferencial de la deuda, los tests de estrés de la banca y la mejora psicológica en la población 'dieron la impresión por unos alegres momentos a principios de verano de que había pasado lo peor'. También contribuyeron otros factores, como la percepción en los mercados financieros de que se había sido injusto con España y la pujanza en el exterior de empresas como Telefónica y Santander. La economía real mejoraba al salir de una recesión de dos años. Pero 'la cuestión ahora es si la vacilante recuperación puede mantenerse', escribe el corresponsal de FT.
'Pero hay consenso entre los economistas y analistas de mercado, tanto dentro como fuera de España, en el sentido de que todavía es muy pronto para certificar el fin de la crisis, o incluso para descartar una vuelta a la recesión'.
Respecto al caso español en concreto, atribuye los nervios a los ultimísimos anuncios del Gobierno, como el del rescate de 500 millones de euros para obras públicas. Raj Badiani, economista de IHS Global Insight y uno de los expertos consultados, comenta: A pesar de haber salido técnicamente de la recesión a principios de 2010, España sigue empantanada en duras condiciones recesionarias, lo que sugiere que cualquier recuperación será probablemente laboriosa y errática'. Otro vaticina que a España le esperan todavía 'al menos doce meses de dificultades'.
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