En este post analizaremos dos aspectos importantes que cualquier inversor bursátil debería tener en claro antes de comenzar a invertir: la relevancia en la elección de los asesores y, luego, de su propia filosofía de inversión.
Para ello comenzaremos incorporando una distinción no muy popular (pero claramente importante) referente a la responsabilidad que tenemos como inversores al momento de elegir un asesor financiero, y, más adelante veremos una clara definición extraída de uno de los libros de finanzas más consultados de la historia que nos ayudará a dilucidar la manera mediante la cuál nos acercamos al mercado.
Disparando a un pájaro en un cuarto oscuro: claves para elegir al asesor financiero.
Así como los doctores/as son interrogados por temas de salud a toda hora y en cualquier lugar, o todos tenemos más ganas de hablar de nuestros problemas si conocemos a un psicólogo/a, los economistas (y más los que estamos activamente en el mercado) estamos acostumbrados a que nos pregunten al poco tiempo de conocernos: “¿Que va a pasar con la bolsa? ¿Sigue bajando o rebota?”- y más en tiempos tan convulsionados como los actuales.
Esto no es ninguna molestia para mí en particular, al fin y al cabo es mi trabajo y agradezco estar haciendo lo que me gusta.
Pero lo que me sigue llamando la atención es que me lo preguntan como si yo supiese a ciencia cierta la respuesta; no deja de asombrarme como muchos inversores en el fondo de su ser piensan que hay alguien (en este caso yo, pero puede ser también cualquier otra persona, desde Nouriel Rubini, Joseph Stiglitz o el ejecutivo de cuenta que los atiende ocasionalmente) que conoce con certeza que es lo que va a pasar con las acciones; en síntesis: que sabe con exactitud para donde saldrá el mercado en los próximos meses.
Esta necesidad de que alguien les diga que hacer tiene un fuerte arraigo en los deseos de delegar en otra persona la responsabilidad sobre el destino de sus ahorros, pero no al 100% (sino directamente le darían el dinero para que lo maneje un tercero si hacer preguntas); algo más o menos así: Rubini me dice que hacer, si sale mal la culpa es de él y si sale bien el que compró fui yo, la ganancia es mía y luego lo llamo para agradecer.
Lo extraordinario aquí es que muchos inversores no parecen darse cuenta de que, si las cosas salen mal, por mas que la culpa sea de otro, los que terminan perdiendo dinero son ellos mismos, no el que dio la recomendación.
Esto se complica aún más cuando la persona (el experto!) que le va a dar la recomendación tiene algún tipo de interés en lo que haga el inversor o simplemente en que haga algo, y no le importan los resultados.
Para ilustrar esto, es que pensé en el siguiente ejemplo.