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Pensiones

Pensiones 1El otro día el popular Leopoldo Abadía en el programa de Buenafuente defendía la subida de la edad de la jubilación en Francia con un “es que los viejos no se mueren ni a tiros”.  Sí, en el fondo el tema es sencillo: cada vez hay más jubilados que viven más tiempo y para pagarles la pensión o éstos cobran menos o a los que trabajan hay que quitarles más dinero vía impuestos o vía nómina. Esto no debería ser así, el dinero que cada uno aporta a lo largo de su vida laboral debería estar creciendo en inversiones seguras y rentables y sernos devuelto durante nuestra vejez mes a mes y no tener que obtener los fondos de los actuales cotizantes. El problema es que, como el futuro es impredecible, esta seguridad –caso de que los gobiernos gobernaran para el largo plazo- no se puede obtener, y eso incluye a todas las profecías que se han incumplido. Hasta ahora las previsiones catastrofistas sobre el sistema público de pensiones han fallado porque en épocas de expansión económica aumentan los cotizantes (por los emigrantes y menor desempleo) y los salarios son más altos con lo que el estado recauda más pero si esta crisis va para largo no parece que el actual sistema sea viable sin una reforma: de una manera o de otra rebajarán la cuantía destinada a pensiones. Puede ser haciendo trabajar más años a la gente (yo estoy radicalmente en contra) o ampliando los años de cotización para que la cuantía de las pensiones sea menor… y seguro hay otras alternativas pero al final es una cuestión matemática: menos trabajadores y más pensionistas significa que o unos aportan más u otros reciben menos. Yo estoy en contra de aumentar la edad de jubilación (aunque parece menos disparatada esa opción en Francia –de 60 a 62- que en España –de 65 a 67-), tanto porque me parece anacrónico (debemos trabajar cada vez menos tiempo y no más) como sobre todo porque es algo que no nos podemos permitir con la alta tasa de paro que tenemos. Cada año se jubilan unas 150 mil personas en España, si ampliamos dos años la edad de retirada hablamos de 300 mil puestos de trabajo menos que ofrecer en nuestro ya crítico mercado laboral. Pero evidentemente algo hay que hacer porque en pocos años en el mundo occidental se jubilarán los que nacieron con el baby boom posterior a la II Guerra Mundial (España en eso va con diez años de retraso, por una vez es positivo) con lo que las pensiones en el futuro serán muy probablemente de menor cuantía.

Las pensiones públicas nacen de 2 ideas: los seguros y la Seguridad Social. El origen de los seguros está en Escocia; 2 ministros de la iglesia escocesa (calvinistas) fueron sus inventores en 1744; lamentaban tanto la suerte económica de las viudas y huérfanos de los clérigos que dieron con una solución: En vida darían un dinero para un fondo que invertiría para que, tras la muerte, hubiera dinero que destinar a los vivos. La clave estuvo en el correcto cálculo de cuánto dinero sería necesario para las contingencias, y ahí radicó su éxito. De hecho, sus fórmulas no difieren mucho de las actuales, basadas en probabilidades y estadísticas, y que llevan a que las compañías de seguros sepan cuanta prima deben pagar sus asegurados para afrontar todos los imprevistos y aún así ganar dinero. Aún ahora el  “scottishwidows” o “fondo de las viudas escocesas” es un participante famoso e importante en los mercados. La idea se extendió primero a los soldados y luego a toda la sociedad. El que los seguros privados pasaran a ser públicos, la idea de un fondo social para imprevistos tuvo su origen, según el profesor de Harvard Niall Ferguson, en Japón, porque tras el gran terremoto de 1923 las compañías privadas no se hicieron cargo de nada por ser una catástrofe natural. Aunque antes, en 1883, el canciller alemán Bismarck ya puso en marcha un seguro de enfermedad, y el término “Seguridad Social” fue inventado después, en la América de Rooselvelt, fue el país nipón el que universalizó un  fondo de asistencia social. Lástima que en realidad buscaba una mejor salud de los jóvenes, futuros protagonistas de los delirios bélicos del emperador. El “todos deben estar asegurados” no murió a pesar de la derrota en la II Guerra Mundial que empobreció al país; es más, la asistencia estatal japonesa recibió tal impulso que se contagió a la mayoría de los países que vieron que ante la destrucción de una guerra no se podía confiar en los seguros privados. La Seguridad Social se convirtió en algo común: el estado empezó a pagar si no trabajas, si estás enfermo, si eres viejo…eso sí, a cambio gran parte del sueldo se destina a todos esos “seguros”. Japón con esa filosofía se convirtió el siglo pasado en la segunda gran potencia mundial en pocas décadas.


En 1976 Milton Friedman demostró con la ecuación MV=PQ que algo fallaba. Es decir, que el dinero circulante y la velocidad del dinero es igual a precios y gastos. Es decir, a más dinero, más inflación. La inflación acaba con los beneficios del fondo de dinero público destinado a imprevistos ya que el dinero pierde y pierde valor. Es uno de los motivos por lo que ocurre lo que actualmente en España, que el dinero de los cotizantes actuales es el que paga las pensiones pasadas y no el dinero ingresado en su día. Para vencer a la inflación hacen falta inversiones más rentables pero que suelen ser más arriesgadas, como la bolsa, con lo que la pensión queda en manos de los vaivenes de los mercados financieros. En España ya tuvimos una gran polémica con ese tema en 2007. Volviendo a Japón, la alta esperanza de vida y el parón demográfico provoca que en la actualidad esté cerca el momento (unos 10 años) en que por cada pensionista sólo haya 2 trabajadores, la deuda pública agobia al país y muchos creen que la poderosa Seguridad Social del Japón acabará colapsando. La otra vía ocurrió en el Chile de Pinochet, de la mano del profesor de Chicago José Piñera, que diseñó el más famoso experimento de cambiar el sistema de Seguridad Social pública a otro de propiedad del cotizante y gestión privada. Entre 1979 y 1981 se implantó un sistema de pensiones que ofrecía –voluntariamente- darse de baja del sistema anterior y destinar el 10% de su sueldo a unos gestores que manejarían una cuenta a nombre del trabajador, es decir, el capital, ese 10%, seguía siendo de cada uno. El 80% de los trabajadores se cambió. El auge económico de Chile desde entonces, la reducción de la pobreza y la alta rentabilidad individual de los fondos de pensiones, parecen dar la razón a los defensores de este sistema. El problema del sistema chileno está en los trabajadores que no tienen empleo o que lo tienen de forma irregular y sus aportaciones son nulas o mínimas.

Puede parecer que entre ambos sistemas, el público y el chileno, la diferencia es sólo de gestión. Al fin y al cabo en ambos el estado nos tutela y obliga a los ciudadanos a que tengamos un seguro de pensiones, como lo tenemos a terceros si queremos conducir un coche o de vida para las hipotecas porque si no, habría millones que no lo tendrían y acabarían recurriendo al estado ante su insolvencia, y la clave sigue siendo la misma: aportar dinero toda la vida para que nos sea devuelto. Pero aunque el sistema público contrate a los mejores gestores e invierta en los mismos productos (por ejemplo en Francia más de la mitad de la hucha de las pensiones se invierte en bolsa), si los gestores privados de ese dinero se equivocan –o tienen la catadura moral de un Madoff- pueden perderlo todo (vimos en 2008 a jubilados norteamericanos obligados a volver a trabajar por culpa del desplome bursátil) mientras que si lo hacen los gobiernos está toda la estructura del estado detrás para auxiliarnos, por lo que también es un tema de seguridad. Es muy difícil ganar mucho sin arriesgar, por eso los fondos chilenos invierten mucho en renta variable, sobre todo nacional. Como la bolsa chilena los últimos años ha subido como un cohete ha ido muy bien pero, ¿y si hubiera bajado como la de Japón?

Pero no es sólo la gestión o la seguridad, la gran diferencia entre ambos sistemas está en que el chileno es más “justo” individualmente porque cada uno recibe por lo que da pero por eso mismo es más socialmente injusto. A veces se nos olvida que el “estado del bienestar” se financia con las mayores aportaciones –en porcentaje y en términos absolutos- de los que más tienen, es decir, no recibimos lo mismo que aportamos, ni para bien ni para mal. Puede que uno piense que de lo que le cogen de su nómina sobra dinero para una operación de apendicitis en la vida y el par de veces al año que va al médico pero es gracias a lo que le quitan a Botín o al Corte Inglés –por ejemplo- que su padre puede tener gratis una operación a corazón abierto, dispone de una autovía hacia la ciudad donde pasar el “puente” o de un colegio para su hijo. Y si esto queremos mantenerlo –otra cosa es que no, y es una opción respetable- quizás tengamos que cambiar de mentalidad. No se exige que la educación pública sea económicamente sostenible, se intenta con la sanidad pero aún no ha ocurrido (se calcula en 11 mil millones el déficit sanitario español) y sin embargo nos empeñamos en que las pensiones sí deben serlo. Ojalá se consiga, por supuesto, pero quizás deberíamos asumir que no es obligatorio que lo sean o que, como ocurre con la sanidad y el resto de servicios públicos, puede que debamos recibir todos lo mismo aunque algunos aporten mucho más que otros.

Droblo

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  • Los desempleados en Gran Bretaña muy pronto pudieran tener que barrer calles, ayudar en centros comunitarios o podar céspedes en parques públicos a cambio de los pagos de ayuda gubernamental por falta de trabajo, según los planes para hacer más estricto el sistema de bienestar social del país, dijeron el domingo ministros del gobierno....

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  • En mi opinión la solución al tema de las pensiones pasa por mantener la edad de jubilación en los 65 años, pero que para el cálculo de la misma se tenga en cuenta toda la vida laboral. Asímismo que se establezca un número de años trabajados para poder alcanzar el máximo y si no llegas o los sobrepasas, que te apliquen un factor corrector al alza o a la baja.
    Ya que considerar sólo los últimos 15-20 años cotizados es injusto para todos.

    Un saludo

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  • Los datos son malos y las perspectivas evolucionan deshaciendo las pocas o muchas esperanzas de quienes creían o preferían creer que los problemas estaban quedando atrás. Su principal fundamento era considerar que se había superado lo peor, lo más duro, los mayores riesgos de desplome... pero la realidad constata que lo uno no trae consigo lo otro con absoluta seguridad.

    Visto desde Europa, lo más inquietante -no por sabido- es la enésima constatación de que, a la hora de la verdad, no existe como actor relevante y, en ciertos aspectos, ni siquiera como la Unión que autoproclama ser. El nuevo chute unilateralmente decidido por la Fed estadounidense para tratar de reactivar la economía -doméstica, por supuesto- coloca al euro en una situación cambiaria cuando menos compleja, mezclada con la que continúa subyaciendo en los mercados financieros referida a la deuda soberana de buena parte de la eurozona, derivada básicamente del desencuentro persistente sobre la gestión del Pacto de Estabilidad. A lo que cabe unir las crecientes críticas al desempeño del Banco Central Europeo (BCE), aparentemente impávido frente a las decisiones adoptadas al otro lado del Atlántico, aunque tampoco suene justo cargar sobre el organismo y su presidente lo que en el fondo es un mal diseño del euro, incluida la misión encomendada de vigilar de forma exclusiva la evolución de los índices de precios.

    La inyección monetaria en Estados Unidos y su impacto sobre la cotización del dólar reúne todos los perfiles propios de una devaluación competitiva, cuyo impacto en el resto de economías es difícil de calibrar con exactitud, pero que sin duda se producirá, afectando no sólo a las economías competidoras europeas, sino también a las emergentes y las exportadoras de materias primas; en definitiva, poniendo a prueba los (des)equilibrios ya instalados y quien sabe si acentuando los riesgos de una crisis de divisas generalizada cuyo desenlace nadie se atreve a prever.

    Mirando las cosas desde España o hacia el interior de la economía nacional, esta semana se ha hecho oficial el parón del tercer trimestre y anunciado distintas proyecciones para 2011 que, aun sin ser catastróficas, van poco más allá de anticipar una persistencia de lo actual... que es tanto como prever que las cosas irán ligera, pero consistentemente a peor. La variable importante, el empleo, sigue en tendencia deprimente, hundida en el círculo maldito de reducción de la demanda y pérdida añadida de ocupación. Con la poco alentadora novedad de unos indicadores de confianza en caída libre, tras bastantes meses de hasta sorprendente afirmación.

    Es posible que sea todavía pronto para concluir si la reciente reforma de las normas laborales va a servir o no para impulsar la contratación. Pero tampoco procede fiar demasiado al marco regulador y sí tener en cuenta que la generación de empleo va a depender mucho más de otras variables:en primer lugar y sobre todo, de cómo evolucionen las expectativas, la confianza y el conjunto de las demás economías. Y nada de eso pinta bien.

    En parte, probablemente sólo en parte, existe cierta sensación de que la gravedad de lo que ha ocurrido, tal como se ha contado, no ha desembocado en transformaciones apreciables y basta un poco de sentido común para apreciar que si nada cambia será muy difícil que dejemos de estar igual.

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  • Las viviendas terminadas descendieron un 30,3% hasta agosto respecto al mismo periodo de 2009, con 55.741 inmuebles, y se situaron por debajo de los visados para iniciar nuevas obras, que alcanzaron las 62.868 unidades, según datos del Ministerio de Fomento.
    Los promotores frenaron en seco la iniciación de viviendas con la llegada de la crisis, pero los pisos que se iban terminando no dejaron de crecer hasta 2008, al corresponderse a inversiones realizadas con anterioridad.

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  • La venta de los bienes de Fórum Filatélico, que permitirá pagar a los más de 269.000 clientes cerca del 25% de las cantidades que invirtieron, estará prácticamente finalizada en 2012, después de que se hayan iniciado hace unos días los trámites para subastar los primeros activos inmobiliarios.

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  • El Consejo de Ministros ha aprobado dos decretos para el traspaso al País Vasco de las competencias en materia de políticas activas de empleo y formación profesional, que vienen ejerciendo el Servicio Público de Empleo Estatal y el Instituto Social de la Marina.

    El traspaso fue acordado en septiembre entre el Gobierno y el PNV, que abrió la puerta a las posteriores negociaciones y pactos para la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2011, y materializado el pasado 28 de octubre durante la Comisión Mixta de Transferencias Estado-País Vasco celebrado en Vitoria, si bien la transferencia será efectiva a partir del 1 de enero del próximo año.

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