Como veis, el pastel se lo come enterito Nintento. Para encontrar la producción española más vendida tenemos que ir hasta el puesto 344 con el juego “Imagina ser diseñadora” (2.810.000 copias)
La industria del videojuego ha pasado a ser un mero entretenimiento a convertirse en un potentísimo negocio que va más allá de la diversión, capaz de crear auténticas obras de arte (quienes hayan jugado al Heavy Rain podrán corroborarlo) así como tecnología punta (¿No parece el Kinect un invento militar secreto?). La huella que está dejando en nuestra cultura es obvia y ultimamente ha dado un paso más allá, llegando a la economía. No hablamos sólamente de facturación si no de un impacto en el corazón de las finanzas mundiales.
Esto es lo que nos contaba la semana pasada el New York times en su artículo “Cómo los videojuegos están cambiando la economía”
Este otoño, la Universidad Nacional China de Tecnología de Defensa anunció que había creado el superordenador más rápido del mundo, Tianhe-1A, que rinde a 2,5 petaflops (o 2.500 billones de operaciones) por segundo. Es el mundo del futuro, pero no del modo que habríamos pensado. Hay unos tres millones de núcleos de procesamiento de Nvidia, empresa de Silicon Valley que ha vendido cientos de millones de procesadores de gráficos para videojuegos, alimentando Tianhe-1A. Así es, cada vez que alguien enciende un videojuego llamado Call of Duty o World of Warcraft, lo último en avances tecnológicos. Abraza a un friki hoy.
Vaya cambio. Durante siglos, los militares han impulsado la tecnología, promoviendo nuevas olas de industrialización y uso empresarial. La máquina de vapor de James Watt fue perfeccionada con la ayuda de una herramienta de cañón de perforación. Los ordenadores se crearon durante la Segunda Guerra Mundial para calcular el fuego de artillería y descifrar códigos. Los militares aportaron la mitad de todos los semiconductores desde finales de los años 60. Incluso los primeros sistemas de posicionamiento global (GPS) los financió el Congreso, pero no para la navegación sino como sistemas de detección y denotación nuclear. Añadir microondas de radares, discos blu-ray de láseres o el velcro y el Tang de la NASA, y no cabe duda acerca de en qué medida los programas de adquisición del gobierno han dado forma a nuestras vidas.
Cincuenta años después, el presidente Eisenhower estaba lo suficientemente preocupado para declarar que «debemos protegernos frente a la adquisición de influencia injustificada, buscada o no, por parte del complejo industrial militar.» Ya no tenemos que volver a preocuparnos. El juego (perdón el juego de palabras) ha terminado). Bienvenido sea el complejo industrial del entretenimiento.
Pensemos en el iPhone de Apple, con frecuencia promocionado como el símbolo tecnológico de nuestra era. En realidad es más evolucionario que revolucionario. Mucha de su tecnología, las pantallas de color LCD, bajo consumo, fabricación de precisión, fue perfeccionada para videojuegos portátiles como Nintendo DS y Sony PSP, que se vendían en decenas de millones. Pensemos en cómo los trabajadores se pueden comunicar ahora de forma mucho más productiva gracias a algunos juegos tontos.
Todo se limita a la productividad. Recientemente, niños de todas las edades dejaron todo para conectar un dispositivo de 150$ a sus consolas Microsoft Xbox 360. Cinco millones se vendieron en los dos últimos meses. Kinect, que utiliza algoritmos para reconocer caras y gestos y responde a comandos de voz, permite a los jugadores de Xbox utilizar únicamente sus propios movimientos, sin necesidad de controles o botones.
Por descontado, sigue habiendo algunos algoritmos desarrollados para, digamos, que los pilotos de F-16 controlen el armamento. Pero sin los juegos, esta tecnología sería cara, material excepcional que no se utilizaría mucho. Teclados, ratones y gráficos rápidos han impulsado la productividad empresarial durante 40 años, acabando con el papel carbón y Typex, en las próximas décadas lo harán herramientas que pueden aprovechar voces y gestos.
Todo lo que necesita es una aplicación. Sectores de elevados márgenes como el financiero normalmente hacen uso de estas cosas en primer lugar: Los primeros usuarios podrían ser los agentes de materias primas haciendo señales como locos. Los demás los seguirían.
Los videojuegos influirán en la forma en que los trabajadores de la siguiente generación interactuarán con los demás. Call of Duty, un juego de simulación militar, tiene un modo que permite a los jugadores interactuar entre lugares lejanos. En World of Warcraft, los jugadores de gremios colaboran, utilizando texto y conversaciones en tiempo real, navegan en mundos presentados en gráficos de alta resolución. Por descontado, cuentan con armas originales y matan orcos, troles y enanos, pero no es necesario ser un jugador para ver cómo esta tecnología va a encontrar su lugar en las empresas americanas. En los próximos años, va a ser la manera en que los comerciantes, vendedores o buscadores de ADN. ¡No más reuniones!
Incluso las industrias del entretenimiento y los medios sufrirán una transformación. En 1985, Neil Postman de la Universidad de Nueva York escribió un libro, «Amusing Ourselves to Death» (Divirtámonos hasta la muerte), menospreciando a los medios por arruinar el discurso. Postman murió en 2003, pero me pregunto que pensaría hoy. Las ventas de anuncios en Internet son ahora más lucrativas que los anuncios en los periódicos, a medida que los vendedores siguen a sus clientes. La transmisión de video de Netflix (Videoclub online americano) cambiará el negocio de la televisión por cable. Los videojuegos Rock Band y Guitar Hero han enseñado a los medios cómo presentar algo que es tiene al menos 30 años, en este caso música a la que sigues, y venderla como si fuera nueva.
Cuando los consumidores se hayan adaptado a estas aplicaciones para el entretenimiento, las empresas sabrán como aumentar la productividad. Las empresas inteligentes están aprovechándose de las conexiones de Facebook. De pronto Twitter importa. El reconocimiento de voz está reemplazando a los operadores y otros trabajadores de atención al cliente. Lo siguiente en el puesto de trabajo será la tecnología 3D.
La economía no va a generar riqueza solo porque imprimamos dólares, construir trenes rápidos, construir molinos de viento o incluso ensamblar superordenadores militares. (Que conste que Google tiene el mayor y más rápido superordenador, distribuido en docenas de centros de datos). Incluso China algún día aprenderá que la riqueza solo surge de la productividad. Se encuentra en un sitio diferente cada ciclo, y el mercado de valores lo descubrirá primero y financiará su expansión. Entonces, ¿dónde está ahora? Nos está mirando a la cara y divirtiéndonos con una vida mejor.
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FALACIAS DE LA LEY ANTIFUMADORES
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Manuel Pimentel tiene -desde ya- en sus manos desentrañar el embrollo enquistado entre los controladores aéreos y Aena. Tras lustro y medio de no ser capaces de acordar nada, las partes han consensuado la designación del que fuera ministro de Trabajo con el presidente Aznar para que arbitre la novación de un convenio que lleva años sin firmar.
Difícil tarea asume este inquieto andaluz, presidente del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Montilla-Moriles, una labor que compagina con el mundo editorial, lo mismo como editor que en calidad de autor de novela y ensayo, una de cuyas últimas obras está dedicada al valor del conocimiento en las empresas. La tarea la La dilatada historia de relaciones entre controladores y administración –primero- y empresa pública –después- está jalonada de tratos derivados de actos de presión como mínimo discutibles, que se remontan nada menos que al final de la década de los años setenta del pasado siglo. Culminados, como cualquiera recuerda, en el cierre del espacio aéreo durante el reciente puente de la Constitución.
Surge un primer interrogante: ¿por qué ha sido necesario llegar a este punto para abrir la solución arbitral? Es extensa la lista de perjuicios de todo tipo que se hubiera podido evitar: huelgas declaradas, largos períodos de trabajo a reglamento, retrasos, cancelaciones, incomodidades para los viajeros, pérdidas económicas para las compañías, daño a la imagen de España como destino turístico… por no citar un coste del monopolizado control del espacio aéreo entre desorbitado e irracional. Cualquiera que haya tenido que ver con el tema acumula dosis de responsabilidad.
Desgraciadamente, todo se ha rodeado de excesiva opacidad. Por no saber, ni siquiera ha quedado nunca claro cuánto cobra un controlador ni en virtud de qué; tampoco cuál es el mecanismo de acceso a la profesión. Ni explicitados del todo los beneficios extrasalariales que se han ido acumulando desde 1979 hasta hoy. Como nunca se ha conocido medida disciplinaria alguna por las alteraciones producidas en el tráfico aéreo, una y otra vez. Ni siquiera se sabe con certeza qué ocurrió el pasado 3 de diciembre para que se cerrara por completo el espacio aéreo español. Todavía menos se conoce cuáles han sido las repercusiones disciplinarias –¿las ha habido?- asociadas al estado de alarma, aún vigente hasta el próximo 15 de enero.
El arbitraje es difícil. Habrá de dirimir la modificación de unas condiciones de trabajo inasumibles, pero consolidadas en unos convenios que los controladores esgrimen como derecho adquirido, olvidando cómo y en qué circunstancias lo obtuvieron. Debería evitar también cualquier sospecha o sensación de pasteleo conducente a ofrecer impunidad a quienes hicieron lo que hicieron el reciente puente de la Constitución. Y, en definitiva, conjurar el riesgo latente –cuando menos la desconfianza- de que los controladores no cumplan de forma efectiva y duradera el propio arbitraje… sin necesidad de volver a supuestos de militarización.
No todo está en manos de Pimentel. El Ministerio de Fomento tiene pendiente cumplir su compromiso de remodelar Aena, con o sin privatización. Debería haber separado hace años las dos vertientes de su posición monopolista: de un lado, la gestión integral de la red de aeropuertos de titularidad estatal; de otro, la responsabilidad del control del espacio aéreo. Entre otras cosas, lo primero constituye una actividad empresarial típica; lo otro, no.
A ver si el laudo de Pimentel sirve para clarificar el asunto y, de paso, propiciar que sea posible viajar en avión sin sorpresas y con puntualidad.
Pilar Rahola:
a pesar de que tanto Iniesta como Messi llegaron al Barça con 13 años y fueron escolarizados en catalán, no han necesitado usar el catalán en la vida. Ni tan sólo parece que lo sepan hablar ¿Ocurriría lo mismo si llevaran toda su vida adulta en París, o en Madrid (y no fueran castellanohablantes) o en cualquier otro lugar? Es evidente que no, lo cual, aparte de dejar por los suelos las mentiras que sobre la inmersión lingüística dicen los ínclitos brunetes, nos recuerda algo brutal: sin el castellano no se puede vivir en Catalunya; sin el catalán, no hay ningún problema
¿Cuanto durará la calma en los mercados?
Ban Ki-moon defiende el papel de la ONU, que él preside
Bill Gross (Pimco) no considera positiva subasta deuda Portugal
Los españoles, entre los más descontentos de la UE por la actuación de su Gobierno frente a crisis
es que somos tontos pero no tanto.-..
Los sindicatos de la multinacional farmacéutica Roche han llegado a un preacuerdo con la empresa para la reestructuración de los centros de Madrid y Barcelona.
El preacuerdo consta de prejubilaciones a partir de 55 años con el 80% del salario neto, con aumentos progresivos según la edad hasta del 100% del salario a partir de los 60.
La Reserva Federal debería frenar la expansión de su ya inflada hoja de balance, dijo el miércoles un importante funcionario de la Fed, agregando que expresó profunda preocupación cuando se decidió el programa de compra de bonos por 600.000 millones de dólares. "Salvo un inesperado choque a la economía o al sistema financiero, creo que hemos alcanzado nuestro límite", dijo el presidente de la Fed de Dallas,