Los expertos en recursos humanos opinan que un buen bonus es aquel que prima excelentemente el sobredesempeño, el que paga mejor los objetivos cualitativos, pues permiten consolidar el negocio en el medio plazo, que los cuantitativos, que sólo se fijan en las ganacias a corto, y, por último, el que garantiza que con un esfuerzo razonable siempre se obtiene una retribución ajustada.
Eso nos contaba el diario Cinco Días hace 3 años en un artículo sobre los bonus (o primas) de la banca.
Pensaba yo que el escándalo de los millones recibidos por los directivos de bancos rescatados era cosa del pasado, que se habían dado cuenta de que quizás no era del todo ético recibir esas sumas cuando has llevado a tu banco casi a la quiebra. Así que para confirmar mis sopechas, ayer me puse a buscar si durante este mes se había publicado alguna noticia al respecto, esto es lo que encontré en un par de minutos.
Antes lo entendía, me costaba pero lo entendía. Pensaba que si se los pagaban es porque quizás se lo ganaban, que era un gasto muy grande pero era rentable para el banco. Es lo que tienen los cracks, marcan la diferencia, ayudan a alcanzar el liderazgo y multiplican el valor del equipo.
Wolfgang Munchau, en el libro los años de la debacle, lo analiza muy acertadamente, veamos que nos cuenta :
Algunas personas siempre se sorprenden cuando escuchan que algunos banqueros ganan docenas de millones de dólares al año. Es difícil imaginar que el esfuerzo de cualquier ser humano, por no hablar de un banquero, pueda ser tal como para ganar ese tipo de retribución. Yo estaría de acuerdo con esa afirmación. Mi reacción siempre ha sido: dejemos que los estúpidos accionistas paguen cuanto quieran a quien sea. No hay manera de justificar tales salarios.
Porque total, no se trata de mi dinero. Era mi Consuelo.
Sin embargo, esto ha resultado ser una apreciación errónea. Cuando los grandes bancos y compañías aseguradoras fueron rescatados por sus gobiernos en Nueva York y en Londres, los más altos ejecutivos siguieron insistiendo en percibir el pago de sus bonus. AIG, probablemente la empresa financiera más incompetente de todos los tiempos, tuvo que ser rescatada por 160 mil millones de dólares, y aún así sus ejecutivos consideraban que tenían derecho a varios cientos de millones de dólares de bonu. Por supuesto, estos bonos eran pequeños en comparación con las sumas implicadas en el rescate del banco, pero simbolizaban la injusticia más que otra cosa. Los banqueros eran tan incompetentes que tuvieron que ser rescatados por el gobierno, y después se recompensaron a sí mismos por su fracaso.
No resulta sorprendente que esta conducta vergonzosa haya contribuido enormemente a lo que yo denomino la venganza reguladora. Puede que sea o no una buena idea imponer sobrecargos de impuestos sobre los pagos de bonus, pero el sector financiero no tiene derecho a quejarse. Manejaron la situación con tal incompetencia e insensatez que este resultado es inevitable. Han dejado a su paso un increíble espacio de tierra desolada.
Hay razones para sospechar que el sistema de bonus desempeñó un importante papel en esta crisis. Creó incentivos para agentes que asumían riesgos excesivos. Si el riesgo daba lugar a un error, era muy probable que no se tratara de un error sistémico. Esto significa: cara ganas, cruz te rescatan. Por tanto, esta actitud era un claro ejemplo de las ganancias de privatizar y las pérdidas de socializar.
Pero, ¿cómo asumieron tales riesgos los agentes y sus superiores?
La razón fue que estaban en una posición única para obtener elevadas rentas, dado que estaban sentados en las fuentes de los fondos para financiar la economía. El dinero y las finanzas son catalizadores para la actividad económica que de otro modo no tendría lugar. Si, en un sistema bancario antiguo, tu gestionabas el único banco de la ciudad, estabas en una posición de aplicar precios monopolísticos. Todo el mundo tendría que acudir a ti.
El mundo financiero moderno era un oligopolio de unas pocas grandes instituciones. La mayoría de la actividad en el negocio de las permutas de riesgo de crédito (CDS, en sus siglas en inglés), un mercado con un valor teórico de unos 62 mil millones de dólares en un momento, era controlado por un grupo de diez bancos.
Había unos pocos grandes bancos de inversión y un grupo de grandes bancos comerciales mundiales que dirigían la mayor parte del negocio.
Casi todas las operaciones en esta forma de capitalismo orientado a la transacción pasaban a través de ellos. Si querías una permuta financiera de tipo de interés, lo más probable es que la permuta la organizara uno de estos grandes bancos. Los oligopolios pueden ser ferozmente competitivos, pero generalmente no producen una competencia de precios ruinosos.
Este fue sin duda el caso en el sector financiero, en el que el presidente normalmente gastaba millones para instalar chimeneas en sus oficinas del piso cincuenta, donde los ejecutivos y agentes esperaban recibir grandes bonus, que se pagasen pronto y a tiempo cada año.
Pensemos solamente cómo funcionaba el sistema de bonus en nuestra burbuja crediticia. Cada año, el mercado de las CDS llegaría a más que duplicarse.
Las empresas no tenían tiempo para quebrar, como un agente lo indico estupendamente. La forma más segura de hacer dinero era asumir el máximo riesgo.
Cuanto más papeles tóxicos se creaban, mayor era el beneficio obtenido, y mayor el bonus. No había un riesgo inmediato virtualmente en tales operaciones, y el riesgo a largo plazo no era aparente. Porque mientras la burbuja siguiera, el juego Ponzi (pirámide) de las CDS funcionaba.
La necesidad de que se regule el pago de bonos está por tanto muy clara. El sistema tal como funciona ahora da lugar a incentivos erróneos. Tiene lo que los economistas denominan efectos colaterales.
El pago de bonus puede beneficiar al destinatario, pero daña a la sociedad al establecer incentivos perversos. La idea de que el pago de bonus es necesario para atraer a los mejores y más brillantes es una completa tontería. Esta gente no era brillante, eran meramente amantes del riesgo. Y asumir demasiado riesgo nunca es una idea inteligente.
El sistema de bonus fue un factor importante en esta crisis, y ciertamente merece nuestra atención reguladora, por decirlo suavemente.
Hay una necesidad imperiosa de grabar fiscalmente estos bonus para que desaparezcan, o al menos crear sistemas de bonus que sean mucho menos extravagantes, más orientados al largo plazo, de manera más importante, que no sean procíclicos.
Lamentablemente, el sistema de bonus no provocó la crisis financiera. Estaba ahí mucho antes de que la crisis entrase en erupción, mucho antes de la burbuja, pero fue uno de los muchos factores que contribuyó a la crisis.
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“LA CODICIA se refiere a un deseo voraz por poseer a un objeto sobrevalorado parcialmente por el sujeto”.
Ese deseo voraz y apasionado te impide valorar adecuadamente al objeto en su totalidad; o la valoración integral de lo que codicias, está obstruida porque tu capacidad de reflexionar esta bloqueada, la integración de tus percepciones y de tu experiencia esta contaminada por la codicia.
Otra forma más simple de decirlo es que cuando codicias algo: no entiendes razones. Ni razones provenientes del exterior ni razones provenientes de ti mismo. Es la raíz del carácter caprichoso.
En ese momento también haces una hipervaloración del objeto, no por envidia, no por celos, sino por un deseo inherente a ti mismo, simplemente quieres poseer eso para ti.
A diferencia del envidioso cuando obtienes al objeto codiciado, lo sigues hipervalor- ando conscientemente para ti mismo. Y los demás personas pueden ser que coincidan o no coincidan en esta hiper-valoración.
Cuando posees un objeto por codicia no buscas que los demás lo envidien, buscas que los demás lo hiper-valoren tal como tu lo haces. Es decir quieres que los demás vean a tu objeto con los mismos ojos con los que tú los ves. Deseas que los demás lo admiren tal como tú lo admiras.
Agrego hoy: La envidia no te deja amar lo que eres, lo que posees y lo que tienes. Y obviamente que cuando llegas a obtener al objeto envidiado y lo conservas, sí buscas que los demás lo envidien y buscas que te envidien a ti, porque según tú, posees algo envidiable.
Me voy a extender un poco más, sobre este tema ya desarrollado a propósito de la codicia en donde me enfoco en el tener-poseer. Tan solo transcribo:
Es necesario darnos cuenta que no es lo mismo “tener” que “poseer”.
Estos días (martes) se han cumplido dos años desde que el Banco de España hubo de intervenir Caja Castilla La Mancha (CCM). Fue el primer síntoma indudable de que la crisis -ayudada por otras causas- pasaba factura al sistema financiero español. Constituyó también un relativo chasco para quienes, de boquilla o sinceramente, creían que la presumida buena salud del sector iba a evitar lo que otras grandes economías llevaban meses haciendo: inyectar enormes sumas de dinero público para apuntalar entidades maltrechas. Y reveló, en gran medida, que el hasta entonces inmaculado mundo de las cajas de ahorros albergaba más de un susto potencial.
En un primer momento, el caso de la caja castellano-manchega se quiso presentar como algo aislado por su altísima exposición al sector inmobiliario y la participación directa o indirecta en proyectos dudosos, el más vistoso de los cuales era sin duda el aeropuerto de Ciudad Real. Pero, dado que se sabía que no era la única caja con problemas, Gobierno y Banco de España se apresuraron a recomendar fusiones como medio de recomponer un sector que se reconocía -a buenas horas- excesivamente permeado por el influjo político en la toma de decisiones. En paralelo se creó un fomdo para suministrar ayudas públicas (Frob) a los matrimonios más necesitados.
Fruto de ello, las cajas pasaron de 45 a 17... aunque no todas las operaciones fueron del mismo tenor: surgió la pronto llamada fusión fría, tan difícil de entender o explicar como dudoso es que su efecto último sea el perseguido por la recomendación gubernamental. Tampoco es seguro que hayan primado la lógica económica, el aprovechamiento de las sinergías ni la optimización de la suma de capacidades. No han faltado casos en los que personalismos e intereses territoriales, bien o mal entendidos, han forzado uniones lejos del ideal.
Mientras, la de CCM no fue la única intervención: hubo que hacer lo propio con CajaSur y... ¿está en ciernes alguna más? Y, sea por todo ello o por otras cosas, el Gobierno hubo de acometer una segunda vuelta -la (re)reforma-, con nuevas exigencias de capital core para cajas y bancos y una cierta disyuntiva para las cajas entre transformarse en bancos o asumir las consecuencias jurídico-mercantiles de la entrada del capital público para reforzarlas.
En eso se está ahora mismo, con algún que otro sobresalto a medio emerger. Hasta ahora, el Frob lleva aportados 15.000 millones de euros, pero aunque los cálculos discrepan se da por seguro que habrá de inyectar más. ¿Servirá para acotar y controlar los problemas? ¿Habrá que arbitrar nuevas fases?
Es verdad que analizar a toro pasado puede parecer más fácil, pero la realidad es que la estrategia de abordar los problemas del sistema financiero español por fases no está dando resultados del todo brillantes. En síntesis, mientras la mayoría de colegas de las principales economías están empezando a saldar sus compromisos derivados de las ayudas públicas, aquí, bancos y cajas -sobre todo éstas- siguen suscitando dudas sobre cuál es su situación real o, dicho de otra manera, ¿cuánto percance queda por restañar?
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