Probabilidad
La probabilidad mide lo probable que es que varias cosas ocurran y expresa esa probabilidad como porcentaje. Lanzar una moneda, por ejemplo, implica una probabilidad del 50% porque es igualmente probable que salga cara o cruz. Los bancos hacen uso de la probabilidad (aunque de forma más compleja) para determinar la probabilidad de que los prestatarios de varios créditos paguen sus préstamos, y, de ese modo, determinan qué tipo de interés aplicar. Mientras muchos consideran que los bancos aplican intereses altos o bajos por «avaricia» o «favoritismo», se trata, en última instancia, de un juego de números totales. Si la probabilidad demuestra que los prestatarios con características similares a las suyas pagan a tiempo, entonces pagarán menos. Si demuestra lo contrario, pagarán más. Entender la probabilidad te permitirá poner tales decisiones en perspectiva y te facultará para adoptar mejores decisiones por sí mismo.
Estadística
Mientras la probabilidad afecta a las predicciones, la estadística tiene que ver con la medición. En términos generales, hay dos tipos de estadística: la descriptiva y la deductiva. La descriptiva refleja simplemente los hechos indiscutibles de los datos. La altura, el peso, el género y el color de los ojos de miles de personas reunidas de forma aleatoria serían ejemplos de estadística descriptiva. La estadística deductiva va más allá al intentar extraer conclusiones de las estadísticas descriptivas. Un ejemplo de estadística deductiva sería una teoría acera de cómo «el 80% de todas las personas que viven en España tiene los ojos marrones.» La estadística, al igual que la probabilidad, se utiliza en economía y sirve para adoptar miles de millones de decisiones financieras importantes y de escasa relevancia todos los días.
Costes irrecuperables
Un coste irrecuperable es una cantidad de dinero que ya se ha gastado y no se puede recuperar. Automóviles que se han comprado, años gastados en carreras y comidas consumidas son gastos irrecuperables. Lamentablemente, debido a que los seres humanos son reacios a asumir riesgos, con frecuencia tardamos en admitir los costes irrecuperables y cambiar de rumbo. A menudo escuchamos a amigos o familiares justificar que siguen en trabajos que desprecian porque siempre han trabajado allí. Otro ejemplo lo vemos en la cola del supermercado, podemos llevar mucho tiempo en una y ver otra más corta, al final continuamos en la misma “por el tiempo gastado en ella”. Muchas veces lo que hacemos es seguir tirando el dinero (o tiempo) después de una mala inversión inicial. En su lugar, la racionalidad financiera de verdad exige que se reduzcan las pérdidas tan pronto como se detecte un coste irrecuperable sin ningún tipo de remordimiento. El tiempo y el dinero ya gastados (y que no se pueden recuperar) no deberían afectar a la siguiente decisión.
Valor esperado
El valor esperado es una de las aplicaciones concretas de gran utilidad de la probabilidad. Expresado de forma sencilla, es una expresión de la probabilidad media a largo plazo de que algo suceda. Se obtiene multiplicando un resultado por la probabilidad de que ocurra. El número que se obtiene es el valor esperado de esa acción. Aunque puede sonar a jerga financiera, no lo es en absoluto. Todo el que compra lotería, por ejemplo, no es consciente de o ignora el concepto de valor esperado. Basándonos en los cálculos descritos, pagando 10€ se adquiere un trozo de papel por valor de 5€. Visto desde esta perspectiva, comprar lotería implica una reducción de los ingresos netos.
Cálculo mental
Otro error financiero que cometemos con frecuencia es clasificar el dinero en categorías arbitrarias aunque con significado parecido. Escuchamos decir a los inversores, por ejemplo, lo que ellos harían con el «dinero que pudieran permitirse perder.» De niños, muchos de nosotros probablemente imaginásemos con ilusión nuestros planes sobre el dinero de cumpleaños que «no esperábamos recibir». Un artículo del Washington Post describía un estudio en el que el 86% de la gente compraba una entrada de cine por 10$ después de haber perdido 10$ en un tren, pero solo el 46% compraba una segunda entrada de 10$ después de perder la entrada original. Se trata de una falacia conocida como cálculo mental. En todos los ejemplos mencionados, la gente compara peras con manzanas. No existe una línea divisoria entre el dinero que importa y el que uno se puede permitir perder, o entre el dinero que ha costado gran esfuerzo conseguir y el que no se esperaba. Siempre es la misma fuente: dinero. Hablando en términos económicos, las decisiones se deberían adoptar teniendo únicamente en cuenta el valor esperado, en lugar de considerar categorías imaginarias.
El valor en el tiempo del dinero
El valor en el tiempo del dinero implica que el dinero hoy vale más que mañana. El dinero que está en su poder se puede invertir o ahorrar y ganar intereses. No por obvias, hay que olvidar estas cuentas:
Partiendo de un tipo de interés del 5%, 100€ invertidos hoy valdrán 105€ dentro de un año (100€ multiplicados por 1,05). En cambio, 100€ percibidos hace un año, solo valen 95,24€ hoy (100€ divididos por 1,05), asumiendo un tipo de interés del 5%.
Tengamos esto en cuenta cuando alguien nos ofrezca dinero por nuestra vivienda u otra propiedad. Un vendedor que ofrece «darle más dinero mañana del que puede darnos hoy» e intenta parecer atractivo, podría, de hecho, estar ofreciendo menos de la «cantidad más baja» a día de hoy.
Gestión del riesgo
Sorprendentemente mucha gente tiene poca o ninguna percepción de la verdadera gestión del riesgo. Mencionar los riesgos de cualquier actividad implica escuchar respuestas facilonas como «todo implica un riesgo» o «puedes morir al cruzar la calle.» o «dentro de 100 años todos muertos.» Sinceramente, se trata de una perspectiva perezosa e ignorante de lo que es el riesgo en realidad. No basta con asumir simplemente que el riesgo está presente de la misma manera en todas las cosas, por lo que no vale la pena pensar en ello. Toda actividad implica distintos tipos de riesgos y distintas probabilidades de que se materialicen. Es necesario cuantificar los riesgos graves que se encuentren. La decisión de dónde comprar una casa, por ejemplo, debería basarse, en parte, en los valores históricos de las viviendas así como en la probabilidad, y eso hará que suban o bajen.
Apalancamiento
El apalancamiento financiero consiste en usar endeudamiento para financiar una operación. Tan sencillo como eso. Es decir, en lugar de realizar una operación con fondos propios, se hará con fondos propios y un crédito. La principal ventaja es que se puede multiplicar la rentabilidad y el principal inconveniente es que la operación no salga bien y se acabe siendo insolvente. El apalancamiento puede llevarnos tanto al cielo como al infierno, todos conocemos casos de gente que pidió créditos para comprar una vivienda exclusivamente como inversion, a algunos les salió bien pero a otros….
Interés compuesto
Aunque sea obvio no hay que olvidarlo. Los intereses generan intereses. Si depositas 10.000€ en un fondo indexado a un 6% de interés y no se hace nada, tendrá un valor de 57.434,91€ en 30 años. Esto se debe a que los intereses sobre los originarios 10.000€ son intereses que generan ingresos por sí mismos cada año que pasa. Por descontado, los resultados son más dulces si se sigue depositando más dinero, pero el poder del interés compuesto no estaría claro.
Inflación
Seguramente habrás oído a varios analistas y expertos afirmar que algunas tasas de rentabilidad bajas (digamos un 1% o 2%) «ni si quiera baten a la inflación.» Hablar de la inflación puede dar para muchos artículos, no obstante debemos tener en mente que la economía actual está diseñada para funcionar en entornos inflacionistas. En otras palabras, 500€ sirven para adquirir más bienes y servicios hoy que dentro de un año o dos. Al tomar decisiones de índole financiera (como evaluar el rendimiento de las inversiones o los ingresos anuales) es necesario determinar siempre la tasa de rentabilidad «real» o ajustada conforme a la inflación. No tener en cuenta a la inflación refleja una realidad más bonita, pero no es otra cosa que un ejercicio de autoengaño.
Coste de oportunidad
El coste de oportunidad hace referencia al valor de las opciones perdidas. El coste de oportunidad de ir a la universidad, por ejemplo, puede ser el ingreso que se podría obtener en un trabajo si no se estuviera en el colegio. El coste de oportunidad de ir a una fiesta sería obtener una menor puntuación en los exámenes porque no se estudió. Toda elección que se hace en la vida, importante o sin relevancia, tiene implícitos costes de oportunidad. No siempre son así de obvios. Muchos proyectos «que realizamos nosotros mismos» son en realidad una pérdida de tiempo y dinero cuando se considera el coste de oportunidad. Digamos que se tardan seis horas en hacer la declaración de la renta, tiempo que no se puede dedicar a los propios negocios. Si seis horas de trabajo hubieran generado más que el coste de un contable, hacerlo por uno mismo supondría una pérdida. Para verlo desde otra perspectiva, se trata de puro cálculo mental. Al no entregar dinero físicamente, cuanto mayor sea el ingreso se están sacrificando medios que se podrían tener.
Riesgo frente a recompensa
Una de las ideas más básicas que subyacen en muchos de estos conceptos es que el riesgo y la compensación están relacionados de forma positiva. Hay una relativamente pequeña recompensa implícita en una actividad extremadamente segura. Según el dicho popular, «si fuera fácil, todo el mundo podría hacerlo.» Esta es la razón por la que las cuentas corrientes generan intereses tan pequeños, mientras que las acciones (que pueden desplomarse en un segundo) normalmente generan un mayor beneficio. También es la razón por la que trabajar en un puesto de oficina de poca intensidad durante 50 años es mucho menos lucrativo que tener un negocio que se gestiona de forma activa. El primero es relativamente seguro, mientras que el segundo supone mucha más incertidumbre y riesgo.