Rotunda afirmación, pensará la mayoría. Una estupidez anarquista o comunista, otros. Y aceptaría de buen grado cualquiera de ambas críticas.
En los matices está la verdad, pienso yo. Intentaré matizar y argumentar mi afirmación para hacerla más cercana a la realidad. Pero antes de matizar me rafirmo: las empresas no son de sus accionistas y, mucho menos, de sus administradores. Al menos no sólo de ellos.
Estamos pasando por una crisis financiera, productiva y, también, de valores sociales y empresariales. Y de las crisis se sale reforzado o se sale malherido.
Antes de seguir deberíamos concretar de qué hablamos cuando tratamos el concepto de valores empresariales.
No me refiero a la vetusta concepción paternalista del empleador y los empleados del sindicato vertical de antaño. Los empresarios buscan maximizar sus beneficios, ya que han arriesgado su capital, y los trabajadores que se les remunere lo mejor posible. Y nada malo hay en ello.
Pero no seamos ilusos, con maximizar la remuneración del capital o el trabajo no se obtiene una economía competitiva. Hay muchos matices que determinan el éxito o fracaso de un país. En un entorno económico donde los intangibles aportan la mayor parte del valor añadido del producto o servicio de las empresas y negocios, los valores importan. Y mucho.
Cuando hablo de valores empresariales, por tanto, me refiero al conjunto de reglas sociales, acuerdos tácitos, vínculos, emociones, compromisos y creencias compartidas que se producen en el seno de una empresa. En definitiva, y simplificando, el respeto mutuo entre los integrantes de una organización económica privada.
Con esta máxima uno podría atacar directamente mi discurso: los valores forman parte de la esfera privada de cada uno y no tienen cabida en el ámbito empresarial, se podría argumentar en mi contra.
Lo siento pero creo que los valores sí dan de comer. Las relaciones entre personas de la empresa generan beneficios o pérdidas, ya que influyen en su motivación, en su productividad, en el mensaje que transmiten al resto de la sociedad, a sus clientes, a sus proveedores y al resto de organizaciones que influyen en la empresa.
Tratar mal a un compañero de trabajo, sea uno su superior jerárquico o su inferior, genera pérdidas empresariales. Las corporaciones sin valores empresariales acordes con la sociedad que les rodea desmotivan a su gente; los empleados, mandos intermedios y directivos no se sacrifican por su empresa, hay mayor rotación, no se potencia la innovación ni la creatividad, no se aportan mejoras en los procesos y se hacen las cosas para no tener problemas.
Un cáncer que corroe el negocio por dentro y por fuera (los que abandonan la nave suelen hablar mal de nosotros y los que la tratan suelen percibir la falta de valores en el resultado) y que genera pérdidas cuantificables.
Si queremos una economía en que se valore al emprendedor (empresario o empleado), en que la gente aporte valor a las empresas por encima de cumplir con su horario laboral, deberemos rediseñar la empresa del futuro. La mayoría de empresas que he conocido vivían ancladas en la época industrial. El “mando y ordeno” resultante de creerse propietario único de la empresa.
Las empresas gestionadas bajo criterios industriales en una época post-industrial tienden a desaparecer. Las entidades financieras, actividad que he conocido brevemente por dentro, son un ejemplo paradigmático: muchos recursos gestionados sin apenas valores empresariales auténticos. Lo pensaba hace más de diez años cuando las cosas les iban muy bien y lo pienso ahora que muchas habrían quebrado si no fuera por la ayuda pública.
El tejido empresarial existe no sólo porque el empresario maximice su beneficio, el entorno social y político influye notablemente en éste. Y actualmente diría que lo que piensa el mundo de una empresa influye en ella, dada la capacidad de comunicación que da la Red.
El propietario ha arriesgado sus recursos (no siempre, que los hay que arriesgan los recursos ajenos), pero los empleados arriesgan su futuro laboral trabajando para él. Y los bancos arriesgan su dinero financiando el proyecto, y los gobiernos influyen en su mercado mediante sus regulaciones. Y los clientes arriegan su dinero en productos y servicios que no conoce perfectamente.
Dado que en el emprendimiento todos asumimos riesgos, es lógico que todos debamos recibir beneficios. El discurso es muy antiguo, pero seguimos igual que siempre. Y espero que con una crisis económica como la que vivimos las sociedades exijamos a las empresas unos valores empresariales que justifiquen su mantenimiento.
Los recursos dedicados a una empresa no salen sólo de sus propietarios. Las empresas son también de sus trabajadores, de sus proveedores y de sus clientes. Y del conjunto de la sociedad. Y la época del “mando y ordeno” debería dejarse atrás si queremos una economía rica y enriquecedora.
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Interesante reflexión, que más de uno debería de analizar en todos sus aspectos.
Buen comentario pero la mentalidad empresarial (en global, no desestimo que los haya de los otros) no está preparada para esto. Se fijan más en los nuevos ricos de economías emergentes donde los derechos y la vida de sus trabajadores no cuenta más que para que sean herramientas productivas, en sus benefícios particulares y poca cosa más. Aquí la principal intención de muchos es tener un cochazo y un nivel de vida que les haga destacar. Y no se puede destacar si el populacho vive un poco bien. Lo peor es que el modelo de muchos trabajadores que se han hecho empresarios durante el boom de la construcción ha sido el mismo.
Ni las empresas no son de sus propietarios ni los países de sus ciudadanos... como está el mundo.
Tampoco podemos esperar mucho de un instrumento creado por humanos y dirigido por humanos. Tanto empresa como estado siempre va a estar tirando para el mismo lado, el suyo.
De ahí que en todo buen manual del perfecto empresario, del perfecto gerente y del perfecto responsable de recursos humanos se diga aquello de que “los trabajadores son el principal activo de cualquier empresa” y se nos hable tanto de los “valores”, no solo empresariales.
Pero insisto, eso lo dicen los manuales. Luego llegamos a la realidad…..y otro gallo nos canta. El gallo del egoísmo, el gallo de la envidia, el gallo de la avaricia, el gallo del trepa, el gallo de la jerarquía, el gallo del jefe…..en fin, gallos desprovistos de valores de cualquier clase.
Y claro, son demasiados gallos para ese gallinero que es una empresa.
Porque como dijo Gayo (este con “Y”, pues me refiero al cronista romano Gayo Julio Fredo):
“Los hombres resisten a las leyes, pero ceden a los beneficios”
Y esto lo dijo antes de los tiempos de Cristo. Si en la empresa no hubiera humanos….otro gallo nos cantaría.
Buen artículo.
# 5, Maño H20
Me has recordado a aquel famoso directivo de VW "Superlopez" con lo de "Los señores trabajadores"
Doy la rebienvenida a Pau, que si bien nunca se fue de euribor.com.es a partir de ahora escribirá con mucha más frecuencia por las tardes.
Se puede decir mas alto, pero no mas claro. El ejemplo de algunas empresas es prueba irrefutable de ello. Pero nuestro carácter es la comparación total con nuestro semejante, para intentar estar por encima de él o aparentarlo, tanto a nivel empresario como empleado. Culto que se puede recibir en cualquier bar, tertulia radiofónica o programa televisivo, incluyendo, por supuesto los discursos de la nuestra clase política.
Gracias Carlos López y demás comentaristas. Para mi es un placer y un honor poder dar mi humilde punto de vista en este blog de referencia económica.
Lástima que el capitalismo, al igual que la democracia son dos sistemas muy malos... pero los mejores que hemos encontrado hasta el momento.