Con esta duda estaba cuando me encontré en la red con la obra “Vamos a hacer dinero” del documentalista Erwin Wagenhofer, una producción austriaca de 2008 -con una gran calidad de imagen y despliegue de medios- que según rezaba el comentario era una crítica “a las políticas neoliberales”. Lo voy a resumir mucho, quedándome sólo con algunos apuntes: Comienza muy bien, con el recorrido visual del oro desde una mina en Ghana a Suiza con las palabras “3% para África, 97% para Occidente” pero claro, esto ya pasaba cuando España explotaba las minas del Potosí, poco tiene que ver con ideologías.
Se traslada a la India, donde un empresario austriaco valora la seguridad jurídica (ni expropiaciones ni alzas bruscas de impuestos) del país y, sobre todo, el que el estado no es un obstáculo para la inversión, que no aplican normas ambientales y sociales que la encarecerían. Además, valora que en la India quieren ser ingenieros, no psicólogos ni maestros como en Europa. Cree que ese es un punto a su favor para el futuro y por ello piensa multiplicar por 4 su planta industrial. Alega que como compiten con otras empresas que pagan muy poco, “se ven obligados” a que sus trabajadores trabajen más horas sin cobrarlas y así no perder competitividad. Sin sindicatos, el sueldo de un soldador es de 200 euros y a la empresa le cuesta 250, y los ingeniero ganan entre 8 y 10 veces más. Es decir, la desigualdad es muy grande dentro del país y él cree que esta situación no cambiará en décadas. Su preocupación se centra en la inflación (subida de precios y de costes salariales). Todo esto lo contrasta con unas imágenes de pobreza y deteriorado medio ambiente y unas declaraciones de una licenciada de economía en Chennai (antigua Madrás), ciudad en la que un tercio de sus 8 millones de habitantes malvive en chabolas al lado del río. Según ella los impuestos a la población van a parar al inversor extranjero en forma de subvenciones y el crecimiento económico no afecta a la mayoría de la población. Explica algo que de hecho también pasa en España: “hace 10 años se podía ahorrar el 20-30% del salario, hoy se puede ganar el doble pero no se ahorra”, es decir, el mayor consumo, la copia del modelo occidental, lleva a un mayor gasto. También sale un niño de 12 años, estudiante de bachillerato que vive en el arrabal y que aspira a ser abogado “para acabar con la corrupción”.
Los datos demuestran que en la India hay menos pobreza, mejor educación y menos corrupción precisamente desde que se abrió a la inversión extranjera por lo que sí que dibuja con claridad las posturas de unos y otros pero en el análisis le falta describir la situación anterior antes de valorar la actual, que por supuesto no es la ideal.
Quizás la parte más interesante es la que le lleva a Burkina Faso, donde se entrevista con un cooperante mientras muestra cómo el monocultivo del algodón ha destrozado el suelo. Éste narra que en 20 años la situación no ha mejorado nada, que los trabajadores ganan 50 euros al año (imagino el trabajo en sí será de algunas semanas puntuales) y que demandan que les paguen el algodón a mejor precio. El 62% de la población vive con menos de 1$ al día, el 40% de los niños no van a la escuela –de los que sólo un 2% acaba en la universidad- y la esperanza de vida es de 42 años. Eso a pesar de tener –según dice- el mejor algodón del mundo, con un impecable trabajo a mano y unos costes de producción bajísimos. Un funcionario de Burkina Faso denuncia la hipocresía de los EUA que dicen ser liberales pero subvencionan a sus agricultores con 3 mil millones de $ y afirman que la actual ayuda bilateral y los créditos del Banco Mundial (que funciona como el colonialismo, ya que impide que manufacturen en el país) no serían necesarios si se eliminaran las subvenciones al algodón en los países desarrollados. “Si los occidentales siguen subvencionando su agricultura y hundiéndonos en la miseria acabaremos invadiéndolos con la emigración porque no tendremos otra opción, y lo haremos aunque hagan muros de 10 metros de altura”. Esto en ningún caso puede ser una crítica al liberalismo, que es la única corriente en Occidente que aboga por eliminar todas las subvenciones e implantar fronteras abiertas para el comercio, el dinero y los servicios. Eso sí, no aboga lo mismo para las personas…
También elabora un alegato contra la campaña de privatizaciones de servicios públicos como el agua o el transporte público. Un economista de la universidad de Colonia ve contradicción en vender la gestión de los tranvías de Viena y que a cambio el ayuntamiento pague alquiler por el uso de ese servicio. Estoy de acuerdo que es una pena pero en esta crisis hemos visto a grandes bancos vender oficinas para quedarse de alquiler, por supuesto por necesidades de liquidez, así que haría falta conocer las circunstancias. Un miembro socialdemócrata del Bundestag explica que el estado necesita bienes públicos, no sólo universidades y escuelas, también transporte, que la palabra privatizar viene de la misma raíz latina que privar de algo y eso es lo que hace, quitarnos algo que es de todos, “se desamortiza la sociedad”. “En la era neoliberal todo se reduce al beneficio inmediato, eso coincide muy bien con el interés de algunos políticos que sólo se preocupan de su corta estancia en un cargo sin pensar en el futuro”. Y no, no es una referencia a los alcaldes españoles aunque lo parezca…
Donde el documental pierde fuerza y me hace dudar de todos sus datos es cuando trata de la burbuja inmobiliaria española. Dice por ejemplo que se construían 800 mil pisos al año, que la deuda pública española era del 106% del PIB -cuando en 2008 no llegaba ni al 50%- y que por culpa de los ¡3 millones! de pisos vacíos del litoral español el Banco de España tuvo que vender reservas de oro, algo que es falso. Se traslada a Almería, al parque natural de Cabo de Gata -espacio protegido- con imágenes del polémico hotel Albarrobico, “a medio construir al pie de playa, el primero de 7 previstos, más campo de golf y un mínimo de 500 viviendas”. Habla un funcionario topógrafo que denuncia que las inversiones inmobiliarias en la costa española se hacían buscando un 20% de rentabilidad anual y que han acabado con miles de viviendas vacías, enriquecimiento de unas pocas personas y empobrecimiento de muchas, aparte de la destrucción paisajística. Achaca a los “fondos de pensiones de la banca europea” el “tsunami de cemento” (como si los nacionales no tuvieran culpa) y denuncia que el estado español obtiene pocos beneficios (¡!) del coste de desgaste que supone de recursos como el agua. Y sale el tema de los campos de golf en zonas cuasidesérticas. De las constructoras dice que se nutren de obra barata inmigrante porque en muchas ocasiones sus salarios se pagan con dinero negro y algunas están relacionadas con el mundo del fútbol (supongo lo dice por la ACS de Florentino Pérez). La burbuja inmobiliaria española, tantas veces comentada en este blog, se merece un estudio menos superficial, con datos verídicos y desde luego tiene poco que ver con ideologías y mucho con algunos pecados capitales.
Acaba denunciando que con el dinero público se está salvando al sistema financiero, en eso coincide con los ideólogos liberales. Conclusión: la confusión existe también fuera de España.
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Los acuerdos alcanzados en el seno de la UE para el segundo rescate a Grecia valorado en 109000 millones de euros y aumentar las funciones del fondo de rescate pueden verse amenazadas por el pacto bilateral al que el martes pasado llegaron Grecia y Finlandia, por el cual el país heleno dará protección adicional ( equivalente al 20% de sus prestamos) que asegure la devolución de las cantidades aportadas por Finlandia.
Finlandia ha abierto la caja de Pandora, dado que otros países se han sumado a este requerimiento, de hecho, Países bajos, Austria y Eslovaquia manifestaron el pasado jueves que querían garantías adicionales sobre sus prestamos. Esta actitud puede poner en riesgo el segundo rescate, dado que Grecia tendría que destinar parte de los fondos del rescate a cubrir estas garantías.
Si todos los países que aportan al fondo de rescate incluyendo los países más expuestos como Francia y Alemania pidiesen estas garantías, el difícil plan trazado el pasado 21 de julio sería dinamitado pues como ha reconocido Amadeu Altafaj el pasado viernes, esta “abierto” el que cualquier país puede reclamar este tipo de garantías adicionales a través de acuerdos colaterales.
Eurobonos le costarían a Alemania miles de millones euros
El presidente de la patronal alemana expresa su "decepción" por Merkel
Los rebeldes libios toman el centro de Trípoli y capturan a tres hijos de Gadafi
RESCATE GRIEGO
Finlandia pone reparos
Tambores de recesión en la Bolsa
El temor a una nueva crisis económica acentúa las pérdidas del Ibex
Parece que lo del IVA sí que beneficia a la banca http://ow.ly/68dlc
Los rebeldes parecen estar cerca de ganar la guerra, en gran medida porque el ejercito de Gadafi, harto de comerse bombardeos, parece estar derrumbándose. Tripoli está completamente aislada; la oposición cerrando el cerco y preparándose para el asalto. Se dice que Gadafi está intentando a la desesperada enviar su familia fuera del país, mientras se prepara para como se diga Götterdämmerung en árabe.
Gadafi realmente merece todo lo que se le viene encima. Pero si el viejo cabrón cae, habremos visto la intervención militar con cambio de régimen más barata y eficaz en décadas. Occidente se ha gastado básicamente calderilla en esta guerra, y toda la sangre la han puesto los libios. No sé si Obama es un genio o tiene una potra descomunal, pero la cosa ha salido increíblemente bien.
Algo que no sucede a menudo, todo sea dicho, pero es una buena noticia.
Valoraciones a precio de derribo tras el caos bursátil
El economista austriaco Friedrich von Hayek, que murió en 1992 a la edad de 93 años, dijo una vez que quien desee tener la última palabra sólo tiene que sobrevivir a sus oponentes. Su gran fortuna fue sobrevivir a Keynes por casi 50 años, y por tanto reclamar una victoria póstuma sobre un rival que lo había embestido intelectualmente cuando estaba vivo
La apoteosis de Hayek ocurrió en la década de 1980, cuando la primera ministro británica Margaret Thatcher llegó a citar Camino de servidumbre (1944), su ataque clásico a la planificación central. Sin embargo, en economía nunca hay sentencias definitivas. Si bien la defensa de Hayek del sistema de mercado contra la ineficiencia de la planificación central fue ganando cada vez más partidarios, la opinión de Keynes de que los sistemas de mercado requieren una estabilización continua persistió en los ministerios de finanzas y bancos centrales.
Sin embargo, ambas tradiciones fueron eclipsados por la escuela de Chicago de "expectativas racionales", que ha prevalecido en la economía dominante en los últimos veinticinco años. Si los agentes económicos supuestamente poseen información perfecta sobre todas las contingencias posibles, nunca podrían suceder crisis del sistema, excepto como resultado de accidentes y sorpresas más allá del alcance de la teoría económica.
El colapso económico mundial de 2007-2008 desacreditó la economía de las "expectativas racionales" (a pesar de que sus sumos sacerdotes aún no lo reconocen) y trajo a Keynes y Hayek nuevamente a una contienda póstuma. Los problemas no han cambiado mucho desde que iniciaran su discusión en la Gran Depresión de la década de 1930. ¿Qué causa el colapso de las economías de mercado? ¿Cuál es la respuesta correcta a un colapso? ¿Cuál es la mejor manera de evitar colapsos futuros?
Para Hayek a comienzos de los años 30 y para sus seguidores en la actualidad, la "crisis" es resultado de un exceso de inversión en relación con la oferta de ahorro, que fue posible por una expansión excesiva del crédito. Los bancos prestan a tasas de interés más bajos que las que los ahorristas genuinos habrían exigido, haciendo que todo tipo de proyectos de inversión se vuelvan temporalmente rentables.
Sin embargo, debido a que estas inversiones no reflejan las preferencias reales de los agentes para el futuro sobre el consumo actual, no están disponibles los ahorros necesarios para su realización. Se puede ganar algo de tiempo con inyecciones monetarias de los bancos centrales. Sin embargo, los participantes del mercado terminan por caer en cuenta de que no hay ahorro suficiente para completar todos los proyectos de inversión. En ese momento, el auge se convierte en caída.
Cada auge artificial lleva las semillas de su propia destrucción. La recuperación se logra mediante la liquidación de las asignaciones inadecuadas, la reducción del consumo y el aumento del ahorro.
Keynes (y los keynesianos de hoy) considerarían que la crisis es resultado de lo contrario: la falta de inversión en relación con la oferta de ahorro -es decir, muy poco consumo o demanda agregada para mantener un nivel de pleno empleo de la inversión- que por fuerza ha de llevar a un colapso de las expectativas de ganancias.
Una vez más, la situación se puede mantener por un tiempo recurriendo a la financiación del crédito a los consumidores, pero estos terminan por sobreapalancarse y restringir sus compras. De hecho, las explicaciones keynesiana y hayekiana de los orígenes de la crisis en realidad no son muy diferentes, pues en ambas el sobreendeudamiento desempeña un papel central. Pero las conclusiones a las que apuntan son muy diferentes.
Mientras que para Hayek la recuperación requiere la liquidación de las inversiones excesivas y un aumento del ahorro de los consumidores, para Keynes consiste en reducir la propensión al ahorro y aumentar el consumo a fin de mantener las expectativas de utilidades de las empresas. Hayek exige más austeridad mientras que Keynes exige más gasto.
Aquí tenemos una idea de por qué Hayek perdió la gran batalla con Keynes en la década de 1930. No era solamente que la política de liquidar excesos era políticamente catastrófica: en Alemania, llevó a Hitler al poder. Como señalara Keynes, si todo el mundo -hogares, empresas y gobiernos- comenzaran a intentar aumentar su ahorro al mismo tiempo, no habría manera de evitar que la actividad de la economía se redujera hasta que la gente se volviera demasiado pobre para ahorrar.
Este fallo en el razonamiento de Hayek hizo que la mayoría de los economistas abandonaran el campo de Hayek para abrazar las políticas keynesianas de "estímulo". Como recordara el economista Lionel Robbins: "Frente a gran deflación de esos días, la idea de que lo esencial era eliminar las inversiones equivocadas y ... fomentar la disposición a ahorrar ... era tan poco adecuada como negar mantas y estimulantes a un borracho que hubiera caído en un estanque helado, bajo el razonamiento de que su problema original era el sobrecalentamiento."
Excepto para los fanáticos de Hayek, parece obvio que el estímulo global coordinado de 2009 detuvo la caída en otra Gran Depresión. No hay duda de que el coste para muchos gobiernos de rescatar a sus bancos y mantener sus economías a flote frente al colapso de la economía dañó o destruyó su capacidad crediticia. Pero se reconoce cada vez más que la austeridad del sector público en un momento de débil gasto del sector privado garantiza años de estancamiento, si no un mayor colapso.
Así que la política tendrá que cambiar. Poco se puede esperar en Europa: la verdadera pregunta es si el presidente Barack Obama posee lo necesario para ser un nuevo Franklin Roosevelt.
Para evitar nuevas crisis de la misma gravedad en el futuro, los keynesianos propondrían el fortalecimiento de las herramientas de gestión macroeconómica. Los hayekianos no tienen nada sensato que aportar. Es demasiado tarde para uno de sus remedios favoritos: la supresión de los bancos centrales, supuestamente por ser fuente de excesiva creación de crédito. Incluso una economía sin bancos centrales estará sujeta a errores de optimismo y pesimismo. Y una actitud de indiferencia a las consecuencias de estos errores es una mala política y un mal enfoque moral.
Por lo tanto, a pesar de su distinción como filósofo de la libertad, Hayek merecía perder su batalla con Keynes en la década de 1930. Y se merece perder la revancha de hoy también.
Robert Skidelsky