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Francisco Camps: «CAM es una caja ejemplar que genera prosperidad y bienestar». La Verdad
Estas declaraciones son de marzo de este año, sin duda esta caja generó mucha prosperidad y bienestar a Camps y sus amigos.
Y como de costumbre aquí no pasa nada, todos de rositas.
¿ESTA NO ES UNA COMUNIDAD GOBERNADA POR EL PARTIDO POPULAR? ¿Y EL PP ES EL QUE NOS TIENE QUE SACAR DE LA CRISIS?
CAM no pagar los intereses de la deuda subordinada,Banca. Expansin.com
Yo creo que van a ver que pasa, si no hay incendios de oficinas, clientes quemados a lo bonzo o colas para retirar fondos, suspenden los pagos de las preferentes, sino ya buscarán alguna argucia legal para meter el pago como sea.
Seguro que alguien estaba soñando con que le caia un trozo en el coche para pedir una indemnizacion.
A los que estén pensando en votar al PSOE...
Con permiso de nuestro genial jrmora voy a poner otra viñeta que me ha gustado mucho,
http://blogs.publico.es/manel/4048/control-de-informativos/
Y en Argentina ya se ríen de nosotros.....
Grecia se acerca al default más grande de la historia
http://tiempo.elargentino.com/notas/grecia-se-acerca-al-default-mas-grande-de-historia
Mientras se multiplican las marchas en las calles y se anuncian nuevas huelgas, crece el temor de los mandatarios europeos de que Grecia anuncie el default de la deuda más grande de la historia de un Estado soberano, casi cinco veces superior al de la Argentina en 2001.
La noticia del posible default se expandió rápidamente cuando dos diarios locales (Ethonos y Ta Nea) publicaron en su portada los pormenores de una reunión de Venizelos con 50 diputados del gobernante Movimiento Panhelénico Socialista, en los que barajó tres escenarios posibles. El “mejor” supondría la quita del 50% de la deuda y la permanencia de Grecia en la zona euro. El segundo implicaría una quita del 20% de la deuda y el tercero y “peor” sería una quiebra desordenada. Por supuesto, los dos primeros casos también incluyen la aprobación de un nuevo rescate financiero comprometido en julio de este año por los países europeos por 147 mil millones de dólares. Sin embargo, el futuro del país helénico se avizora cada vez más complicado. Y el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, admitió posibles cambios en el paquete de ayuda financiera “a la luz de los nuevos sucesos”.
Venizelos trató de llevar calma en un comunicado en el que Grecia se compromete a aplicar las medidas acordadas con sus socios europeos y afirma que los “rumores” sólo sirven para “distraer del objetivo central”, aunque no desmintió explícitamente los escenarios presentados por la prensa.
Mientras la dirigencia no logra ponerse de acuerdo respecto de los ajustes a realizar, en la calle el clima es cada vez más tenso. Los sindicatos de transportes se han unido a la protestas y han anunciado numerosos paros por sectores para los próximos días, además de las huelgas generales previstas para el 5 y 19 de octubre.
La frase se escucha cada vez con más frecuencia: «Con la peseta vivíamos mejor». Dichosos los tiempos en que nadie nos dictaba recortes desde un ignoto despacho de Bruselas. Qué placer cuando pagábamos las deudas con la máquina de imprimir billetes. Y, si nos metíamos en líos, siempre podíamos devaluar la moneda para hincharnos a exportar, a crecer, a crear empleo...
Tras cuatro años de recesión, la idea de recuperar la añorada rubia empieza a sonar tentadora. Esta semana, sin ir más lejos, saltó el rumor de que el gobierno griego prepara un referéndum para abandonar la eurozona. Sin embargo, ni un economista -al menos, de los sensatos- defiende este remedio mágico para los males españoles. ¿Tan catastrófico sería que nos saliéramos de la moneda única?
El banco suizo UBS acaba de hacer las cuentas de este escenario. Y sus conclusiones son pavorosas: las empresas quebrarían, la inflación se dispararía, los cajeros dejarían de funcionar, un millón de personas perderían su trabajo... El resultado sería un corralito a la española que, sólo en el primer año, nos costaría entre 9.500 y 11.500 euros por persona.
Con más o menos catastrofismo, la decena de expertos consultados por Crónica ofrecen un análisis parecido. ¿Qué pasaría si España se saliera de la moneda unica? Viajamos a ese escenario de pesadilla.
LA «NEOPESETA». En el mejor de los casos, la noticia llegaría sin previo aviso. La más mínima filtración desataría una tormenta financiera. Así, lo ideal sería anunciarlo un viernes por la tarde, con los mercados ya cerrados y un fin de semana por delante para digerir el inesperado decretazo:
«Como consecuencia de la crisis económica, el reino de España ha decidido sustituir el euro por una nueva divisa con efecto inmediato. A partir de ahora, todos sus compromisos financieros -pensiones, deudas, sueldos de funcionarios...- se saldarán en la nueva moneda: la neopeseta. La medida también afectará al resto de intercambios financieros: hipotecas, acciones, préstamos, salarios del sector privado...».
La tarea inmediata sería determinar el tipo de cambio oficial. Digamos, por ejemplo, que cada euro se convirtiera en una peseta. En el fondo, daría igual: serían los mercados quienes marcasen su valor efectivo. La neopeseta se hundiría en cuanto comenzase a circular, igual que un neomarco alemán se dispararía. ¿Cuánto? Según los distintos estudios, entre el 25 y el 70%, con el 50% como cifra de consenso. En cuestión de días, España viviría una devaluación sin precedentes.
CORRALITO. El primer desafío sería puramente logístico: cómo poner en circulación la nueva moneda. Habría que imprimir los billetes, acuñar las monedas, adaptar los cajeros, actualizar los sistemas informáticos... Una tarea que, en el caso del euro, requirió tres años de minucioso trabajo, pero que ahora tendríamos que completar en semanas o, mejor, en días. Cuanto más se dilatase esta fase, más crecería el riesgo de un colapso bancario, de tumultos callejeros... Por eso, la prioridad sería acuñar una tanda inicial de monedas y billetes que pusiera en marcha el sistema.
De todas formas, las prisas sólo aliviarían una crisis bancaria que se da por descontada. Si la llegada de la neopeseta se anuncia por anticipado, los ahorradores sacarían sus euros del banco antes de que se produjese el cambio de moneda. Y si la operación se hace por sorpresa, los inversores retirarían sus fondos para protegerse de posibles devaluaciones en el futuro.
Muchas sucursales no podrían soportar esta avalancha de peticiones. En la zona euro, el coeficiente de caja -el porcentaje del dinero de un banco que debe mantener en reservas líquidas- ronda el 2%. Es decir, no habría billetes para tantas retiradas de depósitos. Y, en cuanto los cajeros de un banco dejaran de funcionar por falta de fondos, el pánico estaría garantizado.
Para evitar una fuga de depósitos, habría que imponer límites a la retirada de efectivo de los bancos. Así, se establecería un máximo de neopesetas por persona y semana: lo imprescindible para la vida diaria. Además, se restringiría la salida de capitales a terceros países y, en casos extremos, se limitarían los viajes al extranjero. Es decir, una versión europea del corralito argentino [diciembre de 2001-diciembre de 2002]. La contrapartida sería que nadie se atrevería a meter un euro en el país por miedo a que se quedara atrapado.
DEUDAS. Un país tan entrampado con el exterior como España -debemos alrededor de 1,7 billones de euros- se toparía con un dilema inmediato. El Gobierno, las empresas y las familias seguirían teniendo sus créditos en euros, pero ingresarían todo su dinero en devaluadísimas neopesetas. Si la nueva moneda cayese un 50%, las deudas con el exterior se duplicarían en términos reales. A medio plazo, un impago resultaría inevitable.
La otra opción sería pesetizar las deudas al tipo de cambio oficial: es decir, un euro por cada rubia, quieran o no los acreedores. A partir de entonces, los préstamos se devolverían en la nueva moneda. En la práctica, este cambiazo supondría una quita equivalente a la devaluación de la neopeseta: el 50%.
Así, nos expondríamos a sufrir un aluvión de querellas de los acreedores -bancos extranjeros, fondos de inversión...- que se sentirían estafados por este impago. La incertidumbre legal dañaría a las empresas, que tardarían años en saber cuánto deben al exterior.
FINANCIACIÓN. Una cosa está clara: no devolver los préstamos está muy mal visto. El impago de la deuda sería un golpe letal a la credibilidad de un país en plena catarsis. De inmediato, nos quedaríamos aislados de los mercados internacionales de crédito.
Nadie querría prestar dinero a una nación que incumple sus promesas y que, además, bloquea la salida de capitales con un corralito bancario. En el mejor de los casos, los inversores exigirían unos intereses tan prohibitivos que no merecería la pena aceptar su dinero. Las actuales primas de riesgo nos parecerían una ganga.
En estas circunstancias, las empresas no podrían renovar sus créditos con el exterior. Los bonos del Estado se quedarían sin compradores foráneos. Los bancos no tendrían dinero que prestar a los particulares. Se desencadenaría un tsunami de quiebras que ahogaría miles de empresas, bancos y cajas de ahorro. Así, el Gobierno se enfrentaría a un dilema poco envidiable: cómo rescatar a los bancos sin disparar el déficit público.
RECESIÓN. La salida del euro provocaría un periodo de absoluta incertidumbre. Nadie sabría cuánto vale su dinero, cuál será la inflación, cómo evolucionarán los tipos de interés... Y el dinero, miedoso él, se escondería a la espera de noticias.
El efecto directo sería una caída inmediata del consumo interno, del comercio con el exterior, de la inversión en nuevos negocios... De golpe, nos sumiríamos en la recesión más profunda que se recuerda. Según un estudio del banco ING, la caída del Producto Interior Bruto (PIB) alcanzaría el 13%.
Al cabo de unas semanas, el desplome se notaría en las colas del Inem. En un año, el desempleo superaría el 25%. Es decir, rozaríamos los seis millones de parados.
INFLACIÓN. La neopeseta acabaría con una de las bendiciones del euro: la moderación del índice de precios (IPC). Si nuestra moneda se devaluara a la mitad, los precios de las importaciones se duplicarían de golpe. Un ejemplo: tendríamos que pagar el petróleo -1,5 millones de barriles al día- con la debilísima peseta, lo que dispararía el precio de la gasolina. No sería descartable, incluso, que tuviera que racionarse el consumo de combustible durante varias semanas.
Además, ya no estaríamos sometidos a la estricta disciplina de los halcones del Banco Central Europeo (BCE), obsesionados con el control de los precios. Nadie impediría que el Gobierno sucumbiera a tentaciones inflacionistas como darle a la máquina de imprimir billetes para sufragar sus gastos. El inconveniente de este atajo es inevitable: un aumento del IPC. A medio plazo, volveríamos a tasas de inflación de dos dígitos: alrededor del 10%, según ING.
VIVIENDA. A priori, quienes tuvieran una hipoteca con un banco español se quedarían igual: cobrarían en neopesetas, pagarían en neopesetas. Sin embargo, sus gastos se dispararían en cuanto les tocara revisar la letra mensual: ya no dependería del euribor, sino del mibor -el índice de referencia de los tiempos de la peseta- que treparía a toda velocidad.
La era del dinero barato se acabaría, con tipos de interés cercanos al 15%. Los inversores exigirían más rentabilidad para protegerse de posibles devaluaciones. Y eso sin contar con el repunte de la morosidad, que rebasaría el 10%, lo que causaría nuevas quiebras bancarias y nuevos rescates a cargo del contribuyente.
Además, las viviendas seguirían perdiendo valor. En plena recesión, pocos se atreverían a invertir en una casa. Los bancos recortarían todavía más las hipotecas. Y, en todo caso, el aumento de la inflación se comería cualquier repunte de los precios de la vivienda.
AHORROS. De un zarpazo, los sufridos ahorradores perderían el 50% de su botín. Con el cambio de moneda, sus rollizos euros se convertirían en escuálidas pesetas, sometidas al bamboleo de los mercados. Además, su dinero perdería valor mes a mes, por culpa de la inflación. En definitiva, la salida del euro dañaría más a las cigarras que a las hormigas.
Sólo se librarían del desfalco quienes hubieran retirado sus ahorros del banco antes del pesetazo. Ellos podrían cambiar sus euros en metálico por pesetas tras la devaluación y así mantendrían su valor. O buscarían valores-refugio como el dólar, los bonos alemanes o el franco suizo. También apostarían por bienes tangibles como viviendas, terrenos, obras de arte, metales preciosos...
CONSUMO. En cuestión de meses, diríamos adiós a los Audis, los BMWs y los Mercedes. Nos olvidaríamos de la ropa de marca y los bolsos de lujo. Y ni siquiera nos plantearíamos ir de shopping a Londres, París o Nueva York. Todos los bienes de importación costarían el doble, por culpa de la devaluada neopeseta. De nuevo, volveríamos a quejarnos de lo carísimo que está todo en el extranjero.
Sería algo parecido a la crisis española de 1993. Con una importante diferencia: el resto del planeta también viviría una profundísima recesión. La salida de España del euro sería el equivalente a la quiebra de cuatro o cinco Lehman Brothers: un cataclismo financiero a escala mundial. Nadie nos sacaría de la crisis desde fuera.
ADIÓS A LA UE. Todos estos cálculos no contemplan un pequeño inconveniente: en teoría, abandonar el euro es ilegal. Los tratados no incluyen ninguna cláusula para salir -o que te echen- de la moneda única. Al convertirla en un proceso irreversible, los estados miembros pretendían que su proyecto ganase credibilidad en los mercados. Nadie pensó entonces en la posibilidad de tensiones como las provocadas por la Gran Recesión.
Así, la única alternativa sería abandonar por completo la Unión Europea. Eso sí que está contemplado en el artículo 50 del Tratado de Lisboa, que cede la iniciativa a todos los Estados miembros. Pero salir de la UE también supondría la renuncia al mercado único, la supresión de los acuerdos comerciales con otros países... Habría que renegociarlo todo de cero.
El proceso no sería sencillo. Al resto de países europeos les irritaría comerciar con un país con la moneda devaluada, que inundaría sus mercados de productos artificialmente baratos. No sería descartable que aprobaran tasas contra la nación traidora para compensar su pérdida de competitividad.
CONFLICTOS. Para que un país saliera del euro, su situación tendría que ser tan terrible que estaría dispuesto a asumir estos riesgos. Y la transición a la nueva moneda inflamaría la situación: más paro, más quiebras, más inflación... Así, todo indica que se dispararía la delincuencia y la conflictividad social. Sería el ambiente ideal para que un líder autoritario se hiciera con el control del Gobierno.
VENTAJAS. Si todo lo anterior es cierto, ¿por qué se sigue hablando sobre una posible vuelta de la peseta? Hasta hace un año, la ruptura de la moneda única se consideraba un escenario imposible; hoy, sólo parece extremadamente remoto. Y, de nuevo, la explicación de este cambio se encuentra en Grecia, la zona cero de la crisis.
Imaginemos que los helenos se cansan de sacrificios y recuperan el dracma. De golpe, la idea del euro dejaría de parecer irreversible. Esto alentaría la especulación contra otros países débiles: Portugal, Irlanda, Italia... y España. Para tranquilizar a los mercados, estas naciones tendrían que recortar gastos y aumentar sus impuestos. Tanta austeridad lastraría el crecimiento, aumentaría el paro, se dispararía la conflictividad social... Y vuelta a empezar.
En este ambiente, podría aparecer un líder populista que defendiera las ventajas de abandonar el euro. Con la neopeseta, argumentaría, España recuperaría su independencia monetaria. Ya no tendríamos que obedecer las consignas de austeridad de Bruselas. Y, sobre todo, podríamos recuperar la competitividad perdida por la vía menos dolorosa: la devaluación.
Hasta la entrada en el euro, este era el atajo predilecto para resolver las crisis made in Spain. Cuando la moneda se deprecia, todo el país reduce sus costes de golpe: salarios, pensiones, precios... Así, los productos españoles volverían a ser competitivos en el extranjero, lo que dispararía la producción y, a medio plazo, haría que la economía creciera de nuevo. Eso sí, este parche eliminaría cualquier incentivo para mejorar la productividad, la asignatura pendiente de la economía española.
GANADORES. A corto plazo, resulta difícil encontrar una sola persona que se beneficiaría de la salida de España del euro. En la incertidumbre inicial, todos sufriríamos un batacazo. Si acaso, se alegrarían los traficantes de divisas extranjeras, que se forrarían mientras durase el corralito.
Sólo a medio plazo, un sector de la economía empezaría a disfrutar de los beneficios de la devaluada neopeseta. Así, las empresas exportadoras verían cómo aumentan los pedidos desde el extranjero. Mientras, los turistas llenarían nuestros hoteles, atraídos por los bajísimos precios de la neopeseta. Eso sí, nuestra competencia ya no sería Francia, sino Túnez, Croacia o, por supuesto, Grecia.
Tras años de pesadilla, quizá España volvería a crecer. Sin embargo, comenzaríamos la remontada desde un punto bajísimo. Tanto que sería casi imposible recuperar el terreno perdido en una generación.
Así seguiríamos hasta la siguiente crisis. Entonces nos daríamos cuenta de que tener una moneda propia tampoco te blinda de los ciclos económicos: sólo cambia el tipo de problemas a los que te enfrentas. Y, acodados en la barra del bar, nos lamentaríamos de nuevo: «Con el euro vivíamos mejor...».
Reportaje elaborado con el análisis de Álvaro Anchuelo (Universidad Rey Juan Carlos), Santiago Carbó (Universidad de Granada), Mark Cliffe (ING), Stephane Deo (UBS), José Carlos Díez (Intermoney), Paul Donovan (UBS), Juan Antonio Maroto (Universidad Complutense), Santiago Niño Becerra (Universidad Ramón Llull), Alfonso Novales (Universidad Complutense) y Rafael Pampillón (IE Business School)
El Mundo vía e-pesimo Auxiliar 1: EL TERRIBLE PANORAMA SI ESPAÑA TUVIERA QUE ABANDONAR EL EURO
# 7 Bien, entonces cuál es mejor solución? Que las clases menos pudientes sucumban definitivamente al neo-esclavismo del capital, mientras los autores y/o encubridores y/o aliados de la crisis campan a sus anchas y no hay ningún responsable ni político ni económico en la cárcel??? Yo no soy ningún experto, pero lo que sí tengo claro es que el sistema ya hecha agua por todas partes y los parches ya no pueden contener las fugas. La población mundial sigue en aumento, y los recursos naturales son finitos... Hoy las guerras son por el control de las explotaciones petrolíferas (próximo episodio Chipre?), y en pocos años la lucha será por el agua potable o el agua para riego...
Como solución se necesita un cambio drástico de sistema, en el que los Estados recuperen soberanía, independencia y, sobre todo, poder de decisión y regulación del sistema financiero, de energías y de alimentos para salir de la dictocracia de los mercados. Para ello se debe empezar por cambiar las Constituciones para que las reglas del juego sean más justas empezando por la Ley electoral y representación de agentes de la población civil en el Congreso, Referendums,...
Todo el mundo sabe que si realmente se controlase la fiscalidad y las fugas de capital de las grandes empresas (SICAP paraísos fiscales,...) y la economía sumergida en B, pues igual se hacía algo...
Pero mucho me temo que cada vez más los políticos son más marionetas en manos de la Dictocracia y los votantes más impresionables y dóciles, y así nos brilla el pelo.
La única salida es dejar de vivir por encima de nuestras posibilidades, como personas, como familias, empresas, municipios, bancos o estados.
Pero el sistema está tan intrincado que ya sólo le queda morir para renovarse, y eso pasará tarde o temprano, y puede llevarnos a una transición más o menos tranquila, o como le "gusta" al ser humano históricamente algo menos suave...
Llamádme catastrofista, pero cuando ya no haya que comer, para qué servirán loa lingotes de oro más que para que no te vuele el tejado??
Mi consejo es intentar por todos los medios conseguir un estilo de vida más autosuficiente en pequeñas comunidades y dejar de depender tanto del sistema industro-mercantil, que algún día saldrá en los libros de historia de gente más ecológica y responsable, espero...
Este ciclo se termina... la catarsis está cerca.
La destrucción del complejo WTC además de una costosa guerra contra un enemigo abstracto, indefinido, e inidentificable: "el terrorismo", la muerte de millones de personas, el expolio del contribuyente americano, y una abusiva legislación en la que decidieron recortar parte de nuestras libertades con el "safety first", también significó una brutal y sostenida bajada del tipo de interés, sin precedentes desde la 2a guerra mundial.
Tipos de interés bajos que se tradujeron en un ciclo expansivo, los que dirigen el cotarro comenzaron una orgía de crédito fácil (vamos lo que viene significando tirar un jugoso cebo para el incauto), su consecuencia natural fue una super-inflación disfrazada en gran medida (El precio de la vivienda no aparece en la cesta de la compra), hasta que un día decidieron recoger la red dándole al botón (del tipo de interés) sobre el que ¡Oh, casualidad, también tienen el poder! y pillaron a la mayoría de la desinformada población. El resto lo estás viviendo.
Lo de los reptilianos, las lagarteranas, los marcianos, apariciones marianas, el código davinci, y los gorros de papel de alumínio son el dedo con los que los mass media te hacen desviar la atención y parecer una persona cabal y un buen ciudadano feliz con la versión oficial.
Vamos que un 757 pilotado por una persona incapaz de mover un cesna (que iba dejando un reguero de coranes por allá por donde iba) hace una maniobra imposible para un caza y lo empotra en el pentágono, concrétamente en la oficina de análisis de presupuestos donde se investigaba la desaparición de 2.3 trillones (americanos) de dólares que el secretario de defensa Donald Rumsfeld declaró perdidos el día antes (10 de Septiembre.)
Primero, lo obvio: estamos otra vez en la misma situación que en 2008, solo que esta vez en vez de bancos las quiebras inminentes en cadena son de países. Vamos a tener un otoño e invierno lleno de sobresaltos.
Segundo, las "buenas" noticias: al igual que en 2008, no se va a hundir el mundo, ni va a quebrar el sistema financiero global. En 2008, cuando el sistema financiero estaba al borde del abismo, los gobernantes y bancos centrales estuvieron a la altura de lo que se esperaba de ellos y no dudaron en dar un paso adelante . Esta vez será igual, y saldremos de esta, como salimos entonces.
(No hace falta decir que la "acción decisiva" que se tomó entonces no fue sino un patadón hacia adelante para ganar tiempo a costa de hacer el problema mayor. Por eso estamos aquí otra vez. Pero eso son minucias.)
El deber del buen observador es intentar ver a través de los pánicos y euforias con que políticos y medios desinformativos intentan obnubilar a la población.
hay una batalla en curso entre "austeros" y "pródigos". Los austeros (generalmente de países norteños) aceptan que hay una crisis de deuda (que afecta a los bancos acreedores, generalmente de países norteños), y para salvar el sistema (y a sus bancos) están despuestos a medidas excepcionales (robar a sus ciudadanos a través de eurobonos y monetización del déficit público, o sea, darle a la impresora de papelitos). Pero insisten en que eso no permita financiar gasto sin control a los pródigos (los GIPSI, de momento). Para ello están dispuestos a llevar a Europa al borde del abismo, para que los pródigos acepten renunciar a la soberanía fiscal y apretones de cinturón escalofriantes. Los pródigos por su parte intentan apresurar la crisis para que se dé caña a la impresora antes de que esos mecanismos de control de gasto estén instituidos, a ver si cuela, consiguen evadir los compromisos, y engañan a los austeros unos años más, siguiendo gastando alegremente para "promover el crecimiento" (de sus carteras y las de sus amigos), ganar elecciones y repartir poltronas.
Veamos donde estamos: Grecia
Grecia tiene una deuda que no puede pagar, y un déficit público que hace que sus ingresos no cubran sus gastos. Ha sido "rescatada", o sea, la UE y el FMI le dan dinero para pagar las nóminas (y los intereses de la deuda), a condición de que reduzca su déficit público a un ritmo marcado. Grecia no logra las reducciones previstas porque las previsiones tanto de recorte de gastos como de aumento de ingresos eran muy optimistas y no tenían en cuenta a) el efecto del recorte de gasto público sobre los ingresos en una economía a la que se ha dejado sin otras alternativas; a) el efecto de la falta de confianza y por tanto falta de financiación y fuga de capitales; c) la dificultad de recortar gastos en una economía que se ha acostumbrado a vivir a crédito y donde una gran proporción de gente vive del sector público y se deben muchos favores políticos; d) la falta de voluntad política de recortar y privatizar, ya que el gobierno pensó que bastaría, como de costumbre, con promesas de recortes y un poco de contabilidad creativa. Al fallar Grecia en sus compromisos, la UE tiene dos opciones: más planes de salvamento (lo cual refuerza el riesgo moral que tanto temen los austeros: manda el mensaje de que no hace falta esforzarse para cumplir compromisos; sigamos haciendo trampas y escondiendo deuda, que al final los tontos de la UE siempre pagan); o dejarla sin dinero, como escarmiento para que aprendan los otros "pródigos".
Dejar de dar dinero a Grecia fuerza una suspensión de pagos. Eso implica un corralito inmediato para evitar una fuga brusca de capitales, aunque no conlleva necesariamente un abandono del euro (depende de si el gobierno griego, tras dejar de pagar sus deudas, y ajustar brusca y dolorosisimamente sus gastos a la fuerza, puede recaudar lo suficiente para pagar a los antidisturbios y los militares y mantener el orden social). En cualquier caso, al hacer un simpa unilateral a los bancos de sus socios, imagino que perdería la mayoría de sus derechos en la UE. Dado que el objeto de dejar caer a Grecia sería "pour encourager les autres", podemos estar seguros de que la UE haría sufrir a Grecia de manera muy visible.
El gobierno griego finalmente le está viendo las orejas al lobo, y está metiendo el hacha con vigor para intentar evitar el desastre inmediato ("¡será en octubre!"). Han comprendido que la UE realmente está dispuesta a dejarles caer (el apoyo público de Merkel y Sarkozy a Papandreou, como el apoyo incondicional a un entrenador de futbol, fue el beso de la muerte). Pero la batalla real se libra en España e Italia. ¿Hasta que punto se les puede obligar a recorrer el via crucis de Grecia? Son demasiado grandes para dejarlas caer sin tumbar al euro; y ellas lo saben. Lo cual no quiere decir que sus gobiernos no estén acongojados viendo a Grecia, viendo sus propios problemas para financiar sus déficits, e intentando diferenciarse lo más posible con sus propios recortes (saltando antes de que les empujen). Pero el tema no es de recortes, sino de control sobre el gasto futuro.
¿Hasta donde se puede empujar a los gobiernos español e italiano? Yo creo que había toda la intención de forzar a España a aceptar la cesión de soberanía a través de un acuerdo de rescate, como Por/Ir/Gre, pero el "sorpasso" italiano ha complicado las cosas. ¿Como nos obligarán a aceptar los recortes espectaculares de funcionarios, pensiones etc que se ven en Grecia? ¿Aguantarán nuestros gobiernos tanto sin revolverse? ¿Lograran arrancar concesiones que conviertan los ajustes en papel mojado y permitan chupar de la teta de los eurobonos a cambio de ajustes cosméticos y buenas palabras?
En cualquier caso, mantengan la perspectiva para saber que esto no es el fin del mundo, ni del euro, sino un espectáculo que acabará, sí o sí, con más integración fiscal, cierto grado de cesión de soberanía fiscal, impresión masiva de euros, y calma durante unos años, hasta que se vean las consecuencias. Otro patadón hacia delante.