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Actualizado el 27 de septiembre de 2024

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La semana en los mercados

La semana en los mercados 1Esta semana se vieron en las primeras horas de negociación del lunes unos máximos bursátiles en Europa y en el euro que no se habían visto desde hacía casi 3 meses y en ese punto se dio la vuelta el movimiento y a pesar de la fortaleza que está demostrando el mercado norteamericano parece que de momento el espectacular rebote de octubre se ha frenado. Tras dos semanas de subidas debidas a la fe en medidas de las que se hablaba y rumoreaba, los mercados decidieron esperar a ver si se concretan… ¿quizás en la cumbre europea de este domingo? Quien sabe.

Mientras, se discute en ámbitos políticos y económicos la nueva recapitalización bancaria pero curiosamente no por su coste en dinero público sino por su huella. Y es que la creencia de que la deuda pública es un activo de riesgo cambia completamente las reglas del juego. Siempre se ha considerado la emisión de bonos soberanos algo 100% seguro -como afirma por ejemplo el presidente del B. Popular– ya que un estado siempre puede imprimir dinero para abonarla, que es lo mismo que hace algunos meses afirmó Greenspan al defender la triple A de los EUA. Es decir, se puede perder dinero por la evolución de los precios pero dejando la posición a vencimiento el capital estaría asegurado. De nuevo la actual crisis y la deficiente estructura de la €zona, cambia esto ya que las emisiones de deuda son responsabilidad de cada país pero la cantidad de moneda no y desde luego no tiene sentido considerar que las emisiones soberanas no tienen riesgo viendo el ejemplo no sólo de Grecia sino también de los amplios diferenciales entre los diferentes países de la zona euro. Si los inversores consideran que es mucho más segura la deuda alemana que otras, es evidente que implícitamente asumen que esas otras tienen algún riesgo.

Por eso tras 2 años seguidos de ridículas pruebas de stress a la banca parecen decididos a incluir un porcentaje de pérdida teórica en las carteras de deuda de la banca que incluiría unos escenarios –aún no oficiales, son todo especulaciones- donde en el peor de los casos el que tenga deuda griega deberá provisionar como si se hubiera depreciado un 60%, un 40% por la irlandesa y portuguesa y un 20% para el que posea deuda italiana y española en sus libros (otras fuentes rebajan el porcentaje nuestro a “sólo” un 5%). De ejecutarse este proceso se reducirán los beneficios y aumentarán las necesidades de liquidez de muchísimos bancos del continente. Esto, siendo una medida justa y de prudencia contable, tendrá unas consecuencias negativas para la economía real y en concreto a las entidades financieras de España se les combinará con una gran cartera inmobiliaria que tiene inmovilizados gran parte de los recursos de bancos y cajas de ahorros lo que aún ahogará más el crédito y empeorará las condiciones de la clientela. Eso sí, permitirá que -si como parece llega un día en el que uno o varios países de la €zona hacen una quita de su deuda obligando a sus poseedores a aceptar una devolución menor del dinero prestado- el sistema financiero esté preparado para una materialización de la crisis de la deuda soberana.

Pero además implica un factor psicológico importante: al fin las autoridades europeas admiten que la deuda soberana emitida por algunos países europeos es un activo de riesgo. Ya no son las agencias de rátings ni los malísimos especuladores, es oficial: la garantía de un estado no es suficiente. Y la consecuencia de este “descubrimiento” es imprevisible ya que todo el sistema económico se basa en la confianza y el mantenerla a toda costa fue la excusa que nos ha llevado a este embrollo. Si los estados han aumentado tanto su deuda pública en esta crisis fue en gran parte por salvar a la banca tras el miedo que provocó la caída de Lehman Brothers. El mantra que aún pervive es que no se puede dejar caer ningún banco porque si se extiende el miedo sacaremos todos nuestros ahorros y eso provocaría una quiebra global ya que el sistema financiero no dispone de tanto efectivo y debería desinvertir a toda prisa en todo, llevándonos con ello a una caída del sistema. Pero claro, si es el estado el que garantiza nuestros ahorros bancarios y el propio estado no puede garantizar que su deuda sea fiable, ¿Dónde queda la seguridad y la confianza?

Mi opinión es que esa teórica devaluación acabará aplicándose sólo a los 3 rescatados porque incluir en ella a Italia y España, aunque sea en un porcentaje simbólico, podría aumentar la desconfianza hacia la tercera y cuarta economías de la €zona, algo muy peligroso para todos y que obligaría a mayores avales por parte de la UE. Al fin y al cabo, una vez que los bancos tengan preparados sus balances, no tardará en llegar el default griego (ya no tendría sentido seguir gastando dinero público en un saco sin fondo) y es importante que se intente frenar el contagio lo más posible, salpicando si acaso a Portugal, que parece el siguiente en la lista pero deteniéndolo en Irlanda.

Todo esto no ocurriría si todos los activos bancarios estuvieran actualizados con el precio real de mercado y no hubiera lugares dentro del balance –la “cartera de inversión”- donde esconder las posiciones pilladas, y así sería fácil conocer la salud financiera de las entidades pero claro, eso reduciría enormemente las compras de deuda pública por parte del sector financiero algo que es uno de los mayores temores de los gobiernos de todo el mundo. Y por cierto, puestos a malpensar, ¿No se estará preparando a los bancos europeos para la posible creación de un “euro débil” devaluado que usarían los implicados en la depreciación de su deuda soberana y con el que abonarían su deuda externa generando pérdidas –que ya estarían “controladas”- a los acreedores, será ese el “plan secreto” de SarkoMerkel?

Datos y opiniones en la red.

 


Droblo

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  • El retraso de 24 horas en el lanzamiento de los dos primeros satélites de los treinta previstos para que el sistema europeo de geolocalización Galileo funcione en 2020 podría considerarse anecdótico, si no fuera porque viene a incidir en un proyecto cuestionado y cuestionable desde su concepción. La pretensión es nada menos que desbancar o sustituir al GPS estadounidense, con el principal argumento de evitar dependencia y contraponer su carácter civil al militar de aquél.

    No ha trascendido de quién fue la idea de bautizar el proyecto con uno de los renacentistas más perseguidos por la Inquisición -por cierto aún no rehabilitado por la Santa Sede-, pero no parece que el actual Galileo esté teniendo mejor aceptación en el ámbito de las empresas privadas que, en teoría, debían ser partícipes activos de su gestación. La realidad es que se han descolgado del proyecto, desde entonces sujeto exclusivamente a la provisión de fondos desde el presupuesto comunitario.

    Todo lo inicialmente previsto ha resultado lo errado que caracteriza este tipo de ocurrencias en el seno de la Unión Europea (UE). Costes y plazos, por ejemplo, se han duplicado: de los poco más de 3.000 millones de euros previstos se ha pasado a rondar los 6.000 millones; y de una entrada en explotación comercial en 2010, últimamente se habla de un probable 2020. Tampoco se han cumplido las previsiones industrio-mercantiles: la paneuropea EADS, las francesas Thales y Alcatel-Lucent, la británica Inmarsat e incluso las pseudopúblicas españolas Hispasat y Aena, partícipes más o menos comprometidos sobre el papel fueron desistiendo sin que ello sembrara suficientes dudas en los mandatarios como para desistir.

    Los patrocinadores de Galileo aseguran que proveerá mejores prestaciones que GPS, pero ¿qué garantiza que el sistema estadonidense no mejore las suyas de aquí a 2020? Y, aunque el sistema europeo realmente superara al otro, ¿no actuarán como barrera de entrada los millones de dispositivos basados en GPS? Desde sistemas de navegación de aviones, barcos, trenes y automóviles, hasta una larga lista de aplicaciones incorporadas a ordenadores y teléfonos móviles, funcionan utilizando los 24 satélites que controla Estados Unidos, sin que prácticamente ninguno tenga previsto captar y procesar las señales de la futura euroconstelación.

    Claro que la iniciativa comunitaria tampoco es original. Rusia, con su sistema Glonass, y China, con su Compass, pretenden hacer lo mismo. ¿Hay mercado para tanto? ¿Serán mejores las réplicas que el original? Y, lo que plantea más objeciones, ¿deben las arcas comunitarias sufragar un proyecto que la iniciativa privada ha descartado siquiera coparticipar?

    El mantra de la suficiencia europea ya ha sido causante de más de un desaguisado e, incluso cuando el éxito ha sido aparente, aplicar rigor a las cuentas degrada notablemente la valoración. A menudo, ese pretendido éxito ha comportado, además de ingentes aportaciones presupuestarias, buenas y decisivas dosis de cautividad.

    Tampoco parece que los tiempos de penuria presupuestaria mermen la inclinación un tanto faraónica de la UE. En vísperas de una cumbre comunitaria clave para su propia supervivencia, ha decidido impulsar una pléyade de corredores ferroviarios transeuropeos que requeriría una inversión estimada superior a los 300.000 millones de euros los próximos cinco años.

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  • La temporada de presentación de cuentas de la gran banca estadounidense ha concluido con un notable incremento de beneficios, salvo para Goldman Sachs, que ha entrado de nuevo en número rojos. Pese a las cifras millonarias, la reacción en bolsa ha sido a la baja y los analistas aseguran que son unos números decepcionantes ¿Por qué?

    Lo primero que hay que situar es el significado de los miles de millones que la banca estadounidense ha presentado como beneficios. Estos oscilan entre los 1.800 millones de dólares y los 6.000 millones (unos 1.400 a 4.500 millones de euros). Se trata de beneficios similares a los que presentaban en los años previos al estallido de la crisis y en línea con las mayores empresas del mundo. De hecho, la minorista Wal Mart, considerada la mayor compañía del mundo por facturación según la revista Forbes, obtuvo en su último trimestre publicado unas ganancias de unos 7.300 millones de dólares (unos 5.230 millones de euros). No son, por tanto, cuentas menores.

    Pese a la magnitud de los números y a que suponen una mejoría respecto al pasado, a la hora de comprar una acción mandan las previsiones, y este año han brillado por su ausencia. Las firmas tenía la excusa perfecta: la falta de una regulación financiera estable. La ampliación de la normativa antiespeculación que entró en vigor en 2008 con la introducción de la norma Volcker hace que, a día de hoy, las entidades desconozcan los niveles mínimos de provisiones y las limitaciones que van a tener que enfrentar en los próximos trimestres. Ello unido a la posibilidad de que se imponga la valoración de parte del balance a precios de mercado (market to market) de unos activos que actualmente están muy degradados plantea incertidumbres difíciles de resolver. No ser previsible es la peor tarjeta de presentación para el mercado, lo que explica la reacción en Wall Street.

    Pero dejando de lado el cumplimiento de las expectativas, lo que han demostrado estos balances es que la situación de la banca en Estados Unidos no es tan crítica como algunos habían vaticinado, aunque permanecen problemas de fondo. Los analistas consideran que las provisiones del año anterior se han empleado para una recapitalización, una tarea aún pendiente en Europa, pero que la trampa inmobiliaria continuará haciendo de las suyas. La posible morosidad inmobiliaria sigue siendo un escollo para las entidades centradas en el sector minorista, tipo Wells Fargo, Bank of New York Mellon o Citigroup. Pero no se trata de un riesgo que pueda suponer una quiebra, a priori. Otro frente abierto es el de las querellas por la venta de productos derivados que desembocó en la crisis subprime, que ya ha pasado facturas millonarias a las entidades.

    No obstante, ni la morosidad inmobiliaria ni las querellas suponen un problema de grandes dimensiones. Las provisiones permitirán cubrir los impagos y los beneficios las elevadas multas y costos legales relacionados con los derivados. El quid de la cuestión es una arquitectura financiera que se ha mostrado defectuosa y que se debe apuntalar, pero nadie sabe cómo, todavía. Mientras tanto, y pese a las cuentas millonarias, la incertidumbre permanece.

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  •  
    Los bancos de la UE necesitarán hasta 100.000 millones de euros http://bit.ly/nJ7puX
     

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  • Diferenciales de deuda respecto a Alemania los últimos 20 años http://dlvr.it/rWM7G

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  • Después del desastre económico de 2008-2009, es comprensible que la gente esté preocupada por la devastación que podría producirse en caso de que haya una segunda crisis financiera. Pero la probabilidad de que eso ocurra es bastante pequeña, y si lo hiciera, esta vez los efectos serían mucho menos catastróficos, ya que ahora no hay enormes burbujas especulativas o crediticias que puedan estallar.
    Eso no impide que tanto algunos expertos como los medios de prensa estén exagerando esos temores y distrayendo así la atención de otros esfuerzos mayores en pos de evitar un estancamiento prolongado en gran parte del mundo desarrollado; estancamiento que obstaculizará inevitablemente la recuperación económica en el resto del mundo, especialmente en los países en vías de desarrollo.
    El “cuco” favorito del momento es la deuda pública. Se está armando un enorme alboroto sobre los altos niveles de deuda soberana en ambos lados del Atlántico y en Japón, pero como señala el comentarista en temas económicos Martin Wolf, “El problema fiscal está en el largo plazo, no en lo inmediato”. Además, si bien Japón tiene la relación deuda/PIB más alta de todos los países ricos, no es un problema grave, porque la deuda está en poder de inversores locales. Y en cuanto a Europa, ya es ampliamente aceptado que sus problemas crediticios se deben a aspectos de la integración europea que no se pensaron suficientemente bien.
    Hasta ahora, la comunidad internacional no ha conseguido encontrar arreglos eficaces y equitativos para la reestructuración de las deudas soberanas, a pesar de las consecuencias claramente problemáticas e inhabilitantes de las crisis de deuda pública del pasado. Esto impide aplicar medidas de alivio oportunas para los problemas de endeudamiento y pone trabas a la recuperación.
    Los altos niveles de deuda pública también se emplean en muchos países desarrollados como argumento para justificar una mayor austeridad fiscal. Pero en vez de ayudar, este ímpetu en recortar presupuestos está revirtiendo los esfuerzos de recuperación anteriores. En un momento en que la demanda del sector privado todavía es débil, la austeridad no sirve para acelerar la recuperación, sino que la frena, y de hecho ya produjo una reducción del crecimiento y del empleo. Y aunque los mercados financieros insistan en reducir el déficit, la reciente desvalorización de acciones y bonos (que es reflejo de una falta de confianza) sugiere que los mercados también son conscientes de lo perjudicial que es llevar a cabo una consolidación fiscal en épocas de insuficiencia de la demanda privada.
    Quienes se oponen a las políticas de estímulo fiscal aducen, cínicamente, que cualquier iniciativa similar está destinada al fracaso, y para demostrarlo presentan como prueba... ¡los recortes impositivos aplicados por el ex presidente de los Estados Unidos, George W. Bush! Otros señalan que los intentos de la Reserva Federal de los Estados Unidos de lograr un “alivio cuantitativo” no han tenido demasiado resultado. Se dice ahora que los “estabilizadores automáticos” de Europa (que sin duda mitigan el huella de la crisis) alcanzarán para garantizar la recuperación, a pesar de que existen pruebas concluyentes en sentido contrario.
    Un crecimiento más lento implica caída de los ingresos y una aceleración de la espiral descendente. El déficit actual de la mayoría de los países desarrollados refleja la reciente merma de la recaudación impositiva que siguió a la disminución del crecimiento, así como el alto costo de los paquetes de rescate destinados al sector financiero. Y sin embargo, no son pocos los políticos que insisten en que hay que tomar medidas inmediatas para corregir no solamente el déficit fiscal, sino también los desequilibrios comerciales y la vulnerabilidad de los estados contables de los bancos. Pero aunque es indudable que en algún momento habrá que encarar estos problemas, si se los pone como prioridad ahora lo único que se logrará es obstaculizar cualquier intento de lograr una recuperación más firme y sostenida.
    Aplicar políticas públicas equivocadas puede inducir una recesión. Esto fue lo que ocurrió en 1980‑1981, cuando la Reserva Federal de los Estados Unidos subió el tipo de interés real con la intención manifiesta de acabar con la inflación, pero al mismo tiempo indujo una desaceleración económica internacional. Esta recesión no solamente impulsó crisis fiscales y de deuda soberana, sino que produjo un prolongado estancamiento fuera de Extremo Oriente que hundió a América Latina en una “década perdida” y a África en un “cuarto de siglo de retroceso”.
    Otra distracción consiste en exagerar la amenaza de la inflación. Las tasas de inflación que muchos países han padecido en tiempos recientes se deben a un encarecimiento de los commodities, especialmente los combustibles y los alimentos. En circunstancias como estas, aplicar políticas deflacionarias puertas adentro de un país no ayudará a contener la inflación importada y lo único que conseguirá será frenar todavía más el crecimiento.
    Por desgracia, la prioridad política número uno del momento está puesta en encarar posibilidades remotas, y se pasa por alto la tarea urgente inmediata: coordinar e implementar esfuerzos para elevar y sostener los niveles de crecimiento y creación de empleos. Mientras tanto, los recortes del gasto social y de los programas de bienestar solamente empeoran las cosas, ya que reducen todavía más el empleo y la demanda de los consumidores.
    Es probable que la presión sobre el nivel de ocupación y los presupuestos familiares no se detenga. Los vocingleros llamamientos a introducir reformas estructurales apuntan principalmente a los mercados laborales, no a los mercados de productos. Parece que aumentar la inseguridad de los trabajadores fuera el punto de partida para sanear la economía. Pero en estas circunstancias, liberalizar el mercado de empleo no solamente destruirá los restos de protección social que quedan, sino que también es probable que reduzca los ingresos reales, la demanda agregada y, finalmente, las perspectivas de recuperación.
    Por si fuera poco, en décadas recientes no solamente se vio que los beneficios de las empresas aumentaron a expensas de los salarios, sino que además convergieron con preferencia a los sectores financieros, de la industria del seguro e inmobiliarios. Los escandalosos aumentos que en estos años obtuvieron los ejecutivos de finanzas en sus remuneraciones, aumentos que no pueden atribuirse a una mejora de la productividad, profundizaron la visión cortoplacista del sector financiero y empeoraron su exposición a riesgos en el largo plazo, lo que agudiza la vulnerabilidad sistémica.
    Para colmo de males, antes de la Gran Recesión se produjo en la mayoría de los países un aumento de la desigualdad de ingresos, que redujo los ahorros de los hogares y derivó más crédito al consumo y a la compra de bienes, restándoselo al aumento de la inversión en capacidad económica.
    El mundo necesita ahora mismo líderes que tengan una visión a largo plazo del futuro. Las instituciones financieras creadas después de la Segunda Guerra Mundial se establecieron no solamente para garantizar la estabilidad monetaria y financiera, sino también para asegurar condiciones que permitieran el crecimiento sostenido, la creación de empleo, la reconstrucción posbélica y el desarrollo de las antiguas colonias.
    Por desgracia, las políticas actuales se justifican diciendo que son alternativas “promercado”, aunque en realidad terminan siendo procíclicas. Pero lo que se necesita con urgencia son medidas, instituciones e instrumentos anticíclicos.
    Los líderes mundiales parecen estar prisioneros de los intereses financieros y de sus socios, medios de prensa, ideólogos y magnates con suficiente influencia política para asegurarse más rentas con menos pago de impuestos: difícilmente pueda haber un círculo más vicioso. De hecho, el peor peligro que se nos presenta ahora no es ni la deuda pública ni la inflación, sino que se produzca una espiral económica descendente cada vez más difícil de revertir.

    Jomo Kwame Sundaram, subsecretario general para el desarrollo económico en las Naciones Unidas

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  • Por primera vez en cuatro trimestres, el ahorro de las familias españolas disminuyó entre abril y junio, aunque no de manera notable. En concreto, su activos se situaron en 1,794 billones de euros, 6.000 millones menos que a cierre del primer trimestre. Con la deuda pasó lo mismo, se redujo en unos 4.000 millones de euros, según los datos publicados este jueves por el Banco de España.

    En términos interanuales, la caída del ahorro es mucho más notable. Concretamente, la diferencia es de casi 60.000 millones de euros. Sin embargo, la reducción del endeudamiento entre junio de 2010 y junio de 2011 apenas alcanzó los 24.000 millones, a pesar de las múltiples recomendaciones de los expertos para que se aligere la deuda de las familias, situada en 948.000 millones de euros.

    Respecto al ahorro, la mayor parte, 870.737 millones de euros, permaneció en depósitos y efectivo, con un aumento de 13.000 millones respecto al primer trimestre del año. Casi 532.000 millones fueron invertidos en acciones y otros tipos de títulos, 16.000 millones menos que a cierre de marzo, y unos 272.000 millones en seguros. De esta cantidad, 113.000 millones correspondieron a fondos de pensiones.

    La riqueza financiera neta, que muestra la diferencia entre los ahorros y los préstamos que tienen concedidos los hogares, se situó al cierre del segundo trimestre del año en 846.477 millones de euros

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  • Veamos lo que dice y deja de decir el comunicado emitido ayer por la banda terrorista ETA.
    1) Declara el cese definitivo de su actividad armada.
    2) No anuncia su desarme ni se disuelve.
    3) Da por supuesto que existe una entidad que se llama Euskal Herría
    4) La organización todavía armada sigue intimidando a la sociedad española: anuncia la continuación de la "lucha de la ciudadanía vasca".
    5) Avisa de que gracias a los años de lucha "ha acumulado la experiencia y fuerza necesaria para afrontar este camino, y tiene también la determinación de hacerlo". Recuérdese de dónde venía su fuerza: de su capacidad de hacer correr la sangre.
    6) ETA insta a los gobiernos de España y Francia a "abrir un proceso de diálogo directo".
    7) Como antes ha partido de la premisa de que Euskal Herría existe, se entiende que el diálogo ha de ser entre los representantes de Euskal Herría y los de los gobiernos de Francia y España

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  •  
    La riqueza financiera de las familias sigue en máximos desde inicio de crisis http://bit.ly/oH4gvo
     

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  • Dos informes simultáneos de dos instituciones respetables, ambas domiciliadas en Suiza pero sin mucha relación entre sí que se diga, aterrizan esta semana en la prensa mundial para ilustrar el signo de estos tiempos.
    Uno: el banco Credit Suisse, con sede en Zurich, acaba de publicar su Informe 2011 sobre la Riqueza Mundial, que según parece aunque muchos no lo saben y a muchos más no les toque, ha aumentado este año un 14% y se sitúa en 231 billones de dólares. Ese es todo el dinero del mundo hoy día, pero que va a seguir creciendo hasta escalar otro 50% en sólo cinco años: en 2016 todo el dinero del mundo estará en torno a los 345 billones.
    Y segundo informe: la Organización Mundial del Trabajo, organismo especializado de la ONU asentado en Ginebra, también ha difundido las Tendencias Mundiales del Empleo Juvenil 2011, que son para echarse a llorar. Aunque utiliza el verbo 'alertar', el informe es una radiografía bastante descorazonadora sobre lo que le espera a centenares de millones de jóvenes en todo el mundo.

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