Sin embargo a veces lo que digo tiene algún sentido. Al menos eso he constado a media lectura del libro “Reinventar los servicios financieros“, una disquisición interesante sobre lo que han hecho mal los bancos y algunas soluciones a su denostado negocio.
Hay que decir que el libro viene auspiciado por algunas entidades financieras, con lo que algún truco tiene. Sin embargo, no es malo del todo. Incluso llegaría a decir que es interesante, y cualquier directivo de banca debería leerlo, con atención y entendiendo lo que dice, no lo que el banquero quiere que diga.
Resumiendo lo que llevo leído del libro, las entidades financieras no han hecho nada para ayudar a los clientes a sobrellevar la crisis lo mejor que posible; y los clientes, que no son tontos del todo, desconfían de estas entidades. Me atrevería a afirmar que la mayoría de banqueros esperan a que acabe la crisis para seguir haciendo exactamente lo que han hecho hasta ahora: mirar por sus ingresos y por los accionistas. Sin embargo, la conjunción de una crisis financiera inspirada por los financieros y la eclosión de la comunicación online, provocará un cambio en el comportamiento financiero de los clientes que removerá los cimientos de la banca. Al menos esta es una de mis predicciones (y la de muchos otros).
Si la economía se basa en que confiemos los unos de los otros, la falta de ética en los negocios, si es percibida por alguna de las partes que intervienen en el proceso económico, genera desconfianza. Y la desconfianza tiene un coste.
Stephen M.R. Covey, en su libro “La velocidad de la confianza“, trata precisamente de los costes de la no-confianza. La falta de confianza en una empresa genera una serie perjuicios, relacionados con el aumento del tiempo que se tarda en realizar cualquier acción y el aumento de los costes. Aumenta la rotación de los empelados y clientes, elimina la creatividad interna, incita al fraude, aumenta la burocracia, etc.
La confianza influye en la economía, en los beneficios de una empresa o en la capacidad de generar ingresos de un país entero. Que la banca genera hoy en día desconfianza no hace falta constatarlo con estadísticas, basta preguntarle a los clientes o incluso a los empleados de banca (si ya estaba desalineados con los objetivos de su entidad antes, ahora muchos se sienten avergonzados de trabajar en ésta); para valorar la confianza que genera un país en sus ciudadanos y el mundo, y constatar la relación que existe entre este estado de ánimo y la riqueza de un país, podemos acudir a informes como el de Transparency International. España está el 30, empatado con Israel en los 6,1 puntos sobre 10 (10 es un país sin corrupción y 0 Sodoma y Gomorra).
Engañar al cliente, hacerle creer que se le asesoraba sobre productos financieros en lugar de dejarle claro que lo que se hacía era vender, recomendarle productos de riesgo sin pensar en su perfil, quedarse con sus viviendas al 60% de su valor sin darle posibilidades factibles de pago y, en definitiva, haber agravado la situación económica de sus clientes en lugar de aportar soluciones, le saldrá caro a la banca.
La desconfianza supone que para que un cliente contrate un producto determinado se le tiene que dedicar muchos más recursos a venderlos, mucho más tiempo para que el cliente compruebe que es lo que se le dice que es, mucha atención a no perder clientes al más mínimo incumplimiento.
Las malas costumbres de las sucursales, en cuyo lugar apenas hay profesionales formados en el trato personal, que saben y viven a diario que no cobran por asesorar sino por vender, han tocado a su fin. Se puede engañar mucho tiempo al confiado usuario de banca español, sin duda. Pero cuando se ha dado cuenta, de la manera que lo ha hecho durante esta crisis, recuperar su confianza será casi imposible. Y si cae el modelo tradicional de la banca de sucursales parasitando nuestras ciudades, la forma de hacer negocios nunca más será la misma.
Tal vez me equivoque y volvamos a las andadas, confiando en quien nos engaña, pero yo apuesto porque no. La banca aún sigue pensando que esta situación es una crisis más y todo volverá a su cauce, borregos pastando obedientemente en sus prados; yo creo que se está produciendo un cambio en la mentalidad del español, tanto el cliente de toda la vida como en las nuevas generaciones, que cambiara de forma definitiva la forma de relacionarnos con las entidades financieras.
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Quienes preconizan desde hace tiempo la necesidad de avanzar en fórmulas de gobierno mundial –otros manejan el concepto más en boga de gobernanza- no tienen demasiadas constataciones empíricas a favor de sus tesis. El nuevo fiasco con que se ha saldado la cumbre europea del fin de semana -¿a corregir el próximo miércoles?- y las evanescentes perspectivas que planean sobre la próxima reunión del G-20 (primeros días de noviembre) constatan que, lejos de afrontar la crisis de forma colegiada, los gobernantes discurren cada vez más inclinados a salvar lo suyo… por más que se esté demostrando, día a día, la existencia de serios riesgos -¿probabilidad?- de que desemboque en un desplome colectivo, del que no está claro quién o quiénes se podrían salvar.
La fraseología comunitaria, cada vez más espesada en el comunicado final de las cumbres, sigue tratando de esconder lo que de verdad está en juego. Insistir en que los problemas de sostenibilidad del euro derivan de la indisciplina fiscal de unos cuantos periféricos es un intento –nada inocente, por cierto- de simplificar la realidad. Oculta algo tan importante como que el diseño elegido para la eurozona se ha revelado inservible para afrontar una situación de crisis como la actual. Y elude, al mismo tiempo, asumir que, aún siendo ciertas y puede que hasta graves, las responsabilidades no se circunscriben a los gobiernos de Atenas, Dublín y Lisboa –ya rescatados- ni a los de Roma, Bruselas, Madrid... en distintos grados objeto de insinuación.
Aunque ahora tanto la canciller Merkel como el presidente Sarkozy se erijan en apóstoles del rigor presupuestario, conviene recordar que tanto Alemania como Francia fueron pioneros en incumplir las exigencias de déficit y deuda que sobre todo desde Alemania se impusieron al nacimiento del euro, primero en Maastricht y luego en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC). O que fueron París y Berlín quienes posteriormente forzaron una relajación de las normas para evitar que se les aplicaran las sanciones previstas.
Tampoco merece olvido el papel desempeñado por la Comisión Europea (CE). Dejando de lado su conformidad prestada a las modificaciones inspiradas por la alianza germano-francesa, conviene recordar la laxitud con que Eurostat vigiló las cuentas presentadas por Atenas, demostradas finalmente más falsas que un euro de madera. Y, más en el presente, no merece mejor nota su propensión a emitir mensajes y propuestas confusos y hasta contradictorios, sea por boca de alguno de sus comisarios o de su presidente, el portugués Durao Barroso, y todavía menos loable es su aparente dejación frente a la dirección efectiva de los asuntos comunitarios que ha adoptado el dueto Merkel-Sarkozy.
No se puede apreciar mayor coherencia en la ejecutoria del Banco Central Europeo (BCE), subiendo tipos cuando la recesión llegaba –lo ha hecho dos veces-, apelando a su estatuto de independencia, para poco después excederse en su mandato comprando deuda soberana bajo las presiones del Consejo Europeo.
En el vértice hay que situar al Consejo Europeo inmerso en un discurrir errático y crecientemente suplantado por reuniones y encuentros bilaterales -el ya señalado dueto, otra vez-, en los que se va poco más allá de articular parches para afrontar cada fase más o menos crítica surgida desde los mercados... sin evitar en absoluto que las verdades acaben emergiendo. Al final, toca asumir una quita para la deuda griega, situar ante sus responsabilidades a los bancos y, antes o después, será ineludible afrontar la evidencia de que sólo una vuelta al crecimiento de las economías comunitarias permitirá que los países -todos los países- hagan frente a los préstamos contraídos.
Aunque de distinta forma y con desigual énfasis, la mayoría de líderes coincide en diagnosticar que la crisis reclama acciones profundas, pero sus decisiones siguen limitándose al apaño superficial. En el caso concreto de Europa, ningún gobernante desmiente la necesidad de introducir reformas de calado en el diseño del euro y, por ende, en los tratados comunitarios, pero sus actuaciones... a la vista están.
Sobre operadores, aires, remezones y terremotos = volatilidad http://dlvr.it/rmkht
Calificadoras-No se a Vds. pero este articulo me dio una paliza de 10 felicitado http://dlvr.it/rp94L
Con los planes de Liberbank y Banco Mare Nostrum para alcanzar el nivel mínimo de capital exigido ya listos, la actual fase de la reforma del sistema financiero español puede quedar cerrada. Ha sido un proceso largo -las primeras ayudas del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) se anunciaron en la primavera de 2010- y no exento de polémica, debido principalmente a las reticencias de algunos directivos de cajas y gobernantes autonómicos a determinadas operaciones.
Las dos entidades citadas han necesitado una prórroga de 25 días para conseguir cumplir los nuevos requisitos. Finalmente, Liberbank ha optado por deshacerse de su participación en la operadora Telecable, con lo que conseguirá unas plusvalías de 200 millones de euros, dedicadas íntegramente a reforzar su capital. Si fuera necesario elevar el importe, aún puede realizar nuevas desinversiones con las que alcanzar el 10 por 100 de core capital exigido. Por su parte, Banco Mare Nostrum, que contempló una posible salida a bolsa, se ha decantado por dar entrada al capital privado, lo que le permitirá operar con un ratio del 8 por 100. Lo hará a través de una emisión de bonos convertibles en acciones por importe de entre 250 y 300 millones. Ambas entidades, por tanto, lograrán evitar tener que acudir a la participación pública, conjurando las dudas persistentes hasta casi el final del proceso.
Reforzado el capital del sistema financiero, toca enfrentarse a la realidad. La recomposición del sector, con la práctica totalidad de cajas agrupadas y reconvertidas en bancos, debe ir acompañada de un redimensionamiento de unas estructuras y redes que se expandieron sin tasa durante los años de esplendor, sobre todo asociado al sector inmobiliario. Es la llamada "reducción de capacidad", una forma suave de aludir al cierre de sucursales y la consecuente reducción de las plantillas. Tendrán que operar, además, en un entorno de menor volumen de negocio... por no mencionar los riesgos de creciente morosidad. Al tiempo, el cierre de los mercados mayoristas de financiación desde mayo ha forzado a intensificar las estrategias de captación de fondos de los clientes, ofertando crecientes tipos de retribución. El recurso a las subastas de liquidez del Banco Central Europeo (BCE) está paliando la situación en parte, pero la realidad es que el negocio bancario afronta expectativas de estrechamiento de márgenes nada fáciles de gestionar.
Dando por solventado el resto, queda por resolver el caso Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM), intervenida por el Banco de España y hasta ahora con una factura de 2.800 millones de euros para las cuentas públicas. La idea sigue siendo adjudicarla a otra entidad, pero el plazo de presentación de ofertas se ha pospuesto a finales de noviembre -tras las elecciones- y es difícil anticipar cómo y a qué coste se acabará de sanear.
Suponiendo que la caja alicantina no requiera la aportación de más fondos, la recapitalización del sistema financiero español se habrá saldado con algo más de 25.000 millones de euros, de los que 19.000 millones han sido aportados directamente por el presupuesto público. Lo que resta descubrir, por una parte, es si habrá sido o no suficiente y, por otra, si servirá para que los flujos financieros empiecen a recobrar la normalidad imprescindible para que la economía comience a repuntar.
Putin vende gas a China a cambio de inversiones en Rusia http://dlvr.it/rw2kY
La inestabilidad de la desigualdad global http://dlvr.it/rw2kj
Sobre el artículo del día... No solo los bancos.
Se trata de engañar en todos los ámbitos, en el capitalismo extremo que tenemos triunfa el que logra vender neveras en el polo norte y a precio de oro. El que vende el piso hoy 5 kilos mas caro que ayer.
Se trata, a nivel de empresas/países, de una guerra vender la mayor cantidad posible y lo mas caro que se pueda y pagar lo menos posible (aquí se hay economía). El capitalismo extremo no es económico es caro de cojonxs e inviable tanto económicamente, como social, como medioambiental.
Es un sistema donde prevalece la avaricia muy por encima de la audacia y la honradez, donde no hay sitio para las personas, que se autodefine con bonitas frases como"no es nada personal son negocios" poniendo bien a las claras sus prioridades.
Y la hostia, como no cambie de rumbo, va ser de órdago porque no hay pan para tanto chorizo.
Con las entidades del descrédito y usura Españolas..solo decir...... que ya solo engañan a los ilusos, la mayoría de sus productos financieros que tratan de comercializar ........ ronda a la estafa y cuando entro en una sucursal bancaria donde deposito mis ahorros y me ofrecen sus productos..........mi respuesta es que ya me fió ni un pelo de ellos .......que no traten de convencerme... con sus comisiones abusivas, su desprecio por la clientela... etc......solo me despierta incertidumbre.............
repugnancia, repulsión, asquerosidad, aversión, odio, animadversión, grima, desagrado, aborrecimiento, empalago, empacho, inapetencia, saciedad, hastío, desapego, antipatía, tirria, manía, disgusto, temor, angustia, desazón, náusea, arcada, basca, vahído, vómito
Saludos cordiales
Países con más exposición en deuda griega http://dlvr.it/s2Cfm
# 8, colores
por desgracia no es cierto, y por ejemplo los pagarés que ha emitido Cataluña se han colocado en horas con récord de peticiones. No hay nada que hacer, no tenemos remedio, y eso que está cercano el caso de los pagarés de Rumasa.