Pero si optamos por lo más probable pienso que ocurrirá lo mismo de todos estos años: se hará todo lo posible por mantener las cosas como están aunque postergar la solución empeore las cosas para 2013. Si repasamos la historia reciente es la obsesión por ganar tiempo lo que ha caracterizado todas las decisiones, tanto en los EUA en 2008 con la crisis financiera como en Europa en 2010 con la crisis soberana y hasta con la reciente cumbre del clima. Incluso las tímidas reformas que se han tomado son pensando en futuras crisis (por ejemplo se dan plazos de varios años para Basilea III o para un déficit mínimo en los países de la €zona) pero no en la solución de ésta a corto plazo. Poder colocar la deuda que emitan los estados es la obsesión que va a preponderar sobre el crecimiento económico o la reducción del paro. Y si hace falta que el que compre los bonos no tenga dinero pero sí suficientes garantías como para aparecer como inversor, se llame FMI, BCE, Fondo de Rescate… ahí aparecerá. Ya hemos visto por la experiencia de la FED que así se resuelve el conflicto momentáneo aunque por desgracia también tenemos el ejemplo del Banco de Japón que demuestra que esta estrategia puede eternizar la recesión.
A mi juicio es inviable que una situación así pueda mantenerse en el tiempo en una unión política y económica tan frágil como la €zona y con un país tan importante como Italia tan afectado pero puede sobreviva un año más y se retrase, como pasó con Grecia, el –para mi inevitable- acuerdo global por el que parte de las deudas que actualmente existen no se van a pagar o al menos no en las condiciones inicialmente pactadas. Nunca en situación de paz hemos estado más endeudados que ahora y contra lo que pudiera parecer, estamos peor en ese aspecto que en 2008. La deuda ha cambiado de manos pero no se ha reducido. Recuerdo lo que dije hace un año en mis Previsiones y que y se ha cumplido en el país heleno:
Mi opinión para 2011 es pesimista, creo que la crisis este año se enfrenta a los desafíos más graves con las mismas políticas y los mismos dirigentes que nos han llevado a ella, que han empeorado la calidad de vida de millones de personas para salvar a los malos gestores y que ya actúan a la desesperada: guerra de divisas, compras multimillonarias de activos, préstamos a países que en realidad son inyecciones de capital de difícil retorno a los bancos…y sólo queda asumir la siguiente fase da la crisis: la del impago de las deudas.
Otro factor que complica las predicciones en 2012 es el calendario electoral en muchos países, empezando por la probable salida de Sarkozy en abril/mayo y el reñido duelo Romney vs Obama en lo EUA. Dada la fuerte implicación del actual presidente francés en el diseño europeo –y las declaraciones del candidato socialista declarando su intención de renegociar el último acuerdo- el cambio ofrecería una imprevisibilidad evidente. Y en el caso norteamericano, especialmente la visión opuesta que ambos candidatos tienen del papel de la FED -el gran protagonista desde 2008 de esta crisis- puede cambiar radicalmente el panorama tras las elecciones y puede aumentar las posibilidades de una QE3 antes de ellas. Tomando todo este cóctel –al que por falta de espacio faltan ingredientes como un posible desplome de China y la India ya anticipado por sus bolsas este año-, y con poca fe en mi capacidad de predicción dadas las enormes variables, veamos las tendencias que preveo:
En general creo que si descartamos la previsión más catastrofista –disolución/reducción de la €zona- por menos probable, el 2012 no será tan negativo –con permiso de los “cisnes negros”- como apuntan las predicciones que han aparecido este último trimestre. Eso sí, sigo sin ver en una fecha cercana el final de esta crisis que creo que, por su duración, va a marcar a toda una generación.
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En gran medida el nuevo Gobierno ha revelado en su segunda reunión plenaria lo que la mayoría sabía: el déficit público de 2011 superará el límite comprometido. La sorpresa es que el exceso no será de medio punto, sino de dos: quedará, por tanto alrededor del 8 por 100 del Producto Interior Bruto (PIB). Y, junto a lo sospechado, lo temido: una subida de impuestos para intentar forzar el cumplimiento de lo fijado en Bruselas para 2012: un descuadre de las cuentas no superior al 4,4 por 100 del PIB. Por expresarlo gráficamente, se pasa de una necesidad de recortar el déficit un cuarto a tener que reducirlo a la mitad.
Más inquietante que la desviación es su composición. Se ha producido en todos y cada uno de los ámbitos presupuestarios: administración central -poco-, comunidades autónomas -mucho-, ayuntamientos -algo- y seguridad social. En el caso de esta última, surge el inevitable añadido de verter sombras sobre la capacidad financiera del sistema para hacer frente a sus obligaciones inmediatas en los próximos meses, ¿al punto de tener que echar mano del Fondo de Reserva?
La vuelta de tuerca tributaria se centra en los impuestos directos: Renta (IRPF), capital y bienes inmuebles (IBI), a los que se va a aplicar una escala progresiva de recargos, en principio durante los dos próximos años (2012 y 2013), con efectos que empezarán a notarse en febrero, a partir del consecuente aumento de las retenciones a cuenta. El Gobierno ha tratado de enfatizar que el esfuerzo va a recaer sobre los más pudientes, pero se compadece mal con la concreción de las cifras, puesto que el aumento de tarifa (2 puntos) en el IRPF parte de los 17.700 euros de base liquidable, en tanto que la cuota de IBI resultará incrementada aproximadamente a partir de los 300.000 euros de valor catastral. A falta de una concreción menos apresurada, todo parece indicar que la subida de impuestos va a repercutir con carácter más generalizado que el admitido en su presentación. ¿Intento de paliar las consecuencias de haberse arrepentido tan pronto de su discurso pre y post electoral?
La opción elegida será, sin duda, objeto de controversia, puesto que muchos expertos vienen sosteniendo que el margen fiscal está más en el Impuesto de Valor Añadido (IVA) que en la tributación directa. De hecho, incluso alguno de los sentados en el consejo de ministros ha sostenido hasta hace pocos días esta tesis, lo que hace un poco difícil presumir a quién corresponde la paternidad de la opción elegida. En lo que pueda valer, el énfasis defendiéndola del ministro Montoro no ha podido más que contrastar con el silencio de su colega De Guindos, acompañando testimonialmente la presentación.
Del lado del gasto, los primeros pasos del Ejecutivo han ido poco más allá de prorrogar el Presupuesto 2011 y fijar indisponibilidad para un total de 8.900 millones de euros, ¿dando pistas de por dónde puede discurrir el recorte para el conjunto del ejercicio? Por lo pronto, ya se ha adelantado la congelación salarial de los funcionarios y limitado la contratación de nuevos empleados públicos a la docencia, la sanidad hospitalaria, las fuerzas armadas, los cuerpos de seguridad y las inspecciones laboral y tributaria. Pero también se ha decidido aumentar un 1 por 100 las pensiones, mantener sin cambios la prestación por desempleo y extender el subsidio de 400 euros hasta agosto, pero bloqueado durante un año la incoporación de nuevos perceptores por dependencia.
El Gobierno Rajoy arranca, por tanto, con mensajes claros de esfuerzo, austeridad y contundencia en la toma de decisiones. Dejando -es de suponer- para más adelante una actuación más proactiva, no sólo defensiva, para lo que de verdad es esencial: propiciar que la economía vuelva a crecer. El ministro De Guindos ha descartado que el PIB vaya a contraerse un 2 por 100, como han coincidido en pronosticar varias fuentes los últimos días, pero lo ha hecho apenas 48 horas después de confesarse incapaz de formular previsiones a más de seis meses y admitir -igual que Banco de España- que el actual y el próximo trimestres van a ser negativos.
Lógicamente, sería absurdo, en realidad temerario, pedir al recién constituido gobierno que trajera consigo la reactivación o pusiera en marcha recetas de efecto poco menos que inmediato. Pero es incuestionable que esta semana ha empezado su cuenta atrás. O, visto de otra manera, se ha puesto en marcha su hora de la verdad.
La acogida generalizada al nuevo Ejecutivo ha sido marcadamente dulce, pero no está asegurado que dure. Dependerá del sesgo que muestre en las decisiones más urgentes y perentorias que tiene por delante: sistema financiero, marco laboral, reforma de la administracion, modelo de formación, etcétera. La presunción de que el equipo que ha conformado el presidente Rajoy no hará disparates es normal que tranquilice, pero dejará de hacerlo si no la acompaña de cierta osadía, porque la situación reclama -exige- bastante más que administrar bien.
Sarkozy promete reformas en su austero discurso de Año Nuevo http://dlvr.it/133Vpx
Acabamos el año con unas cuantas condecoraciones. Sin duda se lo merecían
Y digo yo, si pagan 400 euros a quien no curra y 600 euros es el salario mínimo, ¿quién va a querer trabajar por 200 euros?
Lo mejor, lo peor y los más sorprendente de 2011 http://dlvr.it/12t1kD
El 61% ve excesivos funcionarios pero rechaza que se les reduzca el sueldo http://dlvr.it/136Scd
El euro no afronta su decimoprimer año en los bolsillos de los europeos con un exceso de popularidad. Cierra su primera década de presencia física bastante cuestionado y con serias dudas sobre su viabilidad. Los ciudadanos, por una parte, tienen la percepción de que les ha complicado la vida y ahora mismo está dificultando la salida de la crisis, imponiendo recortes al modelo de bienestar. Y los profesionales de la economía se muestran más divididos que nunca sobre si el proceso es, puede o debe ser reversible y, todavía más, a la hora de decantarse por cuál es la mejor forma de continuar.
Volviendo la vista atrás vale la pena recordar que el nacimiento de la moneda única no estuvo libre de controversia. Desde una óptica académica siempre se puso de relieve que su diseño no cumplía los requisitos de área monetaria óptima que valieron al canadiense Robert Mundell el Premio Nobel de Economía en 1999: movilidad de los factores capital y trabajo; shocks comunes, es decir que las regiones comprendidas dentro del área se enfrentan a las mismas perturbaciones; y mecanismos de transferencia fiscal interna. Los augurios de fracaso fueron persistentes, sobre todo del lado anglosajón, destacando la inconsistencia de aunar política monetaria unificada y autonomía fiscal de los países incorporados a la moneda. También se señaló como potencial problema que la autoridad monetaria unificada no ostentara potestades de supervisión de los sistemas financieros, que permanecen bajo la autoridad de los respectivos bancos centrales. Y, más en el plano político, no faltaron, más bien abundaron temores de que las economías más rigurosas -Alemania en cabeza- tuvieran que correr con los gastos de las más despendoladas -así se acuñó el despectivo PIGS-, lo que dio lugar a los criterios de acceso fijados en Maastrich y su posterior incorporación al Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC). Las cosas, como es sabido, no discurrieron precisamente así.
Más allá de esos pronósticos, fue relativamente unánime la estimación de que el euro pasaría su prueba de fuego cuando llegara una situación de crisis. Y es justamente lo que ha ocurrido: tras un primer lustro de esplendor económico, la crisis de deuda soberana, mezclada con una caída brusca de las tasas de crecimiento, ha puesto la moneda única contra las cuerdas y más que cuestionado el porvenir de la Unión Monetaria (UEM).
La situación es sin duda compleja. Los remedios para superarla, también. Lo han demostrado -con creces- los gobernantes europeos, dedicando más de tres años a lo que vulgarmente suele denominarse marear la perdiz. Han acumulado una larga sucesión de parches y pomposos acuerdos, la mayoría de los cuales no se ha llegado siquiera a materializar, con el aparente propósito de devolver la fe a los mercados, pero ¿es cuestión de fe? Sólo en su última cumbre han decidido dar un primer -leve- paso hacia la reforma de lo que en realidad se ha demostrado fallido: el diseño mismo de la UEM.
Quizás lo que alienta más dudas en torno al experimento de la moneda única sea la práctica imposibilidad de desandar el camino o, visto de otro modo, la probada inexistencia de un plan B. El fracaso no está previsto ni se han arbitrado mecanismos para la exclusión, voluntaria o forzada, de un país ya incorporado al sistema. Y, acaso porque ganas de excluir a alguno no faltan, más que garantizar la continuidad del invento, esa realidad está propiciando que 2012 reciba al euro con más dudas, temores y recelos que celebración.
El Gobierno quiere obtener 30.000 millones de las empresas públicas http://dlvr.it/136SdS
Hola amigos!!! Cuanto tiempo...
Le he echado un vistazo a vuestros comentarios, y bueno me suenan todos los temas, eso si, os estaís volviendo unos perroflautas de cuidadin, jajaja.
Feliz 2012
(Y tranquilos que Marianico lo arregla esto en un pis pas)
...Será a degüello...