Vamos, que con quien más tiempo pasamos al día es con nuestros compañeros de oficina, de ahí que muchas veces se conviertan en nuestros amigos y confidentes.
Siempre se ha dicho que lo mejor es no mezclar la vida personal y la vida laboral, pero muchas veces, es inevitable. Lo que suele ocurrir es que si llevamos nuestras emociones a nuestro lugar de trabajo, los resultados pueden ser negativos y poco productivos al final del día, ya que sin duda esto interfiere en la conducta que adoptamos, en el estado de ánimo y en nuestra actitud. Pero ¿hasta qué punto resulta beneficioso reprimir las emociones?
Muchos expertos piensan que las emociones son necesarias en el trabajo y que reprimirlas o separarlas durante la larga jornada laboral puede ser perjudicial e incluso imposible. Y es que, son las emociones las que nos hacen ser como somos.
Una emoción es un estado natural instintivo de la mente que se deriva de circunstancias, el estado de ánimo, o las relaciones con los demás. Se trata de cualquiera de los sentimientos particulares que caracterizan a un estado de ánimo, como alegría, enojo, amor, odio, terror, etc. Influyen en nuestra toma de decisiones y en nuestra forma de reaccionar.
Pero como seres racionales que somos, no debemos dejar que nuestras emociones se apoderen de nosotros. Hay que controlarlas, no dejes que ellas te controlen a ti.
En ocasiones, pueden afectar de manera grave a tu trabajo, en este caso, deberías decírselo a tu jefe, así te sentirás aliviado al explicar las razones por las que estás distraído y menos eficiente. Esto te ayudará, pero no será la excusa para que no realices tu trabajo. Es importarte dejar de lado las emociones que nos puedan afectar negativamente en nuestra vida profesional.
Identifica el problema y si crees que va a afectar negativamente, pídete unos días libres. Te sentará bien.
Como curiosidad: Kim Elsbach, profesora de management en la Universidad de California, estudió durante tres años las consecuencias que implican algunas emociones, como el llanto en el trabajo. De acuerdo con sus investigaciones, las mujeres son más proclives que los hombres a hacerlo, porque la manera en que socializan es diferente. La mayor parte de los hombres han sido educados firmemente “para no llorar”, y reprimir esta emoción es para ellos casi un acto reflejo. Elsbach añade que “desafortunadamente para las féminas, las lágrimas en el trabajo se perciben con un desdén especial y las consecuencias para ellas son particularmente perjudiciales”.
¿Eres capaz de controlar tus emociones en el trabajo?
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Hace años se resolvio favorablemente para mi un conflicto que según todos los datos apuntaban que yo era culpable por mas que insistia en mi inocencia, cuando por fin se aclaró y me pidieron disculpas me derumbé y me puse a llorar, cosa que no había hecho todo el tiempo anterior. Me dió tanta rabia manifestarme de esa forma que todavía lo recuerdo.
Para #1: No te sientas mal, lo único que pasó es que toda la tensión acumulada se soltó de golpe, le habría pasado a cualquiera, hasta al profesional más impasible. Y seguramente tus compañeros de trabajo y superiores no cambiaron tu opinión sobre tí, al contrario, se darían cuenta de que habías pasado por unas semanas (o meses) de terrible tensión, por culpa de oras personas.