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A crisis similares, distintos remedios

A crisis similares, distintos remedios 1Hace dos semanas Droblo nos contó tres episodios de la historia del dólar preocupantemente similares con la crisis actual, hoy vamos a ver otra depresión americana de sorprendente similitud con la que vivimos ahora aunque con soluciones muy distintas.

La depresión de 1920-21 de los Estados Unidos fue tan aguda como breve. En apenas tres años, la producción cayó en un tercio antes de rebotar con fuerza. La caída fue casi tan violenta como la de la Gran Depresión. Aún así, la respuesta política fue completamente distinta.

El gobierno de Woodrow Wilson, y posteriormente el de Warren Harding, recortaron el gasto y después lo recortaron un poco más. La Reserva Federal subió los tipos de interés justo hasta 1920. Esto es precisamente lo opuesto a las recetas políticas recomendadas hoy por la mayoría de economistas, que es gastar más y bajar los tipos.

Entonces, ¿Wilson y Harding lo hicieron bien o tuvieron suerte? Y ¿los años 20 ofrecen alguna lección en la actualidad?

Una caída de la economía estadounidense devastadora

Durante la primera guerra mundial, el gasto del gobierno estadounidense se infló, financiado por el préstamo y por una Reserva Federal obediente. Durante la guerra, la Fed, en palabras del gobernador de la Reserva Federal de Nueva York Benjamin Strong era: «el agente y servidor del Tesoro».

En 1919, la guerra había terminado, pero la inflación aumentó vertiginosamente a una tasa anual del 27%. Como respuesta, la administración Wilson recortó el gasto. En noviembre de 1919, el presupuesto federal se equilibró, reduciendo el gasto federal en un impresionante 75% respecto a su punto máximo.

La Fed apenas se había creado en 1913, por lo que la inflación de la postguerra de 1919-20 fue la primera prueba del nuevo sistema. Bajo el gobernador William P Harding, emprendieron su tarea de reducción de la inflación con vigor. Los distintos bancos de la Reserva Federal subieron los tipos de interés en 244 puntos básicos en el curso de ocho meses, con tipos alcanzando un máximo del 7% en junio de 1920.

El agresivo endurecimiento de la Fed parecía haber paralizado la economía. La producción alcanzó su máximo en enero de 1920 cuando la Fed elevó los tipos en un 1,25%, la subida más marcada de toda la historia del sistema. El empleo y la producción cayeron lentamente al principio, después cayeron en verano tras la última subida de tipos en junio de 1920.

La palabra colapso se utiliza últimamente demasiado, pero es totalmente apropiado en este caso. La producción cayó en un tercio en apenas un año (En España andamos por el -2.4%). Los precios mayoristas más de la mitad. De hecho, el colapso de los precios fue probablemente el mayor que los EE.UU. han presenciado en toda su historia. Y la caída de la producción solo estuvo por detrás de la de la Gran Depresión.

Esta grave deflación, combinada con tipos de interés nominales elevados, significaba que los tipos de interés reales (ajustados por la inflación) fueron excepcionalmente elevados. Esto condujo a bancarrotas generalizadas, los agricultores que pedían préstamos para expandir su producción como respuesta a los elevados precios de los alimentos durante la guerra y la inflación que le siguió se dieron cuenta de que ya no podían seguir asumiendo los pagos de los intereses, a medida que los tipos reales elevados combinados con la caída de los precios de su producción hacían insoportables las deudas.

Aún así, los terribles años de 1920-21 no se han grabado en la memoria del pueblo del mismo modo que la Gran Depresión. ¿Por qué no? La razón es que la depresión del 1920-21 no fue Grande, con letra mayúscula inicial, sino minúscula. La economía pasó de la escalofriante caída libre al crecimiento galopante de los locos años 20 sin pararse en el fondo.

Y esa recuperación repentina es lo que suscitó tanto interés en 1921 hoy.

Los austriacos frente a los monetaristas

Estos colapsos son manjares para los economistas. No tienen laboratorios en los que simular todas las variables que se producen en la economía de la vida real. Acontecimientos tan grandes e inusuales como la depresión de 1920-21 son la única manera para probar sus teorías.

Pero hay mucho más en juego aquí que el orgullo de unos pocos oscuros académicos. La forma en la que entendamos y digiramos estas grandes historias determinará cómo y si encontraremos una salida a la depresión que empezó en 2008.

Y como con todo en economía, hay un debate animado sobre esta historia. En este caso, tenemos a los austriacos en un rincón y a los monetaristas en el otro.

Para los economistas austriacos es casi un experimento de laboratorio que muestra los defectos tanto de keynesianos como de monetaristas. La recesión purgó la podredumbre del sistema, estableciendo la escena de la fuerte década de crecimiento que tuvo lugar después. Los precios cayeron en 1921, y después los mercados se compensaron, una vez que los precios habían caído lo suficiente, la demanda volvió a levantarse.

Harding, el presidente que sucedió a Wilsoncontinuó con entusiasmo donde lo dejó su predecesor. Supervisó un descenso mayor en el gasto del gobierno durante lo peor de la depresión.

Pero ¿qué pasa con la política monetaria? Los monetaristas (que argumentan que la mayoría de los momentos de prosperidad y recesiones que presenciamos en la economía real son resultado de cambios en el precio o cantidad de dinero, por ejemplo, cambios en los tipos de interés) defenderían que el colapso económico persiguió a la Fed que se endureció en 1919 y 1920, y después pareció relajarse cuando la Fed bajó los tipos a mediados de 1921.

Pero gestionar la política monetaria solo puede explicar la mitad de la teoría monetarista. La otra mitad es la demanda de préstamos en la economía. Los monetaristas abogarían por que la economía se estaba calentando en 1919, igual que ocurrió años después en 1980.

En otras palabras, la demanda era elevada, y es más fácil reducir el gasto con una política monetaria restrictiva e imponiendo austeridad fiscal que promover el gasto cuando la economía se está enfriando. Cuando hay una fuerte demanda de préstamos, un recorte de los tipos desde el 7% al 4% puede estimular de forma masiva la economía. Sin demanda suficiente, los tipos de interés del 4% pueden ser suficientemente grandes para acabar con el gasto completamente.

Por tanto la depresión de 1920-21 fue profunda y breve. Y fue tanto provocada como curada por los cambios en la política monetaria.

Vale, ya me he tragado todo este rollo monetarista-austriaco. ¿Qué nos puede enseñar 1921 hoy en día?

En economía, la demanda es una cosa difícil de alcanzar y teórica, es un asunto oscuro. Y del mismo modo que los físicos utilizan la materia oscura para rellenar agujeros en sus ecuaciones, los economistas necesitan la demanda para conciliar sus teorías con la realidad. Para los economistas en general, la materia oscura de la demanda explica por qué la Fed al bajar tipos en 1921 y 1982 generó crecimiento instantáneo, pero el mismo truco no funcionó ni en 1930 ni en 2009.

Los escépticos austriacos no confían en tales juegos de manos. Para los austriacos, la economía prospera cuando los mercados se compensan, y los mercados se compensan cuando los precios se pueden ajustar. Muchos consideran que la deflación de 1920-21 fue una terrible prueba salvaje. Pero para los austriacos, esa horrible experiencia fue necesaria para compensar los mercados y condujo a años de prosperidad. Los austriacos defenderían hoy que si hubiéramos tenido un colapso parecido después de 2008, y se hubiera permitido que los precios de los activos se ajustasen para alcanzar un nivel de compensación natural, en lugar de rescatar a los bancos y bajar los tipos de interés, ahora estaríamos mucho mejor. O al menos, no estaríamos con esa sensación de haber premiado con el rescate a aquellos que lo hicieron mal. Hemos preferido aplicar parches y más parches a una enfermedad que requería de cirujía.

Pero teniendo en cuenta que los bancos centrales no muestran signos de endurecer la política monetaria en breve, no parece que vayamos a tener una oportunidad de probar la solución aplicada hace 90 años con independencia de lo bien que funcionó entonces.

Carlos Lopez

Redactor de Euribor.com.es. Escribiendo desde el 2006 sobre el Euribor, economía, finanzas, bolsa, hipotecas y ahorro

Ver comentarios

  • Xavier Sala Martín:

    Una propuesta alternativa es la de la “devaluación fiscal”. Fahri, Gopinath y Itskhoki argumentan que se puede conseguir li mismo que una devaluación monetaria (es decir, encarecer las importaciones y abaratar las exportaciones) haciendo un cambio de impuestos: subida gigante del IVA y reducción gigante de las cotizaciones salariales. Al subir el IVA, se encarecen todos los productos, los producidos por las empresas españolas y los producidos por empresas extrajeras. Pero como las empresas exportadores reembolsan el IVA, de facto, el aumento del IVA encarece las importaciones sin encarecer las exportaciones. Al reducir las cotizaciones sociales al mismo tiempo, se abaratan los costes SOLO de las empresas españolas lo que les permite reducir precios a los exportadores. De este modo, la “devaluación fiscal” consigue el objetivo de encarecer los productos extranjeros y abaratar los españoles, exactamente igual que la tradicional “devaluación monetaria”.

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  • ¿Podría pasar con España?

    Hungría va a convertirse en el primer país castigado por las autoridades comunitarias. Este martes, los ministros de Finanzas de la Unión Europea van a votar el bloqueo de 495 millones de euros en ayudas que había solicitado Budapest. El importe supone el 0,5 por 100 del Producto Interior Bruto (PIB) del país y el 29 por 100 de las subvenciones que tenía que recibir. La suspensión entrará en vigor el 1 de enero de 2013 y sólo se levantará si las autoridades húngaras adoptan antes un nuevo plan de recortes.

    La Comisión Europea (CE) considera que el gobierno que dirige Viktor Orbán no está tomando medidas para corregir su excesivo déficit. Dicho así, invita a pensar que el desfase presupuestario húngaro es excesivo. Sin embargo, a falta de conocer datos oficiales de cierre de ejercicio, las últimas previsiones de Bruselas, realizadas el pasado otoño, lo situaban en torno al 3,6 por 100, seis décimas por debajo del alcanzado en 2010 y a sólo otras seis décimas de cumplir el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), que lo establece en el 3 por 100 en 2013. En cuanto a la deuda, se redujo del 81,3 por 100 en 2010 al 75,9 el año pasado. Los números le han dado argumento a Orbán: tras confirmarse la paralización de la ayuda, recordó que el déficit de Hungría es uno de los más bajos de continente y calificó de “política tonta” esta propuesta ya que “castiga a los buenos”.

    La mayoría de los socios europeos incumple el PEC y, al igual que a Hungría, se abrió expendiente por acumular desequilibrios económicos excesivos que podrían desencadenar una nueva crisis. Es el caso de España, Chipre, Italia, Francia, Reino Unido, Bélgica, Suecia, Dinamarca, Eslovenia, Bulgaria... Ninguno de ellos -de momento- ha pasado de ser amonestado verbalmente.  

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  •  según los últimos datos publicados por el INE, la disolución de sociedades alcanzó un máximo histórico en 2011, con 19.743 compañías disueltas, un 6,7 por 100 más anual. En cuanto a la creación, la cifra rozó las 85.000, un 6 por 100 más que en 2010. El pasado también fue un ejercicio de récord en lo que se refiere a concursos de acreedores

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  • El número de mujeres que han decidido buscar trabajo ha ido en aumento a lo largo de la crisis, hasta contabilizar casi medio millón de incorporaciones a la fuerza laboral, según cifras facilitadas por la empresa de recursos humanos Adecco. Sólo en 2011, unas 195.000 mujeres dejaron el trabajo doméstico para buscar un empleo remunerado, un fenómeno que tuvo especial incidencia entre las mujeres mayores de 40 años.

    Del total de mujeres que se incorporaron, sólo el 22,1 por 100 declaró que lo hacía para aportar un ingreso extra o porque su conyugue se había quedado en paro, lo que implica que la mayoría buscaba un trabajo a tiempo completo y de forma duradera.

    No obstante, este deseo contrastó con los trabajos accesibles para las mujeres durante el año pasado. En total, 1,8 millones de trabajadoras tenía un empleo a tiempo parcial en 2011, frente a algo menos de 600.000 hombres. De estas, un 22,8 por 100 alegaba que la razón por la que mantenía ese empleo era porque era compatible con el cuidado de mayores y menores, un motivo que alegan menos del 2 por 100 de los hombres.

    Pese al elevado número de trabajadoras a tiempo parcial, un 76 por 100, 987.500 empleadas, explicaban que mantenían ese puesto de trabajo por la incapacidad de encontrar uno a tiempo completo, mientras que sólo 181.700 lo hacía porque no deseaba trabajar a jornada completa.

    En cuanto al perfil de la mujer trabajadora en España, fue una persona entre 18 y 30 años, empleada a tiempo completo en el sector servicios, siendo los trabajos más comunes el de auxiliar administrativo o teleoperadora. El ratio de empleo de las mujeres ha ido en aumento desde que se iniciara la crisis, hasta situarse en el 52,9 por 100, frente al 67,3 por 100.

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  • UBS nos da las cifras de los bancos que más han tomado prestado de BCE http://dlvr.it/1JcL8j

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