Los productos derivados suelen ser tan peligrosos porque permiten multiplicar el riesgo. Por ejemplo, con un futuro del IBEX sólo son necesarios 10 mil euros para apostar como si se tuvieran 100 mil. Eso hace que un 1% de ganancia o pérdida suponga un 10% real o que un 10% del futuro suponga la ruina total… o doblar el capital. Y es que multiplicar el dinero -si conseguimos eliminar el riesgo- supone un beneficio enorme. No es muy diferente la “creación” de dinero de nuestro sistema financiero: si un banco toma 100€ de un depósito de un cliente sólo necesita inmovilizar en torno a 10€ y puede prestar el 90%. Como esos 90€ del total se depositan en alguna parte del sistema financiero, de nuevo se inmovilizarán 9 pero se volverán a invertir 81 y así sucesivamente. Este efecto multiplicador deriva en un resultado en el que cada euro se puede convertir en 10…o más. Por eso es el sistema bancario el verdadero creador de dinero. Conviene recordar esto en estos tiempos en los que la política monetaria basada en inyectar liquidez parece ser la única solución que encuentran a la crisis. En el fondo para las entidades financieras es cambiar una burbuja por otra: de un exceso de inversiones hemos pasado a un exceso de dinero para sujetar esas mismas malas inversiones pero ambas están basadas en la deuda.
El negocio bancario es muy rentable mientras exista confianza y ésta suele estar apuntalado por los estados. Un banco puede pagar los costes de su infraestructura con las comisiones que cobra a la clientela y ofrecer beneficios simplemente tomando el dinero e invirtiéndolo en deuda pública, algo que hasta hace nada era un activo considerado 100% seguro. Y eso sin tener en cuenta el negocio minorista. Si los bancos centrales además abaratan el dinero y se lo prestan a los bancos a cambio de pocas garantías, éstos aumentan más sus beneficios porque pueden invertir más alimentando burbujas. Antes de la crisis la codicia hizo el resto: por querer más y más beneficios no se midieron bien los riesgos y cuando llegó el crash financiero la mayor parte de los bancos del mundo hubieran quebrado si no llega a ser por el auxilio de gobiernos y bancos centrales.
Esto es historia conocida: los bancos en general han seguido funcionando y han repartido beneficios entre sus accionistas a la vez que chupaban recursos públicos. ¿Quién es el culpable? Para mi desde luego los que permiten que esto pase que son los gestores políticos que deberían cambiar este sistema. En lugar de eso, como necesitan que la banca compre la deuda pública y no paralice la economía, la miman llegando hasta el absurdo actual que es Europa: el banco central tiene problemas para comprar bonos emitidos por los estados pero no para financiar los discutibles activos de la banca. O el poco comentado tema de los avales en España que llegan al 10% del PIB superando los 100 mil millones de euros de emisiones bancarias por las que responde el estado, todo esto en un país donde es complicadísimo obtener financiación.
Con tantos apoyos no es de extrañar el error de los analistas serios que en 2008, tras comprobar las cifras, profetizaran una oleada masiva de quiebras bancarias. No las ha habido porque no contaban con la extraordinaria ayuda de dinero público. Y sinceramente no creo que las haya dado el apoyo político al sector. Sea económicamente justificable o no, todos los gobiernos y bancos centrales del mundo han hecho todo lo posible para que no se repita Lehman Brothers y si en algo soy “optimista” respecto a España es en que su sistema financiero saldrá bien parado de todo esto a pesar de lo crítica que es su situación… a costa del contribuyente y de más deuda pública para el futuro por supuesto. Con 3 años –gracias al BCE- de tregua creo que si el gobierno actual cumple con su objetivo y consigue acabar la reestructuración en menos de un año no tardaremos mucho en ver a los bancos españoles volviendo a inyectar liquidez a la economía real y multiplicando el dinero. Y es posible que el grifo abierto nos ayude como ninguna otra cosa a reactivar el consumo y la inversión y que la rueda vuelva a girar. O al menos esa es la idea.
Así pues, imaginemos que funciona y estamos a finales de 2017, 10 años después del inicio de la actual crisis. Lo más probable es que ya haga tiempo que la economía esté creciendo, con una vuelta a la creación de empleo e incluso que las reformas actuales hayan podido reducir los desajustes presupuestarios. Pero tendremos más tasa de paro, más impuestos, menores pensiones…habremos pasado no ya una década perdida, incluso una época de empeoramiento de condiciones económicas como no se ha vivido en España desde la postguerra civil y en Europa desde la guerra mundial, acostumbrados como estábamos a ir a mejor siempre. Para mi no hay duda que nuestra calidad de vida media en 2017 será peor que la que teníamos en 2007. Y puede que estemos felices por estar mejor que 5 años atrás pero si salimos de ésta gracias al efecto multiplicador del dinero de los bancos –y no parece que haya otra alternativa a la vista- no hay duda que será a costa de estar mucho más endeudados que 10 años atrás, con el peligro –ya conocido- que eso conlleva sentando las bases de la próxima gran recesión, ¿Estamos seguros de que es este el mejor sistema?
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Hasta la fecha, en España dos factores habían servido para mantener una situación de tensa calma económica: exportaciones y turismo. Sin embargo, las últimas cifras publicadas no muestran el vigor de meses anteriores y vierten nubes de incertidumbre para los próximos. ¿Hay motivos para preocuparse?
Lo primero que hay que tener en cuenta es que 2011 fue un año bastante positivo en incremento de exportaciones y llegada de turistas extranjeros, por lo que entra dentro de cierta normalidad que la situación tienda a estabilizarse. Mantener buenas cifras nada tiene de negativo, pero puede no ser suficiente para compensar el continuado deterioro de los indicadores domésticos.
El primer dato que muestra esa tendencia a la estabilidad es el crecimiento interanual registrado por las exportaciones: 3,6 por 100 en enero, frente al 32 por 100 un año antes. La lectura más inquietante es que las ventas dirigidas a la zona euro menguaron, especialmente a Italia y Portugal. La debilidad económica de los socios del euro se dejó sentir en las principales industrias, como la automovilística, cuya exportación cayó más de un 17 por 100 en términos interanuales. Un descenso de difícil remontada, teniendo en cuenta la debilidad de los pronósticos a corto plazo.
El segundo dato a analizar es la llegada de turistas extranjeros, que también ha registrado una variación anual positiva, pese a un descenso notable en los visitantes procedentes de Alemania y Reino Unido. Es cierto que los datos de febrero -últimos disponibles- pudieron estar afectados por el fuerte temporal de principios del mes, que afectó a numerosos aeropuertos europeos y a buena parte del litoral español. Pese a ello, los turistas internacionales siguieron aumentando sus noches de hotel, un alivio para los empresarios del sector, pero insuficiente para compensar una caída superior al 3 por 100 de las pernoctaciones consumidas por los turistas nacionales.
Lo preocupante a corto plazo es que nada de todo eso parece responder a un problema propio de competitividad, sino que suena fruto del declinante rumbo que parece estar tomando el conjunto de principales economías de la eurozona
No es nuevo lo que pasó ayer en Andalucía,
Mirad esta portada del ABC de 1996: http://hemeroteca.abcdesevilla.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/sevilla/abc.sevilla/1996/02/26/001.html
La Xunta de Galicia se ha sumado a la propuesta del Gobierno y ha anunciado que prepara limitar los salarios de los ejecutivos de las empresas públicas. Según los cálculos del presidente, Alberto Núñez Feijóo, la reducción salarial de los directivos estará en torno al 21,76 por 100. El decreto prevé ahorrar alrededor de un millón de euros al año.
La mala tarjeta de presentación de España http://dlvr.it/1MM13W
La economía europea se está estabilizando, dice el BCE http://dlvr.it/1MCbrH
¡Mantened la inversión!
Xavier Vidal-Folch
El Gobierno no debe suprimir infraestructuras, ni recortar en I+D, en formación o en movilidad universitaria
Han pasado cuatro décadas desde la crisis del precio del petróleo de los 70. Hemos aprendido mucho de esa experiencia. El impacto a corto plazo -como siempre ocurre cuando los precios del petróleo suben rápidamente- fue reducir el crecimiento al reducir el consumo de otros bienes, porque el consumo de petróleo no se ajusta tan más rápido como el de otros bienes y servicios.
Pero, con el tiempo, las personas pueden responder, y de hecho lo hacen, reduciendo su consumo de petróleo. Compran automóviles y electrodomésticos que hacen un uso más eficientes del combustible , aíslan térmicamente sus hogares, y a veces hasta usan el transporte público. El impacto a largo plazo es, pues, diferente y mucho menos negativo. Mientras mayor sea la propia eficiencia energética, menor es nuestra vulnerabilidad a la volatilidad de los precios.
Por el lado de la oferta, hay una diferencia similar entre los efectos a corto plazo y a más largo plazo. A corto plazo, la oferta puede ser capaz de responder en la medida que haya capacidad de reserva (no hay mucha ahora). Sin embargo, el efecto mucho mayor y más largo plazo proviene del aumento de la exploración y la extracción petroleras, debido al incentivo de los mayores precios.
Todo esto toma tiempo, pero, a medida que ocurre, reduce el impacto negativo: las curvas de demanda y oferta cambian en respuesta a precios más altos (o en previsión del aumento de los precios).
En términos de política, hubo una iniciativa prometedora a fines la década de 1970. Se legisló sobre los estándares de eficiencia de uso de combustible para automóviles y los fabricantes los implementaron. De una manera más fragmentada, los estados establecieron incentivos para la eficiencia energética en edificios residenciales y comerciales.
Pero entonces los precios del petróleo y el gas (ajustados por inflación) entraron en un período de declive que duró varias décadas. Las políticas destinadas a la eficiencia y la seguridad energéticas quedaron en gran medida sin efecto. Dos generaciones llegaron a pensar en la disminución de los precios del petróleo como algo normal, lo que explica la sensación actual de que se trata de un derecho, la indignación ante la subida de los precios, y la búsqueda de villanos: los políticos, los países productores de petróleo y las compañías petroleras son blanco de desprecio en las encuestas de opinión pública.
En el trasfondo de la opinión pública actual existe un fallo importante de la educación sobre los recursos naturales no-renovables. Y ahora, habiendo sub-invertido en eficiencia y seguridad energéticas cuando los costos de hacerlo eran más bajos, Estados Unidos está mal preparado para enfrentar la posibilidad de un aumento de los precios reales. La política energética ha sido "pro-cíclica", lo opuesto de ahorrar para los malos tiempos. Dada la presión al alza sobre los precios por el aumento de la demanda de los mercados emergentes y el rápido incremento en tamaño de la economía mundial , esos tiempos han llegado.
La actitud contra-cíclica es una actitud útil para las personas y los gobiernos. La historia reciente, en particular la acumulación excesiva de deuda pública y privada, sugiere que no la hemos adquirido. La política energética o su ausencia parece otro claro ejemplo. En lugar de anticipar y prepararse para el cambio, Estados Unidos ha esperado a que el cambio le resulte forzoso.
La miopía de la política energética no se ha limitado a EE.UU.. Los países en desarrollo, por ejemplo, han funcionado por muchos años con subsidios a los combustibles fósiles, que han llegado a ser ampliamente reconocidos como una mala manera de gastar sus limitados recursos. Ahora hay que cambiar estas políticas, lo que implica desafíos políticos y costes similares.
Europa Occidental y Japón, que dependen casi totalmente de los suministros externos de petróleo y gas, lo han hecho un poco mejor. Por razones de seguridad y ambientales, su eficiencia energética aumentó a través de una combinación de impuestos, mayores precios al consumidor y educación pública.
El gobierno de Obama está trabajando para iniciar una enfoque energético prudente de largo plazo, con nuevos estándares de eficiencia de combustible para vehículos de motor, inversiones en tecnología, programas de eficiencia energética para viviendas, y la exploración ambientalmente racional de los recursos adicionales. Hacer esto en medio de un arduo proceso de desapalancamiento posterior a la crisis, una recuperación obstinadamente lenta y el proceso de construcción de un nuevo modelo de crecimiento más sostenible, es más difícil -política y económicamente- de lo que podría haber sido si EE.UU. hubiera comenzado antes.
Aún así, más vale tarde que nunca. Obama está en lo correcto al tratar de explicar que una política energética eficaz, por su propia naturaleza, requiere objetivos de largo plazo y el avance constante hacia su logro.
Es frecuente oír la afirmación de que los ciclos electorales de las democracias no son muy adecuados para la aplicación de políticas señeras y de largo plazo. El contrapeso es el liderazgo que explica los beneficios y los costes de las diferentes opciones, y une a la gente en torno a objetivos comunes y enfoques sensibles. Por ello, el esfuerzo de la administración Obama para poner el crecimiento a largo plazo y la seguridad por encima de ventajas políticas merece admiración y respeto.
Si la crítica de la gobernabilidad democrática sobre la base de su "inevitable horizonte de brevedad" fuera correcta, sería difícil explicar cómo la India, una democracia poblada, compleja, y todavía pobre, pudo sostener inversiones y políticas de largo plazo necesarias para apoyar un crecimiento y desarrollo veloces. Allí, también, la visión, el liderazgo y la creación de consenso han jugado un papel fundamental.
La buena noticia para la seguridad energética estadounidense es que en el año 2011, el país se convirtió en un nuevo exportador neto de productos derivados del petróleo. Sin embargo es probable que el precio de los combustibles fósiles continúe su tendencia al alza.
La disminución de la dependencia de fuentes externas, debidamente llevada a cabo, es un avance importante. Pero no es un sustituto para una mayor eficiencia energética, que es esencial para hacer el cambio a un nuevo y resistente camino hacia el crecimiento económico y el empleo. Un beneficio adicional sería abrir una enorme agenda internacional para la energía, el medio ambiente y la sostenibilidad, donde se requiere el liderazgo estadounidense.
Este esfuerzo requiere persistencia y un largo periodo de atención oficial, lo que supone a su vez apoyo de ambos partidos. ¿Es eso posible en Estados Unidos hoy en día?
Los persistentes bajos índices de aprobación del sistema político de EE.UU. derivan en parte del hecho de que parece recompensar el obstruccionismo en lugar del trabajo bipartidista constructivo. En algún momento, los votantes van a reaccionar contra un sistema que amplifica las diferencias y suprime las metas compartidas, y la formación de políticas volverá a su modo pragmático más eficaz. La pregunta es cuándo
Un panorama desolador
La mayor parte de la deuda asociada al suelo no se va a pagar jamás