La privacidad es la verdadera divisa de Internet, millones de nosotros estamos cediendo gratuitamente información personal sobre lo que hacemos, sobre lo que nos interesa, sobre dónde estamos…. Google sabe más de nosotros que nuestra madre. En este entorno, lejos de “rebajar” el precio de las cosas, los gigantes de Internet cambian sus políticas de privacidad para poder cosechar y vender incluso más con nuestros datos personales. Aunque los defensores de la privacidad protestan, los usuarios suelen votar con sus clics y siguen como si tal cosa.
¿Debemos concluir que la generación de Internet está dispuesta a comerciar con su privacidad a cambio de servicios en la red gratuitos o más baratos?
Afortunadamente, parece que no, un reciente estudio de Nicola Jentzsch del Instituto de Investigación alemán de Berlín, indicaba que la gente prefiere proteger sus datos personales si tienen la oportunidad, y que una proporción considerable está dispuesta a pagar más para hacerlo.
Los investigadores dirigieron a 443 estudiantes a un sitio Web que ofrecía entradas para una película real en cartelera que vendían dos proveedores distintos. Aunque las entradas estaban subvencionadas, los voluntarios, que podían comprar una, dos o ninguna, tenían que asumir la mayor parte del coste.
Cuando ambos proveedores ofrecieron entradas al mismo precio pero solo uno exigía a los clientes que facilitasen su número de teléfono, el proveedor más respetuoso con la privacidad se quedó con el 83% de las ventas. Cuando ofrecieron a los participantes la misma opción pero con un cargo adicional de 50 céntimos para el cine con salvaguarda de la privacidad, el porcentaje descendió a un 31%.
Esta es una preocupación creciente a ambos lados del Atlántico. En enero Google fusionó los datos personales recabados de los usuarios a través de docenas de servicios, incluyendo YouTube, Gmail, y Google+, al hacer esto conseguiría mejores búsquedas y enfocar la publicidad de un modo más eficiente. Recientemente, la Comisón Nacional francesa sobre libertades informáticas y civiles, que representa a los reguladores europeos, comentó a Google que los resultados iniciales sugerían que la nueva política no cumplía la Directiva de Protección de Datos europea.
La UE está trabajando en nuevas normas de protección de datos que podrían incluir multas de hasta el 2 por ciento del volumen de ventas global de una empresa. Recientemente la administración Obama presentó el marco de un nuevo código sobre privacidad que podría dar a los consumidores un mayor control sobre el uso de sus datos.
¿Y tú? ¿Te preocupas por tu privacidad en Internet?
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En materia política, la teoría más aceptada es también la más sencilla: los poderosos siempre consiguen lo que pretenden. Los intereses de los bancos dictan las normas financieras; los intereses de las compañías de seguro dictan la política sanitaria; y los intereses de los ricos dictan la política impositiva. Quienes más puedan influir en el gobierno (por medio del control de los recursos, la información, el acceso o la mera amenaza de la violencia) tarde o temprano se saldrán con la suya.
A escala global es lo mismo. Según se dice, la política exterior depende, primero y principal, de los intereses nacionales, no de las afinidades con otras naciones o de la preocupación por la comunidad mundial. Los únicos acuerdos internacionales posibles son aquellos que están alineados con los intereses de Estados Unidos (y, cada vez más, de otras grandes potencias en ascenso). En los regímenes autoritarios, las políticas son expresión directa de los intereses del gobernante y sus secuaces.
Es una teoría convincente con la que podemos explicar fácilmente por qué tan a menudo la política genera resultados no deseados. Tanto en democracias como en dictaduras o en el campo internacional, que se produzcan esos resultados es reflejo de la capacidad que tienen ciertos pequeños grupos de intereses especiales para alcanzar sus fines en detrimento de la mayoría.
Pero esta explicación, además de muy incompleta, suele ser engañosa. Los intereses no son algo fijo ni predeterminado, sino que dependen de las ideas: lo que creemos respecto de quiénes somos, qué pretendemos lograr y cómo funciona el mundo. Lo que percibimos como interés propio siempre se ve a través del cristal de las ideas.
Imaginemos una empresa que lucha por mejorar su posición competitiva. Una estrategia que puede usar es despedir a una parte de su plantilla y tercerizar producción a otros lugares más baratos en Asia. Pero también puede invertir en capacitación para crear una fuerza de trabajo más productiva y más leal y, de ese modo, reducir el costo de rotación de personal. Puede competir por el lado de los precios o por el de la calidad.
El simple hecho de que los propietarios de la empresa actúen movidos por el interés propio nos dice poco respecto de cuál de estas estrategias seguirán. En definitiva, lo que determina la elección de la empresa es una serie de evaluaciones subjetivas respecto de la probabilidad de que se presenten diferentes escenarios, sumadas a un cálculo de sus costos y beneficios.
Pongamos otro ejemplo: imaginemos que usted es el gobernante despótico de un país pobre. ¿Qué es lo mejor que puede hacer para conservar el poder y evitar amenazas internas y extranjeras? ¿Crear una economía robusta orientada a las exportaciones? ¿O encerrarse y otorgar beneficios a sus amigos militares y a otros secuaces, en detrimento de casi todo el resto? Los regímenes autoritarios de Extremo Oriente adoptaron la primera estrategia, mientras que sus homólogos en Oriente Próximo optaron por la segunda. Tenían diferentes ideas respecto de lo que les convenía.
Pensemos en el papel de China en la economía global. Conforme la República Popular se convierta en una gran potencia, sus líderes tendrán que decidir qué clase de sistema internacional desean. Tal vez elijan ampliar y reforzar el régimen multilateral actual, que ya les fue útil en el pasado. O tal vez prefieran un sistema de relaciones bilaterales ad hoc que les permita obtener mayor provecho en sus transacciones con cada uno de los diferentes países. No podemos predecir cómo será la futura economía mundial por la mera observación de que China y sus intereses pesarán más en ella.
Podríamos multiplicar estos ejemplos al infinito. ¿Qué es mejor para las perspectivas políticas internas de la canciller alemana Angela Merkel: imponer a Grecia planes de austeridad, al costo de que tenga que volver a refinanciar la deuda más adelante, o aliviar su situación para darle una oportunidad de crecimiento que le permita liberarse del peso de la deuda? ¿Qué es mejor para los intereses de Estados Unidos en el Banco Mundial: designar directamente a un estadounidense para dirigirlo o cooperar con otros países para elegir el mejor candidato, sea estadounidense o no?
El apasionamiento con que discutimos estas cuestiones indica que cada uno de nosotros tiene diferentes ideas respecto de lo que le conviene. En la práctica, nuestros intereses son prisioneros de nuestras ideas.
¿Y de dónde salen esas ideas? Los políticos, igual que todos, son esclavos de la moda. Sus miradas respecto de lo factible y lo deseable están influidas por el Zeitgeist: las “ideas que están en el aire”. Esto implica que los economistas y otros formadores de opinión pueden ejercer mucha influencia, para bien o para mal.
Es famosa la observación de John Maynard Keynes de que hasta el más pragmático de los hombres suele ser esclavo de las ideas de algún economista muerto. Creo que se quedó corto. Las ideas que produjeron, por ejemplo, la liberalización desenfrenada y los excesos financieros de las últimas décadas salieron de economistas que (en su mayoría) están perfectamente vivos.
Tras el desastre de la crisis financiera, se puso de moda entre los economistas censurar el poder de los grandes bancos e indicar que si el entorno regulatorio permitió a los intereses financieros cosechar enormes beneficios con alto costo social, fue porque los políticos son prisioneros de esos intereses. Pero hete aquí que este argumento se olvida del papel legitimador que cumplieron los mismos economistas. Fueron estos economistas y sus ideas los que llevaron a los políticos y reguladores a creer que lo que es bueno para los financistas es bueno para el común de la gente.
A los economistas les encantan las teorías según las cuales en la raíz de cualquier mal político hay grupos de intereses especiales organizados. Pero en la realidad, no pueden esquivar tan fácilmente el bulto de las ideas equivocadas que con tanta frecuencia han engendrado. Al que tiene influencia le corresponde tener responsabilidad
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Igual es que Evo no entendió lo del déficit tarifario. Aquí como somos mas comprensivos ya le tenemos reconocidos 20.000 millones de euros de déficit tarifario a las eléctricas.
Sergey Tuganov, un ciudadano ruso de 28 años, perdió la vida tras un maratón de sexo de 12 horas con dos mujeres, que le habían retado a cambio de 4.000 euros. El joven aceptó y ganó la apuesta, pero, desgraciadamente, nunca pudo cobrar el premio. Finalmente su corazón falló y los médicos que acudieron de urgencia nada pudieron hacer por su vida, según publican medios como la cadena Fox News o The Sun.
Mecánico de profesión, Tuganov quería demostrar su capacidad viril y para ello hizo acopio de una gran cantidad de Viagra, con el fin de mantener una erección durante el mayor tiempo posible. Finalmente, murió de un ataque cardiaco.
Una de las mujeres, Alina, comentó: "Llamamos a los servicios de emergencia, pero era demasiado tarde, no pudieron hacer nada".
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En la República Checa ha sido sustraído un puentemetálico peatonal de unas 10 toneladas de peso, y que data del año 1901. Para realizar esta maniobra los delincuentes facilitaron a la policía documentación falsa.
El hurto fue cometido en la ciudad de Slavkov, en el sur del país. Los malhechores informaron a las autoridades locales que desmontarían el puente para tender en su lugar un nuevo ramal ferroviario y proporcionaron documentación falsa para engañar a los agentes. Las acciones de los delincuentes no provocaron ninguna duda, dado que usaron unа grúa, camiones y todo el equipo necesario. Además, la policía se encargó de custodiar el trabajo y desviar el tráfico.
“Solo cuando los operarios se fueron y todas las revisiones fueron hechas, comprendimos lo que había ocurrido. El precio para construir un nuevo puente se calcula en millones de coronas”, comenta Pavel Halla, portavoz del departamento de Movilidad.
A parte del propio puente, los malhechores lograron a robar 200 metros de vía férrea y hasta los tornillos con que fueron fijadas las traviesas. El daño causado se estipula en varios miles de dólares. Las autoridades suponen que el metal obtenido será vendido como chatarra.
No es la primera vez que hurtan un puente en la República Checa. En febrero del 2008 un puente fue robado cerca de la frontera con Alemania, en la ciudad de Cheb. En septiembre del mismo año otro puente ferroviario fue sustraído en el este del país.
Artículo completo en: http://actualidad.rt.com/tiempolibre/curiosidades/issue_39421.html?_f