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Los pilares de las burbujas

Los pilares de las burbujas 1Hace 5 meses hice por aquí un especial sobre burbujas absurdas, que incluían las siguientes:

Algunas basta con leer su nombre como para esbozar una sonrisa y preguntarnos ¿Cómo pudieron invertir en “eso”? ¿Cómo es posible que un tulipán valga más que una casa? ¿Verdaderamente el Palacio Imperial de Japón podía valer más que toda California?. En definitiva, ¿Por qué somos tan insensatos? En retrospectiva, la especulación siempre parece una tontería.  Aunque en el momento de la locura, resulta difícil de resistirse a invertir. Todo el mundo se forra ¿Vas a ser tu más tonto?

No hace muchos años, los científicos han empezado a descifrar los irracionales pilares de las burbujas. Consideremos un experimento económico dirigido por Colin Camerer, un neuroeconomista de Caltech. Él estableció una bolsa en su laboratorio, que consistía en acciones de una única supuesta compañía, e invitó a los licenciados de Caltech a participar. (La simulación se inspiró en una investigación parecida realizada por Vernon Smith, premio Nobel de economía). Cuando empezó el mercado, todo «inversor» recibía dos acciones y una pequeña cantidad de dinero para comprar más acciones. Para estimular correctamente la bolsa real, Camerer hizo que las acciones pagasen un pequeño dividendo de 24 céntimos al período, teniendo el mercado una duración de quince períodos. Si un estudiante tenía una acción para todo el juego, ganaba un total de 3,60$, o 24$x15.

Camerer diseñó el experimento para que el valor de las acciones fuera transparente. Por ejemplo, una acción al inicio del juego valía 3,60$, ya que eso es lo máximo que un estudiante podía esperar ganar en dividendos. En la segunda ronda, la misma acción solo valía 3,36$. En la siguiente ronda, valía 3,12$, y así sucesivamente. Si los estudiantes eran agentes racionales, las acciones perderían valor de forma constante, hasta que acabasen valiendo únicamente 24 centavos en la última ronda.

Pero eso no es lo que ocurrió. Tan pronto como empezó el “juego”, los estudiantes apostaron el precio de cada acción por encima de los 3,60$, a medida que se involucraban en una típica lucha por la exhuberancia irracional. Lo que era extraño, sin embargo, era la persistencia de esta burbuja especulativa. Incluso cuando las acciones valían menos de 1$, los estudiantes seguían apostando más de 2,50$. La lección es que incluso en un mercado transparente, el valor de la inversión era perfectamente obvio, las burbujas se desarrollan de forma inevitable. No podemos evitar especular.

Por supuesto, esto sigue planteando la pregunta: ¿por qué somos tan tontos? Para entender mejor la fuente de nuestra especulación compulsiva, Read Montague, un neurocientífico actualemente en Virginia Tech, ha empezado a investigar la formación de burbujas desde la perspectiva del cerebro. Argumenta que el impulso de especular está enraizado en nuestro programa mental. En concreto, las burbujas parecen depender de un talento humano único llamado «aprendizaje ficticio», que consiste en la capacidad para no únicamente aprender de los errores que han cometido realmente, sino que son capaces de aprender de los errores que podrían haber cometido, si hubieran hecho algo distinto.

Lamentablemente, el aprendizaje ficticio también nos puede conducir a la perdición, que es lo que ocurre durante las burbujas financieras. Los inversores, después de todo, están comprometiéndose constantemente con aprendizajes ficticios, puesto que comparan sus resultados reales frente a los resultados que deberían haber tenido, si hubieran vendido sus acciones antes de la crisis o comprado la acción de Google cuando la empresa salió a bolsa. Y de este modo, en 2007, Montague empezó a simular las burbujas del mercado en un escaner cerebral, al intentar descifrar la neurociencia de la especulación irracional. Su experimento fue así: cada sujeto recibía 100$ e información básica sobre el estado «actual» de la bolsa. Después de decidir cuánto invertir, los jugadores veían con inquietud cómo sus inversiones ganaban o perdían valor. El juego siguió durante 20 rondas, y los sujetos tenían que mantener sus ganancias. Un cambio interesante es que en lugar de utilizar simulaciones al azar de la bolsa, Montague dependía de datos de mercados históricamente famosos. Montague hizo que la gente «jugase» el Dow de 1929, el Nasdaq de 1998 y el S&P 500 de 1987, de manera que las respuestas neuronales de los inversores reflejasen las burbujas y crisis de la vida real.

Montague,  descubrió una señal neuronal fuerte que dirigía muchas de las decisiones de inversión. La señal era el aprendizaje ficticio. Tomemos, por ejemplo, esta situación. Un inversor decide apostar un 10% de su cartera total en el Mercado, que es una apuesta bastante pequeña. Entonces, ve como el mercado sube de valor de forma muy significativa. En este momento, el inversor experimenta un enorme arrepentimiento, se trata de un efecto secundario del aprendizaje ficticio. (Pensamos cuánto más ricos podríamos ser si hubiéramos invertido más en el mercado). Este sentimiento negativo va precedido de una oleada de actividad en una pequeña zona situada en el centro del córtex. En lugar de disfrutar de nuestras ganancias, nos centramos en los beneficios que hemos perdido, lo que nos conduce a hacer algo distinto la próxima vez. Como consecuencia de ello, los inversores del experimento adaptaron de forma natural sus inversiones a corriente y flujo del mercado. Cuando los mercados estaban en alza, como con la burbuja del Nasdaq de finales de los 90, la gente aumentó sus inversiones continuamente. De hecho, muchos de los sujetos de Montague finalmente colocaron todo su dinero en el mercado alcista. Se habían convencido de que la burbuja no era una burbuja. Este auge sería distinto.

Y entonces, tal cual, la burbuja estalla. El Dow se hunde, el Nasdaq se desploma, el IBEX explota. En este momento, los inversores se apresuran a deshacerse de todos los activos que están perdiendo valor, a medida que sus cerebros se dan cuenta de que han cometido errores muy caros. Nuestras decisiones de inversión siguen estando dirigidas por el arrepentimiento, pero ahora ese sentimiento nos indica que vendamos. Es entonces cuando nos entra el pánico financiero.

Durante el último año, Montague ha ampliado estos resultados provocadores. Ha mostrado, por ejemplo, que los muy fumadores son menos vulnerables al aprendizaje ficticio. Esto se debe posiblemente a que han aprendido a lo largo del tiempo a ignorar sus pensamientos de arrepentimiento que les indicaban que dejasen de fuma. (Aunque lamentan su adicción a la nicotina, saben que les está matando, siguen fumando). El resultado es que su capacidad para no aprender de escenarios ficticios puede hacerles también más resistentes al atractivo de las burbujas. Se ve que una adicción se cura con otra…

Montague también ha empezado a explorar el poder de la comparación social, la típica conversación que teníamos en España hace 5 años cuando siempre salía el tema de la vivienda y lo mucho que todo el mundo había ganado con la suya. En una serie de experimentos en curso, Montague estudió  lo que ocurre cuando la gente compite en un juego de inversión. Mientras algunos sujetos toman decisiones sobre la bolsa, Montague controla su actividad cerebral en dos máquinas de resonancia magnética. Lo primero que descubrió fue que ganar más dinero que otra persona es algo muy placentero. Cuando los sujetos «ganaban» el juego de inversión, se observó un elevado aumento de actividad en el estriado, una zona del cerebro típicamente asociada al procesamiento de recompensas placenteras. Lamentablemente, este mismo impulso de superar a los demás también puede dar lugar a que la gente asuma riesgos temerarios.

Más recientemente, un equipo de neurocientíficos italianos dirigido por Nicola Canessa y Matteo Motterlini, comprobaron que el arrepentimiento también es contagioso, de modo que «observando resultados de arrepentimiento de las elecciones de otros reactiva la red de arrepentimiento». (En otras palabras, internalizados los errores de otros. Vivimos sus emociones como si fuesen las nuestras.) Además, esta empatía afecta a nuestras propias decisiones.

Hay dos aspectos importantes en esta investigación. El primero es que la neurociencia puede contribuir muy pronto a los diagnósticos macroeconómicos, permitiéndonos distinguir mejor entre auges y burbujas. Por ejemplo, se puede hacer que sujetos intervengan en el actual mercado del oro en un escáner, solo para comparar su actividad cerebral con la de la gente que intervino en burbujas del mercado anteriores.

El segundo es que las burbujas especulativas están enraizadas en un mecanismo de aprendizaje muy adaptable, lo que probablemente sea la razón por la que es tan difícil de evitar. La única manera de que evitar pujar más alto por la acción de Apple y los tulipanes es dejar de aprender de los razonamientos opuestos a los hechos. Por supuesto, esto significa que nos aislaríamos de medios esenciales de automejora, una forma de beneficiarnos de los errores que realmente no cometimos.

En otras palabras, la razón por la que a veces cometemos decisiones de inversión tan estúpidas es porque somos condenadamente listos. Vamos, porque nos pasamos de listos.

Carlos Lopez

Redactor de Euribor.com.es. Escribiendo desde el 2006 sobre el Euribor, economía, finanzas, bolsa, hipotecas y ahorro

Ver comentarios

  • Importante leerlo, sobre todo para aquellos que tanto critican a la presidenta alemana Merkel.

    Clara explicación de la situación.

    Imagine (Alemania) que un amigo (España) le pide dinero.

    Lógicamente usted le pregunta para qué lo necesita, y él le dice que para pagar los gastos básicos, -agua, luz, hipoteca del piso, comida, colegio de los niños, etc.,- sin los cuales no puede subsistir.

    Usted decide que se lo presta.

    Su amigo, al cabo de tres meses le vuelve a pedir dinero. A usted esta petición ya no le gusta tanto porque considera que debería haber conseguido cubrir esos gastos básicos. Pero decide dejárselo a un bajo interés, para que de alguna manera tenga conciencia de que lo prestado tiene un coste.

    Tres meses más tarde vuelve a pedirle dinero. Entonces usted decide que antes de prestárselo quiere revisar sus cuentas. Y ¡sorpresa! Descubre que su amigo tiene dos personas que le hacen las tareas del hogar, más días festivos que usted, un coche de alta gama, veranea en un resort de lujo, alquila pistas de tenis para jugar con los amigos, pero además tiene a su cargo a dos de sus primos, a un tío de Albacete y dos apartamentos vacíos que usa dos veces al año, uno en invierno y el otro en verano. Su amigo lleva una vida cómoda aunque, evidentemente, no llega a final de mes, por lo cual necesita pedirle un préstamo.

    ¿Usted qué haría? ¿Le seguiría dejando dinero? ¿O bien le exigiría que redujese todos los gastos superfluos, que serían un ochenta por ciento, para poder volver a hablar de préstamos?

    Unos cuantos meses después —y sigo con la historia— su amigo se presenta en su casa y le dice que vuelve a necesitar dinero. Usted le pide explicaciones y él alega que ya ha reducido gastos. ¿Cuáles? Les ha bajado el sueldo a las asistentas.

    Pues bien, eso es lo que le pasa a Merkel, a los mercados y al Banco Central Europeo: razonablemente no van a permitir que este país de pandereta siga funcionando de la manera en que lo hace.

    Y es que no puede ser que tengamos más aeropuertos que Alemania, que seamos el segundo país del mundo con más líneas de alta velocidad después de China, que “disfrutemos” de más festivos y puentes que ningún otro, que tengamos la tira de administraciones públicas todas para sacarle la pasta al pobre ciudadano: parlamento nacional, senado, parlamentos autonómicos, gobiernos autonómicos, diputaciones, ayuntamientos, consejos comarcales, cabildos, mancomunidades, etc., que medio país esté permanentemente inmerso en festejos y folklores varios, que el nivel educativo sea tan bajo, con un nivel de exigencia que roza la subnormalidad, que los técnicos y científicos (el futuro de un país avanzado) en todas las áreas sean pocos, mal pagados y sin reconocimiento alguno, que cuando alguien se dedica a delinquir, robar o asesinar, casi no se le castiga y sale de la cárcel enseguida, mientras que al ciudadano honrado se le multa, detiene y juzga por apretar el acelerador, fumar, pescar sin licencia, etc…por no decir el caso de los hombres a los que se les detiene por una simple denuncia sin derecho a la presunción de inocencia (Ley de violencia de género) o de los policías que se les condena a la mínima denuncia de los delincuentes, que cualquiera que no sabe hacer la O con un canuto puede ser alcalde, ministro, alto cargo, o Presidente,  que estemos en permanentes tensiones internas con toda clase de separatistas y regionalistas jugando a ser Estados dentro del Estado, que los políticos se autoprotejan a ellos y a sus camarillas, que los jueces puedan dictar las sentencias más absurdas sin que les pase nada, que haya cerca de 300.000 sindicalistas que cobren del estado por tocarse las narices, que cualquier persona pueda mofarse, burlarse o agredir a los simbolos del Estado (bandera, himno, Jefe de Estado) sin que le pase nada, que cualquier inmigrante ilegal que llega tenga inmediatamente derecho a toda clase de subsidios, atención sanitaria, escolarización, etc… etc…

    La señora Merkel quiere que nos pongamos serios y nos dejemos de cachondeo. A ella, una teutona licenciada en ciencias físicas, le da lo mismo por dónde empecemos, la cuestión es que reduzcamos todos los gastos superfluos, y hagamos las reformas necesarias para convertirnos en un país serio y que lo hagamos ya.

    Mientras, el grifo lo tendrá cerrado, y bien que hará.GRACIAS SRA. MERKEL, si lo consigue los españoles honrados y con dos dedos de frente se lo agradecemos.

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  • Quizá para cualquier persona mínimamente informada parezca una obviedad decirlo, pero lo cierto es que algunos colectivos de militares parecen no tenerlo claro. Así que lo mejor es afirmarlo desde el principio de manera rotunda: las Fuerzas Armadas no pueden por sí mismas decidir cuándo procede actuar en defensa de la integridad territorial del Estado y del ordenamiento constitucional.
    El artículo 8.1 de la Constitución dispone que «las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional». Esto significa, básicamente, que las Fuerzas Armadas podrían intervenir para frenar una intentona secesionista. No obstante, cuando esta posibilidad se comenta en el discurso público existe cierta ambigüedad acerca de la posibilidad de que esa función constitucional del Ejército pueda ser ejercida al margen de la postura del poder civil, es decir, del Gobierno.
    En cierto modo, esta imprecisión parece ser explotada por ciertos sectores de las propias Fuerzas Armadas, que ven en ese artículo constitucional una especie de cláusula de cierre al sistema político; una suerte de equivalente militar al artículo 155 de la Constitución, con el que los militares podrían presionar a los poderes políticos, aun sabiendo que su aplicación última es impensable. El caso del Teniente General Mena, en 2006, es una buena muestra de ello: ambigüedad calculada sobre la intervención del Ejército en caso de grave vulneración de la Constitución, sin dejar claro si se intervendría sin contar con (o en contra de) el Gobierno de la Nación.
    Sin embargo, conviene dejar claro que no es posible una intervención autónoma de las Fuerzas Armadas. Y no lo es por dos motivos. Primero, la Constitución ya establece un árbitro último para decidir sobre los conflictos constitucionales que se puedan plantear: el Tribunal Constitucional. Y segundo, el artículo 97 de la Constitución deja claro que es el Gobierno el que “dirige la política interior y exterior, la Administración civil y militar y la defensa del Estado”. La Fuerzas Armadas están completamente sometidas a éste a no ser, claro, que una orden sea manifiestamente ilegal (piénsese, por ejemplo, en una orden que prescribiese reprimir una manifestación civil disparando a matar).
    Si una región española declarase unilateralmente la independencia, es labor del Gobierno de la Nación (y no de las Fuerzas Armadas) decidir qué clase de acción debe emplearse en defensa del Estado y del orden constitucional. En este sentido, sería perfectamente entendible que, ante una secesión pacífica, el Ejecutivo central prefiriese abstenerse de acciones militares, que probablemente comprometerían la posición española en la Unión Europea, deslegitimarían cualquier intento de reanexión de la región díscola, serían previsiblemente condenadas por la comunidad internacional, y pondrían en grave peligro la estabilidad política, social y económica del Estado.
    Una actuación militar sería en sí misma una amenaza grave para el propio orden constitucional, incluso aunque se ejecutase en defensa de la integridad territorial de España. No es, por tanto, labor del Ejército ponderar los intereses en juego para tomar una decisión por sí mismo. Esa función corresponde constitucionalmente al Gobierno, que deberá valorar cuál es la respuesta más acorde con el mantenimiento y el restablecimiento de la normalidad constitucional.
    Alguien podría preguntarse legítimamente ¿para qué vale entonces el artículo 8.1 de la Constitución? Y la respuesta a esa cuestión es más sencilla de lo que parece. El artículo 8.1 de la Constitución define para qué pueden usarse las Fuerzas Armadas. Explica su función, su misión constitucional. No nos dice que los militares puedan tomar decisiones sin contar con el poder político, sino que delimita para qué sirve el Ejército en un Estado democrático de Derecho como el nuestro.
    Personalmente intuyo que ni el Teniente General Mena ni nadie que llegue hoy por hoy a un rango de oficial en España cree realmente que el artículo 8.1 de la Constitución otorgue ese poder último de decisión constitucional al Ejército. Creo que, en realidad, esa ambigüedad calculada con la que algunos militares hacen declaraciones públicas no es más que la forma en que algunos sectores de una institución históricamente poderosa tratan de mantener –muy a duras penas– una cierta capacidad de influencia en el proceso político. Es una actitud que podemos considerar como una versión del juego del gallina y que hemos visto recientemente en otros contextos.
    Conviene tener presente que cuando esta clase de desafíos se usan de manera tan abierta, en vez de subrepticiamente, estamos probablemente más ante una prueba de debilidad institucional que ante una auténtica amenaza.

    M. Alonso Sierra  

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  • #3 Las CCAA son niños malcriados con tarjeta de credito. Uno se quiere ir de casa, pero a vivir a uno de los pisos vacios, anuestra costa.
     

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  • días... por que buenos no son eso seguro.

    La prima se nos ha subido otra vez por encima de nuestras cabezas. Cataluña está poniendo cargas de dinamita en sus fronteras para echarse al mar y navegar sola o quizá unirse a otros lugares reconditos del planeta, eso si con una via abierta con madrid para chupar todo lo que pueda durante toda la vida. La castuza de babosos, jetas y sinverguenzas continuan haciendo y diciendo sin sentidos sin miedo a hacer el ridiculo, eso da igual, el ridiculo que lo hagan los ciudadanos.... Los perroflautiles, subvencionados, apesebrados que hace un año pillaban de la castuza y callaban la desgracia que se nos venía encima, salen a las calles con violencia a reclamar lo suyo cual sicarios de los paises del este. 

    En resumen, esta "pseudodemocracia" es la mayor mierda que se puede ver entre todos los paises llamados civilizados. Una mentira y una farsa que ya solo se creen los jetas y mentirosos de los políticos y sus seguidores fanaticos. Estos últimos incapaces de desvincular sus obsoletos principos politicos por los que tanto graznan de lo jetas que son sus dirigentes. No se dan cuenta que se descojonan de todos, incluidos ellos.

    La "toma del congreso" es otra manifestación política con banderitas, consignas, ropajes caracteristicos de la izquierda.... donde estaban hace un año???.

    Una verdadera manifestación o concentración de gente que ha despertado de este sueño, no llevaría banderas, ni consignas políticas ni nada!! solo pondría encima de la mesa del gobierno y sus lacayos, los cojones y ovarios españoles que ya están cansados de trabajar, sufrir y tirar el dinero para estos desgraciaos!!!!.

    Lamentable pais dios mio. Somos exclavos  de la gente a la cual votamos...

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