La moda (del francés, mode y éste del latín, modus, modo o medida) indica en su significado más amplio una elección o, mejor dicho, un mecanismo regulador de elecciones, realizadas en función de criterios subjetivos asociados al gusto colectivo.
Las modas, sabido es, son contagiosas en todas los ámbitos, y la economía no es la excepción.
Durante varias décadas, la teoría monetarista ha sido la línea de pensamiento dominante en los países centrales. Libros y manuales se han escrito sobre la misma, pero básicamente, podríamos decir que sus seguidores hacen hincapié en la importancia del Banco Central de cada país y sus herramientas en lo referente a las soluciones para crisis y momentos de estancamiento, poniendo especial énfasis en metas como la inflación y las tasas de interés.
Siguiendo esta línea, el rol del estado debe limitarse a la mínima expresión, y el ajuste de las variables financieras (base monetaria, nivel de reservas, esterilización e inyección de liquidez) es el corazón que mantiene en movimiento al resto de la economía de un país, y en ello se encuentra la fórmula del crecimiento económico.
La inflación, bajo esta modalidad, es EL enemigo a combatir dado que la misma erosiona el poder adquisitivo del dinero, y si estamos hablando de EE.UU., este temor cobra más sentido que en el resto de los países, por sus capacidad para generar la moneda de cambio más utilizada para transacciones de todo tipo alrededor del globo: la pérdida de confianza en el dólar sería el principio de la caída del imperio, cosa que ningún analista (sea cuáles sean sus ideales políticos) niega.
De tal manera, tanto los EE.UU. como los países Europeos (influenciados en gran parte por la doctrina económica de Inglaterra) han danzado al compás de la música de moda del momento hasta… hace apenas unos años (más precisamente, hasta el la crisis de las hipotecas en el 2008 que tuvo al mundo al borde del abismo económico), en donde la moda quedó “old-fashion” y una nueva música proveniente de China comenzó a sonar.
La música China que está de moda.
“Tasas chinas” ya es una definición que se utiliza para clasificar a países cuya tasa de crecimiento anual se acerca o supera los dos dígitos. ¿Como se llegó a esto? Muy fácil: China sorprendió al mundo con tasas de crecimiento del 10% anual durante varias décadas, soportando crisis, cambios económicos estructurales, explosiones de burbujas y modificaciones geopolíticas.
¿Cómo hicieron los chinos para lograrlo? En líneas generales, devaluando su moneda (el Yuan) y poniendo de su lado al mayor fantasma de los países centrales: la inflación.
De esta manera, sus exportaciones no hicieron otra cosa que aumentar año tras año gracias al abaratamiento de sus productos en dólares, convirtiéndose de alguna manera en una gigantesca aspiradora global de puestos de trabajo (La incorporación de los países Asiáticos, sobre todo de China, agregó más de 2.000 millones de trabajadores nuevos al mercado laboral internacional en las últimas décadas).
La música China tiene la siguiente partitura: el ritmo comienza con una fuerte devaluación de la moneda local que hace que sus productos sean los más baratos del mundo, luego agrega músicos que trabajan a sol y sombra para lograr las mejores rimas y culmina con un estribillo pegadizo de crecimiento e inflación controlada.
Esta nueva moda musical pegó fuerte primero en los países emergentes asiáticos (por un tema de cercanía) pero luego, misteriosamente, se trasladó a Latinoamérica a partir del año 2.002, y los resultados fueron extraordinarios: los países que la adoptaban tenían cada vez más músicos (trabajadores) mientras que los que no (como EE.UU. o Europa) sufrían un desenamoramiento musical que hacía que sus músicos no quieran tocar más, y el desempleo crecía.
Ahora bien, dejando de lado la parábola musical, podemos preguntarnos: ¿es casualidad que China y el resto de los países emergentes estén en condiciones de casi “pleno empleo” mientras que Europa (con España y Grecia a la cabeza) se encuentren en niveles de desempleo históricos?
EE.UU decidió, en el año 2008 y jaqueado por la crisis de las hipotecas, adoptar la música China y abandonar la vieja moda de la inflación como enemigo, y una nueva melodía comenzó a sonar.
Ahora es Europa la que, pese a la oposición cada vez más débil de Alemania, quiere entrar en la nueva moda aplicando políticas que devalúen el Euro (aunque la moneda europea no ha hecho otra cosa que apreciarse en las últimas semanas) y abaraten sus productos.
La pregunta es: ¿puede sonar la misma música en todo el mundo?
La respuesta es negativa, salvo que encontremos la manera de exportar las crisis económicas a la Luna o a Marte.
China comenzará a sufrir en breve las consecuencias de la devaluación del dólar vía apreciación del Yuan y encarecimiento de sus productos, y el término “tasas chinas” deberá ser readecuado a una nueva realidad de un crecimiento más famélico.
El desaceleramiento chino dejará vacante el lugar de locomotora global, y es difícil que otro país (¿EEUU, Alemania?) se pueda calzar hoy en día semejante traje.
Mientras tanto, como se hacía en la cubierta del Titanic, bailemos hasta que la música se acabe.