Si por CI entendemos Coeficiente Inversor, los protagonistas son distintos, es difícil elegir uno como el más listo, así que os dejo a siete que se podrían disputar ese título. Todos ellos son personas que han ganado mucho dinero aferrándose a sólidas filosofías de inversión. Si analizamos también sus estrategias, no son muy difíciles o complejas, se basan en datos financieros básicos de una empresa y en buscar valor. Si consideran que lo hay, invierten y consiguen sustanciosos beneficios.
Philip Fisher
Philip Fisher es el padre de la inversión en acciones en crecimiento. Creó su propia empresa de inversión, Fisher & Company, en 1931, y la dirigió hasta su jubilación en 1999 con 91 años. Fisher logró rendimientos magníficos para él y sus clientes durante sus 70 años de carrera.
Fisher se centró en la inversión a largo plazo. Compró con mucho acierto la acción de Motorola en 1955, y la mantuvo hasta su muerte en 2004. Creó una lista de quince puntos de características que buscar en una acción ordinaria y se centraban en dos categorías: características de gestión y características del negocio. Entre las cualidades importantes de la gestión destacaban la integridad, contabilidad conservadora, accesibilidad y buenas perspectivas a largo plazo, apertura al cambio, excelentes controles financieros y buenas políticas de recursos humanos. Entre las características de negocio destacarían orientación al crecimiento, elevados márgenes de beneficios, elevado rendimiento del capital, compromiso con la investigación y el desarrollo, organización de ventas superior, posición dominante en el sector y productos o servicios patentados.
Benjamin Graham
Benjamin Graham es principalmente conocido por ser el profesor y mentor de Warren Buffett. Es importante destacar, no obstante, que consiguió este papel por su obra «padre de la inversión de valor». Ganó mucho dinero para él y sus clientes sin asumir grandes riesgos en la bolsa. Pudo hacerlo porque solo utilizaba el análisis financiero para invertir con buenos resultados en acciones. También contribuyó en muchos aspectos a la Ley de Títulos Valores de 1933, que exigía a las sociedades cotizadas la publicación de los estados financieros auditados por compañías independientes. Graham también hizo hincapié en tener un margen de seguridad al invertir, lo que significaba comprar a un precio muy por debajo del valor conservador de un negocio.
Bill Gross
Bill Gross es considerado por muchos el «rey de los bonos». Es el fundador y director destacado de PIMCO, y él y su equipo gestionan más de 600 mil millones de dólares en inversiones de renta fija.
Aunque Bill está principalmente enfocado en los bonos, tiene un estilo de inversión que se centra en toda la cartera. Considera que una inversión exitosa a largo plazo se basa en dos pilares: la capacidad para formular y articular una perspectiva a largo plazo y contar con la composición estructural correcta dentro de una cartera a lo largo del tiempo para aprovecharse de esa perspectiva. Continua afirmando que el largo plazo debería ser de entre 3 y 5 años, y pensando a tan largo plazo, se evita que los inversores sufran los latigazos diarios de los mercados.
John Templeton
John Templeton es el creador del moderno fondo de inversión. Llegó a esta idea por su propia experiencia: en 1939 compró 100 acciones de todas las sociedades que cotizaban en la NYSE por debajo de 1$. Compró 104 empresas en total, por una inversión total de 10.400$. Durante los siguientes cuatro años, 34 de esas empresas quebraron, pero pudo vender el resto de la cartera por 40.000$. Esto le hizo ver la diversificación y la inversión del mercado en su conjunto, algunas empresas quebrarán al tiempo que otras ganarán.
John Templeton fue descrito como el último cazador de gangas. También buscaba empresas a nivel internacional cuando nadie más lo hacía. Consideraba que las acciones con mayor valor eran aquellas que estaban totalmente desatendidas. También gestionó todo ello desde Las Bahamas, lo que le mantuvo lejos de Wall Street.
Carl Icahn
Carl Icahn es conocido en el mundo de la inversión como un asaltante de empresas despiadado o un líder del activismo accionista. Lo que se opine de él, depende, según creo, del puesto que se ocupa en la empresa que él persigue. Icahn es un valioso inversor que busca empresas que considera mal gestionadas. Intenta llegar al Consejo de Administración comprando suficientes acciones para votarse a sí mismo y acceder a este órgano, y después cambia a los altos directivos por lo que él cree que permitirá lograr resultados más sólidos. Ha tenido mucho éxito con esta estrategia durante los últimos 30 años.
Aunque no es la inversión de valor real, se centra en empresas infravaloradas. Solo busca a las infravaloradas por la mala gestión, algo que considera bastante fácil de cambiar cuando estás al mando.
Peter Lynch
Peter Lynch es más conocido por gestionar el Fidelity Magellan Fund durante más de 13 años, tiempo en el que sus activos gestionados crecieron de los 20 millones de dólares a más de 14 mil millones de dólares. Más importante aún es que Lynch superó al índice S&P500 en 11 de esos 13 años con un rendimiento anual promedio del 29%.
Lynch aplicó sistemáticamente un conjunto de ocho fundamentos a su proceso de selección:
Michael Steinhardt
Es otro inversor que pocos reconocen fuera de Wall Street. Steinhardt logró una trayectoria que sigue destacando en Wall Street: 24% de la composición media de los rendimientos anuales, más del doble del S&P500 durante el mismo período, durante 28 años. Lo que resulta más sorprendente es que Steinhardt lo hizo con acciones, bonos, opciones a corto y a largo, divisas y horizontes temporales que oscilaban entre los 30 minutos y los 30 días. Se le atribuye centrarse en el largo plazo, pero invertir a corto como agente estratégico.
Más adelante dijo que los inversores debían basarse en los siguientes seis principios:
Como veis, invertir es muy sencillo, consiste en comprar barato y vender caro….
Como viene siendo habitual, para aquellos que no entráis aquí obsesivamente todos los días, os…
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Después de la barretina y el porrón de Pío Cabanillas Gallas, ministro de Información y Turismo mientras duró el espíritu del 12 de febrero de Carlos Arias Navarro, años después colaborador de Adolfo Suárez y autor de una frase antológica -"hemos ganado nosotros, pero aún no sabemos quienes"-, vinieron otras estampas regionales. Aperturas y arrumacos. "Nuestra Cataluña".
Vinieron las visitas a Poblet. Cuando un político español visitaba Catalunya citaba a Josep Pla, elogiaba el seny, bebía una copa de cava y concluía la jornada con una visita al monasterio de Poblet, hábilmente convertido por Josep Tarradellas en un contrapunto de Montserrat, con la donación de su importante archivo particular. Aromas de Montserrat (pujolistas) y susurros de Poblet (tarradellistas). Benedictinos y cistercienes. La montaña y la colina. El Abat Oliba y Ramon Berenguer IV. La Moreneta y las tumbas de los reyes catalanes. El Virolai y el gregoriano cisterciense. Napoleón, la desamortización, los carlistas y los liberales. La revista Serra d'Or y el patronazgo real. Un mismo catalanismo con distinta graduación. Los políticos se acercaban a Poblet porque les parecía un lugar más moderado. Aún no les habían explicado la anécdota de Felipe II. El rey vestido de negro visitó una vez Poblet y se encontró con que nadie le abría la puerta.
Pom, pom.
-¿Quién es?
-El rey de España.
-No le conocemos.
Pom, pom.
-¿Quién es?
-El conde de Barcelona...
Y entonces se abrió la puerta.
Discretamente, como corresponde a su historia, Poblet también ha hablado sobre la cuestión. El día de Todos los Santos, Maur Esteva, abad emérito de Poblet y ex abad general de la orden cisterciense, leyó una homilía bien explícita en el monasterio, también cisterciense, de Santa Maria de Solius (Baix Empordà). Estas fueron sus palabras: "Pienso que desde el pasado Onze de Setembre estamos todos muy sorprendidos por algunas cosas que vemos, leemos y oímos. (....) Creo que defender la propia lengua, la propia cultura y consecuentemente, la propia nación, y autoafirmarlas con todos los medios y con la voluntad de ser un Estado soberano, es una causa justa, incluso si por ello hay que sufrir persecución: persecución espiritual, persecución dialéctica, porque quien tiene la magia de la palabra también puede hacer terrorismo intelectual". (El texto completo puede consultarse en http://www.poblet.cat/vida espiritual/homilías predicadas).
Maur Esteva fue abad de Poblet entre 1970 y 1998 y en esos 28 años tuvo la oportunidad de recibir a ilustres visitantes de la política española, entre ellos, el expresidente José María Aznar, atento y bien documentado lector de Pla, que, pese a aquella tan ingeniosa y comentada frase del "catalán en la intimidad", no se calaría la barretina Cabanillas ni que se lo pidiese un editorial de The Wall Street Journal. (El gobierno Aznar apoyó activamente las obras de restauración del monasterio).
Con la homilía de Solius puede completarse el dibujo de la Iglesia catalana ante la cuestión. Se ha pronunciado Montserrat, ha hablado una voz muy relevante de Poblet, ha habido un comunicado de la Conferencia Episcopal Tarraconense y algunos obispos han dado a conocer su opinión personal. Es un cuadro con matices, como suelen ser las cosas en Catalunya , en contra del brutal estereotipo que estos días pretende imponer el hegemonismo central: Catalunya, igual a dictadura. El cuadro oscila entre el apoyo explícito al soberanismo y una prudente comprensión del mismo. En el fondo del dibujo, la imagen de Benedicto XVI entrando en la Sagrada Família hace dos años, rezando en catalán.
Aquel fue un momento importante. Evidentemente, el Vaticano no apoya la independencia de Catalunya, ni nadie con un mínimo de información al respecto puede afirmar que simpatice con la causa soberanista. La línea es más sutil: Roma ha aceptado la nación cultural catalana. Roma la ha reconocido, mientras el macizo de la raza la sigue considerando una anomalía histórica que hay que comprimir, laminar y, al final, disecar.
Para qué sirve el presupuesto europeo http://dlvr.it/2VjPVP
Fragmentación: causas y consecuencias de la división interna del movimiento independentista catalán
En relación con el artículo de hoy,
Ninguno me llama la atención. En esa lista debería estar el nombre de mi mujer, que hace virguerias a partir de mitad de mes.
La propuesta del gobierno de otorgar el permiso de residencia a aquellos inmigrantes que compren una vivienda de al menos 160.000 euros ha sido recibida con una hostilidad difícil de explicar. Creo que vale la pena dar unos cuantos apuntes sobre esta medida, ya que creo sinceramente que no es mala idea. Veamos.
En España tenemos un exceso de viviendas descomunal, y cualquier cosa que hagamos para sacárnoslas de encima es buena idea. Si eso implica colocárselas a turistas rusos con demasiado dinero, pues mira, adelante.
España tiene una ventaja comparativa tremenda: es un sitio estupendo donde vivir. Si no tenemos más gente viniendo al país es porque uno, la economía es un erial, y dos, para gente fuera de la UE los trámites migratorios son un desastre. Si este cambio legal contribuye a que un montón de jubilados americanos escojan Torremolinos en vez de Florida para retirarse, pues mejor que mejor.
Esto implica, por cierto, que el precio mínimo es demasiado alto – el gobierno Rajoy nunca decepciona a la hora de dejar cosas a medias.
La temida “oleada de peticiones de permisos de residencia”, por cierto, es algo bueno, no algo negativo. España va a empezar a perder población el año que viene; si queremos que la economía del país sea viable, debemos tratar de cambiar esa tendencia. Importar gente es una buena idea, y si hablamos además de inmigrantes capaces de poner 100.000 euros por delante, aún más. La inmensa mayoría de estudios sobre inmigración señalan que tiene un efecto enormemente positivo sobre la economía del país receptor. Es hora de dejarnos de miedos.
Restringir la entrada sólo a los que invierten en ladrillo, por cierto, es una definición estupenda de lo bien que funciona nuestro país. Y sí, es sarcasmo.
Sí, este sistema crea una puerta de entrada más fácil para gente con dinero. La verdad, no veo que sea un problema; en la medida de lo posible queremos importar inmigrantes con recursos, ya que salen más baratos y producen mayores retornos a nivel económico. No soy de cerrar fronteras, pero no es una decisión completamente irracional o especialmente injusta.
R. Senserrich
Todo lo que usted quiso saber sobre la SAREB y no se atrevió a preguntar
Según la Generalitat, en 2009 el Estado obtuvo de Cataluña un saldo fiscal de 16.410 millones de euros, un 8,4% del PIB catalán. Esta cifra ha quedado fijada en la retina del ciudadano. Hoy el argumento clave de quienes abogan por la independencia no tiene nombre; tiene un número: 16.000 millones.
Dada la trascendencia de las elecciones del próximo 25 de noviembre, es importante que la ciudadanía entienda bien cómo se ha calculado y qué mide esta cifra. El concepto de saldo fiscal es muy resbaladizo cuando trata de identificar la incidencia territorial de la acción económica del Estado. No estamos ante un concepto nítido y estadísticamente acreditado como puede ser, por ejemplo, el volumen de deuda pública publicado por el Banco de España, sino ante un cálculo materialmente complejo, basado en supuestos múltiples y en el que pequeñas variaciones de estos supuestos llevan a resultados dispares. De entrada hay dos problemas alrededor de la cifra de 16.410 millones que los electores deberían conocer para aquilatar debidamente el significado de la misma.
El primero es que la cifra no refleja el saldo real de 2009. Si de esta cuestión va a hacerse uso político, los ciudadanos tienen derecho a saber de forma clara y directa cuánto dinero el Estado obtuvo de y aportó a Cataluña a lo largo del año en cuestión. Las cifras, de acuerdo con la misma metodología y con los datos suministrados por la Generalitat, son las siguientes: En 2009 el Estado obtuvo en Cataluña ingresos por valor de 46.195 millones y aportó recursos en forma de gasto público por valor de 45.403 millones. Es decir, el saldo fiscal real obtenido por el Estado no fue 16.410 sino de 792 millones; no fue un 8,4% del PIB, sino un 0,4% del PIB.
El segundo problema es que la cifra es incorrecta. Está basada en una imputación territorial de los ingresos y gastos del Estado según la metodología del flujo monetario (es decir, según el lugar donde se obtiene la recaudación fiscal y donde se realizan los pagos asociados al servicio público), cuando la metodología económicamente correcta es el del flujo beneficio (según la residencia de quién finalmente soporta el impuesto y del beneficiario del servicio público). Esto puede parecer un detalle técnico sin importancia, pero tiene un efecto muy relevante sobre los resultados del ejercicio.
Utilizando la metodología correcta, las cifras (siempre con datos de la propia Generalitat) son las siguientes: en 2009 los ingresos del Estado en Cataluña fueron 45.184 millones y la aportación en forma de gasto público de 49.199 millones. Por tanto, el saldo fiscal real fue -4.015 millones; un saldo no sólo menor, sino de signo negativo; un saldo a favor de Cataluña. En 2009 el Estado gastó en Cataluña más de lo que recibió en impuestos. Cataluña se benefició de la actuación fiscal del Estado por un importe equivalente al 2,1% del PIB. El informe de la Generalitat proporciona los datos de base para este cálculo, pero no explicita el saldo favorable a Cataluña que del mismo resulta.
La aportación neta del Estado crecerá en años sucesivos por la subida del paro y la caída de ingresos
Hasta aquí los datos puros y duros que el ciudadano tiene derecho a conocer. A partir de aquí, lo que nos gusta a los economistas: el análisis y la interpretación. En definitiva, el ajuste de los datos. A este segundo estadio es al que pertenece la cifra de 16.410 millones propagada por la Generalitat. Seré el último en decir que para sacar todo el jugo a la información estadística, ésta no deba ser analíticamente ajustada, pero el primero en exigir que, si lo hacemos, expliquemos claramente el alcance del ajuste y no nos quedemos con un relato parcial del resultado del mismo. En lo que sigue, me limito, por ser la correcta, a la metodología del flujo beneficio y sigo utilizando (es importante reiterar este extremo) los datos suministrados por la Generalitat.
Los saldos fiscales territoriales, como la gran mayoría de conceptos macroeconómicos, vienen afectados por el momento cíclico en que la economía se encuentra. Dada la variabilidad temporal que esto implica, los economistas han creído oportuno descomponer el saldo fiscal real en dos partes: una estructural, que aspira a identificar el saldo fiscal permanente a lo largo del tiempo, y otra coyuntural, cuyo objetivo es medir el efecto del ciclo económico sobre este saldo. En el caso que nos ocupa, el saldo real de -4.015 millones se descompone en un saldo estructural de 11.261 millones y un saldo coyuntural de -15.276 millones.
El cálculo de las balanzas fiscales territoriales es resbaladizo y se ve muy afectado por la coyuntura
Los 16.410 millones (8,4% del PIB) enfatizados por la Generalitat corresponden al saldo estructural y deben ser comparados con la cifra correcta de 11.261 millones (5,8% del PIB). La utilización de la metodología del flujo monetario ha significado pues una sobreestimación del saldo estructural del 45,7%.
La visión completa de lo ocurrido en 2009 es la siguiente: según el análisis anterior, detrás del saldo real de 4.015 millones a favor de Cataluña, existe un saldo fiscal estructural a favor del Estado de 11.261 millones y un saldo fiscal coyuntural a favor de Cataluña de 15.276 millones.
El saldo fiscal estructural no es despreciable, máxime si lo tomamos como una medida de lo que Cataluña ha contribuido en términos netos lo largo del tiempo (de media, un 5,7% del PIB en el período 2006-2009). Pero debe señalarse también que la asistencia que en 2009 el Estado prestó a la economía catalana para hacer frente al efecto depresivo de la crisis —ésta es precisamente la interpretación del saldo coyuntural— fue incluso más importante: un 7,8% del PIB. Esta ayuda, que fundamentalmente refleja la caída de los ingresos fiscales y el aumento del gasto asociado a la enorme incidencia del paro, sin duda ganará importancia en años sucesivos y, dada la inercia del paro, será significativa hasta más allá de la recuperación. Una implicación de este análisis, difícil de resistir, es que quizás no sea éste el momento oportuno para independizarse de un Estado que contribuye de esta forma a paliar los terribles efectos depresivos que una economía como la catalana, relativamente más industrial y expuesta al ciclo que la media española, está sufriendo en estos momentos.
Por otra parte, a pesar de ser significativamente más bajo que el dado por la Generalitat, ¿sigue siendo un saldo estructural de 11.261 millones de euros demasiado alto para Cataluña? La respuesta naturalmente depende de la referencia que utilicemos. Todos los países generan flujos económicos entre regiones si éstas son lo suficientemente heterogéneas en términos de riqueza y población. Si el sistema fiscal español fuera estrictamente proporcional y si el gasto público estatal se distribuyera según la población —una referencia que muchos aceptarían como razonable— el saldo fiscal estructural de Cataluña, una Comunidad relativamente más rica que la media, habría sido en 2009 de 8.475 millones de euros. El saldo fiscal estructural es pues del orden de 3.000 millones de euros mayor que lo que sería de esperar; un exceso del 1,5% del PIB.
¿Por punto y medio del PIB, vale la pena asumir los altos costes asociados al proceso independentista?
¿Por punto y medio del PIB, vale la pena asumir los altos costes de transición asociados al proceso independentista que el Gobierno catalán propone? ¿Es razonable la secesión de Cataluña cuando el Gobierno central está contribuyendo del orden de unos 15.000 millones anuales (un 7,7% del PIB) para paliar los terribles efectos de la crisis sobre la economía catalana, y seguirá haciéndolo hasta que la recuperación económica sea una realidad? Éstas son preguntas sobre las que el elector catalán debe reflexionar, como debe hacerlo también sobre el hecho más tangible tratado en estas líneas: en 2009 Cataluña no pagó al Estado 16.410 millones de euros, sino que recibió del Estado 4.015 millones; no contribuyó al resto de España con un 8,4% de su PIB, sino que se benefició de la asistencia de las demás regiones españolas por un montante igual al 2,1% del PIB catalán.
Antoni Zabalza es catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia
Galicia emplea microalgas para depurar agua y obtener biodiésel - Prevé producir al menos 20.000 litros al año por hectárea cultivada