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Sentimiento económico de nuestros lectores

Por cuarto año consecutivo realizamos la encuesta de sentimiento económico de nuestros lectores, o lo que viene a ser una muestra muy representativa (más de 4.000 votos) de los que consumen, pagan impuestos, votan y en definitiva mueven la economía del país.

Veamos los resultados, tendencias y conclusiones aunque no hace falta hacer muchos estudios, para darnos cuenta de que ha sido el peor año de la crisis.

2012 2011 2010 2009
¿Cómo ha sido este año para ti económicamente?
Muy bueno 4% 6% 5% 7%
Bueno 26% 34% 29% 38%
Regular 35% 34% 36% 30%
Malo 22% 16% 19% 15%
Muy malo 13% 10% 11% 10%
¿Con qué expectativas ves el año que entra nivel mundial?
Mejor que el anterior 18% 12% 21% 42%
Igual que el anterior 37% 34% 37% 33%
Peor que el anterior 45% 54% 42% 25%
¿Cómo crees que estarás tu a final de año?
Mejor que el anterior 16% 17% 20% 32%
Igual que el anterior 40% 44% 44% 47%
Peor que el anterior 44% 39% 36% 21%
¿Cómo estará el paro en España el año que empezamos?
Mejor que el anterior (menos paro) 5% 11% 11% 12%
Igual que el anterior 17% 27% 35% 23%
Peor que el anterior 78% 62% 54% 65%
¿Como se comportará la bolsa mundial el año que empezamos?
Subirá 38% 30% 38% 54%
Igual 42% 43% 39% 27%
Bajará 20% 27% 23% 19%
¿Y la bolsa española?
Subirá 33% 28% 27% No preguntado
Igual 37% 39% 35% No preguntado
Bajará 30% 33% 38% No preguntado
¿Y la vivienda?
Subirá 3% 4% 6% 10%
Igual 23% 24% 26% 35%
Bajará 74% 72% 68% 55%
¿Cómo ves el Euribor dentro de un año?
Por debajo del 1% 67% 7% 1% 1%
Entre el 1% y el 2% 16% 70% 52% 52%
Entre el 2% y el 3% 15% 22% 43% 42%
Entre el 3% y el 4% 2% 1% 3% 4%
Más del 4% 1% 1%
¿Qué ha sido lo más negativo del año?
El Gobierno 50% 36% 52% 42%
La banca 27% 38% 17% 24%
La oposición 3% 8% 12% 12%
Los españoles 6% 8% 9% 7%
Los sindicatos 11% 6% 6% 5%
La patronal 1% 2% 2% 2%
Las constructoras NP 2% 2% 8%
Organismos internacionales 2% NP NP NP
¿Cuál crees que ha sido la noticia económica del año?
El paro 14% 21% 31%
Los recortes sociales 31% 7% 25%
La prima de riesgo 14% 17% No preguntado
Corrupción 14%
Bancos y Cajas 9%
Rescates Europeos 5% 16% No preguntado
La deuda de los PIGS 3% No preguntado 11%
Subida de impuestos NP No preguntado 10%
Los indignados 4% 10% No preguntado

 

Las conclusiones son bastante similares a las del año pasado, en líneas generales nos ha ido algo peor que en años anteriores, volvemos a ser más pesimistas con la economía en general que con la nuestra en particular, al igual que somos más pesimistas con la economía española que con la mundial (un 66% lo ve peor para España frente al 45% a nivel mundial). Respecto al paro y la vivienda es difícil ser más pesimista y se acentúan los sentimientos negativos, especialmente en la vivienda que ha pasado de un 55% de bajistas en 2009 a un 74% de bajistas en 2012. En cuanto a lo peor del año volvemos a tener el Gobierno, claro ganador de este premio todos los años (menos el pasado que hubo cambio de presidente). Los bancos siguen en un “digno” segundo puesto y los sindicatos suben al tercero.

Francamente me cuesta mucho encontrar datos positivos y creo demuestran en números la percepción que todos vemos en la calle.

Carlos Lopez

Redactor de Euribor.com.es. Escribiendo desde el 2006 sobre el Euribor, economía, finanzas, bolsa, hipotecas y ahorro

Ver comentarios

  • Alucinante que las recomendaciones sobre la bolsa española de los lectores han acertado en 2010 y 2011 cuando los grandes analistas decían que subiría

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  • Privatizaciones en Portugal para cumplir con eurozona http://dlvr.it/2lYnph

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  • Queridos Reyes Magos: Este año quiero que me traigáis una cazadora militar, unos pantalones de color verde con la bandera española a ambos lados, una cadena metálica bien gorda, un puño americano, una maquinilla de afeitar, una porra metálica con uno de los extremos afilados, una navaja multiusos, un perro rottweiler bien fornido.... y, si tiene cojo.nes...¡que me lo traiga Baltasar!

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  •  
    Danger: España usa fondos de pensiones igual que la Argentina http://dlvr.it/2lTN0R
     

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  • Whaaat???  Sopesan en EE.UU. acuñar una moneda de 1 billón de dólares http://dlvr.it/2lYccP

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  • Andreu Mas-Colell A. MAS-COLELL, conseller de Economia de la Generalitat de Catalunya: Hace dos años, el nuevo gobierno de Catalunya se encontró con un déficit correspondiente al 2010 del 4,2% del PIB catalán (es decir, de 8.352 millones de euros) y con una exigencia de déficit del 1,3% para el 2011. En consecuencia, en el momento de hacer los presupuestos nos impusimos un ejercicio de austeridad intenso, en muchos aspectos avanzándonos a lo que se hacía globalmente en España. Pero como valorábamos, y valoramos, la credibilidad, no manifestamos una adhesión estricta al objetivo oficial y fijamos un objetivo de déficit del 2,6% del PIB. Es lo que honestamente creíamos que, con mucho rigor y disciplina, podíamos aspirar a conseguir.
    El nuevo Govern del 2013 se encuentra ante un dilema similar. El objetivo de déficit para el 2013 es del 0,7% del PIB. Pero ahora, más exactamente desde agosto del 2011, hay una diferencia decisiva: no podemos prescindir del objetivo oficial. Por una parte, los escenarios de control europeos se han endurecido y refinado y, en buena medida, nuestra credibilidad ahora se evaluará por nuestro compromiso y voluntad de asumir los objetivos que Europa reconoce. Por otra parte, los mercados financieros se han cerrado. Solamente podremos gastar aquello que podamos financiar, y no podremos financiar más que lo que permita el objetivo reconocido.
    Pero lo anterior no significa que no podamos hacer oír nuestra opinión sobre el objetivo o impulsar su revisión si es lo necesario. Y es, efectivamente, lo necesario porque el objetivo del 0,7% para el 2013 es intelectualmente débil, políticamente miope y moralmente obtuso. Permítanme justificar estas tres afirmaciones.
    Es intelectualmente débil porque, con España en recesión y con Europa muy cerca de ella, un objetivo de déficit fiscal para España del 4,5% del PIB, como el que ahora prescribe Europa para el 2013, no tiene ninguna lógica económica. Es demasiado restrictivo y sólo puede agravar la recesión española, lo que no conviene en absoluto a Europa. En términos relativos, la magnitud de la contracción fiscal que España debería hacer este 2013 es similar al abismo fiscal norteamericano. Los estadounidenses se han angustiado con mucha razón por la posibilidad de autoprecipitarse a la recesión. Nosotros deberíamos estarlo por la misma causa, con el agravante de que ya estamos en recesión. Es evidente que Europa ha de relajar el objetivo (y que debe hacerse de manera ordenada; es decir, que no encarezca el crédito, sino al contrario). Es lo que opinan muchos expertos y organismos internacionales. El Gobierno español puede estar seguro de nuestro apoyo si esta es también su posición. Confiamos en que Europa lo acabe viendo así y, por su propio bien, no se deje llevar por impulsos dogmáticos.
    Es políticamente miope, en este caso por parte del Gobierno central, porque es injusto y arbitrario imponer el 0,7% a las autonomías, cuando el objetivo global negociado con Europa es el 4,5%. Es una exhibición de poder (y una ilustración del principio de que quien parte y reparte se queda la mejor parte) que no ayuda a establecer un clima de confianza y de colaboración. No se ha de subestimar hasta qué punto la decisión del pasado mes de julio de endurecer el objetivo autonómico, cuando Europa había flexibilizado el del conjunto del Estado, ha contribuido a precipitar el conflicto político entre el Estado y Catalunya.
    ¿Cuál debería ser la distribución del objetivo de déficit entre administración central y autonomías? Teniendo en cuenta que el gasto autonómico no es inferior a un tercio del gasto total, una distribución razonable sería 1/3 para las autonomías y 2/3 para la administración central. En estos momentos, esto representaría el 1,5% y el 3%, respectivamente. Al menos así debería ser si todas las autonomías tuviesen que fijar el mismo objetivo, lo cual no está nada claro porque las situaciones de partida no son las mismas. De hecho, sería más deseable que las condiciones fuesen uniformes pero en relación con la situación de partida, por ejemplo, descontando los pagos de intereses (y quizás los ingresos de las privatizaciones). A la diferencia resultante entre gastos ordinarios (excluyendo el pago de intereses) e ingresos ordinarios se la llama déficit (o superávit) primario y es un concepto central en las políticas de consolidación fiscal. Tiene más sentido imponer un objetivo común respecto al déficit primario que respecto al déficit, porque si los pagos por persona en concepto de intereses son mas altos en una autonomía que en otra implicará una disponibilidad diferencial de recursos por persona para atender servicios públicos.
    En cualquier caso, un objetivo de déficit del 0,7% del PIB para el 2013 comporta un objetivo de superávit primario de gran magnitud (los pagos por intereses estrictos del 2013 serán de 2.200 millones de euros y el 0,7% del PIB son unos 1.400 millones de euros; por tanto, el superávit primario sería del orden de 800 millones de euros). En una situación de recesión como la actual pretender este nivel de rigor sería insensato.
    Finalmente, el objetivo del 0,7% es moralmente obtuso. Lo que ello representa (un ajuste de 4.000 millones de euros vía ingresos y gastos) no se puede conseguir de manera fácil o indolora. Si había algún ajuste de estas características (y no había muchos) ya se ha practicado. Lo que ahora se pide impondrá muchos sufrimientos a los ciudadanos. Cuando los sufrimientos están justificados por la necesidad de recobrar la salud o de volver a colocar el tren económico sobre las vías (en una repetida imagen del presidente Lula), no hay más remedio que aceptarlos, con disciplina y espíritu de trabajo. Pero este 0,7% no está justificado, no hará ningún bien y probablemente nos dejará en una situación peor que si lleváramos a cabo un programa de consolidación fiscal dotado de racionalidad. La diferencia entre un objetivo del 1,5% y del 0,7% son 1.600 millones de euros, más del doble, por ejemplo, de la contribución pública a nuestras universidades. En definitiva, se trataría de un sufrimiento inútil, lo que hace hervir la sangre.

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  • Europa está dando al mundo una lección insuperable de estupidez: está persiguiendo a sus talentos, combatiendo a quienes tienen éxito, condenando a los que sobresalen y se enriquecen con su creatividad y esfuerzo. Gérard Depardieu ha puesto rostro a esta estupidez, pero este síndrome autodestructivo viene ya de lejos. Es por eso que estamos donde estamos, porque nos lo hemos buscado, no porque otros nos lo hayan impuesto.
    Para entender lo ocurrido recientemente en Europa Occidental hay que recorrer unas cuantas décadas. Tal vez el lector recuerde que ya a fines de los años 70 se acuñó el concepto de euroesclerosis, que apuntaba a las dificultades de los países europeos más avanzados para adaptarse a un nuevo entorno global en rápida transformación. Europa reaccionaba lenta y defensivamente ante los cambios, tratando de defender lo que ya tenía más que de buscar lo que podía llegar a tener. Sus grupos de poder –entre los cuales los sindicatos, así como las asociaciones profesionales y empresariales, desempeñan un papel destacado– optaron por la protección de sus intereses y sus así llamados derechos, incluso al precio de unas altas tasas permanentes de desempleo y un crecimiento comparativamente lento.
    Esta actitud se plasmó en una extensa maraña regulatoria y en el desarrollo acelerado de grandes Estados intervencionistas, cuya función fundamental era garantizar el statu quo y una serie de derechos que la población europea supuestamente ya había adquirido de una vez y para siempre. El denominado Estado de Bienestar creció desmesuradamente desde la década del 70, hasta transformarse en el corazón de lo que se conoció como Modelo Social Europeo.
    El gran Estado se distinguió por los altísimos impuestos que imponía a fin de ampliar su poder sobre la sociedad y garantizar derechos y privilegios. De hecho, la carga tributaria en la UE-15 subió de un promedio de 25,8% del PIB en 1965 a un 39,2% en 1990. En 1965, el peso total de los impuestos iba de un modesto 14,7% del PIB en España a un máximo de 35% en Suecia, país líder en lo que respecta a la expansión del Estado benefactor. En 1990, el peso de la tributación se había más que doblado en España, alcanzando el 33,2%, mientras que en Suecia llegaba al 53,6%. En resumidas cuentas: el Estado había pasado a ser el eje de los procesos económicos y sociales de Europa Occidental.
    Todo ello llevó a una serie de problemas, como la pérdida de incentivos para trabajar o invertir en educación que se genera cuando los impuestos castigan fuertemente y de manera progresiva los réditos del trabajo. Pero aun más decisivo en el largo plazo es que las regulaciones defensivas, en particular las relativas al mercado laboral, así como los altos impuestos dificultaban y penalizaban severamente el esfuerzo emprendedor de la población europea, su voluntad de crear cosas nuevas, particularmente en el terreno de la economía del conocimiento y la información.
    Así, la política económica europea se orientó más a defender y distribuir la ya creada que a fomentar la creación de nueva riqueza. Se hizo por ello conservadora y plasmó una fuerte aversión al riego.Esta forma de actuar terminó transformándose en una verdadera cultura de seguridad ante todo y de derechos adquiridos, derechos universales sin relación directa con el deber o el esfuerzo, lo que hace que se pierda el vínculo entre lo que se hace y lo que se logra, entre la responsabilidad individual y lo que se puede obtener de la vida. Todas esas relaciones fundamentales, y los valores sobre los que se fundan, se fueron perdiendo en Europa.
    Las nuevas generaciones crecieron dentro de la cultura de los derechos y fueron a una escuela que les enseñó que la vida era un juego y que no tenían que preocuparse mucho por el futuro, porque existía alguien, el Estado del Bienestar, que se responsabilizaba de su prosperidad. Estos son los indignados, esos niñatos destetados que hoy vemos en las plazas de Europa Occidental, pidiendo derechos que ya nadie puede darles. Son las grandes víctimas de las promesas vanas del Estado del Bienestar y su desilusión es manifiesta, así como también lo es su creciente frustración. Nacieron bajo el síndrome del almuerzo gratis y el progreso asegurado (por otros), y su embotamiento mental les impide comprender cosas tan evidentes como que todo derecho tiene un costo, y que ese costo se llama deber, esfuerzo duro y cotidiano, responsabilidad personal y voluntad innovadora.
    Para ilustrar concretamente lo que este desarrollo europeo ha significado en pérdida de capacidad generadora de riqueza bastan dos cifras: 26 son las empresas que se han creado en California desde el año 1975 y que están hoy dentro de las 500 mayores del mundo. Europa, con sus más de 300 millones de habitantes, sólo puede aportar una compañía a la misma lista. He aquí el resultado condensado de unas estructuras y una cultura que no premian el esfuerzo, el emprendimiento, que no aplauden el enriquecimiento legítimo y hacen de la defensa del statu quo y la redistribución igualitarista su principal afán.
    Hay muchos ejemplos similares, como el medio millón de científicos, técnicos y emprendedores europeos de primera línea que han buscado en los Estados Unidos el lugar donde realizar sus sueños. Un reciente artículo de The Economist se hace referencia a los 50.000 alemanes que residen en Silicon Valley, así como a las 500 nuevas iniciativas empresariales llevadas a cabo por franceses en la bahía de San Francisco. Este exilio empresarial y creativo de muchos de sus mejores talentos no solo le cuesta a Europa una pérdida significativa de prosperidad sino que en gran medida explica su cada vez mayor distanciamiento del liderazgo mundial. Este es el precio que Europa se impone por seguir con su estúpida creencia de que puede mantener su bienestar castigando al trabajo, la creatividad, el emprendimiento y el éxito. El caso de Gérard Depardieu no es sino el último testimonio de esta lamentable estupidez. 

    Mauricio Rojas, exmiembro del Parlamento sueco y profesor adjunto de Historia Económica de la Universidad de Lund (Suecia).

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