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Grandes dimisiones

dimisionNo se os habéis enterado, pero ayer dimitió el Papa. Como leí una vez por ahí, “Dimitir” no es un nombre griego, de hecho es un verbo bastante usado por ahí, sin ir más lejos, ayer mismo la ministra de Educación alemana presentará su dimisión tras las acusaciones de plagio de su tesis doctoral, esto es algo que vemos mucho en Japón, algo en Europa y nada en España. Hoy vamos a centrarnos en grandes dimisiones del sistema financiero, la mayoría hechas con luz, taquigrafos y alguna carta a la redacción de importantes periódicos.

Comenzamos con Jake DeSantis, un vicepresidente de la rescatada AIG que renunció en una carta pública en la que acusaba de traición a la empresa y los políticos, pese a que recibió una prima de 742,000 dólares los destinó a obras de caridad.

“Los miembros del departamento de productos financieros hemos sido traicionados por AIG y estamos siendo injustamente perseguidos por los políticos electos”

La mayoría de sus empleados de la unidad de servicios financieros no tienen nada que ver con las grandes pérdidas

Andrew Lahde, el gestor del hedge fund escribió otra carta en Octubre de 2008 en el Financial Times, esto contaba entre otras cosas:

Recientemente, en el Wall Street Journal, un gestor de fondos de cobertura que también estaba de cierre de su negocio  fue citado diciendo, “Lo que he aprendido sobre los hedge funds es que los odio”. Yo no podría estar más de acuerdo con esa declaración. Yo estaba en este juego por dinero. La fruta que cuelga en las ramas bajas, es decir, idiotas cuyos padres pagan la escuela privada, Yale y, a continuación, un MBA en Harvard, estaba allí para ser recogida. Estas personas que fueron (a menudo) realmente indignas de la educación que recibieron (o supuestamente recibieron) subió a la cúpula de empresas como AIG, Bear Stearns y Lehman Brothers y está en todos los niveles de nuestro gobierno. Todo este comportamiento de apoyo de la Aristocracia, sólo terminó haciendo más fácil para mí encontrar gente lo suficientemente estúpida para llevar el otro lado de mi negocio. Dios bendiga a América.

En Europa hace poco vimos las dimisiones de los dos jefazos de Barclays Marcus Agius y Bob Diamond por los escándalos en la manipulación del Libor, aunque en este caso no se trataba de una retirada honrosa. El mismo Tony Blair se refirió una vez a Bob Diamond como la  “cara inaceptable del capitalismo”

Realmente siento mucho haber defraudado a nuestros clientes, empleados y accionistas. Barclays está lleno de gente trabajadora, talentosa, cuya integridad no es cuestionada

De nuevo incide en algo que comentó el de AIG, que la culpa es de los de arriba y no debemos señalar, como quizás hacemos, a la mayoría de los trabajadores del sector.

En Julio del año pasado, un exfuncionario del FMI dimitió, publicando una dura carta contra el organismo

Después de 20 años de servicio, me siento avergonzado de tener cualquier tipo de relación con el Fondo

En la carta, Doyle explica que su renuncia no solo se debe a la “incompetencia” que ha demostrado el Fondo en la vigilancia de la crisis global y de la zona del euro, sino también a las notables dificultades que en esta crisis, como en otras, fueron bien identificadas de antemano, pero ocultadas aquí.

Y para terminar, el plato fuerte, la dimisión hace casi un año de Greg Smith un directivo de Goldman Sachs que escribió a los medios esta carta de despedida, que si bien es larga, no tiene desperdicio, os dejo un resumen.

Hoy es mi último día en Goldman Sachs. Después de casi 12 años en la empresa (…). Creo que he trabajado aquí el tiempo suficiente para comprender la trayectoria de su cultura, su gente y su identidad. Y puedo decir honestamente que el entorno actual es tan tóxico y destructivo como jamás he visto.

Para simplificar el problema, los intereses del cliente están siendo dejados de lado en pos de los intereses de la empresa.(…). La empresa ha dado un giro tan lejos del lugar al que yo me uní cuando estaba en la universidad, que por una cuestión de conciencia ya no puedo identificarme más con lo que representa.

(…)  ¿Cómo llegamos hasta aquí? La empresa cambió la forma en que pensaba sobre el liderazgo. El liderazgo solía ser de ideas, dando ejemplo y haciendo lo correcto. Hoy en día, si usted hace el dinero suficiente para la empresa (y no es un asesino en serie) será promovido a una posición de influencia.

¿Cuáles son las tres maneras más rápidas para convertirse en un líder?

a) Ejecutar “las hachas” de la firma Goldman, que quiere decir persuadir a los clientes para que inviertan en acciones u otros productos de los que estemos tratando de deshacernos porque no se considera que tienen una gran ganancia potencial.

b) “Cazar elefantes” Es decir: conseguir clientes -algunos de los cuales son sofisticados, y algunos no lo son – para las operaciones con mayor beneficio para Goldman. Llámenme anticuado, pero no me gusta vender a mis clientes un producto que sea malo para ellos.

c) Sentarse en una silla, donde su trabajo sea operar con un producto ilíquido, opaco, y con un acrónimo de tres letras.

Asisto a las reuniones de ventas de derivados, donde no se gasta ni un solo minuto en hacer preguntas acerca de cómo podemos ayudar a los clientes. Es una mera cuestión de cómo podemos sacarles el mayor dinero posible.

(…) Me pone enfermo la frialdad con la que la gente habla acerca de sus clientes. En los últimos 12 meses he visto como cinco diferentes directores de gestión se refieren a sus propios clientes como “Muppets” (Teleñecos), a veces por correo electrónico interno.

(…) Me asombra cómo la alta dirección no entiende una verdad fundamental: Si el cliente no confía en ti, al final ellos dejarán de hacer negocios contigo. No importa lo inteligente que seas.

(…) Espero que esto pueda ser una llamada de atención a la junta directiva. Situar al cliente en el punto focal del negocio otra vez. Sin clientes no se va a ganar dinero. De hecho, no existirían. Eliminar a la gente moralmente en bancarrota, no importa cuánto dinero ganen para la empresa. Y volver a la cultura de lo correcto de nuevo, por lo que la gente quiere trabajar aquí. Las personas que sólo se preocupan por ganar dinero no pueden sostener esta empresa – o la confianza de sus clientes – por mucho más tiempo.

Que fácil sería recuperar la confianza si los bancos centrasen sus esfuerzos en el cliente y los políticos en los ciudadanos.

Carlos Lopez

Redactor de Euribor.com.es. Escribiendo desde el 2006 sobre el Euribor, economía, finanzas, bolsa, hipotecas y ahorro

Ver comentarios

  • Pienso que en el año 1300 la dimisión de un Papa habría (no sé si es hubiera, nunca aprendí esta regla´, disculpas si están mal utilizados  traído una bajada terrible en las acciones de la Bolsa, si esta hubiera existido por aquellos tiempos 

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  • Es una petición recurrente. Ante cada escándalo de corrupción, ejemplo de despilfarro en cuentas públicas o pavorosa demostración de favoritismo, arbitrariedad y pelotazo en la política española los medios españoles en bloque (y media blogosfera) se desgañita pidiendo la mítica Ley de Transparencia. Lo proponía El País ayer en su (ingenuo) decálogode reformas que necesita España, y lo pide todo el mundo cada vez que algo se rompe.
    Un pequeño secreto: las leyes de transparencia, por sí solas, no sirven absolutamente para nada.
    Dejadme empezar por un pequeño ejemplo (que mencionamos en la tertulia, por cierto) de un país con excelentes leyes sobre transparencia, Estados Unidos. Resulta que en este país hay algunos estados con un cierto legado de corrupción. Illinois, sin ir más lejos, ha metido en la cárcel a la mitad de sus gobernadores en los últimos 40 años; otros estados, como Connecticut, tienen una gloriosa tradición de meter alcaldes y gobernadores en la cárcel por motivos bien variopintos, a pesar de tener todas las cuentas públicas y dinero en campañas electorales bien públicos y transparentes.
    ¿Por qué sucede esto? Dos motivos muy simples. Primero, aunque las cuentas de todas las administraciones públicas son fácilmente accesibles y sorprendentemente fáciles de leer (es mucho más fácil leer información sobre las cuentas estatales o federales americanas que presupuestos españoles), la inmensa mayoría de votantes y medios de comunicación no les presta demasiada atención. Hay una pequeña horda de ONGs, lobistas, periodistas y frikis que se dedican repasar presupuestos como tanto detalle como sea humanamente posible (me dedico a ello, vamos), pero las cuentas públicas son esencialmente inabarcables. Incluso un estado relativamente pequeño como Connecticut tiene un presupuesto anual de 20.000 millones de dólares; aún sabiendo donde mirar, encontrar basura es rematadamente difícil. La corrupción política, en este sentido, es algo parecido a eso de si una árbol cayendo en un bosque sin que nadie lo oiga; conseguir que haga ruido no es exactamente fácil.
    Más allá de la dificultad de encontrar corrupción (o la relativa facilidad de esconderla a plena luz del día), el hecho que incluso en lugares donde políticos corruptos han sido repetidamente enchironados sus sucesores sigan cometiendo fechorías debería dar que pensar. Un político que llega a un cargo substituyendo alguien condenado por corrupción tiene ante sí una señal clara que la deshonestidad es perseguida y los crímenes se pagan. Aun así vemos a menudo vemos tipos que no llevan diez minutos en la oficina y ya están llamando a los amigotes.
    El motivo, como en casi todo en esta vida, es que la corrupción no es sólo el resultado de la debilidad moral de unas pocas manzanas podridas. A menudo es, lisa y llanamente, una simple cuestión de incentivos; cometer actos ilegales es una decisión racional. Supongamos, por ejemplo, un gobernador que necesita la colaboración de sindicatos y trabajadores de la construcción para ganar elecciones, o que depende de las donaciones de un determinado grupo de interés para poder financiar su campaña. El gobernador sabe que si rechaza participar en contratos amañados en un proyecto de construcción más o menos irrelevante la probabilidad de aprobar medidas legislativas que sí le preocupan se reduce dramáticamente. Los políticos son seres esencialmente vanidosos que quieren tener logros y hazañas en su historial;  es relativamente fácil imaginarse a un alcalde racionalizando la decisión (“ayudar a un amigo no hace daño a nadie”) y entrando en el juego.
    Un equivalente español más cercano sería el insidioso triángulo entre cajas de ahorros, políticos municipales e inmobiliarias. El político utiliza las cajas para ayudar al empresario de la construcción que está haciendo un gran proyecto urbanístico que va a cambiar el pueblo. El empresario a su vez dona dinero al partido del alcalde, le da regalos y demás, mientras la caja de ahorros da préstamos blandos a todo el mundo, porque oye, todos vamos con buenas intenciones. Si el político, en plena burbuja inmobiliaria, tuviera la peregrina idea de plantarse, el empresario se quejaría amargamente, veríamos tránsfugas muy decepcionados con eso que la caja de ahorros no les da hipotecas y un empresario quejándose que el alcalde no le deja crear puestos de trabajo en el pueblo. La decisión más racional, para alguien que aprecia su supervivencia política, es tragar con lo que viene.
    La cuestión principal no es tanto que los votantes puedan leer o no sobre las cuentas de los partidos o contratos públicos. Los votantes, por un lado, no están para leer presupuestos en un día bueno, y son capaces de aplaudir con las orejas al adalid del desarrollismo burbujil en un día malo. Los políticos, mientras tanto, pueden vivir en un mundo de luz y taquígrafos y seguir decidiendo actuar de forma ilegal porque tienen todos los incentivos para ello.
    Si queremos reducir los casos de corrupción (no eliminarlos; incluso los alemanes tienen sus cretinos), por tanto, no podemos limitarnos a aprobar una ley de transparencia y confiar en que algún periodista con demasiado tiempo libre encuentre números erróneos en una contabilidad mal ofuscada. Lo que debemos hacer, primero de todo, es asegurar que las instituciones no crean incentivos a los políticos para corromperse. Si queremos evitar que un gobernador dé contratos ilegales a sus amiguetes, lo que debemos hacer es quitar ese poder de manos del gobernador, creando instituciones fuera de su control para llevar ese proceso. Si no queremos que los alcaldes usen las cajas de ahorros como una máquina de imprimir dinero, debemos quitarnos de la cabeza eso que la banca pública es una gran idea, primero, y quitarles cualquier discrecionalidad en políticas de urbanismo inmediatamente después.
    Sí, una ley de transparencia es necesaria. Pero no podemos quedarnos ahí. 
     
    Roger Senserrich

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  • El Tribunal de Cuentas ve "numerosas deficiencias" en contratos de publicidad del primer Gobierno Zapatero http://bit.ly/XxwTzq 

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  • El escándalo de la estafa de Forum y Afinsa todavía colea y el Gobierno acaba de realizar un guiño pseudopopulista a los más de 500.000 afectados por ese escándalo Un gesto que, sin embargo, no ha satisfecho a los estafados, quienes consideran que existe un claro tratamiento discriminatorio con respecto a otros escándalos financieros, como el de las preferentes. Transcurridos ya siete años desde que estallara el escándalo, el ICO acaba de dar el visto bueno a la ampliación por dos años del plazo de amortización de los préstamos o anticipos facilitados a los afectados que lo solicitaron  mediante la novación de los mismos o la formalización de nuevas pólizas que cancelen las anteriores.

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