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Una crisis de los 80

calificacionUna de las grandes innovaciones financieras de los años 80 del siglo XX fue el desarrollo del mercado de los «bonos basura», los bonos de empresas que no habían sido calificadas por una de las principales agencias de calificación. Los tipos de interés sobre estos bonos eran (y siguen siendo)  bastante superiores a los tipos de interés de los bonos que han sido calificados en uno de los «grados de inversión».

Muchos de estos bonos son en su mayoría «ángeles caídos», emitidos por empresas cuando sus circunstancias económicas eran más favorables y por lo que recibieron una calificación crediticia. Una serie de contratiempos da lugar a la reducción de su calificación crediticia y finalmente a la calificación de solvencia más baja, un percance más y las agencias de calificación podrían colocar a la empresa en el grado de no inversión o calificación especulativa. Esto lo hemos visto últimamente con los países, cómo pasan del “Sobresaliente” (AAA) al “Suspenso” (CCC) en pocos años y cómo eso afecta a su capacidad de endeudamiento.

Las autoridades reguladoras han prohibido a un gran número de instituciones financieras que tengan bonos que están por debajo de la calificación de solvencia, y, una vez traspasado ese umbral, estos bancos y aseguradoras venden estos bonos con lo que sus intereses suben drásticamente (como nadie los quiere, hay que dar más rendimiento)

En este caso, el argumento del que lo vende es que los compradores de los bonos basura, tendrían así una cartera diversificada en los cuales los ingresos por intereses adicionales serían lo suficientemente mayores para cubrir las pérdidas si uno o varios de estos bonos se derrumbase porque los prestatarios quebrasen. Por decirlo de alguna manera, compras mucha basura, esperando que entre ella encuentres algo de valor.

La innovación a finales de los 70 fue que el banco de inversión Drexel Burnham Lambert, empezó a emitir bonos basura, conocidos en círculos más educados como “bonos de alto rendimiento” (que importante es este cambio de nombre); el autor intelectual de esta innovación fue Michael Milken. Las empresas que emitían estos bonos de alto rendimiento tenían calificaciones crediticias tan bajas que los inversores compraban sus bonos únicamente si los tipos de interés eran elevados. Muchas empresas emitieron bonos basura para conseguir la liquidez necesaria que les permitiría realizar compras, por ejemplo una empresa A podía emitir bonos de alto rendimiento para conseguir el efectivo para comprar a la empresa B antes de que esta obtuviera el efectivo para comprarla a ella.

Como nos bonos no habían sido calificados por una agencia de la calificación, los tipos de interés que pagaban en estos bonos era normalmente de 3 o 4 puntos porcentuales superiores a los tipos de interés sobre los bonos con calificación de solvencia que habían sido revisados por una de las agencias de calificación crediticia.

El problema estaba en que es bastante discutible si algunas partes de las operaciones de suscripción de Milken eran ilegales o poco éticas. Es cierto que muchas de las empresas que compraron bonos basura eran asociaciones de ahorros y préstamos y otras instituciones de ahorro y aseguradoras; los gestores y propietarios de algunas de estas empresas habían usado a Drexel Burnham Lambert como suscriptor para aumentar el capital. Las instituciones de ahorro vendían depósitos basados en la garantía del gobierno de los EE. UU., ofrecía tipos de interés muy elevados sobre sus depósitos y después utilizaban el efectivo de la venta de los depósitos para comprar los bonos basura que Milken y Drexel Burnham Lambert habían suscrito. Alrededor de la mitad de las empresas que habían emitido los bonos basura a través de Drexel Burnham Lambert quebraron y como consecuencia de ello las instituciones de ahorro incurrieron en enormes pérdidas. Muchas de estas instituciones que habían proporcionado el mercado para los bonos de alto rendimiento, quebraron con pérdidas para los contribuyentes americanos de muchas decenas de miles de millones. Pero todo fue legal.

En 1988 la cadena de farmacias Revco D.S., Inc. se declaró en quiebra, por no poder pagar los intereses sobre los 1,3 mil millones de dólares que le habían prestado para financiar su compra en 1987. En ese momento, el capítulo de los años 80 en la historia de los bonos basura había terminado, más de la mitad de las emisiones suscritas por Drexel Burnham Lambert habían quedado impagadas con pérdidas para los titulares de los bonos, y los contribuyentes estadounidenses, de decenas de miles de millones de dólares.

Henry Kaufman (el Gurú de Wall Street de aquella época) denunció el aumento de todo tipo de deuda, consumidor, gobierno, hipotecas, societaria, incluyendo bonos basura. Kaufman argumentaba que la calidad de la deuda disminuía a medida que la cantidad de la misma aumentaba. Felix Rohatyn, un distinguido banquero de inversión llamó a los EE. UU. «casino de bonos basura».

Aun así, los titulares de los bonos basura ganaban tipos de interés muy superiores a los de los titulares de bonos tradicionales, al menos por un momento.

En la desaceleración económica de finales de los 80 y principios de los 90, muchas de las empresas que habían emitido bonos basura quebraron. Habría sido necesario un milagro económico para evitar un impago y finalmente los titulares de los bonos basura en promedio perdieron un tercio de su dinero y que los adicionales 3 o 4 puntos porcentuales de ingresos por intereses al año de estos bonos no eran suficientes para compensar el gran número de impagos.

Esta historia, de hace más de 30 años, me recuerda demasiado a lo que ha ocurrido en la actual crisis, aunque ahora la basura es mucho más ámplia y nos ha salpicado a todos.

Carlos Lopez

Redactor de Euribor.com.es. Escribiendo desde el 2006 sobre el Euribor, economía, finanzas, bolsa, hipotecas y ahorro

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  • La Fed podría tener que frenar sus ayudas antes de que mejore el paro http://dlvr.it/2zNyqW 

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  • François Hollande llegó a la presidencia de Francia con una promesa muy clara en su programa electoral: una reforma constitucional, con cuatro puntos principales:

    Eliminar le cumul des mandatsesa tradición tan francesa que permite a un mismo político ser alcalde, diputado, ministro y presidente de su club de petanca simultáneamente. Es una práctica terriblemente endogámica, y fuente de infinitos problemas de gobernanza. Uno de los motivos por los que el sistema de partidos francés es una auténtica verbena (intentad seguir el Gaullismo sin que se os fría el cerebro) es la capacidad de los políticos de tener sus feudos y baronías territoriales eternamente. 
    Reforma del Consejo Constitucional, despolitizándolo vía sacar nombramientos automáticos de ex-Presidentes.
    Modificar el estatuto legal del Presidente (retirándole la inmunidad, para evitar un nuevo Chirac).
    Una reforma del poder judicial.

    Son reformas sensatas, ciertamente; el sistema político francés tiene algunos elementos tremendamente disfuncionales, y estas propuestas eliminarían unos cuantos. Le cumul des mandats es un sistema absurdo, y no me extraña que quiera eliminarlo. Sólo hay un pequeño problema: los notables del Partido Socialista Francés están en contra, ya que (obviamente) destruye sus bases de poder.
    ¿El resultado? Bueno, la reforma oficialmente no va a ir a ninguna parte, con el Primer Ministro (otra estupenda tontería constitucional francesa) reconociendo que no tiene los votos en la Asamblea Nacional para sacarla adelante. Los insiders del partido y grandes beneficiarios del sistema, los diputado-alcalde-presidente regional-fallera mayor que componen la mayoría parlamentaria de Hollande han tenido que escoger entre sus privilegios y lo que les pide el jefe, y han escogido privilegios. Como (obviamente) Hollande no tiene ganas de ir a la opinión pública a criticar a sus propios diputados (más que nada porque esos mismos diputados le pueden hacer la vida imposible), una buena reforma constitucional se quedará en nada.
    Esta historia, por cierto, os debería ser familiar. Hace unos días me quejaba amargamente sobre la triste inoperancia de Mariano Rajoy a pesar de disfrutar de una amplia mayoría absoluta en el Congreso. Un Presidente del Gobierno español, en esa circunstancia, es poco menos que un monarca casi absoluto; sólo el Tribunal Constitucional puede tumbarle una ley, y aún así no lo hará hasta seis o siete años después, si están de humor. El tener un poder omnímodo de forma teórica, sin embargo, no quiere decir que el Rajoy realmente tenga esa libertad de maniobra.  Como comentaba Victor Lapuente en una entrevista esta semana, cuando le preguntaban sobre la reforma de la administración (las negritas son mías):

    Hubo un pacto implícito en la Transición: lealtad a las nuevas instituciones democráticas a cambio de no alterar la estructura básica de la Administración. Además, las reformas serias requieren un apoyo político al más alto nivel y no ha existido, y el “quién se ocupa de esta competencia” ha superado al “cómo podemos ejecutarla de forma más eficiente”. En tercer lugar, a diferencia de otros países,gran parte de los políticos son funcionarios y, por tanto, es mucho más difícil reformar “a los tuyos” cuando esto puede implicar que pierdan privilegios.

    Los políticos franceses no están sólos en su no del todo admirable campaña para protegerse a si mismos, ciertamente.
    Es bastante posible, por cierto, que cuando Rajoy y los diputados del PP piensan en si es necesario hacer reformas no se digan que deben mantener sus prebendas y la de sus amigos funcionarios. Lo que dicen, probablemente, es que ellos son una parte necesaria del funcionamiento del estado, y es obvio que los altos funcionarios deben estar al servicio de los representantes electos y por tanto los políticos deben tener amplios poderes de designación, o algo similar. La gente que se opone a reformas nunca lo hace por egoísmo, o al menos nunca lo ven de ese modo; siempre están “protegiendo un servicio público”, “seleccionando a los mejores”, “manteniendo el sector con vida, que esto del taxi es muy duro” o “evitando la especulación”, y realmente creen que eso es cierto. Es muy difícil conseguir que alguien esté a favor de su propia autodestrucción; serán políticos, pero no son idiotas.
    Reformar un sistema político o el sistema de selección de élites en un país es rematadamente difícil precisamente por esto. A menudo los políticos no cambian las reglas hasta que no empiezan a temer que con las reglas actuales van a acabar perdiendo, o cuando creen que cambiarlas les puede generar réditos electorales. Es posible que el cambio en la opinión pública española estos últimos meses empiece a cambiar estos incentivos, pero no será fácil. 
     Roger Senserrich

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  • Ayer escuchando al presidente .......me preguntaba......!!don he escuchado todo esto antes!!......las grandes  medidas económicas..son las mismas que presento hace 14 meses en su discurso de posesión del cargo.......!!!!ha presentado las mismas promesas!!!!..le falto prometer que bajaría el iva …....negó la máxima sobre la corrupción y el tu mas y la herencia recibida.... fue la respuesta a Rubalcaba.......que se callo como una …....si había alguna duda sobre la inexistente empatia entre nuestra clase política y la población Hispana.....ayer quedo mitigada, prepárense que vienen nuevos recortes..nueva subidas de impuestos y de sus promesas olviden..que ya nos han mentido demasiado..........la única esperanza, sera la desobediencia civil frente a leyes injustas y la calle.....que a fuerza de tanta corrupción, tanta sordera..tantas mentiras  es la única que nos representa.......

    Saludos cordiales

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  • Je, je. Me encanta ese cambio de nombre en los "círculos mas educados"  y enseguida me viene a la mente: España no se ha ido a la m.ierda y nuestros derechos no han retrocedido hasta convertirnos en ciudadanos basura, educadamente dicho: España ha aumentado su competitividad.  Aquí me paro, porque me viene a pegar un grito: HDLGP.utaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa 

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  • Durante 2012 se destruyeron 850 mil empleos y al final del año la tasa de paro alcanzó el 26% de la población activa. Ante esta evolución tan catastrófica, que no solo no ha mostrado una mejora con respecto al año 2011 sino que supone un empeoramiento, es evidente coincidir en que la reforma laboral de 2012 ha fracasado

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