Los que estudian los balances de las compañías y deducen que de esas cifras puede salir alguna recomendación de compra o venta y un precio objetivo, fracasaron estrepitosamente porque ignoraron los 2 factores más importantes en estos últimos 3 años: la deuda que tuvieran y que eran españolas. Y los que se empeñan en decir que es la economía del país la que mueve la bolsa se dieron un baño de realidad ya que ni en 2010 ni en 2011 España entró en recesión y sin embargo el desplome bursátil del Ibex fue de órdago.
Hay temporadas en las que a las bolsas el principal factor que las influye es el precio del crudo, hay otras en las que son los tipos de interés de los bancos centrales las que determinan su rumbo y nadie puede saber qué pasará en el futuro. Pero sí sabemos qué es lo que ha movido al Ibex los últimos 3 años: la prima de riesgo. Y es algo tan evidente que basta con una imagen (no está actualizada con la “movida” de esta semana pero sirve igual) para darnos cuenta:
A esto podemos añadir –las últimas semanas- que la crisis política italiana generó un flujo de dinero que salió de allí para entrar en el mercado español y eso llevó casi a marcar mínimos de años que se estropearon por la crisis chipriota, de algún modo también relacionada con la CE y el BCE. No hay que buscarle demasiado lógica, como a tantas otras variables de los mercados financieros, puesto que si la prima se comportara de forma racional, seguiría la ley de la oferta y la demanda y la rentabilidad de la deuda española tendería a subir puesto que según pasa el tiempo tenemos más papel a colocar….
Dicho esto, creo que tras estos 3 años seguir insistiendo en los mismos errores no tiene disculpa y sin embargo los analistas y pseudo-analistas lo siguen haciendo. Hace poco lo vimos con Pescanova, valor recomendadísimo que ha resultado un bluf. ¿Cuál fue el principal error? No tuvieron en cuenta la enorme deuda de la compañía, es decir, volvieron a ignorar el factor más importante de los últimos tiempos. Y luego están los que se empeñan en decir que la subida del Ibex responde a algún tipo de cambio en la tendencia de la crisis. Ojalá pero teniendo en cuenta que cotizó por debajo de 6000 con unos datos económicos mejores que los actuales y que ahora, que han empeorado, el Ibex aún está 2 mil puntos por encima, seguir insistiendo en que hay alguna relación es obcecarse en la misma equivocación de los últimos 3 años en los que el Ibex y los datos macro han estado divorciados. El futuro nadie lo sabe (mi opinión -como dije hace semanas– es que el riesgo lo veo en un estallido de la burbuja bursátil norteamericana o la implosión de la €zona que cada vez veo más cercana) pero hasta el día de hoy, lo que de verdad mueve al Ibex es la prima. Y no hay que darle más vueltas.
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Los economistas siempre andan obsesionados con las distorsiones en los mercados. Cuando un actor económico interviene creando regulaciones, fijando precios o creando mini-monopolios, lo que vemos siempre es una pérdida de eficiencia que hace que el bienestar colectivo se reduzca. Esta clase de ineficiencias pueden aparecer cuando una empresa gigante domina un mercado de forma apabullante, cuando el estado crea una regulación que protege a ciertos empresarios en perjuicio de otros, o cuando los sindicatos, esas criaturas infernales, fijan salarios por encima de lo que dictaría el mercado, y causan inflación, caídas de la inversión y toda clase de males económicos.
Al menos esta es la idea tradicional sobre los sindicatos. Hace unos días Daron Acemoglu y James Robinson (sí, los que hablan de élites extractivas en sus ratos libres) publicaban un artículo (vía) señalando que los economistas probablemente deberían preocuparse menos de las pérdidas de eficiencias a corto plazo cuando recomiendan medidas que debiliten el poder de las organizaciones obreras, y más sobre las consecuencias políticas que la pérdida de peso de los sindicatos pueden acarrear a largo plazo. Más en concreto, señalan el hecho que sin un movimiento sindical fuerte los empresarios, que ya tradicionalmente tienen una influencia desproporcionada (leed este artículo de Larry Bartels, anda), no tienen un contrapeso político efectivo, dando paso a políticas públicas horriblemente favorables a los intereses del capital:
Este argumento, sin embargo, es sospechoso por dos motivos. Primero, porque me da la razón, o más concretamente, porque está peligrosamente cerca de mis prejuicios. Cuando esto sucede, más vale andar con pies de plomo.
Segundo, y más importante, la definición de “poder sindical” e influencia sobre el sistema político es complicada, y es difícil decir cuándo estamos debilitando a un actor político necesario y cuándo estamos eliminando regulaciones laborales estúpidas. La explicación de Acemoglu y Robinson es muy pertinente en países anglosajones; tanto en Estados Unidos como en Reino Unido los niveles de desigualdad se dispararon en paralelo a la muerte de sus movimientos sindicales (completa en Estados Unidos, parcial en Reino Unido). En otros países, sin embargo, la explicación es algo más ambigua, y necesita una descripción más detallada sobre el apoyo social real de los sindicatos y sus niveles de afiliación, y si su influencia en depende de su militancia. En España tenemos unos sindicatos con un poder de mercado enorme (los convenios afectan tanto a afiliados como no afiliados) pero con una militancia reducida y muy concentrada en el algunos sectores. Hemos hablado varias veces de los orígenes de la espantosa dualidad de nuestro mercado laboral, y ciertamente tiene algo que ver con la peculiar estructura del movimiento obrero en nuestro país.
Dejando de lado estas objeciones, sin embargo, la tesis principal me parece relevante: cualquier decisión de política económica debe tener en cuenta sus efectos políticos a largo plazo. Los economistas deberían estar dispuestos a aceptar pequeñas ineficiencias económicas de vez en cuando si eso evita resultados políticos contraproducentes a largo, caso de la guerra de clases vivida en Estados Unidos las tres últimas décadas que han acabado por ganar los ricos (y sí, la excesiva desigualdad tiene consecuencias económicas negativas a largo plazo). Los sindicatos serán un incordio, pero cumplen una función necesaria en el ecosistema político.
Mientras tanto, los líderes de la eurozona deberían tomar nota en este aspecto, y dejar de lado su malsana obsesión con castigar a los “países irresponsables” para evitar riesgo moral. Quizás esta actitud tenga una racionalidad económica impecable, pero destruir el sistema político de cinco países europeos para dar ejemplo es probablemente una mala idea a largo plazo. Al menos no parece una gran idea, ciertamente.
Eslovenia maniobra a toda prisa para no ser el próximo Chipre http://dlvr.it/380pS8
Agenda del dia http://dlvr.it/389mzV
¿Que le dice un jardinero a otro?
Nos vemos cuando podamos.
nos han pillado haciendo trampas http://www.expansion.com/2013/03/27/economia/1364425000.html …
http://blogs.elconfidencial.com/economia/abrazo-koala/2013/03/27/conclusiones-tras-chipre-nuevas-reglas-en-la-eurozona-8213
Alemania ha ido ganando una a una todas las batallas que ha emprendido en pro de la rectitud presupuestaria, la contención y reducción de los déficits, la reestructuración bancaria, la necesidad de tener instituciones comunes antes de mutualizar los riesgos, etc. Todo, todo, ha sido admitido por Europa, sobre todo la del Sur la cual, posiblemente, fuera la que más necesitaba un buen "repaso" de todas esas asignaturas pendientes. Sin embargo, nada ha servido hasta ahora para sacar a los países del euro de su depresión económica y anímica. Es muy posible que aquélla sea la única medicina, pero ello no refuta la aseveración sobre el liderazgo.
Liderazgo es convencer e inspirar. Italia se adentra en la agudización de su crisis política sin que los gobernantes europeos le convenzan de que debe atacar con mayor resolución las causas económicas de su malestar social. Si lo sucedido en Chipre lo ponemos a escala italiana, la crisis del euro y de la Unión bordeará la catástrofe. La Sra. Merkel, cuando echaba una mano a los otros socios en situaciones críticas, se ganaba el derecho a poner normas y condiciones. Hoy la canciller ha perdido visibilidad e influencia, y hasta si se quiere inspiración, enfrascada como está en ganar las elecciones de septiembre próximo. Quien no se cansa de predicar instituciones comunes para todos no está ahora más que para sus intereses puramente "nacionales". Y esto suscita la crítica del antiguo canciller Helmut Schmidt: las instituciones alemanas actúan como si Alemania fuera el centro del mundo.
El espacio de Merkel se ve ocupado con diversa (o adversa) fortuna por algunos de sus ministros. El último, el de Hacienda, que ha sucumbido al síndrome del "Niño Juanito": "Siempre ha sido así - dijo recientemente Wolfgang Schäuble -. Es como en los colegios; cuando tienes mejores resultados, otros con mayores dificultades se sienten un poco celosos". Menos mal que no dijo "otros más torpes". En eso se ha quedado esta temporada el liderazgo alemán: en pellizcos de monja. No todos han perdido el oremus, sin embargo. El director del Fondo Europeo de Estabilidad, Klaus Regling, ha puesto recientemente de relieve los avances hechos por varios países en crisis, bajo sus planes de rescate, y ha dicho que "no entiendo por qué este progreso no es percibido a veces en Alemania".
Da la sensación de que la única figura de rango europeo que sigue "de guardia" es Mario Draghi, gobernador del Banco Central Europeo. Se le atribuye la presión decisiva para que Nicosia se plegara al dictado del Consejo. Se ve que todavía goza del crédito que le da el hecho de que bajo su mandato no se ha declarado aún ningún default de país. Ahora le toca cumplir aquello del pasado verano: "créanme (lo que yo haga) será suficiente". Pero también Draghi está a prueba: debe demostrar que lo de Chipre no es una contradicción del principio - esencial a un mercado único - de la libre circulación de capitales. Lo que a su vez remite a una circulación "demasiado libre" de y hacia otros refugios fiscales asentados en el seno mismo de la Unión, como Luxemburgo, o pegados a su riñón como Liechtenstein.
Si Draghi esperaba alguna ayuda para sostener junto con él el prestigio de la Unión por parte del nuevo presidente del consejo de la Eurozona, Jeroen Diejsselbloem, el pasado día 25 se vio chasqueado. La dificultad que este ministro holandés tiene para hacerse entender se ha puesto en evidencia con la confusión en torno al uso que se le puede dar al modelo chipriota: ¿template?, ¿blueprint? para otros países en dificultades. Aun podemos estar maravillados de que no haya habido una carrera a las cajas de los bancos por parte de los depositantes extracomunitarios, aunque de todos modos su lapsus linguae se ha hecho notar en la prima de riesgo y en las cotizaciones bancarias europeas.
Los años de crisis han debilitado a Europa como como modelo de desarrollo y como fuente de financiación para terceros países. Síntoma de ello es la inauguración el miércoles 27 de la conferencia de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), en Durban. Tratan de ponerse a sí mismos y a una gran parte del mundo en desarrollo bajo la tutela de un organismo de ayuda y coordinación financieras, que puede desplazar (o reemplazar según las circunstancias) al Fondo Monetario Internacional, percibido por esos países y muchos otros como centrado sólo en Occidente, y últimamente absorto en la crisis europea.
En la medida en que este grupo de países institucionalice su cooperación económica, su efecto se dejará sentir en las relaciones de Europa con los Estados Unidos. Este país está saliendo de su propia crisis sobre presupuestos contrarios a los reconocidos por Europa. Una Europa inoperante reforzará el giro de Washington hacia Asia, adonde se ve urgido a acudir si quiere que China no se alce como potencia dominante de cualquier nueva institución multinacional. El desapego respecto de Europa se siente también en las crecientes manifestaciones políticas y económicas en Estados Unidos sobre la proximidad del gran despegue de México, y aún del potencial de Argentina, además de Brasil.
Los países del norte de Europa, con Alemania a la cabeza, están convencidos intelectualmente de que los sacrificios que se están asumiendo son el precio de la redención. Los países del Sur ya no están tan convencidos. De momento, sólo les sostiene la fe.
¿Y si los precios de la vivienda nunca dejan de caer? España envejece y amenaza al ladrillo?. http://elconfi.de/6-117546