La gran ventaja del €, más allá del abaratamiento de los costes comerciales entre los miembros de una misma área económica, es que implicaba el fin de la manipulación monetaria cada vez que a un gobierno de un país le apeteciera. Gracias al € se iba a acabar el recurso a las devaluaciones y a la impresión arbitraria de dinero gracias a una disciplina que se basaba en unos principios básicos: el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de 1997. Esa uniformidad de criterios para distintos países iba a permitir una estabilidad que permitiría a todos compartir una misma moneda y un mismo banco central. La idea era buena pero se aplicó mal. Primero se dejó entrar en la €zona a países que no cumplían los criterios y no por poco (por ejemplo Italia lo hizo con el doble de deuda pública respecto al PIB de lo exigido) y segundo, no se determinó con claridad cómo solucionar el que alguien se saltara las normas (quizás por eso Italia ni en años de bonanza económica hizo nada por reducir su deuda pública). Muy pronto comenzaron los incumplimientos (curiosamente de Alemania con el déficit) que se desbordaron con la crisis de 2008.
Mantener una misma política monetaria en un conjunto de países con política económica independiente es un absurdo que se resolvió con la presión política de los países más fuertes hacia los más débiles a los que obligaron a aplicar sus recetas. ¿por qué se aceptaron esas imposiciones? Porque a partir del primer rescate a Grecia se vio claramente que unos iban a necesitar ayudas de otros para poder pagar sus deudas (lo que unos años atrás se habría “resuelto” con una devaluación que supusiera una quita de la deuda externa) y efectivamente tras él se desarrollaron varios rescates más, todos condicionados a injerencias políticas externas, algo similar a cuando se pide un crédito al FMI. Y en esas estamos: una parte de la €zona está harta de poner dinero y otra está harta del precio por ese préstamo. Pero algunos defienden otra vía y piden que se imprima dinero, que se traicione el espíritu del € porque esta crisis es lo bastante grave como para hacer una excepción y porque hay que usar las mismas armas que están utilizando otras áreas económicas como los EUA o Japón. El otro día nuestro presidente Rajoy se puso del lado de los que opinan así, quizás para echar las culpas al BCE de los negatvios frutos de su gestión económica.
Imprimir dinero, aumentar la inflación, devaluar la moneda etc. no es la solución y si lo fuera Argentina sería la primera potencia mundial. Aunque sí podemos discutir si conviene en momentos puntuales ya que en esta crisis hemos visto reacciones temporales positivas a acciones de bancos centrales muy similares a las descritas. Pero es que en ese caso ya se encuentra la €zona. BCE ya ha imprimido dinero. Me explico: sin entrar en discusiones académicas sobre qué es y qué no es el dinero, es evidente que cuando BCE compró por vez primera deuda griega que nadie más quería y la incorporó a su balance como si fuera un activo que en cualquier parte te cambiarían por euros cuando no era así, estaba creando dinero de la nada. Cuando está aceptando que los bancos de Chipre puedan obtener liquidez a cambio de la deuda de su país que todos rechazaríamos si nos pagaran el sueldo con ella y por la que nadie pagaría el precio al que la valora BCE, éste está creando dinero de la nada. Es como si yo pido un crédito a un banco con el aval de un solar que vale 100 mil € y éste me lo valora como si un edificio entero estuviera construido encima y me presta 1 millón de €: está “imprimiendo” dinero. Y como dije antes, podemos aceptar que ese saltarse sus estatutos (BCE tiene prohibido financiar estados así como aceptar bonos basura como colateral hasta que cambiaron la norma) para crear dinero pudo tener un efecto temporal positivo pero es evidente que como solución no está funcionando tampoco… De hecho, aunque los últimos meses se está reduciendo por las devoluciones bancarias de las LTROs, el balance del BCE es superior incluso al de la FED (ignoro qué parte de esos activos si se negociaran en mercado abierto tendrían un valor inferior al de valoración):
Además, el balance del BCE tiene una gran diferencia respecto a los demás: todos los japoneses responden por los activos del Banco de Japón pero en la €zona unos países se juegan más que otros y aún no se sabe qué ocurrirá si un país decide salirse. El otro día le preguntaron a Draghi qué hubiera pasado con los 10 mil millones de € de riesgo que BCE tiene en Chipre si éste hubiera decidido abandonar la €zona y dijo que no contemplaba esa posibilidad, es decir no respondió… pero la duda está ahí.
Por cierto, España también ha imprimido dinero porque creó la Sareb que compró unos activos inmobiliarios que nadie más quería y los pagó con deuda emitida por sí misma y que a las entidades financieras vendedoras les ha servido para reforzar su capital, es decir, se han convertido unas casas que no eran vendibles a ese precio (si lo fueran ya se habrían vendido) en dinero que no existe. No hace mucho salió la noticia que Santander vendió unos créditos dudosos con un descuento de hasta el 98% luego el dinero de verdad siempre aparece a un precio adecuado y todo lo que no sea una transacción real, es un apunte contable, un artificio… dinero creado de la nada. Y eso lo estamos haciendo hace años en la €zona y últimamente en España, así que dejemos de acusar a los demás de hacerlo y, sobre todo, de decir que es una solución porque si lo fuera no estaríamos tan mal como estamos. Es como los que dicen que estaríamos mejor subiendo más los impuestos… ¡si ya se hace y no paramos de empeorar!
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La tragedia Argentina siempre ha sido que el todo sea menos que la suma de las partes; que tanta gente civilizada sea gobernada por tanto político bárbaro. Si el nivel de hastío sigue subiendo, y el gobierno insiste en su populismo autoritario -ambas cosas muy probables-, es posible que las fuerzas de la civilización se unan y que ejerciendo sus derechos le pongan atajo a la barbarie. La relación entre Chile y Argentina ha sido, siempre, complicada. Durante décadas los chilenos mirábamos a nuestros vecinos con una mezcla de admiración y envidia. Y no era tan sólo por la superioridad futbolística argentina.
También tenía que ver con el desplante de los porteños, su arrogancia -verdadera o percibida-, sus artistas de calidad superior, sus carnes tan tiernas como sabrosas, esos chocolates suaves que se derretían en nuestras bocas, y la música maravillosa de Gardel, Soda Stereo, y Fito Páez. Cuando yo era niño, viajar a la Argentina era todo un acontecimiento. Los afortunados se preparaban durante meses, y hacían listas de las cosas que comprarían, de los lugares a los que había que ir, y de las comidas que tenían que probar. Los más osados regresaban llenos de historias inverosímiles, las que casi siempre involucraban discotecas maravillosas - como el afamado Mau Mau-, o modelos espectaculares e inalcanzables. Pero eso no era todo: como ha dicho el novelista Mauricio Electorat, cuando llegaba el verano y las playas se llenaban de transandinos, muchos de nosotros temblábamos al pensar que el argentino de rigor podía robarnos a nuestras noviecitas. En los últimos 15 a 20 años las cosas han cambiado profundamente.
El complejo de inferioridad de antaño ha dado paso a una actitud de superioridad, y a un desdén que sin ser estridente, es palpable. Para la mayoría de los chilenos, Argentina ya no genera ni admiración ni envidia. Yo diría que el sentimiento mayoritario hacia la transandina república es de pena. Esa lástima o compasión que uno siente por los tíos viejos que alguna vez fueron exitosos y encantadores, pero que con el paso de los años se han transformado en seres roñosos y un poco patéticos. Prácticamente todos los días del año la prensa chilena da cuenta de un nuevo ranking que demuestra que Chile está por encima de la Argentina. Titulares a ocho columnas informan que nuestro país es menos corrupto (Transparency International), tiene mejor educación básica (prueba PISA de la OECD), da más facilidad a los emprendedores (Doing Business del Banco Mundial), y cuenta con mejores universidades (Times de Londres). Hoy en día, y con las importantes excepciones del fútbol y el cine, los chilenos miran a Argentina hacia abajo.
Una mirada histórica
En 1845 Domingo Faustino Sarmiento publicó su libro más importante: Civilización y Barbarie: Vida de Juan Facundo Quiroga. A la sazón, Sarmiento -quien llegaría a ser el séptimo presidente argentino- se encontraba exilado en nuestro país, donde fungía como profesor de la Universidad de Chile y director de la Escuela Normal. En esta obra, Sarmiento argumenta que el gran dilema de la Argentina era decidir entre un futuro de civilización o uno de barbarie. La primera era asociada con la ciudad -especialmente con Buenos Aires-, la cultura occidental, y las ideas republicanas. La barbarie, en contraste, era la principal característica del interior del país, y estaba encapsulada en la forma de ser de los gauchos y los indios. Mientras los civilizados tendían a asociarse entre ellos y a convivir en forma pacífica, los bárbaros vivían aislados y rechazaban las agrupaciones civiles; eran huraños, violentos, y poco respetuosos de las leyes y de los demás. En términos modernos, lo que distinguía a la civilización de la barbarie era el acervo de capital social y el nivel de confianza interpersonal.
En un libro posterior -Viajes de 1849- Sarmiento profundizó estas ideas, y postuló que el sistema político y social de los Estados Unidos era la mayor expresión de lo civilizado. Al igual que a Alexis de Tocqueville -el autor de Democracia en América-, lo que más impresionó a Sarmiento sobre los EEUU fue el que las distintas comunidades se gobernaran en forma independiente, descentralizada y democrática, y que en ellas hubiera múltiples asociaciones ciudadanas que creaban un sentido de responsabilidad, propósito, y futuro. Y, claro, también le impresionó que todo eso llevara a la prosperidad y al progreso. Más de 150 años después de la publicación de Facundo el dilema entre civilización y barbarie sigue carcomiendo a la Argentina. Ahora no es, como lo percibía Sarmiento, un conflicto entre la culta población urbana y los toscos del campo. Ahora el conflicto es entre una clase política mediocre y rapaz, y el ciudadano medio que aspira a vivir en un país ordenado y predecible, donde pueda desplegar sus talentos, dar rienda suelta a su creatividad, y criar a su familia en un ambiente de mínima seguridad.
Un equilibrio inestable
Hace unos días le escribí a un amigo argentino que vive en Europa, y le hablé de la vigencia del dilema de Sarmiento. Me contestó de inmediato, diciéndome que temía que la barbarie llevaba todas las de ganar. Luego parafraseó a Porfirio Díaz y dijo, Pobre Argentina, tan lejos de Dios, y tan cerca del Diablo. Yo no supe a quién se refería con eso de Satanás, pero por prudencia decidí no preguntarle. Pero la verdad es que yo no estoy tan seguro de que la barbarie lleve ventaja. Más bien me parece que hay un empate; una suerte de equilibrio frágil que podría resolverse en una dirección u otra. Es verdad que la situación política es caótica y que el autoritarismo del gobierno de Doña Cristina Fernández es aterrador. También es cierto que los gobiernos K han seguido una política económica desastrosa, y que el país camina hacia adelante sólo gracias a los altísimos precios de los commodities. Argentina es el único país de la región donde hay mercado negro para el dólar, donde se falsean las estadísticas, y donde se usa un sistema burdo de prohibiciones mañosas para controlar las importaciones. La barbarie también se presenta en la inseguridad y la violencia. La vida es completamente impredecible.
Nadie sabe si los vuelos van a salir el día presupuestado, o si habrá cortes de ruta, o si los sueldos y aguinaldos serán pagados en el momento convenido, o si volverán a aparecer las monedas regionales -en la provincia de Buenos Aires ya se habla del regreso de los tristemente célebres Patacones. No hay respeto por la legalidad, el estado de derecho es ignorado, y los derechos de propiedad son violados en forma repetida. Peor aún, la clase política está convencida de que existe una conspiración cósmica en contra de la Argentina. Este auge de la barbarie política se explica, en parte, por el calendario electoral. De acuerdo con la legislación actual, ninguno de los tres políticos más importantes del país -la Presidenta Fernández, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, y Mauricio Macri, el jefe del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires- pueden reelegirse. Vale decir que para seguir en política y teniendo poder tienen que buscar otro puesto o tienen que cambiar las reglas para lograr la reelección. Este es un panorama que, por definición, crea una enorme inestabilidad.
*Entre tanta barbarie brilla la civilización.
**Todo lo anterior es cierto. Pero también es verdad que detrás de esa barbarie política hay una nación de seres extraordinariamente civilizados, cultos, amables, creativos, llenos de bondad y sentido del humor. En una visita reciente a Buenos Aires volví a maravillarme por la calidez de la gente. Me perdí durante horas en librerías atiborradas de compradores y repletas de novedades que uno ni sueña con encontrar en Chile. Comí en restaurantes de calidad, con un nivel de servicio extraordinario. Me alojé en dos hoteles que están, sin duda, entre de los cinco mejores del continente. El profesionalismo de los que ahí trabajan contrasta con la improvisación chilena en todo lo que tenga que ver con turismo y la industria de la hospitalidad.
En tan sólo dos días vi tres exposiciones maravillosas. La que más me impresionó fue una, en el Museo de Bellas Artes, sobre arte cinético argentino de los años 1960. En una muestra muy bien curada y pulcramente presentada, pude volver a constatar la originalidad de Julio Le Parc y la delicadeza de la obra de Eduardo Mac Entyre.
**Pero lo que más me impresionó fue el nivel de hastío de la gente con los políticos. Taxistas, dependientes de tiendas, mozos de restaurantes –los más cultos del planeta, sin lugar a dudas-, estudiantes, y pensionados coincidieron en decir que estaban hartos con la corrupción, el desorden, y el abuso. Lo escuché en distintos barrios, y de muchísimas personas que se autodefinían como progresistas e, incluso, como peronistas. Cada vez más gente reconoce que el modelo K está agotado. Algo, dicen, tiene que pasar.
*
*La tragedia Argentina siempre ha sido que el todo sea menos que la suma de las partes; que tanta gente civilizada sea gobernada por tanto político bárbaro. Si el nivel de hastío sigue subiendo, y el gobierno insiste en su populismo autoritario -ambas cosas muy** **probables*-,* es posible que las fuerzas de la civilización se unan y que ejerciendo sus derechos le pongan atajo a la barbarie.*
China pierde fuelle como "la fábrica del mundo" http://dlvr.it/3DYzdP
Galileo pasó a la historia por su defensa del heliocentrismo copernicano. Físico, matemático y astrónomo, es reconocido como uno de los creadores de la ciencia moderna. Sin embargo, estaba equivocado en un montón de cosas.
Por supuesto, Galileo no es el único que comete errores. Lagrange dijo de Newton que era “el genio más afortunado” porque solo es posible descubrir una vez el sistema que rige el mundo. Pero Lagrange se equivocaba: dos siglos después Einstein publicó sus cuatro artículos y demostró que la física Newtoniana, aquella que tan elegantemente había predicho el movimiento de guijarros, hombres y planetas lejanos, era solo una buena aproximación.
Galileo y Newton, como Einstein y el resto de nosotros, cometen errores. Esto es una obviedad. Las personas se equivocan de forma rutinaria, por eso me sorprende que haya quien pretende lo contrario.
Si un periodista, un científico, o un futbolista dijese ser infalible, sería el hazmerreir. ¿Por qué aceptamos entonces que un político pretenda ser la excepción? Vivimos rodeados de líderes que fingen ser infalibles, que dicen tener la solución a todos los problemas y ser capaces de predecir con precisión cartesiana los efectos de cualquier medida que propongan o desechen. Sí, a veces escuchamos a dirigentes reconocer que no tienen todas las respuestas, pero es solo una pose de humildad. Esas declaraciones jamás se ven concretadas: no vemos que el político en cuestión reconozca un error reciente, ni lo vemos relativizar su posición, o mostrar un mínimo de duda. Jamás los vemos asumir algo evidente: que hay asuntos complicados sobre los que no es posible tener una posición rotunda. (Excepto, claro, si la rotundidad es infundada.)
Me diréis que es todo un juego de retórica. Que el discurso político empuja a mantener esta ficción que niega la complejidad. Pero no. No es solo retórica. Una actitud negacionista del error tiene consecuencias. Si uno asume que siempre tiene razón, si el otro está siempre equivocado, toda negociación y cualquier compromiso es contraproducente. Es más, si uno se convence de que la posición correcta es “evidente”, aquellos que discrepan solo pueden hacerlo por motivos egoístas.
Así, los que niegan la complejidad de las cosas destruyen el valor del debate argumentativo y convierten toda discrepancia en un duelo entre el bien (nosotros y la verdad) y el mal (ellos y sus mentiras). Lo que me pregunto es en que bando apuntarán a Galileo.
Kiko Llaneras
Los japoneses salen a comprar oro http://dlvr.it/3D6jds
Confesiones de un banquero 'suizo' http://dlvr.it/3DWspw
El perfil del mercado inmobiliario está cambiando de forma acelerada. Los precios de los activos están bajando y los de los alquileres se retraen pero bastante menos. Al mismo tiempo, tres meses después del recorte impuesto por el Banco de España a la rentabilidad de los depósitos, estos han bajado hasta ofrecer rentabilidades medias en el entorno del 2%. La relación de estas tres variables y el hecho de que la rentabilidad del alquiler de vivienda se haya situado por encima del 4% por primera vez desde 2008, ha permitido que el arredramiento duplique el beneficio medio de las nuevas imposiciones a plazo, el principal foco de captación del ahorro en España. No ocurre lo mismo con la rentabilidad de la compraventa de vivienda.
Los escraches que se han popularizado en España aterrizan este lunes en un editorial de The New York Times. Bajo el título 'La amarga medicina de Europa', el editorial arremete con dureza contra la política de austeridad que la canciller alemana Angela Merkel se emperra en exigir más y más a países en crisis como España, Italia y Portugal. Dice el NYT: 'Las severas medidas de austeridad y reformas están deprimiendo el crecimiento y fomentando el descontento'.
El editorial comienza con unas líneas torrenciales: 'Desde hace más de dos años, los dirigentes europeos han forzado un cóctel de austeridad fiscal y reformas estructurales en países en problemas como Portugal, España e Italia, con la promesa de que será el tónico para curar sus males económicos y financieros. Toda la evidencia muestra que esta amarga medicina está matando al paciente'. Y lo explica con lo que está ocurriendo en cada uno de esos tres países. En Portugal, el Tribunal Constitucional falló contra los recortes en salarios y pensiones. En España, 'piquetes de protesta se han manifestado frente a los domicilios de parlamentarios para exigir un mejor trato a los propietarios de viviendas que se atrasan en los pagos de sus hipotecas'. Y en Italia, ciudadanos 'frustrados han votado en tan gran número por un movimiento antisistema que el país todavía no tiene Gobierno más de un mes después de las elecciones'.
Aunque el NYT no usa la palabra escrache como tal, la idea queda reflejada en todo su significado. Igual que el mensaje: 'Desde el principio estaba claro que la austeridad económica (recortar el gasto público y los servicios sociales) y reformas estructurales (relajar las duras leyes laborales y privatizar empresas públicas, por ejempo) no podrían llevarse a cabo simultáneamente en medio de una recesión profunda. Y esa dolorosa realidad se está desarrollando sin que se le vea el final'.
La segunda parte del mensaje tiene que ver con la posible expansión por otros países de casos como el italiano del Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo. Es el mensaje del miedo: 'El auténtico peligro para Europa es que tales movimientos aumenten y que a los votantes y líderes en los países en crisis led de cada vez menos por seguir en el euro. Si los países empiezan a desembarazarse del euro, se produciría un pánico generalizado en el continente y decenas de miles de millones de dólares en pérdidas a Gobiernos, bancos e inversores en Alemania y en otros países europeos ricos, y ni que decir tiene que también en el resto del mundo'.
Para el NYT, los países en crisis 'tendrán que reducir su déficit y reformar unas políticas que durante décadas han mantenido atrasadas a sus economías', pero eso es a largo plazo. Por ahora, 'esa estrategia, además de fomentar el desastre económico, ha creado una amplia irritación pública y acciones de resistencia dirigidas hacia los políticos de su país'. ¿Quién puede arreglar el desaguisado? 'Lo que ayudaría es que líderes como la canciller Angela Merkel de Alemania dejaran de insistir en la austeridad y contribuyeran a impulsar la demanda, por ejemplo, dejando que los países más débiles emitieran bonos respaldados por la eurozona'. El último aviso del NYT es para remachar la idea: es difícil que los dirigentes europeos admitan estar equivocados, pero sí deberían darse cuenta de que por este camino se está minando la confianza en el euro y en el proyecto europeo. Y si eso cala, todo el mundo en el continente 'estará peor'.
El editorial del NYT coincide en el tiempo con un artículo en Der Spiegel. Pero nada más que en el tiempo, porque la revista alemana desvela el consejo que han dado los Cinco Sabios de la economía que asesoran a Merkel: un impuesto a la riqueza y al patrimonio debería hacerse cargo de los próximos rescates. Peter Bofinger, uno de los Cinco Sabios, reconoce que la idea de castigar a los pequeños impositores en Chipre era una mala idea. En cambio, lo ideal es que los ricos asuman las cargas, y por un periodo de diez años. También cita a otro de los Sabios, Lars Feld, que se ha agarrado a un reciente informe del BCE para intentar demostrar que los europeos del Sur son más ricos que los alemanes y otros del Norte.
Pero ese estudio tiene tantas lagunas, suma tantas magnitudes heterogéneas que sólo puede entenderse como una trampa preconcebida. Primero fue el Bundesbank el que filró una parte a un diario alemán. Y luego salió el informe completo según el cual son precisamente los chipriotas los más ricos de Europa. Y los españoles, también bastante más desahogados que los alemanes. Ya han salido otros expertos a señalar que el hecho de que en España el patrimonio familiar se reduzca prácticamente a la vivienda en propiedad es engañosao. Sobre todo porque además parecen haberse tenido en cuenta las tasaciones de antes del estallido de la burbuja del ladrillo. Contra la mayoría de la prensa alemana, que se ha dejado llevar y se ha escandalizado por los datos del estudio, hay otros periodistas más sensatos.
Uno de ellos es el conocido columnista de Financial Times Wolfgang Münchau. Con un poco de gracia, otro de ironía y mucho sentido común, titula su artículo de este lunes así: 'La adivinanza de la moneda única con muchas cotizaciones'. Dice que ni él ni nadie en sus cabales se cree ni por asomo que los españoles sean más ricos que los alemanes. Lo que pasa es que tal como se están desarrollando las cosas, ahora mismo hay un 'euro chipriota' sobrevalorado, un 'euro alemán' subvalorado' y así. O sea, que 'España y Alemania tienen un euro diferente'.