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Actualizado: 18 de Septiembre de 2024
Categorías: Articulos

La utilidad del cansino tema del techo de la deuda

upHasta 1917 en los EUA cada vez que el estado quería endeudarse debía pedir permiso al Congreso pero con el enorme gasto público que se originó por la participación del país en la I Guerra Mundial decidieron cambiar el sistema. Implantaron un techo de deuda que se concretó en 1939 con una cifra total: sólo se podría superar esa cifra con la aprobación de las dos cámaras y mientras se llegaba a ese nivel el gobierno de turno era libre de endeudarse.

Ese tope incluye cualquier deuda de la Administración, desde la emisión de bonos a los programas de sanidad públicos pasando por las pensiones por lo que elevarlo se antoja imprescindible no sólo para que el país no caiga en la bancarrota con sus deudores sino incluso para el funcionamiento interno del país ya que los EUA, como la mayoría de estados, sobreviven gracias al endeudamiento puesto que utilizan ingresos que esperan obtener en el futuro para costear los gastos presentes. Por este motivo el Congreso ha aprobado siempre las peticiones para elevar el límite de deuda que le hacía el gobierno, algo que casi cada presidente desde 1960 ha vivido al menos una vez:

La última vez que se alcanzó hubo un acuerdo de última hora a finales del año pasado que se ratificó enenero hasta mayo pero que por diversas dilaciones y ajustes no va a volverse a traspasar hasta mediados de octubre por lo que se hace necesario otro acuerdo estos días para ampliar una vez más el techo de deuda ya que la alternativa es el fiscal Cliff -o abismo fiscal- de consecuencias imprevisibles.

Ante esta tesitura hay diversas opiniones que van desde la eliminación de dicho techo -lo cual parece tendría sentido puesto que aparentemente nunca ha servido para nada- hasta la idea de P. Krugman de utilizar una argucia legal: ya que el Tesoro tiene potestad para emitir monedas conmemorativas de curso legal, propone que emita un billete de un trillón de $ (sí, como el del episodio de los Simpsons) –un billón europeo- que resolvería el problema. Difícil de cuantificar la pérdida de credibilidad que supondría una maniobra tan arriesgada y en cuanto a la eliminación del techo de deuda, sería imposible sin el voto favorable de los republicanos que no creo estén por la labor pero es que además la existencia del techo sí que ha servido para algo: periódicamente tanto políticos como ciudadanos son conscientes de los peligros de la deuda y aunque aquellos sean tan irresponsables de no reducirla, creo es importante que al menos se hable de ello.

Personalmente, entiendo que la negociación por elevar de nuevo el techo de deuda pueda poner nerviosos a los inversores ya que la mayor corrección –como podemos ver en el siguiente gráfico- de la actual tendencia alcista bursátil del S&P500, ocurrió en 2011 en la anterior discusión sobre este tema (que llevó a que 1 agencia de ráting rebajara de su AAA a los EUA) y también influyó en la caída de finales de 2012:

Pero es muy improbable que no se llegue a un acuerdo en cuya gestación habrá amenazas y si bien al final seguro supone algún recorte del gasto público que podría afectar negativamente al PIB, no creo que por sí solo vaya a cambiar ni la tendencia bursátil ni la tendencia económica de la primera potencia mundial ya que los republicanos no se arriesgarán a provocar la debacle que supondría no apoyar el aumento. Eso sí,es una excusa excelente para reflexionar sobre el actual sistema global, construido sobre la deuda y absolutamente dependiente del crédito.

Una persona que pide una hipoteca confiando en que sus ingresos futuros podrán cubrir el capital más los intereses sabe que si todo va bien, acabado el plazo cancelará su deuda y a cambio será propietario de un sitio donde vivir que además lleva años disfrutando. Sin embargo, las Administraciones Públicas se endeudan no esperando pagar las deudas sino confiadas en que cuando llegue el vencimiento podrán volverse a endeudar y esa es la situación actual de medio mundo: con las nuevas emisiones se abonan los vencimientos de las antiguas y si de repente alguien cierra el grifo –como le pasó a Grecia- no sólo debe hacer una quita, además debe obtener nuevos créditos para seguir funcionando. Es un sistema kamikaze muy vulnerable a las crisis financieras.

Y sí, con ajustes, impuestos, inflación y altos crecimientos en época de bonanza se puede reducir la el ratio deuda/PIB (que no el volumen, eso raramente ocurre) como pasó en Reino Unido tras la II Guerra Mundial por ejemplo pero ahora la situación es mucho peor: los niveles de deuda pública son alarmantes en muchos más países, hay mucha más deuda privada que entonces, la demografía es muy diferente (con baja natalidad  y la mujer ya incorporada al mercado laboral será muy difícil que una menguante población activa pueda pagar la deuda y a la vez mantener a una creciente población pasiva), ni los más optimistas prevén altos crecimientos sostenidos del PIB en un futuro cercano y la periodicidad de las crisis es tan corta y la salida de éstas tan lenta que no da tiempo a aprovechar esos supuestos “buenos años” para reducir deuda. La prueba la tenemos en los EUA cuyo PIB lleva creciendo desde mediados de 2009 y aún así –y a pesar de los bajos intereses que paga gracias en gran parte a la FED- no reduce su deuda pública. ¿No es hora de probar algo distinto?

Droblo

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Ver comentarios

  • Jordi Sevilla:
    la previsible recuperación, ¿irá cogiendo suficiente empuje como para ir acabando, poco a poco, con la crisis? Si la respuesta, como defiendo, es no, ¿hará falta un cambio en la política económica para salir de la crisis? 
    Veamos la situación actual. Si en términos intertrimestrales (no tanto en interanuales) el PIB crece en el segundo semestre de este año por primera vez desde 2011, la cosa es positiva. ¿Por qué ocurre? Podemos mencionar ocho razones, cada una aportando su particular granito. Primera, salvo que creamos que ésta era la crisis que iba a precipitar al capitalismo al derrumbe predicho por Marx, de toda recesión cíclica se acaba saliendo por efecto de los mecanismos automáticos que existen en una economía como la nuestra. 
    Segunda, la zona euro ha salido ya, antes que nosotros, de la recesión, ayudando a nuestras exportaciones y turismo. Tercera, los movimientos de Alemania y la renegociación con Grecia han permitido superar el temor existente hace un año a que una ruptura de la zona euro dejara a España fuera del mismo. Cuarta, los cuantiosos manguerazos de liquidez del BCE han reforzado la posición financiera del eurosistema, a la vez que facilitaba la compra de deuda pública de países bajo sospecha como España. 
    Quinta, el rescate de nuestro sistema financiero ha permitido proceder a la segunda fase de su reconversión/consolidación. Sexta, la reforma del mercado laboral, entre otras, ha sido percibida de forma positiva por los inversores internacionales que vuelven a contemplar la compra de activos españoles a precios muy rentables. Séptima, la devaluación interna producida ha facilitado el mantenimiento de nuestras exportaciones y el empuje del turismo y está invirtiendo la caída de nuestra actividad, a pesar de que la demanda interna sigue, por la misma razón, bajo mínimos. Octava, el relajamiento evidente de los objetivos de déficit y el tremendo aumento de la deuda pública están haciendo que el sector público drene menos recursos del sistema que el año anterior. 
    ¿Qué podemos esperar a partir de ahí? En el escenario central dibujado por el consenso de los servicios de estudios se prevé un crecimiento del -1,3% para este año y del 0,7% para 2014, con un máximo para el año que viene del 1,1% y un mínimo del 0,3%. Resulta más difícil encontrar previsiones a más largo plazo, pero debo citar la publicada esta semana por PwC en su Global economy watch, donde se cifra para España un crecimiento medio del 1,7% para el periodo 2015-19. 
    Es decir, que 10 años después de iniciada la crisis todavía no habremos vuelto a escenarios de crecimiento como los anteriores y que la recuperación prevista, a fecha de hoy, es lo suficientemente lánguida y carente de vigor como para revertir, en plazos socialmente razonables, algunos de los peores efectos de la crisis y, en especial, tres: paro, deuda y pobreza. 
    Una recuperación que, por otra parte, será dual, es decir, hay empresas y familias que pueden beneficiarse de la recuperación con celeridad, mientras otras seguirán cayendo por el tobogán del paro, la desigualdad y los riesgos de marginación social. 
    Sobre todo ello planea una duda que fue decisiva para que el FMI revisara a la baja sus previsiones para España: ¿qué va a pasar este año y el que viene con el déficit público? Después de un tiempo en que parecía inexorable cumplir los objetivos de reducción pactados con Bruselas, nos encontramos con que no solo la Comisión ha relajado sensiblemente los plazos, permitiendo con ello reducir el huella negativo de los recortes de gasto público sobre la actividad económica (algo que se negó con énfasis por alguno), sino que los gobiernos incumplen cada vez con menor coste. 
    En 2012 cerramos por encima del 10% como consecuencia de la ayuda a la banca, y en 2013 hay muchas evidencias de incumplimiento, sobre todo si no se efectúan recortes adicionales del gasto público. Por ello, todos los escenarios de recuperación para 2014 están presididos por la idea de un «menor tono contractivo de la política presupuestaria» (Observatorio Económico BBVA). 
    Si ciframos el final de la crisis en el momento en que la tasa de paro recupere un dígito, la deuda de las familias sobre su renta disponible baje del 50% y la riqueza media del país regrese a la situación previa a la crisis, no solo tenemos el problema del tiempo necesario para conseguirlo al ritmo previsto de la recuperación. El principal escollo es que las políticas necesarias para lograrlo son muy distintas de las seguidas hasta la fecha, entre otras cosas, porque caminamos hacia un ciclo de crecimiento al contado, sin crédito, que propongo llamarcash growth y al que dedicaré otro artículo. 
    Compartiendo estas reflexiones el otro día con un grupo de empresarios convocados por Ineca en Alicante, me decía uno que todo es muy confuso. Y es verdad, dado que son muchas las variables que están interactuando simultáneamente en un mundo globalizado donde cada vez es menor el control que tenemos sobre nuestras propias cosas. 
     
    Por eso propongo seguir un principio simple para entender lo complejo: de la misma forma que la crisis no tiene nombre propio de presidente del Gobierno, la recuperación, tampoco. Aunque ambos ayudan a entender algo de lo que contarán los libros de Historia: que necesitaremos más de 10 años a partir de ahora y un nuevo giro en la política económica (no sería el primero de este Gobierno) para salir de la crisis. 

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  • ¡Me has alegrado el día Droblo! Me explico, en un ya lejano 1991, me levanté un día de la cama con la sensación de que algo en mi cabeza encajaba mejor, y a partir de ese momento, la Electrotecnia dejó de ser un misterio. ¡Por fin la comprendía! Tal cuál, así fue.
     
    Pues hoy veo ese gráfico de la deuda americana. Ahora hablamos de 1999 cuando el joven Fabricando está quejándose a un contratista americano en USA de la falta de ritmo del montaje y de las pocas ganas de trabajar (por decirlo amablemente) de la cuadrilla que teníamos (unos 14-16 mecánicos, si no recuerdo mal)
     
    Me acuerdo como si fuera ayer. El capataz cincuentón largo (Luie, no me lees, pero saludos igualmente), textualmente, me dijo: Si hubieras visto a estos mismos hijos de pu.ta en 1979 no te lo creerías. Este país se construyó trabajando como hijos de pu.ta hasta 1979. A partir de entonces, mi.erda.
     
    Miramos el gráfico y deduzco que el sistema (Ponzi) de deuda montado sirve para...¡no tener que trabajar!
     
     

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  • “Ya empezamos otra vez”; “Aquí llega de nuevo”; “Es el debate por el techo de deuda, versión 3.0”… Los medios de comunicación estadounidenses están metidos de lleno en la enésima pelea en el Congreso para aprobar la elevación del límite legal de endeudamiento de Estados Unidos, cuyo tope de 16,7 billones se alcanzará el 17 de octubre, lo que podría desatar la bancarrota de la primera potencia económica mundial si republicanos y demócratas no alcanzan un acuerdo antes del próximo lunes.  
    En los próximos días, el Gobierno se quedará sin dinero para pagar sus facturas si no se le permite endeudarse más, ha advertido el secretario del Tesoro, Jack Lew. Bomberos, profesores, proveedores de comida de los colegios públicos, controladores aéreos o a los propios congresistas verían menguar sus nóminas irremediablemente.
     
    Pero en esta tercera edición (2011, 2012 y 2013), el hartazgo por el drama político que se avecina es notable: Estados Unidos vive de prestado, y tiene que aumentar el tope de su tarjeta de crédito cada cierto tiempo. Tras haber elevado el techo de deuda 77 veces en su historia, diez en la última década, este límite se sitúa ahora en los 16,7 billones de dólares. La cifra es apabullante. Y, por supuesto, la más alta del mundo. Hasta 2002, esta cifra se había mantenido a raya, por debajo de los seis billones.

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