El mes de octubre nos ha saludado con una subida del 3,1% en el coste del recibo eléctrico; según se nos anuncia, esto es sólo un anticipo ya que el objetivo del gobierno es acabar de una vez y cuanto antes con el famoso déficit de tarifa que venimos arrastrando en este país en el consumo eléctrico desde hace varios años, tarea que no va a ser nada fácil. No voy a entrar en explicar detenidamente lo que es el déficit de tarifa, ya existen diversos estudios detallados (PDF) del mismo. Tan sólo diré que es la diferencia entre los costes de generación de la energía y las tarifas que a los usuarios nos cobran. Esta diferencia proviene de que dentro de esos costes, además del de generación de la energía, se incluyen algunos de naturaleza política (como las primas a las renovables, el caro suministro a los territorios extrapeninsulares o el del decreto que prima el consumo de carbón nacional frente al extranjero más barato), que pagan las compañías distribuidoras, lo que unido a que las tarifas eléctricas tengan un precio regulado, por su impacto social, estas compañías eléctricas no cubran con sus ingresos los servicios que proporcionan.
Esta deuda del estado con las distribuidoras, que supera ya los 26.000 millones de euros, y aumentando (se estima que este año crecerá en otros 3000 millones), se ha convertido en una patata caliente que el gobierno anterior dejó crecer sin control a partir del 2004 (aunque ya nació con el gobierno de Aznar) y que el actual se ha propuesto reducir o eliminar, a pesar de que dista mucho por ahora de conseguirlo.
Las medidas para atajar esta sangría económica se han visto culminadas hasta la fecha por el proyecto de ley presentado el 20 de septiembre donde se dejan entrever diversas ideas que tratan de atajar el origen de este déficit. Así, se contempla el cierre temporal de centrales de gas, ya que se entiende que en el momento actual económico del país, la producción eléctrica está sobredimensionada (y hay que recordar las dificultades, por no decir la imposibilidad, de almacenaje de la energía eléctrica); asimismo, se cambia el sistema de retribución a las renovables, que ahora va a estar en función de la vida útil de las instalaciones, de modo que las más obsoletas sean las que menos reciban. Otra de las medidas que se introducirán, y de las más polémicas, es la creación de un “peaje de respaldo” para las instalaciones de autoconsumo, es decir, un canon para estas instalaciones por el mero hecho de estar conectadas a la red eléctrica, que garantiza que, si estas instalaciones vierten sus excedentes a la red, colaboran con este peaje a los costes de distribución, transporte y primas a las renovables. Esto acaba, según la UNEF, la patronal fotovoltaica, con la posibilidad de que el consumidor pueda producir su propia energía a un precio más asequible que el de mercado. Además, esta normativa deja en el aire la venta de los excedentes de energía de estas instalaciones, así como su precio.
Esto es sólo un proyecto de ley, cuyas medidas, hasta aplicarse pueden ser susceptibles de variaciones importantes. Pero aun así no está claro que vaya solucionar el problema principal ya que según UNESA, que es la patronal de las energías tradicionales, el origen viene por el empeño del regulador del mercado por invertir en tecnologías aún inmaduras en un mercado, que con la crisis económica, está sobreabastecido.
Evidentemente, la polémica está servida; lo que sí se puede afirmar es que con toda seguridad quien pagará este déficit será sin duda el consumidor (tanto el acumulado vía recaudación, como el que se genera año tras año vía tarifa hasta que deje de crearse más) el cual ha visto como desde el 2008, el año del comienzo de la crisis, su factura eléctrica se ha encarecido un 63,5%.
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Cuando a las cincuentonas famosas y de buen ver, que parecen haber pactado con el diablo, les preguntan sobre sus trucos de belleza se limitan a decir banalidades: beber mucha agua, tomar aceite Omega 3, abrazar la doctrina vegetariana o macrobiótica, practicar el stand up paddle… Casi nadie cuenta la verdad: los entrenadores personales, los dietistas que les diseñan regimenes a medida, las abultadas facturas en comida orgánica y suplementos alimenticios, los tratamientos de desintoxicación en centros ayurvédicos en Kerala (India) o las operaciones en las mejores clínicas de cirugía estética del mundo. Todo esto nos lleva a pensar que en un futuro no muy lejano, los ricos se diferenciaran de los pobres básicamente en un punto, los sin recursos envejecerán y los pudientes vivirán eternamente jóvenes, como las medusas. (Se cree que la especieTurritopsis nutricula puede volver atrás en su ciclo vital).
Pero no todo en la vida es cuestión de dinero y la naturaleza ha puesto a nuestro alcance un método fácil, económico y, sobre todo divertido, de engañar al reloj: el sexo.Recientes estudios científicos demuestran que mantener relaciones sexuales a menudo es bueno para la piel, alarga la vida, la hace más apasionante y mantiene el cerebro en forma. Los orgasmos son una cierta manera de resetear el disco duro que guardamos en el interior de nuestras cabezas y si queremos evitar el alzheimer, lo mejor es olvidarse de los sudokus y optar por los bukkakes, por continuar en el terreno de los vocablos japoneses.
El neuropsicólogo David Weeks, ex jefe de Psicología para la Tercera Edad del Hospital Real de Edimburgo, mantiene, como los slogans de algunas cremas de belleza, que el sexo puede rejuvenecer hasta diez años. En un estudio que llevó a cabo entre 3.500 individuos de diferentes edades y que duró una década, Weeks constató que las personas de entre 40 y 50 años que se mantenían más jóvenes tenían relaciones sexuales una media de tres veces por semana. Este científico sostiene también que el riesgo de mortalidad baja un 50% en quienes tienen cubierta su “cuota de orgasmos" –dos veces por semana–. “La calidad de la vida sexual, en adultos mayores predice el estado de salud en general y el bienestar” sostenía Weeks en una conferencia pronunciada en la Facultad de Psicología de Colchester, Inglaterra, el pasado julio y recogida en un artículo de la web The British Psychology Society.
Dos investigadores de Nueva Jersey, el psicólogo Barry Komisaruk y la sexóloga Beverly Whipple están llevando a cabo otro experimento sobre el impacto del orgasmo en el cerebro humano, y si este puede ayudar a retrasar el envejecimiento. Parece ser que hacer ejercicios mentales, tipo sudoku, aumenta la actividad pero sólo en determinadas regiones del cerebro. En cambio, un orgasmo lo hace en la totalidad de este órgano, ya que al llegar al clímax un flujo de sangre riega el cerebro, aumentando tanto el aporte de nutrientes como de oxígeno.
Komisaruk se dedica desde 1982 al estudio del placer enfocado a la mujer. En el inicio de sus experimentos investigó con ratas llegando a la conclusión de que el orgasmo es capaz de inhibir las sensaciones negativas. Más tarde se animó a trabajar con humanos, y entre sus hallazgos descubrió que el placer máximo en el sexo es capaz de bloquear el dolor. Komisaruk trabajó con mujeres que tenían paralizadas las piernas y a las que sus médicos les habían dicho que no podrían tener ninguna sensación sexual. Tras analizar sus casos, descubrió un nervio en el exterior de la medula espinal por el que la sensación de orgasmo se trasladaba al cerebro. Así estas pacientes lograron alcanzar el clímax.
La doctora Benedetta Leuner y sus colegas del Instituto de Neurociencia de la Universidad de Princeton (EEUU) realizaron un estudio publicado en la revista científica PloS One, en julio del 2010, que demostraba que mientras el estrés reduce la neurogénesis adulta –formación de nuevas neuronas– y restringe la arquitectura dendrítica del hipotálamo, la actividad sexual tiene el efecto contrario.
Según Guillermo García Ribas, neurólogo y coordinador del grupo de conducta y de demencias de la Sociedad Española de Neurología, “las hipótesis apuntan a que tenemos una reserva cognitiva, es decir un número determinado de sinopsis o conexiones y que estas se van deteriorando con los años. Más que mantener el número de neuronas, lo importante es no perder las relaciones entre ellas, que es lo que hace que el cerebro siga funcionando, porque las neuronas pueden reproducirse aunque en un número limitado”.
Benedetta resumía las conclusiones de su experimento en la revista: “Ratas adultas fueron expuestas a una hembra sexualmente receptiva una vez (aguda) o una vez diariamente por 14 días (crónica) y se midieron sus niveles de circulación glucorticoide. Los resultados mostraron que experiencias sexuales agudas incrementaron los niveles de circulación corticoide y el número de neuronas en el hipocampo. La experiencia sexual crónica dejó de producir un incremento en los niveles corticoides pero continuó promoviendo la neurogénesis y estimuló el crecimiento de las espinas dendríticas y la arquitectura dendrítica. La experiencia sexual crónica también redujo el comportamiento relacionado con la ansiedad”.
Si tenemos en cuenta que el sexo entre humanos es mucho más complejo y rico que el de las ratas, podremos hacernos una idea de las conclusiones de este estudio si se extrapola a las personas.
Cuanto más sexo practicamos, más bajos son los niveles de estrés del organismo, mayor es el número de neuronas de nuestro cerebro –estas se destruyen a un ritmo más lento– y mayores son las conexiones entre las mismas.
En el terreno de la belleza el sexo hace milagros, especialmente a la hora de cuidar la piel. La sexóloga de Georgia (EEU), Gloria G. Bramer, sostenía en un artículo de la revista realbeauty.com, del 2011 que “el orgasmo es una de las cosas más saludables que uno puede darse al día. Desde el punto de vista sexológico debería estar incluido en las rutinas diarias, como cepillarse los dientes o lavarse el pelo”.Durante una relación sexual aumenta la circulación sanguínea y se bombea oxígeno hacia la piel, lo que hace que esta esté más brillante, permite eliminar toxinas y aumenta la producción de colágeno, que evita la flacidez , las arrugas y las manchas de la piel. Además, durante el coito se suda, lo que entraña una limpieza facial gratuita, liberando la piel de sus impurezas. Nars Orgasm Blush es un colorete de esta firma cosmética que trata de imitar el rubor que la actividad sexual deja en las mejillas.
El semen es otro derivado del sexo que últimamente se reivindica como producto de belleza. Con propiedades antioxidantes, de reducción de arrugas y alivio en casos de acné, la empresa noruega, Bioforskning
, lo ha sintetizado y lo comercializa bajo el nombre de spermina, como ingrediente de una de sus cremas faciales.
Una buena y fructífera vida sexual puede paliar también la atrofia vaginal. Con el paso de los años la producción de estrógenos disminuye, lo mismo que sus efectos sobre el aparato genital femenino, ya que estas hormonas son las responsables de mantener en buenas condiciones el epitelio de la vagina. La mucosa vaginal se vuelve más fina y seca, se producen cambios en el pH y el equilibrio de su flora, lo que puede producir infecciones y cistitis. “Siempre digo que la función hace al órgano”, sostiene Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga y directora del Institut Clinic de Sexología de Barcelona, “Mantener una actividad sexual regular mejora la función vaginal, preservando su elasticidad, previniendo su estrechamiento y manteniéndola joven”.
Blindajes para 233 directivos de empresas del Ibex http://www.expansion.com/2013/10/07/mercados/1381182446.html …
Una web que tiene muy buena pinta: http://quienmanda.es/
¿Tiene algún sentido que Montoro, Guindos, Martínez Pujalte y Floriano empeñen sus energías en proclamar ante los españoles que la salida de la crisis está «a la vuelta de la esquina»? Es evidente que la recesión –que es un tecnicismo– está tocando a su fin, pero ¿se puede hablar de salida de la crisis? ¿No ocurrirá como con los «brotes verdes» de Elena Salgado?
Parece que hay un conocimiento intuitivo en la política española que indica que una buena inyección de optimismo a tiempo desde las alturas puede añadir unas milésimas al crecimiento del PIB. En esta crisis hemos sufrido esta táctica en varias ocasiones: primero, cuandoZapatero quiso convencernos, casi hasta 2009, de que no había crisis y posteriormente cuando se anunciaron «brotes verdes», en 2009, 2011 y ahora.
El asunto tiene lógica aparente. Quizá se podría apoyar en la teoría de las expectativas racionales de John Muth y Robert Lucas, pero, curiosamente, no hay investigaciones empíricas que hayan documentado esto. Los expertos han estudiado los efectos de la economía en la política, sobre todo en el voto, pero no han prestado atención al impacto del mensaje político en la economía. ¿Cuánto más puede llegar a crecer el PIB por las declaraciones optimistas de un ministro?
Por lo visto, nadie lo ha medido. Sin embargo, hay un trabajo de 2004 titulado The Political (and Economic) Origins of Consumer Confidence, elaborado por los politólogos Suzanna De Boef yPaul Kellstedt, que resulta muy esclarecedor sobre el tema.
Ambos autores trabajaron con el indicador de sentimiento del consumidor que elabora la Universidad de Michigan y concluyeron que, aunque se da por descontado que este índice responde a la percepción que el ciudadano tiene de las circunstancias económicas, «la política es importante para entender los sentimientos del consumidor más allá de la Economía». «Específicamente –añaden–, queda demostrado que hay un efecto directo del juicio político que despierte la capacidad de conducción económica del presidente, del partido del presidente, de acontecimientos políticos extraordinarios, de la política monetaria, así como un efecto indirecto de la cobertura que los medios de comunicación hacen de la economía... Cuando la cobertura de las noticias es positiva, los ciudadanos tienen opiniones favorables y el sentimiento se vuelve más positivo».
Ayer se conoció el barómetro del CIS de septiembre de 2013. El dato más llamativo no es que la gente crea que la economía está peor que hace un año; el dato sorprendente es que de junio a ahora, el número de quienes creen que la situación irá mejor dentro de un año ha pasado del 15% al 20,7%. Hay que remontarse a julio de 2011 para encontrar un signo de optimismo tan fuerte.
Entonces, ¿merece la pena sembrar optimismo? Por lo visto, si es de cara al futuro, sí. De Boef y Kellstedt dejan caer una advertencia: «Los presidentes que han gobernado con una economía débil, no pueden utilizar su poder en la Prensa para conservar altos niveles de popularidad en el largo plazo; los presidentes no pueden usar la retórica para engañar sistemáticamente al público».
john.muller@elmundo.es
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Como es tradicional, el FMI había anticipado al Gobierno las previsiones que iba a hacer públicas en Washington con ocasión de la celebración de la asamblea conjunta del Fondo y del Banco Mundial. Por más que se quiera ser optimista cuesta mucho trabajo poner buena cara. Las previsiones que acechan al crecimiento económico de nuestro país son sombrías. Al ritmo de crecimiento previsto hasta el 2018, España tardará 15 años en reducir el paro de los casi 6 millones actuales, según la EPA, a 3 millones. Resulta difícil ni siquiera imaginar ser optimista. Lógico que ni Cristóbal Montoro, ni Luis de Guindos, los principales responsables del programa económico del Gobierno, hicieran ayer la menor mención al informe del FMI.
El mensaje que ha enviado el Fondo Monetario Internacional es muy sencillo, la contracción este año será del 1,3, el crecimiento económico el año que viene será del 0,2 por ciento, con lo que no solo no resulta imposible crear empleo. Habrá más de 150.000 parados más. Poniendo 150.000, por poner una cifra, porque ya sabemos que las previsiones sirven para tener un indicativo, porque luego las previsiones nunca se cumplen.
El estudio elaborado hace ya unos años por uno de los Colegios económicos de Cambridge puso en evidencia que en los más de 100 años de previsiones presupuestarias del Gobierno del Reino Unido, nunca, ni una sola vez habían coincidido. Más próximos a nosotros, desde que la Constitución aprobará en 1978 que el Gobierno tuviera que elaborar unos Presupuestos Generales del Estado para que se los aprobaran Las Cortes, nunca la realidad ha venido a confirmar las previsiones. Algunas de las desviaciones sobre el crecimiento han sido muy notables, de hasta más del 50 %.
En esta ocasión el miembro del Gobierno que está más en concordancia con lo pronosticado con el Fondo Monetario Internacional es el ministro de Economía y Competencia, Luis de Guindos que ha reconocido que el crecimiento para el próximo año será prácticamente nulo, y que el paro estará en tasas muy próximas al 27 % que sufrimos actualmente.
Lo malo de estas previsiones es que el FMI las ha elaborado solo unos días después de que sus inspectores hayan abandonado España tras haber contactado con los principales economistas del país, con los principales banqueros y empresarios y tras mostrar una profunda preocupación por la falta de la circulación del crédito. Como recuerdo lo importante que eran las advertencias que lanzaba en su época de diputado José Ramón Lasuén de que sin circulación de moneda, la economía no funciona. Y es una de las peores previsiones del FMI. No ve crecimiento del crédito.
Pese a la insistencia del titular de Hacienda en lanzar el mensaje de que estamos ante un nuevo milagro, que los Presupuesto para el año que viene, además de ser profundamente sociales, serán los Presupuestos del crecimiento y de la creación de empleo, el FMI todavía no lo ve claro. Hemos acabado con la recesión, pero como alertan al presidente del Gobierno algunos de los expertos del partido, el riesgo es que la gráfica de nuestra evolución económica se parezca mucho a lo sucedido en Japón. Diez años de movimiento lateral con un crecimiento insuficiente para absorber la enorme masa laboral en paro.
Está bien la mejora de las exportaciones, España vuelve a resultar atractivo para los inversiones, aunque hay que decirlo todo, en muchos casos sobre activos que han sufrido una pérdida de más del 75 % de su valor en libros, y el turismo recupera el aliento. Pero ateniéndonos a las previsiones del FMI, serán necesarios 15 años para reducir el paro a 3 millones de personas. Y ojo con el endeudamiento. También con el público. Supone otro dolor de cabeza para los economistas.
Es comprensible que Rajoy trate de trasladar algo de optimismo a la opinión pública. Considera que tras el final de la recesión está el final de la crisis que se producirá en el 2014. En esto está claro que existe una discrepancia con las previsiones del FMI. Pero claro quien tiene que presentarse a las elecciones no son los hombres del Fondo, sino el equipo de Mariano Rajoy. Y no quieren acabar como la UCD, ahora que Fernando Ónega, nos pone sobreaviso con su libro ‘Puedo prometer y prometo'.